Seamos Humanos
Publicado en Aug 21, 2009
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En una aldea que incluía a todas las aldeas, en la región del Medio cerca del Oriente, se destacaban dos casitas cuyos fondos eran colindantes. Una pertenecía a un descendiente de Abraham, la otra a un seguidor de Mahoma. No se destacaban por su belleza, que lo eran, ni por su armonía de construcción, se destacaban porque la medianera que servía de límite era una frontera de guerra.
            Cualquier excusa era buena para pelear, que el perro del palestino cruzó la empalizada y orino el huerto del judío, que los perros del judío comieron las aves del palestino, que uno le cortaba el agua al otro, que el otro le ponía petardos en la puerta de la casa, y así por siempre.
            Algunos vecinos de la aldea ya estaban cansados, de tanto ruido, de tanto humo, de tanta pelea que además no entendían y veían sin sentido. Por eso se reunieron y le encargaron al vecino más próximo que fuera a hablarles, que ellos lo respaldarían. Y así sucedió, fueron a hablarles encabezado por ese vecino que al llegar a la puerta llamó primero al Judío e hizo llamar al Palestino y les dijo:
 
- Porque no van a ver al maestro de Petra, quizás él en su sabiduría pueda resolver vuestro problema y así todos podremos descansar de una buena vez.
 
            Como ambos vieran que toda la aldea se había reunido para apoyar el pedido, asintieron, prepararon sus cosas y partieron. El Judío iba adelante, con pasos enérgicos, el Palestino lo seguía con recelo. Hasta que llegaron a Petra, recorrieron la ciudad santa y perdida, hasta que de una cueva vieron que surgía un resplandor, entraron, primero el descendiente de David, después el adorador del Profeta, cuando estaban llegando al final de la cueva, vieron una fogata y sentado frente a ella un anciano con los ojos cerrados y larga barba blanca que caía sobre su pecho dividida en dos.
            El anciano abrió los ojos los miro y les hizo seña de que se acercaran.
            El Judío se acerco le saludo y le contó el problema que los había hecho llegarse hasta allí, el maestro escuchó. Habló el Palestino y el Maestro escuchó. Cuando terminaron de acusarse mutuamente, el Maestro hizo un largo silencio y luego dirigiéndose al Israelí le preguntó
 
- ¿Qué eres tú?
            Con asombro y orgullo le respondió.
- Yo, yo soy judío
- Bien, dijo el Maestro
            Y volviendo la vista al otro le preguntó
- ¿Qué eres tú?
            Con orgullo respondió
- Yo, yo soy Palestino
            Bien, dijo el Maestro, ahora id los dos y pensad, Tú, señalando al Israelí, piensa como Jehová creó el Universo y Tú, mirando al Palestino, como Ala creó todo lo que existe. Al decir Ala el Palestino murmuró: Santo es su nombre.
 
- Ahora id, y volved mañana.
 
            Al otro día entraron, el Maestro volvió a preguntar y se repitieron las respuestas, y el Maestro les volvía a decir: Id y meditad.
            Al cuarto día el Palestino cansado le preguntó
 
- Pero. ¿Qué tenemos que meditar?
- Meditad sobre la creación, dijo el Maestro
 
            Ambos se retiraron.
            El quinto día se repitió igual
            Al sexto día el judío le pregunto.
 
- Pero, ¿Qué debemos meditar sobre la creación?
- Meditad como os crearon.
            Ambos se retiraron.
            Al séptimo día entraron cabizbajos, se pararon adelante del Maestro, que repitió  las preguntas, primero al Hebreo.
 
- ¿Qué eres tú?
            Hubo un silencio y respondió
- Soy humano
- Bien, dijo el Maestro. Y tú, ¿qué eres? Le preguntó al Palestino.
            Este suspiró y respondió
- Soy humano
- Bien, habéis encontrado un punto en común, ahora está en Uds. recorrer el camino de ser humanos, es un camino duro lleno de obstáculos, obstáculos que sólo podrán superar si actúan en armonía y unión, no hay premios, no hay recompensas, por lo menos no para Uds.,  si para vuestros hijos y los hijos de estos, pero al final del camino estaréis tan unidos que nada podrá destruirlos,  con tanta fuerza que nada podrá doblegarlos.
            O bien podéis seguir los caminos que han recorrido hasta ahora, separados y dirigidos por intereses ajenos, a los cuales les conviene que Uds. no estén unidos para poder seguir haciendo sus negocios, este camino está lleno de halagos y triunfos, pero al final tiene el sabor de la derrota y os encontraréis dominados y destruidos, viendo como los que les indicaban desde afuera, festejan y brindan con las riquezas que Uds. tontamente le han ido dando durante las batallas. En Uds. está la elección. Ahora idos en Paz.
 
            El Maestro vio como se alejaban se dio vuelta me miró y pregunto.
- Oiga, ¿Ud. cree que con un cuentito se cambia algo?
            Lo mire, suspire y dije
- Soy humano, Maestro, soy humano.
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Foto del autor Orlando José Biassi
Textos Publicados: 81
Miembro desde: Jul 13, 2009
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Descripción

La paz es un bien que hay construir día a día, pero para eso tenemos que encontrar lo que nos une y tenemos en común, el sentido de humanidad...

Palabras Clave: Paz Pertenencia Humanidad

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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