Cómo asumir que estás tan lejos, que tu bonita presencia da luz y calor a tanta distancia de mi.
Cómo vivir sin tu alegría, sin tus sueños y tu preciosa forma de pintar el mundo.
Cómo aceptar que nunca estás, si te encuentro en todas partes, en todas las cosas... en todos los momentos.
Cómo decirte que vales más que todos los vientos, que todas las lluvias, todas las flores y todas las gotas de rocío.
Si tu vida es el motivo de todas las mañanas, de todos los espejos y todas las primaveras.
Rebusco en mi cabeza y no encuentro una madrugada en que no desée estar a tu lado.
Y cada tarde quisiera compartir tus puestas de sol, cada estrella de tu cielo.
Y esa mirada llena de franqueza, color ilusión... de la ilusión que me invade cuando puedo escuchar tu voz, cuando ríes y estás bien...
Quiero decirte que no hay nada comparable con la paz en tus lugares, con la armonía de tus silencios...
Y lo boba que me sé cuando vuelvo a escribirte las cursis locuras que guardo en cajas de galletas, con trozos de caramelo y perfume de flores de invierno.. del invierno en que conocí tu real y maravillosa existencia...
Y te pido perdón una vez más... porque debería contenerme algo más y procurar ser más terrestre... pero qué difícil pisar el suelo una vez conocida la estrella más cálida, la más brillante, la única en el firmamento. Tú.
Tú y tu dulce forma de guiar mis sueños y despistar mi realidad... liar y deslíar mis certezas... y dejárme siempre con la miel en los labios y las ganas de... de... de...
E incansable, llamo a todas tus puertas, sigo las notas en tus canciones e imagino que eres feliz y que estás cerca, que ríes y que sin tregua cumples sueños.
Nada deseo tanto como tu feliz existencia.
Tan lejos y tan amado. Y yo tan tonta... pero tan tonta y enajenada... en tu imagen.
Descansa, te deseo las noches más bellas, los sueños más dulces.
Te dejo mi cariño más sincero.
Y discúlpame... no debería haberte dicho todo esto.
No quiero despedirme nunca de ti.
 
 
Susan.