Platón y Aristóteles
Publicado en Aug 19, 2009
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La tarde se distendía en una sonrisa, en el patio de la Academia Platón buscaba, a su derecha los discípulos conversaban en voz baja, para no interrumpir su pensamiento.
            En la memoria del filósofo discurría una conversación que tiempo atrás había mantenido con Sócrates, la recordaba vaga y lejana, en su mente se confundían las palabras, quería recordar en forma exacta cuales eran las que había dicho Sócrates y cuales las que había pronunciado él pero, no lo lograba. En ese momento la voz de uno de sus discípulos se escuchó, era Aristóteles, que se destacaba entre ellos por su inteligencia y capacidad de observación.
 
- Maestro, ¿en qué piensas?.
 
            Platón lo miró sabiendo que la pregunta iba más allá, que iba en busca de un diálogo que, quizás el no tenía ganas de enfrentar; por eso le contestó.
 
- Pienso en mi maestro Sócrates, que jamás fue interrumpido por sus discípulos cuando pensaba.
 
- Perdón le pido entonces maestro, lo que pasa es que me llamó la atención la figura que ha trazado en el suelo, como Ud. sabe que me interesan las ciencias, pensé que estaba discurriendo en algún problema de geometría.
 
- Eso es lo que me preocupa de Ti, contestó Platón, te preocupan demasiado las ciencias de la tierra y no las del cielo.
 
- Pero Maestro, ¿cómo puedo conocer las cosas del cielo si no es por las de la tierra? Inquirió Aristóteles.
 
            Platón pensó la respuesta y llamando a sus discípulos para que también ellos escuchen dijo:
 
- El hombre es como un ser encerrado en una caverna, de espalda a la salida; en ningún momento el hombre puede ver lo que hay a su espalda, por que no se puede dar vuelta y porque la salida se alza sobre el muro donde está atado.
            Por la salida pasa las figuras del mundo real y, con la luz que proviene del exterior se reflejan en la pared de frente a los hombres siendo lo único que pueden contemplar esos hombres,  las sombras de ese mundo exterior.
            Pero por un momento imaginad que uno de esos hombres es liberado y conducido al exterior de la caverna, vería las cosas tales como son, imaginad por un momento la sorpresa del hombre cuando sus ojos, una vez acostumbrados al resplandor, contemplen las figuras que veía en la caverna pero en toda su realidad.
            Primero creería enloquecer, después calmado se daría cuenta que lo que él estuvo viendo en la caverna es un reflejo de ese mundo exterior, un mundo de fantasmas.
            Imaginad que ese hombre vuelve a ser encerrado en la caverna, y le cuenta todo lo que vio a los otros hombres. Ninguno le creería, porque para ellos el mundo real es el que están contemplando. Imaginad primero la desesperación del hombre, después el desaliento y por último el descreimiento de lo que vio el exterior. El mismo con el tiempo se iría olvidando de las cosas del mundo exterior para pensar como los otros hombres, que lo único real son esas imágenes.
            Pero por un momento imaginad que un día uno de los hombres le pregunta sobre algo que vio en el mundo exterior, pensad la desazón del hombre para recordar, el esfuerzo que realiza y por último el asombro cuando empieza a comunicar las cosas que vio en ese mundo que ahora le parece lejano y fantasmal.
            Y así como ese hombre recordó lo que había visto en el otro mundo, así los hombres recuerdan lo que vieron antes de nacer, cuando habitaban el mundo de las ideas.
 
- Pero Maestro, volvió a interrogar Aristóteles, ¿en el mundo de las ideas también existen las cosas que no fueron creadas todavía?
 
- Todo lo que existe, existió y existirá tiene su idea, respondió Platón.
 
- Y las cosas que han cesado de existir, ¿también han dejado de existir en el mundo de las ideas?
 
- No, respondió Platón, porque el mundo de las ideas es eterno e imperecedero. Por más que sus imágenes dejen de existir en este mundo, permanecen inmutables en el mundo más allá del cielo.
 
- Maestro, perdone que lo vuelva a interrogar, pero algunas dudas todavía están en mi mente; una de ellas es la situación que se plantearía por ejemplo, con un constructor que estuviera planeando una casa, haría primero los bocetos hasta tener la casa definitiva, entonces ¿es acaso que todos los bocetos previos, existen también como ideas?
 
- No, le respondió Platón, todos esos bocetos son los primeros recuerdos que el hombre tiene de la idea de la casa, hasta recordar plenamente la idea de casa.
 
            Aristóteles calló, situación que fue aprovechada por Arquilao para hablar.
 
- Ya es momento que dejes hablar a los otros también  Aristóteles, te haz acaparado al Maestro para ti solo y no es justo.
 
- Habla entonces, dijo Aristóteles.
 
- Maestro, si en este mundo existen copias de un mismo objeto, ¿es acaso que en el mundo de las ideas, existe también la misma cantidad de objetos?
- No, por que todos son reflejos de un mismo y único objeto.
 
- Pero Maestro, lo que no alcanzo a comprender, interrumpió Aristóteles, es que si el mundo de las ideas es anterior a este mundo, es lejano,  inmutable y perfecto; ¿de dónde surge entonces este mundo?
 
Por primera vez desde que empezara el diálogo Platón no contestó en forma inmediata.
 
            Aprovechando la situación, Menón que hasta el momento había permanecido callado, habló.
 
- Aristóteles otra vez tú, no te había pedido Arquilao que nos dejes hablar un poco a nosotros.
 
- Tienes razón, dijo Aristóteles resignado a no escuchar respuesta, habla pues Menón.
 
- Maestro, ¿todos los hombres tienen la facultad de recordar lo que vieron en el mundo de las ideas?
 
- Claro que sí, lo que ocurre es que algunos hombres nunca tienen la oportunidad de
practicar y por lo tanto su capacidad de recordar está disminuida.
 
- Ni de tener un maestro como Tú, acotó Menón, acariciando la mano de Platón.
 
- Si,  es cierto, dijeron a coro los demás.
 
            La noche había caído sobre Atenas, en la Academia todavía estaba prendida la tea en la habitación de Platón, estaba escribiendo un diálogo, al cual le pensaba dar el nombre de su discípulo y amigo, Menón.
            En otra habitación, aunque no había luz prendida, su ocupante tampoco dormía. Era Aristóteles que recostado en su camastro pensaba en la pregunta sin respuesta, había empezado a dudar de su maestro.
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Foto del autor Orlando José Biassi
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Miembro desde: Jul 13, 2009
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Descripción

Un relato imaginario en la relación entre Platón y Aristóteles, cuando éste último era alumno del primero en la Academia y en el momento en que empieza a dudar de su maestro para crear su propio camino.

Palabras Clave: Platón Aristóteles Conocimiento Filosofía

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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Orlando Jos Biassi

Gracias Carol, creo que los diálogos de Platón tienen son una gran combinación de egocentrismo a pesar de que él nunca se nombró y lo puso a Sócrates como principal
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November 24, 2009
 

Carol Love

Me gustó mucho, distendido, verosímil. Quién sabe en esos diálogos, de actitud tajante como son los hombres del pensar, no se colaba el ego...? Nadie sabe.
Te mando un abrazo
Responder
November 24, 2009
 

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