Corazn roto
Publicado en Aug 19, 2009
Una vez caminando por la calle Deán Funes, al frente de la cámara de Senadores, había una persona parada, que gesticulaba y gritaba, me paré para escuchar que era lo que gritaba y si vendía algo, pero no vendía ni estaba actuando, estaba gritando que el tenía un número de Documento y que tenía un documento y con ese documento los había votado y lo tenían que escuchar.
Prácticamente los gritos se confundían con el llanto y la forma típica de hablar del que está un poco borracho, seguí caminando porque nada se podía hacer salvo que los dos termináramos presos por destruir la propiedad pública, cosa que como todos saben está mal, por lo menos destruirla abiertamente, porque muchos han destruido la mayor propiedad pública, que es el Estado, y en vez de arrestarle le han felicitado. Pero algo iba hacer, y sentado en un bar, con una birome en la mano, un papel en blanco y una botella de cerveza en la mesa, hice una de las pocas cosas que se puede decir me salen bien, escribir unos versos, éstos versos. La luz ya alcanza a iluminar toda tu casita, aunque todavía no ha amanecido, pero es tan chica y son tantos entre chicos y mujer hacemos el equipo, once, para jugar el partido al hambre. para lo único que alcanza. Y te vas antes del desayuno, preferís no estar cuando entre todos se reparten ese boyo de pan que tu mujer como Cristo, multiplica vaya saber como. Tomás tus herramientas, la pala de punta, el pico, la pala buchona, cargás las cosas en el bolso y salís para ver si en alguna obra necesitan peón por horas. Pero ya no se trabaja como antes, las changas son cada vez más escasas, y con tanto chiquerío no te quieren tomar, como dice la patronal, el salario familiar vio, además ya nos sos un pibe y no se quieren arriesgar. Haber si te pasa algo y te tenemos que pagar como bueno. Y pasan las obras y pasan los capataces y de tanto rebotar ya te sentís pelota, y de tanto rebotar te sentís inútil. Y cuando ya llega la tarde se te ha hecho un nudo en la garganta, y no podes ni siquiera respirar, y en el centro cerca de la terminal ves al politiquerito ese que pasó por tu casa prometiéndote que todo iba a cambiar. Iba en un auto que no era el que fue a tu casa, esta vez iba en uno de lujo, y no diste más, para no terminar preso terminaste en el bar pidiendo ese vino por centavos, que disuelve los nudos que te disuelve hasta las tripas. Pero no, este nudo no lo disolvió era fuerte, eran los chicos y el boyo de pan era tu mujer cada vez más flaca, era tu cuarto-casa, y así como estabas, corazón roto, te paraste frente de la casa de los que prometieron y te pusiste a gritar. Gritastes de tus hijos, de tu flaca mujer, de la falta de trabajo, de la falta de pan, de lo que te prometieron, de lo que no te dan, del hambre, gritaste, gritaste, pero, corazón roto no grités más. Tras esas paredes nadie escucha, sólo hay cerebros cuenta votos, sólo hay mentes de calcular y, a un corazón roto, a un corazón roto hermano, sólo otro corazón lo puede escuchar.
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