"No me olvides" (Primeros 3 Capitulos)
Publicado en Mar 16, 2013
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1
El edificio estaba vacío. Los pasillos parecían descansar de los continuos pasos que inundaban el ambiente durante los días laborales. El silencio que imperaba los sábados a la noche, los días que todos elegían para regresar a sus hogares, siempre le resulto un placer que podía monopolizar; después de todo, era la única que no tenía donde ir.
Más de la mitad de los departamentos estaban alquilados por estudiantes que aprovechaban el precio y las facilidades que les ofrecía la ubicación del lugar, por supuesto, Paula no era la excepción.
Siempre esperaba con ansias estas horas, no solamente por el hecho de que el ruido que caracterizaba al edificio en sus horas pico le resultaba sofocante, sino porque le recordaba constantemente sobre sus obligaciones. El ir y venir de las personas que llegaban o iban a estudiar o trabajar, la concientizaba de que el mundo estaba girando, y que sin importarle nada o nadie, todo seguía su curso. Era durante estas horas, donde el tiempo parecía dejar de fluir, cuando finalmente podía sentirse relajada. Pero en esa ocasión era diferente. En ese momento, esas mismas horas de silencio que la cautivaban, la estaban torturando.
Habían pasado unas horas desde que había vuelto del trabajo, pero aun así, seguía vistiendo lo mismo que se había puesto esa mañana. Acurrucada en su cama, ni siquiera se había molestado en quitarse las zapatillas.
Si no traes ese libro el lunes a la mañana, ni te molestes en volver.
Las palabras de la señora Luhrmann hacían eco en su cráneo. Aquella mujer sabia como sonar amenazante cuando se lo proponía.
El murmullo del ventilador girando a su mínima potencia parecía brindarle un efecto melancólico al ambiente, mientras que la música de alguna fiesta lejana que se colaba por su ventana solo colaboraba en hacerla sentir aún más miserable. La oscuridad de la habitación le agudizaba todos los sentidos al punto de que hubiese jurado que podía escuchar claramente el sonido del segundero del reloj. Pero al pensar en eso, se dio cuenta de lo absurdo que era, y decidió culpar a su imaginación. Pero imaginación o realidad, el sonido le resultaba igualmente agobiante
Llevó su mano hacia la cabecera de la cama y luego de tantear por unos segundos, sintió la textura áspera de las cortinas. A pesar de que aún no lo sentía como su hogar, pensó que una de las cosas que más le gustaba de ese departamento era la ubicación de la ventana, pues en ese momento, no hubiese encontrado las fuerzas suficientes como para salir de la cama y caminar.
Corrió la cortina unos centímetros, ya que el ángulo en el que se encontraba no le permitiría abrirla por completo y evitar moverse más de lo que planeaba al mismo tiempo, y ante la más mínima oportunidad, la luz lunar se las arregló para invadir la pieza a través de aquel espacio sorprendentemente reducido.
Recurriendo a una vieja costumbre, levanto la vista con la infantil idea de que eso la iba a ayudar a encontrar alguna respuesta, pero su búsqueda se vio truncada contra el insulso techo blanco de su departamento. Involuntariamente centró sus ojos en la mancha de humedad que estaba naciendo en una de las esquinas, y después de recordar las miles de veces que había intentado quejarse con los vecinos del piso de arriba y no se había animado, se hartó y termino por cubrir su vista con uno de sus brazos. Aun así, el brillo plateado se amañaba para escabullirse entre los recovecos que había entre su antebrazo y su frente, dándole la desagradable sensación de que la lámpara que había en su mesa estaba prendida. Durante un segundo, pensó en cerrar las cortinas nuevamente, pero no logro encontrar la fuerza suficiente para moverse ni un centímetro.
Perdida en sus pensamientos, tardo unos segundos en sentir como algo se movía en su bolsillo, y luego de investigar con la mano, se sintió agradecida de no haber sacado el celular de vibrador desde que había abandonado la biblioteca. Por alguna razón, sentía que el tono alegre que indicaba la llegada de un mensaje no era lo que quería oír en ese momento. Sacó el celular y casi adivinando su contenido, abrió un mensaje de su hermano:
“Podrías visitar a mamá de vez en cuando. Deberías pensar en los demás antes de alejarte de esa manera.”
Se preguntó cómo alguien que capaz de crear una atmosfera tan insoportable a su alrededor podía ser tan sensible a la soledad, y luego de pensar en ello, sonrió con tristeza al darse cuenta de que probablemente, era la única que había heredado ese aspecto de su madre.
Ni siquiera se molestó en contestar el mensaje, después de todo, estaba claro que era obra de sus hermanos, era imposible que alguien como ella haya pedido su compañía. Con ese pensamiento, dio por terminado el asunto; ya tenía suficientes preocupaciones como para pensar en otra.
Probablemente el problema en si no era grave, pero la semana que había tenido parecía no tener lugar para un obstáculo más (claramente, estaba equivocada).
La serie de eventos que la había torturado eran en realidad cosas tan simples que quejarse de ellos solo la hacía sentir más estúpida, pero el que sean pequeños o grandes problemas no importaba realmente, la suma de estos era lo que le resultaba tan molesto.
Nunca fue una persona con buena suerte; de hecho, estaba convencida de que la desgracia le seguía constantemente los pasos. Podría jurar que el infortunio se había disfrazado de su sombra. Pero tras 18 años de lo mismo, el escapar de la mayoría de las situaciones desafortunadas se le volvió un hábito. Ya sea por inteligencia o por costumbre, siempre encontraba la forma de escurrirse de cualquier inconveniente a último momento.
No hay necesidad de aclarar que este no era el caso. Era durante momentos como estos que su cabeza en vez de ser su salvadora, se convertía en su propio verdugo.
Notó que su respiración estaba siendo afectada por sus nervios y al segundo que lo hizo, esta dejó de ser automática. No quería molestarse por algo tan simple; si lo hacía, sus sentimientos estarían varios pasos más cerca de la histeria que del enojo. Cerró los ojos y comenzó a respirar lenta y profundamente, y al sentir como todo su cuerpo se relajaba, pensó que quizás, y solo quizás, existía la posibilidad de que estuviese sobre actuando las cosas. No pensar en nada no estaba bien, pero sobre pensar las cosas era igual de malo.
Intento excavar una vez más en su memoria, en busca de cualquier pista que la ayudara, pero el agotamiento mental era tan grande que parecía sufrirlo físicamente.
No importa cuánto o cuantas veces lo intentara, todos sus recuerdos respecto a la ubicación de ese libro se habían esfumado.
Estaba convencida de que había perdido todas las esperanzas cuando, invocada por la palabra “recuerdos”, una idea pareció atravesarla casi como una flecha. El impacto fue tan real que sus pensamientos quedaron en desorden durante varios segundos.
El plan que se le había ocurrido era tan absurdo, que quedaba claro que era un pensamiento que solo podía brillar desde la más oscura desesperación.
Con las energías renovadas, se levantó de la cama. Su cuerpo parecía haber olvidado toda la rigidez de la que había sido protagonista hace un momento, y sintiéndose completamente ligera, atravesó el cuarto hasta donde se encontraba uno de los pocos muebles de la habitación: Un viejo armario que más por razones económicas que sentimentales, la acompañaba desde que tenía memoria.
Se arrodillo bruscamente y luego de decidir ignorar el dolor creciente en sus rodillas, abrió la puerta del ropero con un cuidado que casi rozaba el temor. Esta, indiferente de sus esfuerzos, dejo escapar un chillido que en otra ocasión le hubiese dejado los pelos de punta, pero esta vez no era una de esas ocasiones. Estaba demasiado enfocada en lo que tenía que hacer, porque si se desconcentraba por más de medio segundo, inmediatamente se daría cuenta de lo insensata que eran las bases de sus acciones y probablemente se detendría antes de comenzar.
El darse por vencida antes de intentar algo era la marca más predominante de su personalidad. Su habilidad de estropear cualquier inspiración, por más profunda que sea, con solo evocar un pensamiento, era claramente excepcional.
Con las dos manos, comenzó a correr los sacos y chaquetas que, a causa de la estación actual, se encontraban embolsadas. En medio de esta tarea, pensó que ahora que lo veía, sus quejas sobre que no tenía nada que ponerse en invierno eran claramente injustificadas. Por algunos momentos deseaba meter su mano bajo las bolsas para investigar qué clase de tela se ocultaba, pero una voz interior la obligaba a detenerse y a continuar con su búsqueda.
Habiendo apartado todo lo que estaba en el medio, metió la mitad del cuerpo en el ropero dando lugar a una escena casi cómica, y de su interior extrajo una caja de un tamaño y peso considerables.
Una vez que la caja estaba afuera, pensó que la luz de la luna no era suficiente, así que pesadamente se levantó y encendió el velador que encontró más cerca. La luz artificial era bastante tenue, pero aun así, competía lo suficiente con la oscuridad como para dejar a la vista el aspecto aburrido y poco agradable que lucía la habitación.
Cuando sus pupilas se adaptaron a la nueva luz y el camino se hizo visible, se quedó atónita ver el trayecto que había hecho desde la caja hasta la su posición actual. No podía entender cómo se las había arreglado para caminar hasta la mesa de luz sin haber tropezado con todas las cosas que había en el suelo, y con ese pensamiento en mente, sorteo su camino de vuelta.
Una vez encendida, la luz revelaba por completo el aspecto de la caja. Esta no era nada realmente especial y para ser exactos, era bastante ordinaria, pero debido al entorno descuidado del departamento, la funda rosada con lunares blancos que la revestía la hacía parecer mucho más agraciada de lo que realmente era.
Con una delicadeza exagerada, abrió la tapa de la caja y la apoyó suavemente a un costado. En el interior de esta, se podía ver una totalidad de casi cincuenta libros, todos con diferentes formas, espesores y colores, pero con una cosa en común: ninguno se había librado invicto de la guerra que peleaban contra el paso del tiempo.
Por un momento, quedo mirando casi con tristeza su penoso reemplazo de una estantería, y aunque parezca absurdo, sintió pena por esos libros que permanecían escondidos en un lugar tan sombrío, y se molestó consigo misma por no poder brindarle el lugar que realmente merecían. No importa que tan bien hubiese revestido la caja, esta no era digna de semejante carga.
Su amor por los libros era el reemplazo del cariño que jamás demostró a otro ser humano. Incluso el llamarlo un reemplazo era un insulto. El afecto que tenía por ellos era algo más respetable, mas platónico y puro.
Se sintió atraída por las historias de amor, amistad, esfuerzo y victoria desde la primera vez que experimento lo que significaba tener el peso de un libro entre sus manos. Sus recuerdos respecto al libro eran bastante vagos, pero la sensación que tuvo en ese momento prevalecía intacta. Probablemente, nunca le interesó ser la princesa que era rescatada por el príncipe, desde pequeña se sintió más atraída por el papel del héroe que peleaba por sus creencias.
Deseaba ser parte de aquellos cuentos, estaba decidida a que su vida sea un capítulo más de esas historias, pero una década más tarde, nada había cambiado. Estaba viviendo una vida bastante ordinaria, con la única determinación de volverse independiente de sus padres.
De alguna manera, consiguió trabajo en una biblioteca, la cual tenía un sueldo más que mediocre, pero la idea de trabajar en un lugar como ese le resultaba irresistible, y debido ventaja de poder sacar los libros que quería, en poco tiempo comenzó a devorar todo lo que encontraba.
Ya habían pasado aproximadamente dos semanas desde que había sacado aquel libro. La fecha de devolución era de diez días, y aunque usualmente los devolvía a los cinco, este no era el caso. Porque no importa cuánto busque, no importa cuánto intente recordar, había perdido el libro y no tenía idea de dónde.
Probablemente hubiese encontrado una salida si este no era el tercer libro que se le perdía. De alguna manera, logro que pasen por alto la pérdida del primero, pero aún le descontaban dinero de su paga por el segundo y ahora que se le había perdido un tercero, lo más probable era que pierda el trabajo y que no le permitan sacar otro por el resto de su vida.
La sola idea le aterraba, no solamente por el hecho de que perdería el trabajo o la membresía, si no por que no estaba segura de poder enfrentar una vez más a su jefa.
El pensamiento comenzó a torturarla mientras vaciaba la caja. Uno a uno los libros iban formando una pequeña montaña al costado de su cuerpo. Debido a la sutileza con la que estaba trabajando, no pasaron menos de quince minutos hasta que finalmente encontró lo que buscaba. En el fondo de la caja, yacía un libro bastante voluminoso en comparación de cualquiera de los otros.
Ante su presencia, sus movimientos se detuvieron por unos segundos mientras una nube de pensamientos negativos le comenzaba a quemar la cabeza.
Antes de dejarse consumir por aquellos fantasmas, y casi obligándose a hacerlo, metió los brazos dentro de la caja y levanto el libro entre sus manos. Inmediatamente el tamaño del libro se manifestó en su peso y luego de unos segundos, termino por apoyarlo en sus piernas.
Acaricio con el dedo índice el lomo del libro, y con delicadeza, apoyo la mano sobre una parte de la tapa que el tiempo, o los malos tratos, habían deteriorado. Quedo inmóvil por un tiempo mientras una avalancha de recuerdos le inundaba la mente.
Cuando al fin fue capaz de volver al presente, descubrió que sin darse cuenta, una mueca se había dibujado en su rostro. Estaba sonriendo.
2
No cavia duda de que ese libro era especial para ella, mucho más que cualquiera de los otros. Pero si su género favorito era sin dudas la fantasía, entonces ¿Cómo logro ese libro de aspecto aburrido y palabras complicadas tocarle el alma de la forma en que lo había hecho?
El libro no parecía ser realmente viejo, pero si estaba muy maltratado. La humedad había tenido un efecto notable y debido a esta el título en la tapa era indescifrable. Tenía la sensación de que se rompería en pedazos ante cualquier movimiento brusco.
Se sintió estúpida al tratar nuevamente de leer el título, ¿si no lo había logrado en 10 años, porque iba a lograrlo en ese momento? Y decidida a no perder más tiempo, abrió la tapa y se dirigió al índice.
Todos los capítulos tenían títulos muy llamativos, y aunque se los sabía de memoria, comenzó a leerlos de nuevo, solo para intentar revivir las sensaciones que le había dado la primera vez que los había leído.
El primer capítulo, llamado “sueños”, era una recopilación de varias teorías científicas sobre el origen de los sueños y los distintos experimentos que se habían llevado a cabo sobre estos. Debatía sobre la posibilidad de controlar los sueños de la forma que uno quiera, y numeraba los pasos para lograrlo. Como la primera vez que lo había leído, la posibilidad le pareció utópica, pero aun así, no podía evitar emocionarse de nuevo. Los siguientes capítulos hablaban sobre la posibilidad de controlar el alma, los recuerdos y todo tipo de temas que parecían ser robados de alguna historia fantástica. Pero eso no era exactamente lo que le atraía de ese libro.
Desde pequeña, ese libro le había fascinado por el hecho de que cosas que parecían ser ficticias para ella estaban respaldadas por personas con doctorados y en un libro que estaba lejos de parecerse a cualquier cuento fantástico que había leído. Le hacía creer que era posible realizar en la vida real cualquier hazaña cometida en algún libro de ficción. Porque si algo como controlar los sueños o abandonar el cuerpo era factible, entonces nada podía ser imposible.
Busco la página donde comenzaba el capítulo que se titulaba “recuerdos” y una vez allí, se dio la ventaja de saltar directamente a lo que le importaba. “¿Cómo recuperar recuerdos perdidos?
El autor daba una breve explicación de cómo el cerebro albergaba los recuerdos. Una vez más, repetía hasta el cansancio que el cerebro era un misterio y que los experimentos que se mencionaban no estaban respaldados por instituciones de carácter oficial. Luego daba una guía de como cualquier principiante podía recuperar los recuerdos perdidos con solo seguir unos pasos bastante básicos. Las opciones eran dos, el hipnotismo o la meditación.
Para el primero se requerían dos personas, una que hipnotice y otra que sea hipnotizada, lo cual le resultaba imposible. No había nadie allí para que actué como hipnotizador y aunque lo hubiese, no se animaría a involucrar a nadie en semejante locura. Decidió recurrir a la segunda opción, que aunque parecía menos efectiva, le resultaba más simple y rápida; sin mencionar que no necesitaba una segunda persona.
El proceso era bastante simple. Consistía en encontrar el lugar donde recordaba haber tocado por última vez lo que se deseaba recuperar, meditar hasta que la mente quede en un estado de completa paz y conectarse con las emociones exactas que se habían sentido en ese momento. Según el autor, repetir estos pasos varias veces ayudaría a sacar a flote los recuerdos que dormían en lo profundo del inconsciente.
No necesitaba pensar mucho para llevar a cabo el primer paso. Tenía la costumbre de leer en la cama desde que tenía ocho años. Luego de diez años, era imposible que cualquier libro que haya leído no haya pasado por el ritual de acompañarla antes de dormir.
Sin ordenar nada, se levantó apretando el libro contra el pecho, y camino hacia la cama. En el camino apago el velador, ya que el lugar donde podía acostarse a leer el libro recibía de lleno la luz lunar, sin mencionar que detestaba la luz que producía ese foco.
Una vez allí, se sentó con las rodillas retraídas de forma que el libro podía apoyarse en sus muslos. La cama chillo con un sonido de resortes desgastados.
Esa cama la había acompañado durante mucho tiempo (no tanto como el ropero) pero si lo suficiente como para quejarse cada vez que la ocupaba.
Si tuviese que describir sus sentimientos en ese momento, se podría decir que estaba tranquila, pero no relajada. Muy dentro suyo, un monstruo oscuro y denso, devoraba todos sus pensamientos positivos. Era verdad que lo que la había movido hasta ahí era la esperanza, pero este estado era un impostor. Era algo que iba contra su naturaleza negativa, la cual intentaba revelarse luego de haber estado oprimida por más de quince minutos. Después de una vida de negatividad, el ser positiva se sentía casi como obligarse a sí misma a tener buenos pensamientos.
Esta vez, el origen de sus dudas yacía en el hecho de que sorprendentemente, nunca había intentado nada de lo que decía el libro. Siempre lo admiro como algo que debía idolatrar desde lejos. Como esos santos que se colocan en un altar solamente para ser adorados y nunca para solicitar sus favores. Pero esto no se debía precisamente al respeto que provocaba el libro en sí. Sus acciones (o mejor dicho, no acciones), tenían una base menos admirable. Siempre tuvo miedo de que las cosas no funcionaran tal como se las imaginaba. Miedo de fallar y demoler en unos segundos uno de los grandes pilares de su vida. El que fallar una sola vez podía destruida por bastante tiempo.
Obligándose a desoír sus propios pensamientos, cerró sus ojos suavemente y comenzó a controlar su respiración. Pronto (dejando de lado las cortinas que se movían con el viento nocturno) la habitación pareció estar en un estado completo de inmovilidad, casi como una foto en blanco y negro. Sin darse cuenta, todos sus pensamientos, buenos o malos, parecían desvanecerse.
Tras un breve periodo de inmovilidad, comenzó a sentir como esta indescriptible armonía se extendía placenteramente por su cuerpo. Hace mucho no sentía semejante paz. Sentía todo lo que había a su alrededor, y a su vez, parecía como si sus sentidos se hubiesen cerrado. Era un estado tan confortable, que era casi injusto que pudiese alcanzarlo con solo seguir unas instrucciones.
Comenzó a intentar recordar con todas sus fuerzas los sentimientos que tenía al leer ese libro, pero todos sus esfuerzos parecían ser en vano. El libro había dejado una impresión tan débil que ni siquiera recordaba que sintió al leerlo. El no poder recordar nada, abrió una brecha que el monstruo que había encerrado de manera temporal aprovechó. En cuestión de segundos, comenzó a llenarle el alma con todo tipo de pensamientos oscuros. Como siempre, una vez que siquiera consideraba la posibilidad de fallar, se dejaba consumir por la desesperación.
“Esto no funciona. Desde un principio era imposible. Sabía que pasaría. Soy una estúpida…”
Los pensamientos se hacían cada vez más y más espesos. Habian pasado años desde que se había sentido tan frustrada. Esto se debía a que esta vez, después de mucho tiempo, había tenido expectativas a las que podía traicionar. Se odio a sí misma por haber tenido esperanzas.
Los pensamientos parecían intentar apoderarse de su cuerpo. Como bañada por una niebla oscura y toxica, sentía que su mente llegaba a su punto límite. Un pitido comenzó a resonar en su cabeza cada vez con más intensidad. Al mismo tiempo, sus oídos parecían comenzar a taparse. Antes de darse cuenta, ya había perdido el conocimiento.
3
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando volvió a abrir los ojos. Solo sabía que le dolía la cabeza y que su cuerpo se sentía pesado y cansado.
Algo curioso era que a pesar de su jaqueca y de la pesadez de su cuerpo, su mente se sentía liviana.
Tardo unos segundos en darse cuenta de que estaba sentada sobre algo frio y sólido, y con sus manos, confirmo que de alguna forma había llegado hasta el piso. Su espalda estaba apoyada sobre la madera del larguero de la cama y al notar esto, comenzó a sentir una incomodidad en su espina que de a poco se transformaba en dolor, por lo que se arqueo hacia adelante.
Estaba segura de que cualquier movimiento le causaría mareos, así que se quedó allí tendida, con la esperanza de que la sensación de inestabilidad desaparezca. Una vez que recupero la seguridad, se levantó sosteniéndose la parte inferior de la espalda. Si no hubiese estado tan confundida, probablemente se reiría de sí misma por adoptar una postura tan octogenaria.
Una vez de pie, comprobó que el suelo no se movía, y como dándose una muestra de seguridad a sí misma, movió sus manos hacia los costados de su cintura.
Respiro lenta y profundamente hasta que sus pensamientos lograron ponerse en orden. Poco a poco los últimos recuerdos que tenía comenzaron a acomodarse hasta formar una especie de película en su cabeza, una película triste y patética. Recordó todo lo que había pasado hasta que había perdido el conocimiento, y el auto-aborrecimiento que había sentido iba siendo reemplazado por una profunda decepción y tristeza.
No quería pensar más, quería olvidarse de todo; borrar todo lo que había pasado, como si nunca hubiese ocurrido. Desde pequeña se había vuelto una experta en ello.
Cerró los ojos, los cuales se sentían secos y exhaustos, y se dio la vuelta hacia su cama y no fue hasta que estuvo demasiado cerca, que se dio cuenta de algo.
Alguien estaba ocupando su cama.
Instintivamente retrocedió unos tres pasos, y para cuando se tapó la boca con las manos ya se le había escapado un gemido ahogado. Inmediatamente una cascada de pensamientos comenzó a ahogarla.
¿Qué estaba pasando?, o mejor dicho ¿realmente estaba pasando?, ¿Quién era? ¿Qué era? ¿Porque? ¿Qué tenía que hacer? ¿Qué iba a pasar?
Tengo miedo.
Esa línea era increíblemente corta, simple y contradictoria, si la comparábamos con los tumultuosos y complejos pensamientos que revoloteaban su mente. Sin embargo, nada podía expresar mejor sus sentimientos en este momento como esa línea categórica.
Mientras intentaba poner sus pensamientos en orden, la figura se movió. La sangre se le helaba mientras veía como cambiaba a una posición donde tenía la espalda contra la pared y la cara hacia ella.
A pesar de que todos sus sentidos estaban puestos en como escapar, pudo notar que era una persona pequeña. Tenía el tamaño de un niño, y para ser más precisos, una niña.
Su imaginación trabajaba de un modo sorprendente. Todas las películas de terror que había visto comenzaron a desfilar en su cabeza. Pero su sentido de curiosidad resultó ser mucho más grande a cualquier instinto de supervivencia que pudiese desarrollar ante el peligro.
Siempre le molestaba cuando los personajes de las películas se acercaban al peligro cuando este era obvio, pero por primera vez, pudo entender que los impulsaba. No era el coraje ni la estupidez, simplemente se trataba de la curiosidad.
Sus piernas no paraban de temblar y aunque las obligue a dar un primer paso, sentía como si se fuesen a derretir en cualquier momento. No solo no le servían para caminar hacia la cama, si no que llegado el caso, tampoco le servirían para huir.
Al darse cuenta de ello, comenzó a considerar la posibilidad de intentar decir algo. Pero ¿qué?, y… ¿era realmente una buena idea?
Mientras pensaba, se dio cuenta de que solo era una pérdida de tiempo. Sentía que su garganta iría a quebrarse en cualquier momento. Estaba segura de que si intentaba decir algo, nada civilizado iba a salir de su boca.
Que se trate de una niña le había dado confianza. Pero esto solo ocurría si imaginaba al intruso como una persona, si fuese a imaginarlo como una aparición o un fantasma, el que sea una niña producía exactamente el efecto contrario.
Tenía las manos traspiradas, por lo que inconscientemente intentó secarlas contra sus pantalones. De alguna manera que no hubiese podido explicar, el contacto de sus manos contra sus muslos pareció darle seguridad a sus piernas. Antes de darse cuenta, ya había reunido el coraje suficiente como para dar el primer paso hacia la cama y junto con el este, una procesión de posibilidades comenzó a torturarla.
Pero no iba a detenerse, no podía detenerse. Si se detenía, no iba a poder seguir adelante, ni tampoco huir hacia atrás. Así que comenzó su lenta, insegura y cautelosa caminata. Eran pasos pequeños, pero habitación también lo era. Antes de darse cuenta, ya estaba al lado de la cama.
Sin necesidad de haberse acercado hasta donde lo había hecho, pudo confirmar que estaba frente a una niña.
Notó que estaba respirando muy lenta y rítmicamente, por lo que asumió que estaba dormida.
Era solo una niña de unos nueve o diez años, cuyo sueño parecía tan profundo y dulce, que por un momento dudo seriamente si debía despertarla. Pero antes de darle el tiempo necesario a esa posibilidad para formarse y convertirse en una idea lo suficientemente importante como para detener sus acciones, extendió su mano para correr los mechones de cabello oscuro que caían sobre el rostro durmiente.
Maldijo a su imaginación, la cual seguía funcionando de modo que no podía dejar de pensar en la posibilidad de que mientras extienda su mano, sus ojos se abran y en su lugar hayan cuencas vacías, o aun peor, que sus ojos sean rojos. Por supuesto, esta infinidad de posibilidades le ponían la piel de gallina, pero ninguna le resultaba una razón lo suficientemente fuerte como para detenerse.
Con el dedo índice, removió el mechón de cabello más grande, y aunque aún quedaban varios, fue suficiente para descubrir casi completamente el rostro. Sintió una nueva seguridad cuando sintió que la piel era cálida al tacto.
Se arrodillo muy despacio intentando no hacer ningún ruido. Y cuando estuvo lo suficientemente cerca, comenzó a notar que los rasgos que estaba observando le eran muy familiares. Las cejas oscuras que hacían contraste con la piel blanca. Las pestañas que parecían ser exageradamente grandes para sus ojos. Las pecas que salpicaban sus mejillas y el color de los labios, que hacía que la piel del rostro pareciera aún más pálida de lo que ya era. Pero no fue hasta que vio el lunar con forma característica que tenía en el hombro que comenzó a asustarse. Ese lunar solo le podía pertenecer a alguien, era imposible que existieran dos personas con ese mismo lunar en el mismo lugar.
Pero allí estaban esas dos personas, en esa misma habitación.
Todo el coraje que había reunido se convirtió en confusión. Ya ni siquiera había lugar para el miedo. Intento levantarse, pero para cuando se dio cuenta de que sus piernas no le respondían ya se había golpeado contra la mesita de luz.
El ruido pareció tener efecto y la niña comenzó a moverse. Sintió como un sudor frio le recorría el cuerpo mientras observaba como la pequeña, muy perezosamente, usaba sus brazos para apoyar el peso de su cuerpo mientras intentaba sentarse en la cama. Una vez que lo había logrado, comenzó a desperezarse estirando sus brazos hacia arriba y acto seguido, usaba sus manos para frotarse los ojos. Una vez que el ritual había terminado, sus ojos color avellana comenzaron a pasear la habitación, y luego de recorrer varias veces su entorno, dirigió su mirada hacia la joven que se hallaba frente a ella. Torció la cabeza un poco, como intentando entender la situación. Se froto los ojos nuevamente y volvió a mirar a su alrededor. Con la voz llena de confusión preguntó:
– ¿Dónde estoy?
Al escuchar la voz termino por confirmar sus sospechas. Se reconoció a sí misma en los ojos y gestos de esa niña.
La persona que tenía en frente no podía ser nadie más que ella misma.
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Textos Publicados: 1
Miembro desde: Mar 16, 2013
7 Comentarios 642 Lecturas Favorito 3 veces
Descripción

¿Qué pensaría de ti el niño que fuiste algún día? Si pudieses encontrarte con él, ¿cómo reaccionaría? ¿Podrías mirarlo a los ojos?, ¿Se sentiría orgulloso de ti? Paula vive una vida llena de remordimientos, donde olvidar sus errores es un proceso que la ayuda a coexistir consigo misma. Pero el pasado no es algo que de lo que uno se pueda deshacer tan fácilmente, y luego de cierto incidente, se presentara ante ella de la forma menos pensada. ¿Cómo hará para enfrentar todo aquello de lo que huyo durante años? ¿Tendrá finalmente el valor de enfrentarse a su pasado y a si misma? ¿O volverá a huir de todo? Estos son los primeros 3 Capítulos de mi primera novela. Espero que lo disfruten, y obviamente, también espero escuchar sus criticas :)

Palabras Clave: nostalgia niñez adolescencia tristeza rutina vida

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción


Creditos: Carla Agustina Perrotta

Derechos de Autor: Carla Agustina Perrotta


Comentarios (7)add comment
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MARIA VALLEJO D.

SU HISTORIA ME ESTA GUSTANDO, ESPERO LA CONTINUE.
ANIMO CARLA.
SALUDOS
MARIA
Responder
April 24, 2013
 

Christian Pablo Huamani Loayza (ARDEL)

un like querida amiga...
gracias por compartirlo...
Responder
March 17, 2013
 

L B R.

INTERESANTE TEXTO HABERLO LEIDO; TIENES MUCO PARA ESCRIBIR. ESPERO PODER SEGURILO HACIENDO.
Responder
March 17, 2013
 

Tomas

Bueno, primero, tengo que admitir que esto me hacer recordar terriblemente a todo lo que me cuenta mi madre. (ella estudia counseling, asi que tengo idea de varias cosas en realidad) XD
Tu estilo de ecritura me agrada bastante, admito que medio que me costo un poco leer todo el primier capitulo (sin ofender, quiza no es mi exacto tipo de lectura XD) pero desde el segundo en adelante se lia solo casi. XD
Me agrada, espero que sigas asi, me llamo la etencion lo suficiente para querer ver mas. y ese es raro de este tipo de historias. XD
Responder
March 17, 2013
 

Carla Perrotta

A mi misma me cuesta leerlo. Quiero pensar que es porque lo escribi yo, pero me sigue pareciendo raro cada vez que lo veo :)
Gracias por comentar!
PD: Tuve que buscar el sig de counseling xD
Responder
March 17, 2013

Jannis Elizabeth

ohhh ..muy interesante,se nota que te encanta escribir,ya quiero seguir leyendo más
Responder
March 16, 2013
 

Carla Perrotta

Gracias :)
Responder
March 17, 2013

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