CAPITULO IX: JADE
Publicado en Mar 11, 2013
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-¿Lacros puede vencer a Zagal?
-Eso ni él lo sabe.

“Efrón despertó a Lacros. Mish ya había partido, incluso antes de que Efrón despertara. Lacros tomó sus cosas y dejó unas monedas sobre la mesa de noche. El sol apenas mostraba sus rayos rojizos al otro lado de la cordillera del Dragón, una cadena montañosa que había protegido durante cientos de años al imperio de Jade. La mañana era fría pero los comerciantes ya estaban preparando sus puestos de venta alrededor de los puertos. Algunos barcos, que habían estado pescando durante la noche, ya habían anclado en el puerto. La mayoría traía pejesombra y estrellas lunares.
-Debimos salir más tarde – dijo Efrón en voz baja – mataría por un pejesombra frito.
-El barco que tomaremos saldrá en al menos dos horas, podemos esperar – Después de la noche anterior, Lacros se sentía más relajado con la compañía de Efrón o de Mish.
Primero entraron a una herrería. Aunque Zafiro era principalmente una provincia comercial, esperaban poder encontrar armas o armaduras. Si llegaban a Jade desarmados y se encontraban con Zagal, el resultado sería desastroso. En la herrería solo encontraron un par de placas disparejas de armaduras que habían sido compradas por partes. Efrón logro encontrar una espada delgada, como la que él ya tenía, pero casi sin filo.
-Será mejor conseguir equipos en Jade – dijo Efrón mirando las espadas oxidadas y melladas.
Salieron de la herrería y vieron una gran multitud correr hacia los puertos. Se miraron extrañados y fueron a averiguar qué ocurría. El “Princesa Jade”, un barco pesquero había llegado al puerto sin velas y con la mitad del casco hecho astillas. Todos se reunían alrededor de los puentes, ayudando a bajar pescadores heridos.
-¿Qué ocurrió? – pregunto Efrón en la lengua local.
Un pequeño pescador de ojos rasgados le respondió a gritos, muy nervioso. Los demás que estaban en el puerto miraban atemorizados al pequeño hombre que explicaba los hechos. Muchos comenzaron a correr hacia los puestos pesqueros y albergues, esparciendo la voz. Cuando el pescador terminó, corrió hacia el “Princesa Jade” y comenzó a descargar a toda velocidad. Efrón se dio media vuelta y tomó a Lacros por el brazo.
-¿Qué está pasando? – preguntó Lacros.
-Los pescadores dicen haber sido atacados por una flota con el estandarte de Eris. Más de cuarenta galeras de guerra muy bien armadas se dirigen a Jade. Y eso no es todo – Efrón miró a su alrededor – también mostraban estandartes de Boros, Cuis del Norte, las ciudades comerciantes, El Nido, Ojogrifo e incluso el Imperio del Sol.
-¿Cómo es posible? ¿Una armada conformada por todos los grandes imperios?
-Es como si el mundo entero comenzara una guerra, pero, ¿todos en contra de Jade?
-Esto no puede ser, quizás el pescador está confundido o quizás…
-Zagal – lo interrumpió Efrón – Debemos partir a Jade ahora.
Pero con la noticia de los ataques ni un barco quería salir del puerto Zafiro. Preguntaron a todo comerciante y pescador, pero todos se rehusaban. Incluso los extranjeros estaban preparándose para partir hacia Eris, Boros y las Islas Verdes, lo más lejos de Jade que pudieran estar. Si lo que contaba el pescador era verdad, pronto comenzaría una guerra de proporciones que jamás se había visto en la historia. Lacros se sentía nervioso. El actual rey de Eris era un inútil engreído que jamás lograría una alianza de tal envergadura. Si Efrón tenía razón y todo esto era un plan de Zagal, ¿Cuánto poder tenía ahora? ¿Cuantos aliados a su lado?
-¿Llevarlos a Jade? – Dijo un capitán en el extraño acento de Boros – podría, pero sería peligroso. ¿Qué ganaría yo arriesgando a la “Sirena Desnuda”?
-Oro – respondió Efrón – todo el que pidas.
El capitán los miró de arriba abajo y entrecerró los ojos.
-¿Quién me lo asegura?
-Te entregaré el oro ahora mismo, pero debemos zarpar cuanto antes y directo hacia Jade, sin desviaciones, sin retrasos – Efrón tenía la voz dura y decidida.
-Pues entonces está bien, zarparemos en una hora – respondió el capitán alargando una sonrisa – antes del atardecer estaremos en Jade.
El capitán gritó un par de órdenes a sus marineros y la “Sirena Desnuda” comenzó a moverse. Lacros y Efrón subieron enseguida, justo antes que los puentes se elevaran, mientras el capitán contaba su bolsa de monedas.
La “Sirena Desnuda” era una galera comerciante delgada y liviana. Las olas la hacían moverse de un lado a otro, pero tomaba una gran velocidad, incluso en los ríos que separaban las pequeñas islas de Zafiro.Lacros se mantuvo en todo momento en la proa del barco, observando el pasar de las islas, buscando algún indicio de barcos de Eris o de cualquier otro imperio. Ya habían pasado horas cuando divisaron las Torres del Guardián, cuatro construcciones enormes, más altas que el faro de los Puertos Grises. Las torres marcaban la entrada a Jade y tras ellas, una enorme nube de humo negro se elevaba.
-Llegamos tarde – Dijo Efrón
-Debemos desembarcar, ahora – gritó Lacros
El capitán dio la orden y se acercaron lo que más pudieron a la orilla. Lacros y Efrón bajaron por las cuerdas de escape y corrieron por la orilla, entrando al puerto de Jade. El puerto estaba plagado de piratas y soldados con distintas armaduras, luchando a espada con los guardias de Jade. Ambos guerreros desenfundaron y comenzaron a ayudar a los guardias. Lacros dio un golpe con la espada a un pirata, quien se transformó en arena al morir.
-¿Qué es eso? – Preguntó Lacros confundido.
-Magia Oscura – Respondió Efrón – ahora estas convencido Lacros, es Zagal, no cabe duda, debemos correr al palacio de Jade.
Ambos corrieron por los estrechos pasillos de Jade. En cada esquina encontraban guerreros luchando contra guardias y piratas. Algunos piratas entraban a las casas y sacaban a rastras a mujeres y niñas pequeñas. Otros simplemente las violaban en las entradas de las casas, mientras sus compañeros las detenían.
Lacros vio como un pirata y un soldado con armadura de Eris comenzaban a rasgarle la ropa a una niña de unos quince años. Se acercó a toda velocidad y le dio un corte mortal al pirata, transformándolo en arena. Luego se enfrentó uno a uno contra el soldado de Eris, mientras Efrón cubría a la niña con la capa desgastada que Lacros le lanzó, la capa de lana de Balum. Lacros dio un golpe preciso entre la armadura y el hombre cayó al piso.
-¿Este es real? – Dijo Efrón
-Eris apoya a Zagal… - respondió Lacros en voz baja.
La niña había dejado de llorar, pero respiraba agitada.
-¿Dónde están los refugiados? – le pregunto Efrón.
-En el templo del viento – dijo la niña entre sollozos.
-Lacros, la dejaré en el templo del viento y nos encontraremos en la puerta del palacio de Jade.
-Está bien.
Lacros corrió directo al palacio, dando golpes cada vez que su marcha se lo permitía. Algunos caían muertos, otros se transformaban en arena. Lacros no comprendía por qué los soldados de Eris seguían a Zagal, cómo un muerto podía convencer a un rey de declarar una guerra inútil.Lacros cruzó las puertas del palacio a toda velocidad, hasta llegar al salón principal, donde la historia se repetía. El cuerpo del emperador estaba tirado en las escaleras que subían al trono y Zagal limpiaba su espada.
-Tarde como siempre Lacros – dijo Zagal sin darse vuelta.
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Foto del autor Cristian Medel
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Descripción

Noveno Capitulo de "LA ESPADA DEL OESTE"

Palabras Clave: Espada Zagal Lacros Fantasa Epico

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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