Me lo cont Cacho
Publicado en Jan 16, 2013
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Cacho no había tenido nunca una experiencia como esa. Su
vida transcurría como la de cualquier muchacho de barrio: trabajaba hasta las
dos de la tarde, volvía a su casa, se bañaba, comía y se dedicaba a su moto,
que, era su pasión.


Pero esa tarde de viernes, calurosa, pues era verano, luego
de toquetear el motor de la Alpino 125 c.c., salió a probarla. Tomó por la
calle principal de su barrio, que atravesaba una zona bien comercial y se
perdía en el final del municipio, para luego empalmar con una avenida que
desembocaba en la ruta hacia otra ciudad.


Al llegar a esa avenida notó que el motor fallaba un poco.
Se detuvo para ver de qué se trataba, a pesar que debido al calor a esa hora de
la siesta, no pasaba por la calle casi nadie, subió la moto a un terreno lleno
de yuyales tapando lo que vendría a ser la vereda. El esfuerzo por subirla y
acomodarla frente a una vieja casona aparentemente abandonada, hizo que se le
empapara la remera de transpiración.


Puso la moto en su caballete y se agachó junto a ella con
las herramientas que siempre llevaba debajo del asiento. Comenzó quitando la
bujía, para ver si ese era el problema. Estaba muy concentrado en lo que hacía,
unas gruesas gotas le bajaban por la frente. No notó que una persona estaba
parada detrás de él, hasta que le tocó temblorosamente el hombro. Fue tal la
sorpresa que de un sobresalto tocó sin querer el caño de escape y se quemó la
mano, por lo tanto soltó la bujía que cayó al piso y se perdió entre los
pastizales, al tiempo que se volteaba para ver quien lo había tocado.


Se encontró detrás de él a un viejito. Era muy canoso pero
con todo su cabello, la cara bronceada y el rostro surcado por infinidad de
arrugas. Llevaba una camisa a cuadros celeste abrochada hasta el último botón,
se veía el cuello y los puños de las mangas, sucios y gastados y la solapa por
fuera de un pantalón gris, arrugado y brilloso por el desgaste.


_ Disculpe joven, lo vi que se detuvo frente a mi casa y aproveché
para salir a pedirle ayuda.


Cacho miró hacia la casa y no podía entender que escondida
detrás de esos yuyales, con ese frente descascarado sucio y sin pintura podría
alguien vivir allí.


_ Que necesita abuelo.


Siempre fue Cacho un muchacho atento y dispuesto a ayudar a
quien lo necesitara.


_ Tengo que bajar  un
baúl de un entrepiso que hay en la casa y solo no puedo, sería tan amable de
darme una mano? Se lo recompensaré.


Caminaron juntos, atravesando los altos yuyos, hasta llegar
a la puerta de madera de la vieja casona. El viejito se adelantó para abrirla y
entró primero.


_ Pase, pase  por aquí
joven.


Al entrar Cacho no podía creer lo que veía. Después de
atravesar un pasillo se encontró con una sala de estar llena de muebles de
estilo, el juego de living estaba compuesto por dos sillones de cuero negro y
otro de tres cuerpos rodeando una mesa ratona de madera torneada, con tapa de
vidrio. Todo sobre una alfombra persa color ocre.


Al costado derecho se encontraba un gran placar con puertas
de vidrio biselado, que dejaban ver una cantidad infinita de platos de todos
los tamaños, y copas de cristal de diversas tonalidades.     


Sobre la izquierda una puerta y al frente un gran ventanal
que cubría todo el fondo, a través de los vidrios podía distinguirse un gran
jardín lleno de plantas prolijamente cuidado.


_ Es por aquí joven, venga. Como es su nombre?


_ Cacho, me dicen Cacho.


 Es por aquí Cacho, le
dijo atravesando la puerta de la izquierda, _ yo me llamo  Rafael y todo el mundo me conoce por el viejo
Rafa o Don Rafa. 


Allí se encontró con un comedor enorme, con una gran mesa de
roble rodeada de ocho sillas en la misma madera con tapizado de cuero blanco.
Sobre la mesa un enorme centro de vidrio, lleno de frutas artificiales. Del
techo colgaba una antigua araña cubierta de muchísimas gotas de cristal.


A la izquierda había una escalera hacia los dormitorios
seguramente y al fondo el mismo ventanal que en el living.


_ Quien vive aquí? Preguntó Cacho y se ruborizo, pues se dio
cuenta que formuló mal la pregunta, y enseguida se corrigió _ Vive solo usted
aquí?


_ Si...si no está apurado le cuento. Siéntese... siéntese


Cacho se acomodó en una silla del comedor y apoyó su brazo
sobre la mesa y lo miró para que comenzara a contar.


_Éramos aquí una familia hermosa, Cacho. Mi esposa Hilda, mi
hija Nazarena y mi hijo Valentín. La mayor era Nasa, como le decíamos nosotros.
Yo era militar y trabajaba en la Fábrica Militar de Armas. Entraba a las siete
de la mañana y volvía a casa a las cuatro de la tarde, después de dos horas de
viaje en auto. Ganaba muy bien, antes de tener a los chicos, compré este
terreno y luego construí esta casa. Hilda era una mujer que no se conformaba
con nada y encima muy celosa. Vos ahora me ves así, pero yo era un tipo muy
pintón.


Cacho ya se había olvidado de la moto y escuchaba
atentamente, se sentía  cómodo pues la
casa era bastante fresca.


_Cuando Hilda quedó embarazada de Nasa, se puso más celosa,
claro se veía gorda y pensaba siempre que yo le metía los cuernos. No te voy a
decir que era un santo pero nunca nadie se enteró de mis cosas. A los dos años
vino Valentín y también pasó lo mismo con los celos. Los pibes fueron creciendo
y las peleas con Hilda se fueron acrecentando.


Tanto que los chicos comenzaban a meterse en la pelea y
siempre defendiendo a su madre. Al principio no me parecía mal que la
defendieran, pero con el paso del tiempo se fueron poniendo agresivos.


Una tarde tuve que salir de vuelo pues Hilda me tiró con una
taza por una broma que hice, con respecto a los celos de ella, como me pasó
cerca, me enojé y le tiré con un posa fuentes de madera y le pegué en el brazo.
Fue tal el escándalo que hiso, que Valentín y Nasa  bajaron por las escaleras arrojándome de todo.


Esa noche dormí en la casa de un amigo. Cuando volví a la
otra tarde estaba todo un poco más tranquilo, pero sentía en la mirada de
ellos, como una especie de odio y notaba que cuchicheaban apartados de mí.


Prácticamente no me dirigían la palabra, si yo les hablaba,
no me contestaban o lo hacían con monosílabos.


Pero Cacho... antes de seguir no me ayuda a bajar ese baúl que
le comentaba?. Así me saco ese problema de adelante.


Cacho se paró casi de un salto.


_Como no, por donde es?


Sígame dijo don Rafa y caminó hacia las escaleras.


Al llegar arriba se encontraron con un pasillo de unos dos
metros de ancho, que comunicaba a tres puertas. 
Seguramente los dormitorios pensó Cacho.


Por el medio del pasillo, don Rafa tiró de una cuerda que
desató de la pared y colgaba del techo e hiso que se abriera una puerta y
cayera suavemente una escalera de madera.


Cacho no sabía la edad de ese hombre, pero le llamó la
atención, ya que le calculaba unos ochenta años, con la agilidad que subió esa
escalera, que a él le resultaba incómoda.


_Usted espere allí abajo que yo le voy a alcanzar el baúl.


Escuchó que arrastraba algo en esa especie de entrepiso,
hasta que de pronto vio aparecer un enorme cajón de mimbre que apenas pasaba
por la boca de la escalera.


_Suba un par de escalones y valla sosteniéndolo.


Cacho hiso lo que pidió el viejo. Apoyó sus manos en el baúl
y lo fue sosteniendo.


Le resultaba pesadísimo, tanto que tuvo que darse vuelta y
dejar que caiga sobre su espalda y así de esa manera, lo fue bajando despacito.
Cuando llegó al piso se dio nuevamente vuelta y vio que por detrás venía don
Rafa sosteniéndolo de unas manijas que tenía en los costados


Cuando terminaron Cacho preguntó _Pero que tiene adentro? Es
muy pesado.


Don Rafa le contestó _Mi vida, hijo, mi vida..._Como pensativo
y con suavidad lo fue conduciendo hacia la puerta de salida.


Cacho se dio cuenta que no estaba dispuesto a seguir con la
conversación anterior a lo del baúl y no se animó a pedirle que le siga
contando. Podría parecer como muy irrespetuoso o digamos muy curioso y caminó
con él hasta la puerta.


_Bueno muchacho, me has hecho un gran favor, si pasas en
otro momento, te voy a dar unos repuestos nuevos de moto que tengo en el
galponcito del fondo.


_A genial don Rafa, esas cosas siempre me vienen bien.


_Gracias, hijo, gracias. _y cerró la puerta.


Cacho caminó hacia la moto, buscó entre los pastos la bujía
que se le había caído, la colocó, le dio arranque y continuó con su paseo
probándola.


Pasaron un par de semanas. A Cacho no se le ocurrió contarle
a nadie lo de este encuentro, ya que para él, hasta ese momento era algo común
que le podía pasar a cualquier ser humano.


Un día en uno de sus paseos en moto, tomó para ese lado,
pues no hacía siempre el mismo recorrido, y decidió pasar por lo del viejo, más
que nada para ver si le daba esos repuestos que le había prometido.


Esta vez a la moto la dejó parada en la calle, se arrimó a
la puerta y golpeó. En ese momento se detiene junto a su moto un patrullero de
la policía.


Uno de los dos policías que iban en el móvil lo llama y le
pregunta _Que buscas allí muchacho?


_Al viejito que vive aquí.


Los policías se miraron y se sonrieron entre ellos. _Pero
flaco esta casa está abandonada desde hace años. Si te fijas por esa grieta que
tiene la ventana te vas a dar cuenta.


Cacho miró para adentro desde ese lugar y no podía creer lo
que veía.


Adentro estaba todo en ruinas, como si la hubieran demolido.
No entendía nada. Los miraba a los policías y miraba para adentro. No le salían
las palabras.


_Arrímate  muchacho.
Lo llamó uno de ellos.


_A vos no te suena el apellido Trovera? No vos eras muy
chico. Rafael Trovera.


_Si...don Rafa...el viejito


_A entonces lo conoces


Cacho se quedó callado, estaba muy desconcertado.


_ Este hombre hiso una carnicería en esta casa. Un día llegó
de trabajar, tuvo una discusión con la esposa, se metieron los hijos y los mató
a los tres, los descuartizó los metió en un baúl de mimbre, lo escondió en un
entrepiso y después se mató de un tiro en la cabeza. Fue una noticia que dejó a
todo el barrio sorprendido. A él lo encontraron enseguida, pero a los otros,
tardaron unos días.


Como no tenían otros familiares, a los muebles se los quedó
la justicia y como la casa no se pudo vender, quedó abandonada y a través de
los años se fue viniendo abajo. De esto ya pasaron como veinte años.


Cacho se puso pálido, los saludó a los policías casi sin
emitir sonido, se subió a la moto y se fue para su casa. Se encerró en su
dormitorio y se empezó a hacer un montón de preguntas.


_Cuales son los misterios de la vida y la muerte? Como pude
yo tener este encuentro después de veinte años? Esto no lo soñé!. Me estaré
volviendo loco?


Por las dudas Cacho le contó esto a muy pocas
personas, una de esas personas, era yo.   
               
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Foto del autor Roberto Funes
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Descripción

Historia de una casa abandonada

Palabras Clave: cacho casa

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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