Interrumpió la conversación y fue corriendo hacia ella frente a la plaza de toros, ella le vio llegar con escasa antelación y le recibió con una mezcla de sorpresa, interés y desconcierto. Él llegó hasta ellas parándose a poco más de dos metros de distancia y dijo:

-¡Hola! ¿Me recuerdas? Podríamos ser amigos.-

Sus palabras alzaron un silencio sólido como un muro que él quebró con una leve risa entre dientes acompañada de una expresión desenfadada y alegre con la que enfrentó la perplejidad de aquella muchacha de rasgos asiáticos.
Él sabía que ella le recordaba perfectamente a pesar de sólo haberse visto en tres ocasiones, la primera, en una fría tarde de invierno, o quizá de primavera, en el interior de un autobús. Los otros dos encuentros fueron cómplices cruces de miradas en la distancia.
Él se preguntó, frente a a gran plaza, qué pensamientos estarían teniendo lugar tras la belleza de ese rostro que tanto misterio suscitaba.
Ella dio un paso atrás y dijo:

-Nos volveremos a ver.-

Al tiempo que giró sobre sus talones y se marchó acompañada de su amiga, dejando esta vez a aquel chico con sorpresa en sus labios y la seguridad de un reto del porvenir en sus ojos.

(Sin embargo, jamás se volvieron a ver).