Suceder cuando sea navidad ("Suceder cando sexa nadal", versin orixinal en galego)
Publicado en Jan 04, 2013
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Sucederá cuando sea navidad.
 
Ya habían pasado cinco años, y ella seguía esperando a que él le dijera alguna palabra de amor. Se acercaba otra vez la Navidad. Faltaban sólo tres días para conmemorar el segundo milenio del nacimiento de Cristo. Todas las ciudades estaban decoradas con la iluminación típica de estas fechas. Pero, donde ella moraba sólo la tenue luz de la luna brillaba entre la niebla formando extrañas sombras, que con el paso de los años habían dejado de darle miedo.


Una noche más el insomnio y el aburrimiento la irguieron de su lecho, y se puso a caminar entre los fríos vapores de la humedad ambiental. Su cabello rubio flotaba al compás de su vaporoso vestido de gasa, de un blanco pulcro. Sus grandes ojos azules semejaban ser dos luceros en la oscura noche cuando el resplandor de la luz de la luna se reflejaba en ellos. No sentía el frío del clima. Sólo caminaba. Y su rápido avanzar hacía casi volar las yerbitas y helechos del monte.

Con frecuencia su amado le traía ramos de flores, pero ya no hablaban. El silencio de sus palabras armonizaba con la tranquilidad invernal de aquel recóndito lugar.
Lejos de allí. En el centro de la gran urbe, avanzaban los pasos de él, en soledad. Con la cabeza baja. Volvía a ser Navidad, esa época del año que tan poco le gustaba ya. Las calles estaban llenas de algarabía y de barullo. Los niños corrían lanzándose bolla de nieve.
¡Sí, de nieve! Quince años después había vuelto a nevar. Y este hecho aun lo ponía más triste y lleno de morriña.

No a todo el mundo le sucede lo mismo, pero él era capaz de recordar con todo detalle la primera vez que había visto la luz de sus ojos. Estaba sentado aguardando al tren, en una estación lúgubre y sucia a las afueras de la ciudad. Había ido allí para una entrevista de trabajo y al ser invierno la noche se le había caído encima. Llegó el tren. Subió. Y cuando estaba sentado contempló el reflejo de Belleza resbalar por el cristal entre las gotitas de aquella noche lluviosa.

Ella iba sentada en la hilera de asientos que se alineaban delante del suyo. No se había fijado en ella al entrar. Pero, de repente, su blanca piel, su dorado cabello y el profundo azul de los espejos de su alma le habían hecho perder el sentido.


Nunca más borraría aquella imagen de sus retinas. Era amor.


Sólo por volver a verla repitió gustosamente aquel trayecto de tren durante las dos siguientes semanas enteras, a la misma hora, en el mismo lugar y en el mismo asiento. Pero no volvió a coincidir con ella.


El febril entendimiento de la desesperación no se conformaba con creer que sólo fuera una coincidencia, que quizás ella también había hecho aquel trayecto por casualidad. Mas era lo que parecía.


Un año después de aquel suceso, se iba a abrir un centro comercial en esas mismas afueras de la ciudad. Donde estaba la lúgubre estación. Donde había descubierto lo que es la belleza. Donde había ganado y había perdido, al mismo tiempo, su amor platónico.

Como no, volvía a ser Navidad, y él seguía sin trabajo. Ese centro comercial era su oportunidad. Tuvo suerte y lo contrataron de paje de Papa Nöel. No es que le gustase poner aquel gorrito, aquellas mallas y aquellos zapatones. Pero necesitaba el dinero, y en seguida le agradó su nuevo oficio al ver la ilusión y la cara de alegría de los niños pequeños.

Después de una larga jornada de pie tenía mucha prisa por volver a su casa. Se dirigió con velocidad hasta la estación y se puso a esperar el tren. Mientras esperaba contemplaba el cadencioso viaje de los copos de nieve desde el cielo al suelo.


Allí sentado, cansado, frío y ensimismado, observando como la nieve caía, no se percató de que una mujer se había sentado a su lado.


La conversación fue escasa, pero suficiente:
-¡Hola! ¿Qué haces aquí sentado sólo? ¿No sabes que hoy es veinticuatro de diciembre? ¡Hay que estar en casa con la familia!

-¿Y tú? - Contestó sin mirar para ella. Pero sin dejarla responder giró la cabeza y volvió a ver el mar en aquellos ojos profundos, volvió a ver la luz natural que irradiaba aquel cabello angelical. Y calló.


Ambos quedaron mudos. Mirándose fijamente a los ojos. Sonriendo levemente y dejando pasar el tiempo. La megafonía, con una voz electrónica, avisó de que a causa del temporal de nieve se suspendía aquella ruta ferroviaria. A ninguno le importó. Probablemente ni lo habían oído. Sus cuerpos seguían allí, pero sus espíritus volaban al unísono en el aire, entre los copos de nieve. No sabían si era el destino. No sabían si era un regalo de Navidad que les enviaba el mismo Dios desde los cielos. Lo que sí sabían es que desde aquella noche serían uno.

Volviendo al presente. Él seguía caminando por las estrechas calles de la zona vieja de la ciudad. Allí había muchos menos adornos, menos luces, menos ruido y, por lo tanto, más tranquilidad. La tristeza que invadía su mente fue haciendo que, con cada paso que daba, percibiese menos donde estaba y del todo lo que lo rodeaba.

Deambulaba como un perro abandonado, sin lugar a donde volver y sin morada hacia donde ir. Cerró los ojos y siguió caminando. Pensando en el pasado. Recordando cuándo era feliz. Bajó a la carretera y se disponía a cruzar cuando la velocidad de unas ruedas detuvo su paso.

Tardó tres días en despertarse. Los necesarios para que el mundo, tal como lo conocemos, cambie por completo. Ya era otra vez la noche del veinticuatro de diciembre. Cuando se dio cuenta de que estaba despierto, caminaba entre la niebla espesa, en medio de un monte, no menos espeso.

Ya no estaba triste. Por un segundo no sabía bien como sentirse. Seguía caminando, como tres días antes, sin saber a dónde iba, ni de donde venía. Sin embargo de esta vez había algo distinto, no caminaba sólo. A su derecha, y cogida de su mano, estaba su amada. Caminaban juntos nuevamente. Ya no sentían el frío de la nieve caer sobre sus cuerpos. Ni tenían miedo de las sombras que proyectaba la luna en la noche. Volvieron a hablar. Volvieron a expresar su amor, con palabras y con dulces besos. Volvían a ser uno nuevamente. El trágico accidente que los había separado cinco años atrás ya estaba olvidado. Eran nuevamente felices.


No se sabe si sobre sus tumbas, alguna vez, alguien volvería a poner flores como él había hecho casi todos los días durante cinco años en la de su mujer. Pero eso ahora era lo de menos. Ya podían ir a buscarlas juntos. El milagro de la Navidad que los había juntado quince años atrás había vuelto para reunir lo que nunca había debido separarse.
Siguieron caminando, hasta que la niebla hizo que sus siluetas se confundiesen entre a los árboles. Al mismo tiempo que la estrella que nos indica el norte brilló con más fuerza durante unos segundos.

Ya eran las doce de la noche. Entrábamos en el verdadero día de Navidad donde todo es posible si lo deseamos con la suficiente fuerza y somos buenos de corazón. El verdadero espíritu de la Navidad no son las compras, no son los regalos, no son los adornos, ni las luces... lo verdadero es la familia, la amistad, el amor y la fe en que hasta la peor cosa que nos pase puede tener su parte positiva, dependiendo del punto de vista que le queramos dar.
 
 
 
 
VERSIÓN ORIGINAL EN GALLEGO:
Sucederá cando sexa nadal:

 
Xa pasaran cinco anos, e ela seguía esperando a que el lle dixese algunha palabra de amor. Acercábase outra vez o Nadal. Faltaban só tres días para conmemorar o segundo milenio do nacemento de Cristo. Tódalas cidades estaban decoradas coa iluminación típica destas datas. Pero, onde ela moraba só a tenue luz da lúa brillaba entre a néboa formando estrañas sombras, que co paso dos anos deixaran de darlle medo.
Unha noite máis o insomnio e o aburrimento erguérona do seu leito, e púxose a camiñar entre os fríos vapores da humidade ambiental. O seu cabelo louro flotaba acompasado co seu vaporoso vestido de gasa, dun branco pulcro. Os seus grandes ollos azuis semellaban ser dous luceiros na escura noite cando o resplandor da luz da lúa se reflicte neles. Non sentía o frío do clima. Só camiñaba. E o seu rápido andar facía case voar as herbiñas e fieitos do monte.
Con frecuencia o seu amado traíalle ramos de flores, pero xa non falaban. O silencio das súas palabras harmonizaba coa tranquilidade invernal daquel recóndito lugar.
Lonxe de alí. No centro da gran urbe, avanzaban os pasos del, en soidade. Coa cabeza baixa. Volvía ser Nadal, esa época do ano que tan pouco lle gustaba xa. As rúas estaban cheas de algarabía e de balbordo. Os nenos corrían lanzándose bolas de neve. ¡Si, de neve! Quince anos despois volvera nevar. E este feito aínda o poñía máis tristeiro e morriñento.
Non a todo o mundo lle sucede o mesmo, pero el era capaz de recordar con todo detalle a primeira vez que vira a luz dos seus ollos. Estaba sentado agardando ao tren, nunha estación lúgubre e moura ás aforas da cidade. Fora alí para unha entrevista de traballo e ao ser inverno a noite caéralle encima. Chegou o tren. Subiu. E cando estaba sentado contemplou o reflexo de Beleza escorregar polo cristal entre as gotiñas daquela noite  chuviosa.
Ela ía sentada na fileira de asentos que se aliñaban diante do seu. Non se fixara nela ao entrar. Pero, de súpeto, a súa branca pel, o seu dourado cabelo e o profundo azul dos espellos da súa alma fixéranlle perder o siso.
Nunca máis borraría aquela imaxe das súas retinas. Era amor.
Só por volvela ver repetiu gustosamente aquel traxecto de tren durante as dúas seguintes semanas enteiras, á mesma hora, no mesmo lugar e no mesmo asento. Pero non volveu coincidir con ela.
O febril maxín da desesperación non se conformaba con crer que só fose unha coincidencia, que quizais ela tamén fixera aquel traxecto por casualidade. Mais era o que parecía.
Un ano despois daquel suceso, abríase un centro comercial nesas mesmas aforas da cidade. Onde estaba a lúgubre estación. Onde descubrira o que é a beleza. Onde gañara e perdera, ao mesmo tempo, o seu amor platónico.
Como non, volvía ser Nadal, e el seguía sen traballo. Ese centro comercial era a súa oportunidade. Tivo sorte e contratárono de paxe de Papa Noel. Non é que lle gustase poñer aquel gorriño, aquelas mallas e aqueles zapatóns. Pero necesitaba os cartos, e axiña lle agradou o seu novo oficio ao ver a ilusión e a cara de ledicia dos nenos pequenos.
Despois dunha longa xornada de pé tiña moita présa por volver á súa casa. Dirixiuse con velocidade deica a estación e púxose a agardar o tren. Mentres esperaba  contemplaba a cadenciosa viaxe das folerpas de neve dende o ceo ao chan.
Alí sentado, canso, frío e ensimesmado, observando como a neve caía, non se decatou de que unha muller se sentara ao seu carón.
A conversa foi escasa, pero suficiente:
-¡Ola! ¿Que fas aquí sentado só? ¿Non sabes que hoxe é vinte e catro de decembro? ¡Hai que estar na casa coa familia!
-¿E ti? – Contestou sen mirar para ela. Pero sen deixala responder xirou a cabeza e volveu ver o mar naqueles ollos profundos, volveu ver a luz natural que irradiaba aquel cabelo anxelical. E calou.
Ambos quedaron mudos. Mirándose fixamente aos ollos. Sorrindo levemente e deixando pasar o tempo. A megafonía, cunha voz electrónica, avisou de que a causa do temporal de neve se suspendía aquela ruta ferroviaria. A ningún lle importou. Probablemente nin o oíran. Os seus corpos seguían alí, pero os seus espíritos voaban ao unísono no aire, entre as folerpas de neve. Non sabían se era o destino. Non sabían se era un regalo de Nadal que lles enviaba o mesmo Deus dende os ceos. O que si sabían é que dende aquela noite serían un.
Volvendo ao presente. El seguía camiñando polas estreitas rúas da zona vella da cidade. Alí había moitos menos adornos, menos luces, menos ruído e, polo tanto, máis tranquilidade. A tristura que invadía a súa mente foi facendo que, con cada paso que daba, se decatase menos de onde estaba e de todo o que o rodeaba.
Deambulaba coma un can abandonado, sen lugar a onde volver e sen morada para onde ir. Cerrou os ollos e seguiu camiñando. Pensando no pasado. Recordando cando era feliz. Baixou á calzada e dispúñase a cruzar cando a velocidade dunhas rodas detivo o seu paso.
Tardou tres días en espertar. Os necesarios para que o mundo, tal como o coñecemos, cambie por completo. Xa era outra vez a noite do vinte e catro de decembro. Cando se deu conta de que estaba esperto, camiñaba entre a néboa espesa, no medio dun monte, non menos espeso.
Xa non estaba triste. Por un segundo non sabía ben como sentirse. Seguía camiñando, coma tres días antes, sen saber a onde ía, nin de onde viña. Mais desta vez había algo distinto, non camiñaba só. Á súa dereita, e collida da súa man, estaba a súa amada. Camiñaban xuntos novamente. Xa non sentían o frío da neve caer sobre os seus corpos.  Nin tiñan medo das sombras que proxectaba a lúa na noite. Volveron falar. Volveron expresar o seu amor, con palabras e con doces bicos. Volvían ser un novamente. O tráxico accidente que os separara cinco anos atrás xa estaba esquecido. Eran novamente felices.
Non se sabe se sobre as súas tumbas, algunha vez, alguén volvería poñer flores como el fixera case tódolos días durante cinco anos na da súa muller. Pero iso agora era o de menos. Xa podían ir buscalas xuntos. A milagre do Nadal que os fixera xuntar quince anos atrás volvera para reunir o que nunca debera separarse.
Seguiron camiñando, ata que a néboa fixo que as súas siluetas se confundisen entre ás árbores. Ao mesmo tempo que a estrela que nos indica o norte brillou con máis forza durante uns segundos.
          Xa eran as doce da noite. Entrabamos no verdadeiro día de Nadal onde todo é posible se o desexamos coa suficiente forza e somos bos de corazón. O verdadeiro espírito do Nadal non son as compras, non son os regalos, non son os adornos, nin as luces … o verdadeiro é a familia, a amizade, o amor e a fe en que ata a peor cousa que nos pase pode ter a súa parte positiva, dependendo do punto de vista que lle queiramos  
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Descripción

Relato corto sobre otro punto de vista de la navidad. Originalmente en gallego para un concurso. Espero vuestra opinin.

Palabras Clave: Sucedera cuando sea navidad. Sucedera cando sexa nadal

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (4)add comment
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Lucy reyes

Qué bonito relato, merecedor de un gran premio. Te felicito. Lucy
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January 05, 2013
 

Julin

Gracias. Ya pasó el concurso y se quedó sin premio, supongo que buscaban algo más cotidiano y mi relato trata la navidad desde un punto de vista muy distinto.
Responder
January 05, 2013

Maria

Muy bonita Julian. Ya me gustó lo que pusiste un día antes de navidad,que la navidad no eran los regalos ni las compras, y lo vuelvo a leer hoy en tu cuento. ME ENCANTO¡¡¡
Responder
January 04, 2013
 

Julin

Ola María, fixeches un textale, agora vas ter que publicar algo :P
Gracias polo teu comentario :)
Si o que puxera antes do día de nadal era xustamente o final deste texto po concurso.
Responder
January 04, 2013

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busy