Cuando empezamos un año
empezamos un día, un mes,
una hora, un instante y nos
sumergimos de nuevo en el
agua de la vida.

Si empezamos y nos encontramos
todo sería diferente porque realizar
no sería perderse.

Si llorar fuera vaciar todo lo que nos
entristece, cada nuevo año sería
diferente.

Pero en la vida, los sonidos se
convierten en túneles que cada
instante pierden su suerte.
 
Cuando empezamos un año
comenzamos de nuevo y todo
lo que teníamos se vuelve polvo
como si el fuego creara un
tremendo incendio.

Ojala soñar no fuera dolor,
querer es a veces olvidar lo
que deseáramos que fuese
pero no puede pasar.

Ya que una hora puede
robarnos un día y en ese
momento se esfuma la
alegría, porque esperando
lo que no va volver las horas
pasan y los días también.
 
Cero que mirando perdemos
el centro, entramos en un
mundo donde el firmamento
se hace inverso.
 
Porque… bañarse en el agua
de la vida es esperar que
cada año sanen las heridas.

Cuando empezamos un año,
empezamos todo.
 
Sollozando  y cerrando los ojos
recordamos ese instante que por
meses esperamos y se nos hizo
tarde y en ese entonces  decidimos
seguir intentándolo.