Tengo envidia,

sí, envidia.

Sus ojos reflejan otra mujer,

sus ojos reflejan a su mujer.

Yo estoy en el medio de ellos,

sí, en el medio de la pasión.

 

Una mesa,

un cuchillo,

una mano que tortura,

un sicario...

Una mujer de negro con lágrimas en sus mejillas.

La tristeza que abunda en mi corazón de piedra,

hecho de piedra y envuelto en ébano.

 

Mis ojos pardos se vuelven negros,

morada de rabia canto para conjurar mal.

Con amargura he deseado su morir,

un envenenamiento mortal, solo para él.

 

Mis ojos envenenan cual ambiente festejero,

donde se casan los buenos, pero los malos terminan siendo las estrellas.

Mi vestido negro, como de un funeral, con mis plumas negras, con mis uñas negras.

Con mi cuchillo negro y el veneno de serpiente

como una áspid voy entre los asientos,

les ofrezco del veneno, mi veneno mortal.

 

Mate todo lo que pude, desde el cura hasta el perro,

solo para que ella se sintiera sola.

Tú, tu cabeza en mi plato. Decapitada fuiste por arrancar de mi mi corazón

Mi amor... Mi deseo vehemente ...
Tú pagaste las consecuencias y mi veneno mortal no estuvo contigo.
Pero al final me pediste que te decapitara,
y tu cabeza paro a dar en mi bandeja de plata.
Y los cuervos que alimento día y noche te buscaron y te despedazaron.
Sentí envidia, porque fuiste sepultada a su lado y yo no estuve allí.