La iniciada
Publicado en Nov 28, 2012
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Pasos lentos sobre un camino de tierra, una mirada, una sola mirada a mi alrededor basta para enfocarme en el ambiente.  Aquel bosque parecía conocido, sin embargo no podía decir con exactitud donde me encontraba. Mis ojos se vieron momentáneamente deslumbrados por la luz solar, que se filtraba por  entre las hojas de los arboles.
Avanzo, lenta e inexorablemente por el sendero hasta el claro, para un tercer observador resultaría un cuadro singular, ella misma pensó que resultaba extraño. Una persona en medio de aquel terreno salvaje dominado por la  naturaleza. “la ciudad de los arboles”
Observo la tierra, no eran visible en ella arañas o las pequeñas criaturas  habituales, se inclino y con cuidado tomo un palo, y comenzó a dibujar sobre la arena, sin apenas ser consciente de lo que hacia. Surgieron extraños dibujos, el trisquel por ejemplo. Se estaba dejando llevar muy rápido, seguía haciendo figuras de místico y extraño significado sobre la superficie de gravilla y arena, demasiado absorta para darse cuenta de nada más.     
Fue súbito y sorpresivo, casi irreal lo que la  saco  del hipnótico estado en el que se encontraba, como en un hechizo. Al principio no se había  percatado, pero se quedo observando la rama que sostenía un momento,  en ese  momento mitad  asustada y mitad  maravillada pudo verlo, la sorpresa casi le hace soltar la rama:
Un conjunto de florecillas habían brotado, en lo que antes era un árido seco y podrido trozo de madera.  Exuberantes y de un llamativo matiz de color rojo,  se sentía   magnéticamente atraída por aquellas, raras flores nacidas espontáneamente de entre la aridez y la muerte.
Extendió una mano para tocarlas, pasó unos blancos dedos por entre los tersos pétalos y así  estuvo un rato, antes de notar un extraño cosquilleo en su mano, cuando se volvió insoportable, la movió un poco y la levanto a la altura de sus ojos…
Lo que vio la hace ponerse pálida, cucarachas, arañas, escarabajos, sanguijuelas y otras cosas, caminan extendiéndose por mi brazo, desde la rama.
Comenzó a sacudirse presa del pánico, en un intento de librarse de aquellas criaturas, que ya reptaban o se arrastraban, por su rostro y cuello.  El sonido seco de algo que cae y se rompe.
Las florecillas se hallan en el suelo, entre toda esa inmundicia de criaturas, a pesar de verse, marchitas y sin vida, siguen inexplicablemente con el mismo, matiz intenso, como si se negaran a morir, aun cuando toda la belleza y la fragancia se les hubiera escapado.
Claramente aterrorizada, y con el presentimiento de que algo maligno saldrá  de esas flores,  aquella chica desgraciada, esta estática, sintiendo el bosque corromperse a su alrededor, incluso el aire era mas viciado, el sol mas inclemente, los arboles parecían rostros agónicos, miles y miles de rostros humanos petrificados en medio de su lamento.
Su corazón, martillaba su pecho fuertemente a punto de salirse, sus pupilas estaban dilatadas, estaba muda de pura impresión. Se sentía inútil y sin fuerzas,  como una muñeca rota.  Voy a <<desfallecer>> pensó,  arrastrada, en medio de ese sopor, se sentía totalmente vulnerable y patética, entonces llego el  olor, penetro en ella embriagándola y haciéndola despertar.
Azufre, olía a azufre, y hacia un calor terrible…
No supo como, pero  comenzó a experimentar un aumento gradual de esas sensaciones, y lo siguiente de lo que fue consciente fue que el bosque ardía. Las, llamas consumían, todo cuanto mirara. ¡Incluso a ella misma!, era aterrador, sofocante, fuego  fuerza de despiadado resplandor, la naturaleza en pleno destruyéndose a si misma.
El humo cegaba sus ojos.  Se infiltraba en sus pulmones, gritos de dolor, olor a carne quemada. No podía respirar se ahogaba, se resquebrajaba, se iba…
No quería luchar más, la muerte la abrazo, y ella dejo de aferrarse, mientras flotaba incorpórea una voz la llamaba:
_ Brenna, Brenna, Brenna 
Brenna de Softwinds  despertó sofocada  en su lecho de paja. Había tenido un sueño extraño, tan vivido, pero un sueño al fin y al cabo se dijo.
Ella no vio los insectos que paseaban por el alfeizar de su ventana…  
Su abuela la estaba llamando:
_ ¡Levántate querida!_ la instaba, es importante.         
   _ ¿Qué es tan urgente abuela?_ quiso saber la joven.  Su cabello pelirrojo, en una desordenada maraña le tapaba la cara mientras reprimía un bostezo. 
_El momento ha llegado_ respondió la vieja con gran solemnidad, la medianoche de hoy traerá el Equinoccio, la noche de las hogueras, debemos prepararnos para, la cosecha del muérdago.     
  Aunque enigmáticas, las palabras de su abuela llegaron a emocionarla e intrigarla, siempre había sido una aventurera, y salir de noche a una excursión en el corazón del bosque, le resultaba excitante.
Brenna, fue ataviada con una túnica de color verde, como los abedules en primavera.  Conducida, por su abuela y su madre, atravez de un laberinto, subterráneo, una cueva que atravesaba el bosque, hasta llegar a un  lugar recóndito que bullía en actividad.
Las columnas de humo, de una hoguera enorme te daban la bienvenida a aquel círculo secreto. Los asistentes eran recibidos, con copas de vino y guirnaldas de flores, se bailaba al son de una melodía, hecha a partir de flautas y tambores de caña.
Se entonaban alegres canticos, y se danzaba  en torno al fuego, mitos y leyendas  eran contadas como tributo a los druidas, aquellos hombres que rendían culto a la naturaleza.
Fiesta pagana, fiesta prohibida, fiesta que parecía más amena sencilla y alegre en comparación a los duros  fríos, y estrictos códigos que dictaba la iglesia.
Una cultura clandestina, tradición oral jamás contada, reservada a unos pocos.  La historia brutalmente acallada. Lo que nunca se dijo:
Sobre lo que ellos juzgaban el arte del demonio, a lo que llamaban brujería…
Pero había, algo en toda aquella algarabía, Brenna, la joven iniciada tenia un presentimiento. Aquella, escena le resultaba bastante familiar, parecido a su sueño, no lo interpreto como un augurio, hasta que el ruido de cascos de caballos, un grito de guerra “en nombre de Dios”, y el sonido de cientos de personas que huían aterrorizadas  desato el pánico general:
Su abuela, la obligo a arrastrarse, hacia una cueva escavada en las rocas. Al tiempo que una horda de caballeros, dirigidos por sacerdotes entraban en el claro. Por encima del fragor de la batalla, la hicieron prometer, con sangre que se quedaría en su escondite.
Allí permaneció la joven, agazapada, escuchando como esos esbirros en nombre del cielo, destrozaban su pueblo, un pueblo  noble y ancestral, un pueblo digno que buscaba a Dios de una manera diferente.  Poca importancia dieron a los  gritos suplicas y gemidos, aquellos heraldos  apresaron a todas las herejes, incluso profanaron la doncellez de algunas.
Acabaron con todo, sin dejar rastro.
Ni siquiera se volvió a ver a la pequeña Brenna….
La historia sigue su curso, poco le importa que detalles puedan ser transgredidos o tergiversados. Lo que nos dicen los hechos, fue que la brujería y el ocultismo, se cernía sobre el pueblo de Softwinds, como un impenetrable velo.
Se hablaba de niños, que eran atraídos al bosque por animalillos, para encontrarse, con la figura, De una mujer de bello rostro, una doncella con lobos como acólitos.  Animales que controlaba, a través de  un lenguaje gutural, un cantico frio, y salvaje como la naturaleza misma. Armada con la cabeza cortada de un lupino, esta aparición dirigía a las bestias contra sus victimas, cuyos cadáveres, ensangrentados eran hallados en lo profundo de los bosques, a kilómetros donde se produjo el ultimo avistamiento.
Las ancianas se persignaban, y cotilleaban entre si, sobre profanaciones de tumbas, y degollamiento de cabras. Magia negra, y otros cuentos  escalofriantes, que databan de los tiempos de sus tatarabuelas.
Los cazadores de brujas eran cazadores cazados, peleando una lucha, contra algo que no conocían:
Agatha Kimbells, directora del tribunal de la inquisición, oía ruidos extraños que provenían del ático de su vieja mansión victoriana. Como era una mujer religiosa, lo atribuyo a las ratas se dedico a rezar, y a juzgar implacable y sádicamente a los acusados de herejía.
Esta rutina se prolongó hasta una noche, en que Agatha se dedicaba a su bordado. Manipulaba las agujas, que se dejaban guiar por sus manos, con un sordo tintineo.
Un carrito de madera llego rodando por el piso de pulida superficie…
Eso la asusto, venia del ático. Pero su mentalidad cerrada, se empeñaba en darle una explicación lógica,  animales, carroñeros como comadrejas hurgando en su buhardilla, o un desnivel en el suelo.  Si claro debía ser eso, intentaba convencerse.
Tía Agatha, tía Agatha, la voz de un niño sonó claramente dentro de su cabeza. Eso termino de matar su forzada cordura y su resuello. Conocía la voz, pertenecía nada menos que a su pequeño sobrino desaparecido.
_ Billy, Billy ¿eres tu?_ llegado a este punto la mujer estaba bastante aterrorizada, temblaba, presa de violentos escalofríos, y un sudor gélido le bajaba por la nuca hacia su espalda.
 Tía, ayúdame, el ático, pronto, ayúdame, el ático… la voz se escuchaba ahora lejana, y recordaba mas a un eco, que a una voz en si.
_ Billy ¿Dónde estas?_ sollozaba desesperada la mujer.
Sin embargo cada paso que daba, la acercaba a la habitación mencionada, esa especie de deposito que todos tenemos en nuestro hogar.
Pero al llegar no encontró a su sobrino, antes de cruzar la puerta, la débil melodía de una caja de música llego a sus oídos, vacilante avanzo y entro a la burdilla.  La figurilla de una bailarina daba vueltas con parsimonia, al compas de una lenta y melancólica melodía. Contemplo el objeto con aprensión, había sido suyo y lo había perdido hace mucho tiempo…
Sus ojos seguían la muñequita giratoria con muda, y macabra fascinación. Incluso conto lentamente las vueltas.
1… 2… 3… y así seguía hasta 7. Un número siempre asociado a lo oculto.
Con el séptimo giro, el objeto de cuerda se detuvo, y por una fracción de segundo vino una calma angustiosa. Un portazo sobresalto a la mujer, ella corrió a la salida y aferro el picaporte, pero la puerta no se abría, por mas fuerza que aplicara.
Algo devastador e invisible la hizo volar por los aires, hasta la pared opuesta…
_AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHGGGGGGGGGG
Agatha Kimbells, fue encontrada muerta en su casa, en el ático que estaba cerrado por dentro.
Su cuerpo, brutalmente rajado se descomponía, progresivamente. O lo que quedaba de él, pues ningún órgano interno se alojaba en su interior. Agatha tenía los ojos vidriosos, y el pelo encanecido de blanco por el pavor.
 
Había muerto ejecutada tras ser verdugo de  muchas mujeres, que quizá como ella, solo fueron, inocentes victimas de un poder antiguo y oscuro.
El último suceso, que marco esta era de oscuridad, fue el incendio de un seminario a las afueras de la ciudad. Cuentan que el fuego ardió por tres días, sin aplacarse pese a los esfuerzos de los aldeanos.
Y todavía hoy algunos pastores ancianos, cuentan haber visto la figura de un sacerdote, vagando en la oscuridad, por los restos ennegrecidos del calcinado recinto…
Lo que ellos no vieron fue, como ese anciano, se desnudaba a la luz de las velas con un cuchillo, para revelar un cuerpo femenino, consumido por las arrugas. Su tatuaje a la altura del pubis, rebelaba su alianza con, ángeles necrófagos y otras entidades, de las entrañas del  plano espiritual.
Aun con el pelo cortado casi al rape y de color ceniza, Brenna de Softwinds,  estaba pagando el precio del poder, el precio por vengar a su pueblo, a quien vio morir, a esa identidad a la que tuvo que renunciar.
Guardamos, tanto el bien como el mal en nuestro interior, pero estos bandos o caminos, pueden cambiar de rumbo y bifurcarse, al menor de los sucesos, acciones o decisiones, nuestras o de terceros.  
Por eso ten una actitud, respetuosa ante los poderes ocultos y sus portadores, no querrás despertar  la ira de una bruja.
 Blancas  guardianas, o siervas de Satán.
Tu  decides como aceptarlas, y en que convertirlas.         
  
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Palabras Clave: druidismo druidas celtas. paganismo. magia stonohenge ocultismo brujas

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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