Ojos de plstico
Publicado en Nov 23, 2012
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Se había dado cuenta que gracias a la publicidad de vanguardia uno podía adquirir de todo, que la vida estaba resuelta y casi cualquier necesidad encontraba solución en los anuncios interminables de media noche. Si quería una pizza el mensajero llegaba con dos (una gratis por ser lunes), si ordenaba servicio de lavado de alfombras éste incluía también el encerado de sus pisos de madera, aunque a decir verdad no hacía falta pues siempre lucían una inmaculada apariencia, por eso no le pareció nada descabellado que al solicitar una dama de compañía por teléfono posiblemente llegaran dos siguiendo esa lógica de las promociones.
Su estatura apenas le permitía asomarse por la mirilla de la pesada puerta metálica, era algo calvo, pero de facciones hermosas, eso le daba una apariencia algo andrógina algunos pensaban que tétrica.
Cuando tocaron la puerta, sus manos se llenaron de un sudor ansioso y su lengua se humedeció anticipando el deleite, había ordenado del catálogo virtual a una rubia hermosa de piernas largas, pero el detalle que realmente despertaba su pasión era el pubis frondoso como no había visto uno desde aquellas revistas para caballero que coleccionara su padre, era tan raro ya que una mujer mostrara alguna zona de su cuerpo con vello.
Asomarse por la mirilla resultaba inútil, decidió abrir la puerta directamente, se encontró con un embalaje que parecía demasiado voluminoso y por el que se alcanzaba a ver el rostro perfecto de una mujer rubia. Disgustado pensó que se trataba de una broma macabra, pero la nota pegada tan a la vista donde decía: “IMPORTANTE LEER ANTES DE USAR” despertó su curiosidad.
Pese a su corta estatura los brazos de Bob eran muy fuertes, deslizar hasta el interior del departamento aquella caja no resultó tan complicado como estimó en un principio.
Al leer la nota se enteró que estaba frente a una dama de compañía de última generación llamada Storm Modelo Rubia complaciente.
—¿Es esto una broma?, ¡una pinche mona inflable!
Una voz cadenciosa de mujer amaestrada le contestó:
 —No soy una muñeca tampoco un robot, soy una amante de última generación y estoy aquí para hacerte feliz.
Sin hacer caso del comentario Bob siguió leyendo las instrucciones, su servicio incluía un período máximo de 12 horas al día siguiente personal de la empresa soloreinas.com pasaría a recogerla, no era necesario que la empacara ellos se encargarían de hacerlo. La nota terminaba con una leyenda que decía textual “PRECAUCIÓN, evite el contacto de sus fluidos corporales con la Storm, el material de la dermis puede provocar leves irritaciones en el usuario, por higiene utilice el kit adicional de protección para este fin”. El kit mencionado contenía preservativos autoajustables y dedales color rojo.
—Vamos a ver entonces qué puedes hacer muñequita -Dijo Bob mientras retiraba el empaque con cuidado.
Enseguida apareció frente a él, casi a la altura de su rostro, el pubis frondoso que le había gustado, sin más acercó su nariz y aspiró fuertemente encontrando que tenía un olor penetrante y delicioso, luego tocó los muslos despacio comprobando que no era ninguna clase de plástico sino una piel tersa y firme, mucho mejor que la de las damas de compañía que había contratado antes. Apenas llevaba un negligé de color blanco, sin pantaletas, para cubrir su desnudez.
—Me haces cosquilla, murmuró la rubia, mientras Bob la miraba fascinado al tiempo que le preguntaba ¿tienes algún nombre hermosura?
—Llámame Divine.
Bob le dijo que se sentara en una silla ancha y algo desvencijada que estabaa justo en el centro de la habitación cuyo atributo principal era la vista maravillosa de la Ciudad de México, muy cerca podía observarse un restaurante panorámico que giraba y al frente una estructura metálica en forma de H daba la bienvenida al complejo de departamentos donde vivía, una torre blindada habitada por una variedad de especies que rara vez convivían entre sí.
A esas alturas estaba muy excitado así que comenzó por besar los pechos abundantes con una aureola rosada y un pezón diminuto, los manipuló delicadamente y luego con fuerza. Incluso les clavó los dientes sin provocar en ellos ningún enrojecimiento o magulladura, recordó cuando mordisqueaba los senos de las muñecas de Soira su única hermana.
La mayor parte del tiempo Divine suspiraba de una manera sugestiva y a veces soltaba algunas risitas nerviosas, pero nunca quejándose o protestando, simplemente dejándose hacer. Su cuerpo elástico y complaciente reaccionaba de una forma especial sobre todo al calor de esas manos más desesperadas que expertas.
Bob echaba bocanadas de aliento dentro del hueco del ombligo, clavaba la punta de su nariz en el nacimiento de los senos, se envolvía entre su carne de la misma forma que lo hacía con los vestidos de su madre y hermana.
La puso de espaldas sin darse cuenta que había accionado un interruptor que la cambió de modo amante zorra a madre virginal, entonces mientras le acariciaba las nalgas, ella entonaba susurrando una canción de cuna “duérmete niño, duérmete ya…” esas palabras accionaron en él una cubetada de recuerdos fríos, pero amados, se veía entre sábanas de algodón inmaculado, absorbido por la calidez de los labios de su madre, abriendo con sus dedos curioso el tulipán rosado en medio de las piernas de su hermana, sintiéndose el ser más feliz del mundo en esa confusión de carne, de la misma carne.
Creía estar en el paraíso, algo exhausto en el momento que Divine sin dejar de cantar lo tomó entre sus brazos como a un bebé, fácil por su estatura, lo puso sobre su regazo y le dio de beber una leche imaginaria, Bob maravillado, Bob a punto de la lágrima succionaba de aquel pecho en forma de gota, tan alejado de la superficial esfera de otras amantes, un pecho que se hundía cuando él retozaba con su lengua, arriba, abajo, en círculos sobre la aureola que empezaba a ponerse café.
Era tanta su dicha que cada vez se sentía más encogido, más pequeño.
—No dejes de cantar princesa hermosa, reinita divina. ¡No me dejes venir!
—Campanita de cristal, arrulla a este niño que se va a acostar.
Luego ya no pudo cantar porque los labios de Bob acaparaban los suyos, su lengua iba y venía goteando un poco de saliva en la orilla del sillón desvencijado.
Con esa misma saliva unto los muslos de la chica toda sonrisa, toda seda, se permitió jugar un momento; su dedo descendiendo del ombligo al pubis empapado, sus labios tocando esa maraña genial de color rubio en un beso algo tímido que luego se volvió hambriento y escurridizo llegando hasta el fondo.
Ahora le lengua giraba en círculos intensos, Aunque lo intentó Divine ya no podía cantar, su respiración se complicaba, sus gritos encendían la atmósfera, ¿qué era ese maravilloso ritual bajo su vientre?
—Tú solo disfruta muñequita, cierra los ojos y déjate sentir lo que quieras sentir. Después de estas palabras el hombrecillo giraba más y más fuerte su lengua hasta que ésta se convirtió en un remolino lleno de humedad.
Divine estaba en el centro del sillón desvencijada igual que él, nunca alguien la había hecho sentir tan satisfecha, nunca había conocido lo que era un orgasmo.
Bob abrió por completo las cortinas y cayó en la cuenta que el amanecer despuntaba, a lo lejos la magnífica vista  ,con sus luces que poco a poco se iban apagando, era su cómplice y una espectadora deseosa de más. Un morbo colectivo se apoderó de la escena, parecía que en todas las ventanas se asomaba la gente presenciando el acto de entrega como si fuera el primero de la humanidad.
Había mantenido su bragueta cerrada, pero ahora sintiéndose dueño de la situación sacó su miembro erecto y adolorido por llevar el deseo más allá de lo soportable, su respiración tántrica, lo había ayudado siempre en momentos como ése. Suavemente lo puso entre las piernas de Divine hasta que sus cuerpos perdieron la división, entonces sus movimientos eran como los de un remo chasqueando el agua con la punta, y en otros momentos cortando el peso de una ola con un golpe seco, ese vaivén lo mareaba, lo extasiaba, lo hacía gritar obscenidades y al mismo tiempo bendiciones, era una felicidad tan absoluta como el abrazo de su madre, el beso escondido de su hermana, el sexo oral de su profesora de sexto año, el sexo anal con su primera novia, el venidón en la cara de su jefa.
Ya no había límites que cruzar, en ese momento su orgasmo se anunciaba con el estruendo de un alarido que perturbó el silencio matinal, su cuerpo perdió toda fuerza y olvidando el kit de protección eyaculó dentro de la chica. Sintió cómo una fuerza lo succionaba hacía adentro, lo aspiraba hasta que por fin él navegaba en un caldo rosado y espeso donde se sintió arropado.
Justo en él momento que los cristales comenzaron a volar por todas partes él nacía del cuerpo de una mujer que si no hubiera sido por la cascada de luz que lo cegaba se habría percatado que era Irina su madre.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Foto del autor Laura Vegocco
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Descripción

Palabras Clave: ojos plstico sensualidad futuro consumismo hbito incesto andrgino orgasmo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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