Para ti, Oscar:                          
                    Estás muy lejano pero para mi cercano.  Hoy nuevamente he sentido en toda intensidad el invierno. Y ¿sabes tú que el invierno me trae siempre tu presencia? ya no estás pero te tengo con todo mi amor en mi interior. No te lo alcancé a decir antes de tu partida, pero tú lo sentías y sabrás que cada invierno será un recuerdo impalpable de tu presencia. Fué en un invierno hace varios años atrás en que vivimos con el, con su lluvia, frio y tristeza, nuestro amor. Aprendimos que no importa el lugar, no tiene importancia el ambiente si dentro se lleva felicidad. Y esa es una verdad muy grande. Se vive en cualquier lugar y circunstancia en la forma en que se siente Ahora estos inviernos que antes los viví con agrado son hoy y lo  serán siempre la herida abierta del recuerdo de ése invierno que fue tuyo y mio. De ése invierno en que tomados de la mano y bajo una lluvia muy potente reíamos. Hoy no concibo que alguien sienta alegría y ria bajo una intensa lluvia. Supieras que hoy aborrezco muchas cosas que antes adoré en tu compañía. Hoy nevó fue tal la cantidad de nieve que la ciudad quedó blanca. Se que tú y yo hubiéramos deseado gozar de ése espectáculo juntos. Habría sido maravilloso pero sola, mis ojos miraron pero no sintió mi espíritu la real hermosura: me faltaste. Así como me has hecho falta en muchos momento de mi vida. Es como si al perderte mi vida se hubiera partido en dos. Conmigo quedó lo triste, lo monótono y sin sentido, contigo se fue mi parte de espíritu por lo que las cosas cobran valor y belleza.                  
                  Pero me he sostenido  nada más que apoyada en tu recuerdo. Fueron las tantas las cosas buenas que me dejaste que irán a pasar los años y ellas no se borrarán. Creí y pude valorar el amor en toda su plenitud. De tí aprendí que el hombre puede albergar la ternura y bondad y ésta se da o descubre en función  del amor. En todo el largo tiempo que te tuve llegúe a descubrir ése fondo que quizás no le mostraste a nadie.                  
                  Un adios en el sentido físico te envío ya que en éstos momentos estás allá arriba, en el cielo cercano a Dios.                     
                   Te quiero y desde la tierra miro el cielo esperando encontrar algo de tí: tu presencia,                      
             Minerva