Estoy tan súmamente cansada, mis ojeras son tan hondas que puedo nadar en ellas, mis labios no sonríen, mis oídos dejaron de escuchar ¿y pronto mi nariz dejará de respirar? 
Más que eso, más que todo eso, estoy cansada, cansada de las críticas, cansada de los que gritan, cansada de los que no hacen nada, cansada de los idiotas, de los inútiles, de los que se esconden, de los que hablan demasiado esos que no te dejan hablar, cansada de las máquinas, cansada del ruido de la ciudad, de las luces artificiales, de estas casas tan cercanas las unas de las otras, de ver las mismas personas todos los días, cansada de esta ciudad que ni siquiera aparece en el mapa, cansada de ir a un colegio que me cierra las puertas para conocer otras personas, cansada de los que mienten, de los lloran, de los que se rien de otros, estoy tan cansada de hablar y que no me escuchen, cansada de los que le dan muchas vueltas al asunto, de los que quieren ganarle a otros esos que quieren ser lo mejor en todo pero en inteligencia emocional son una mierda. Cansada de los estereotipos, casada de las narices bonitas (¿ó solo es envidia?) cansada de las enfermedades, de las iglesias, de las religiones, de los que predican el bien haciendo el mal, de los que no respetan la ley, de los que hacen daño sin razón, de aquellos que se venden, cansada de la pobreza, de la riqueza, de las clases sociales, de la ropa, del pelo, de la lengua, de los pies y de las uñas. Me cansa saber que hay que continuar para arriba, que un día bajaré y tendré que subir de nuevo, cansada de lo legal, de lo ilegal, cansada de querer cuidar mis neuronas, cansada de que los continentes esten separados, cansada de las cortinas, de las cucharas, de los microondas, de los computadores lentos, de las impresoras sin tinta. Estoy tan pero tan cansada del sonido que hace el teléfono de mi casa cuando llaman, cansada de estudiar, de esforzarme, de saber, cansada de vivir así.
Yo nací en la época equivocada.