Un Hombre se despertó
y se preparò como cualquier otra mañana,
aunque está era totalmente diferente,
llego a un sitio casi particular para èl.
 
Observo a su alrededor, asombrado de lo que veía
decidió aceptar el reto de este juego de azar,
muy nombrado, exquisito pero a la vez prohibido,
sin titubear por un segundo preparó su  primera estrategia
 en el  “Juego de Damas”
con el cuàl,sin chistear logro entrar  en el destino loco de la casualidad.
 
Mientras màs avanzaba,
se presentaba pruebas difíciles,
algunas las ganaba,
en otras  obtenía una tregua justa,
seguía persistente en el juego de Damas.
 
Lanzando fichas unas tras otra,
Ases blancos, para la pureza de la sinceridad,
Ases rojos con los que ganaba las batallas,
y, Ases negros, de ellos siempre resultaba pérdidas rotundas,
al parecer retrocedía casi al primer nivel.
 
Su  histeria subía cada vez màs,
su paciencia se volvía casi nula,
y, pensar que alardeaba en ser el mejor de los jugadores de Damas,
parece que el azar le jugó una caída súbita de lección.
 
Ha aprendido que no siempre se gana,
por el contrario se pierde mucho,
cuando la mentira se disfraza de simpatía con ínfulas de perfección,
-todo se cae- 
las fichas se dispersan una tras otras,
dejando secuelas graves,
heridas profundas de misterios con mezclas de desconfianza.