Una vez puesto los pies en el colectivo me encontré su mirada, como si estuviera comprando un juguete nuevo. Sonreí (por dentro). Los hombres siempre tratan de mirarte sin que una se de cuenta, y si que nos damos cuenta, sera por ese sexto sentido que sabemos que nos miran. Sin darme cuenta (o me hacia la que no) estábamos muy cerca, sostenidos de la misma barra. Me miraba, sin exagerar, de pies a cabeza. La vez que pude mirarlo sin que supiera, vi en sus ojos un verde enloquecedor. Me encantaba. Ya me tenia que bajar y ya me estaba arrepintiendo de no preguntarle su nombre o algo, o de no caerme encima suyo en algún movimiento brusco que el chofer nunca hizo. ¿que iba a decirle? "Hola, ¿como te llamas?" pero era mucho muy vergonzoso. "Hola, te amo, chau" y salir corriendo hubiera sido demasiado perfecto (solo si el corría con un "hola, yo también"). Sin querer nos bajamos en la misma parada. Me seguía. Es obvio. El trato de caminar rápido para ver donde me encontraba yo, pero note que no lo logro, porque caminaba mas lento tratando de quedarse junto a mi, yo también lo hacia. No podía contener mi sonrisa, no sabia a donde ir, el tampoco, pero doblo a la izquierda y yo estúpidamente a la derecha. Me arrepentí justo a tiempo para darme cuenta que se había dado vuelta para verme ir lejos de el sin querer. Levanto la mano en señal de despedida y por ultima vez me dedico esa sonrisa y esos ojos.
Perdón, soy muy débil a los hombres hermosos, perdón por eso.
Y se fue. Yo en cambio me quede ahí, con la boca a punto de decir el "te amo, chau". Comenzó a llover, pero ese chico jamas se dio la vuelta de nuevo. Seguro pensó que yo seguiría mi camino, pero yo seguí, en realidad, quedándome, esperándolo.