INCONCLUSO
Publicado en Oct 17, 2012
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Llegó la mañana como un relámpago cortante, mis ojos se abrieron a medias para ver donde había amanecido, estaba en una casa desconocida, rodeado de botellas vacías, colillas y olor a sexo. Estaba solo y apenas me puse en pie tuve que correr hasta la ventana por que ya no resistía las nauseas; vomite todo lo que había bebido, y un poco mas. Cuando abrí los ojos mojados por el dolor, me di cuenta de que estaba desnudo, así que entré rápidamente a buscar  mi ropa; estaba terminando de vestirme cuando entró una muchacha exageradamente maquillada, que llenaba de sobra el término “ordinaria”, además que observándola de cerca, noté que ya no era tan muchacha. Me saludo como si ya nos conociéramos, me traía un par de huevos freídos en manteca, con un poco de agua de panela que tenia un dejo a perfume barato. Me comentó que la había pasado muy bien, y que nunca antes había conocido una persona como yo. Termine de vestirme sin decir una  palabra, debido a su insistencia me decidí a probar aquel “desayuno”, el cual, combinado con el asco que me producía su aliento a alcohol y tabaco muy cerca de mi rostro, me obligaron a salir corriendo de ese sitio inmundo.
Mire mi reloj, y faltaban 10 minutos para la hora de entrada en el seminario, por la distancia en la que estaba, llegué tarde; el cura Roberto estaba en la puerta y me dijo que gracias a mis repetidas impuntualidades me merecía un castigo fuerte. En el seminario era regla que tuviéramos un fin de semana libre por mes; los cuales yo aprovechaba para embriagarme hasta perder la conciencia; en realidad soy más ateo que una piedra, pero las únicas formas en esa época, de tener alimento y techo seguro y gratuito, eran la cárcel y el seminario, yo escogí el seminario, por que la verdad es que soy vago pero tengo muy poco de estúpido, además estaba solo como una ostra en esa ciudad. Por cada llegada tarde el castigo era ir a hacer aseo o labores de jardinería en el convento cercano, pero sin ninguna herramienta, literalmente “con las uñas”; la madre superiora era literalmente también, “un hombre atrapado en un feo cuerpo femenino”, usaba una vara de duro roble para mantener el orden, y me dio dos horas para limpiar todo el jardín; que media 30 metros cuadrados y parecía una selva. Hice el trabajo lo más rápido que pude; cuando llego la madre superiora y vio lo que había echo, concluyo que me merecía  50 azotes con su vara de roble en mis manos ampolladas. Quedaron muy lesionadas, y después de mi castigo me trajeron un plato de insípida y espesa avena, tenia demasiada hambre y como no podía ni mover las manos, me vi obligado a comer como un perro; cuando estaba llegando al fondo del hondo plato, escuche la voz mas dulce: era una hermosa y alta novicia, que me pregunto si deseaba un poco mas de avena; yo estaba avergonzado por el hecho de que ella me viera en ese estado, pero todavía tenia un poco de hambre, además no quería hacerle un desplante a tan tierno y hermoso ser; ella, muy rápidamente fue por un trapo húmedo para limpiarme la cara y el cuello, que estaban pegajosos por la avena que había derramado;  me dio de comer como se hace con un bebe, y me conto que había vivido desde muy pequeña en un orfanato, pero cuando fue mayor de edad  la sacaron de ahí, cosa que aprovecharon las monjas para proponerle que ingresara al convento; ella se vio obligada a aceptar, ya que al no hacerlo, debería vivir en la calle por que no conocía a nadie, se llamaba Laura. Su historia era muy similar a la mía; le conté lo que me había pasado, y percibí que su mirada de lastima se transformaba totalmente; hablamos por mucho tiempo y de muchas cosas, que aunque no nos conocíamos las compartíamos. Llegaron a mí, sensaciones que me eran totalmente desconocidas, y que me hacían sentir feliz de estar vivo.
Sonó de repente la campana que marcaba la hora de rezar el rosario; antes de que se fuera le pregunte cuando nos volveríamos a ver, ella me contesto que no sabia; y es que en realidad era físicamente imposible, a menos que yo me hiciera castigar de nuevo. Los quince días siguientes pensé en ella sin descansar, esperando mi salida para llegar tarde y verla otra vez; cuando llegó ese día el cura me informo que no saldría, ya que eso también era parte de mi castigo por la impuntualidad. Me quede totalmente solo en aquella casona, acompañado por el cura Roberto y los fantasmas que vivían ahí. En ese lugar era prohibido escribir en un sitio distinto a las clases, pero como estaba totalmente solo, fui a una pequeña caleta que tenia en el patio y saque un cuadernillo que había hecho  con pedazos de los bultos de azúcar que llegaban al seminario; cuando estaba escribiendo algo así como un poema para la hermosa novicia, mi paz se vio interrumpida por la llegada de la madre superiora. En esa casona cuando no había gente, los sonidos retumbaban por todas las paredes, y se podía escuchar desde mi habitación lo que se dijera en cualquier parte de la casa; así que logre enterarme que la monja le pedía el favor al cura, que en las misas, comunicara a la comunidad que se esperaba en el convento un nuevo ingreso de novicias, para que se “casaran” con dios.  Yo sentía en ese momento unas ganas increíbles de ver de nuevo a la novicia, estas y el aburrimiento total que sentía en ese sitio me llevaron a tomar una decisión radical:  Las puertas que comunicaban el seminario con la iglesia, solo se abrían para el paso del cura y sus monaguillos, pero uno de ellos, creyó que todos habían salido, y las dejo abiertas, entonces, como un ratón, salí muy sigilosamente hacia la iglesia y me escondí dentro de un confesionario durante toda la misa, después me confundí entre la gente, y escapé  mezclado  entre la multitud. Me dirigí hacia la casa de aquella desagradable mujer que deje sin decir nada, le comente lo que me había sucedido, me disculpe, y ella accedió a ayudarme, a cambio de una noche de libertinaje; en la mañana salí, aunque agotado y con una resaca inaguantable, muy feliz e ilusionado por que vería  a la hermosa doncella. Sentí gran admiración por la viciosa mujer con la que había amanecido cuando me mire en el espejo, era una artista, mi aspecto había cambiado totalmente; yo tenia la imagen de una tierna jovencita, con una cara tan virginal que casi no pude reconocerme.
Antes de salir y para que no se sintiera tan mal, le pregunte a la sucia mujer cual era su nombre, se llamaba Vetona, ella me regalo en un pequeño bolso tres vestidos negros que habían pertenecido a su hermana menor, quien había muerto hacia poco. Salí de esa casa con mi pequeño bolso, y mientras que caminaba, planeaba que mentira iba a decirles a las monjas para que me dejaran entrar al convento; habían 20 cupos disponibles para ingresar, ya que 20 monjas habían sido enviadas en una misión al vaticano; pero las que nos presentamos éramos 50, así que debíamos pasar una prueba para poder ser aceptadas. Primero me preguntaron por que deseaba tomar lo votos; les respondí que venia de un pueblo muy lejano, en donde vivía con mis padres, que eran muy católicos, pero un día los tres enfermamos de tosferina, yo sobreviví pero quede ronca de por vida, y mis padres se fueron al cielo, así que yo quede desamparada y sola en el mundo, y por eso antes de casarme con algún viejo verde, irme de sirvienta con el riesgo de ser tentada por el patrón, o ser prostituta; decidí cumplir mi sueño de toda la vida; consagrar mi vida a dios. Fue una mentira perfecta, ellas me pidieron una identificación, pero yo les dije que como siempre había vivido en el campo lo único que habían hecho mis padres era bautizarme, y que en un incendio en el archivo mi acta de bautizo desapareció entre el fuego; les dije que me llamaba Lucrecia y fui la primera en ser aceptada. Ellas me regalaron una camándula, un crucifijo y tres pedazos de trapo que no sabia para que servían; luego de cuatro horas de sermón, que aguante feliz, escuchando en los coros la voz de mi dama; que lo llenaba todo a su alrededor; nos llevaron al interior del convento y me asignaron una cama cerca de la puerta, yo estaba impaciente por saber donde dormía mi doncella y el pulso se me aceleraba pensando como la abordaría y le haría saber todo lo que había hecho para poder estar cerca de ella, lamentablemente después de rezar el rosario  y verla otra vez no tan cerca como deseaba, note que ella estaba alojada en un cuarto ubicado en el otro extremo del convento ya que era una alumna mas antigua; ese día no sucedió nada nuevo y después de una comida sabrosa pero insuficiente nos mandaron a dormir, ese momento fue un poco difícil para mi, ya que todas mis compañeras, que rondaban entre los 15 y 18 años se desnudaron para ponerse la bata de dormir; no pude evitar tener una erección, y por mas que pensaba en cosas desagradables y evitaba ver los sonrosados cuerpos que me rodeaban, ese ambiente de santidad, de pureza y olor a incienso, me estremecía casi hasta el delirio, cosa que no dejaron de notar mis compañeras; por fortuna la erección no, pero si mi extraño comportamiento, el cual excuse diciendo que era efecto de la emoción, pero aun seguía vestida y todas me miraban esperando a que me cambiara, yo les dije que era muy pudorosa y que desvestirme ante los ojos de otros era para mi un acto impuro, aunque en realidad lo deseaba profundamente, me acosté como estaba y no faltaron las que me llamaron sucia, pero eso era lo de menos, ya que en ese momento debía usar mi mente en planear una estrategia para llegar hasta mi dama y sacarla de ese lugar tan árido; pensando en eso me dormí profundamente, sentía una tranquilidad que no llegaba a comprender.
En la mañana yo soñaba que estaba cerquita de mi Laura y que ella me acariciaba el rostro, tenia unas manos suavecitas y tibias, se sentían tan reales, demasiado reales. Pues lo que en realidad pasaba era que yo, que me creía el as del engaño y la actuación, había pasado por alto un pequeño detalle que todos los días tenia presente, y que en ese instante fue mi perdición; y es que poseo una barba no poco abundante, que con los primeros rayos de la mañana comenzó a asomar sus puntas, lo que noto la madre superiora que en ese momento pasaba revista mientras aun dormíamos; entonces lo comprobó con sus propias manos; lo próximo que sentí después de las caricias, fue la vara de roble estrellándose en mi rostro, con tal fuerza que se partió y me partió la nariz, fue un horrible despertar, tanto que casi me ahogo en mi propia sangre, pero aun así logre escapar y volví donde Vetona que me curo y me escondió por un tiempo, la ley me busco por todos lados y si me hubiera encontrado no estaría relatando esta historia que aun no se como va a terminar, por que después de unos meses, me entere que el día en que Laura debía tomar definitivamente los hábitos y enclaustrarse para siempre, decidió renunciar y cuando salió del convento se llevo consigo una antigua camándula de oro  que vendió a muy buen precio, con ese dinero escapo hacia la ciudad  de Permas donde ahora canta en una taberna. Digo que no se como va a terminar, por que después de mucho esfuerzo y paciencia, Vetona al fin pudo quedar embarazada y a cambio de mi semilla ella me dio el dinero suficiente para viajar hasta Permas e instalarme allí por un tiempo, ella, aunque viciosa es una mujer buena y creo que el vicio era solo su escape a tan abrumadora soledad; pues no estará mas sola, sé que mi hijo esta en buenas manos. Digo que no se como va a terminar, por que  yo en este instante estoy llegando en el tren a la grandiosa y pudridora Permas
 
DIEGO E. 
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Descripción

Una historia inconclusa como la vida y el amor...

Palabras Clave: SEMINARIO CONVENTO NOVICIA VICIO ALCOHOL CURA CASTIGO MONJA RELMPAGO RESACA AMOR CIUDAD VIAJE ESCAPE

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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DIEGO ENRIQUEZ

Gracias por tu comentario, me alegra que te haya gustado, esa pudridora Permas promete buenas aventuras, confiemos en que nuestro amigo sepa adaptarse a ella, a ver si logra encontrar a su novicia, veremos que pasa...
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October 17, 2012
 

Antn Pose

Gran texto. Me he reido por momentos. Es un buen vividor este personaje. Pero sabe lo que quiere y va a buscarlo. Espero que la historia continue.

Un saludo.
Responder
October 17, 2012
 

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