Los Ruralistas (captulo 04)
Publicado en Jul 30, 2009
Prev
Next
- IV
Compañeros
 
Negro. Negro como las noches de luna llena: medio mulato. Especializado en un oficio que, desde siempre, y aún hoy en día, careció de rótulo específico: el Negro voceaba la carga recién llegada al atracadero de Villa Nueva. Por algunas chucherías y unas cuantas copas de vino, los contrabandistas contaban con la voluntad de Molina recorriendo los alrededores y llevando presuroso las novedades del caso: aunque no tanto en lo rápido sino en lo efectivo Molina ganaba confianza: los contrabandistas nunca jamás alcanzaron a entender dónde residía la virtud del Negro, pero lo cierto era que compradores de mercadería fuerte aparecían en el fondeadero sólo a sugerencia de Molina... Era un mulato (más bien zambo) simpático, agradable, dueño de un sentido único para cautivar atención a quien cayera a dos metros de su negro perímetro. A más ver esa sonrisa de amplios, impecables dientes, para ser atrapado en su encanto arrollador... Bastaba un simple cruce de palabras, un saludo cordial, amistoso, para entonar entonces en modales felinos y envolver el ambiente y la expresión... Ese era, seguramente, el verdadero oficio del Negro Molina: almacenar el pulso ajeno en su mueca fantástica...
            Pero Villa Nueva y su escollera sumidas en la sudestada empujaban a Molina a parapetarse en el mangrullo del Sindicato Molinero. Fumaba el Negro apacible y sereno. Escuchaba tango en una radio uruguaya. Y desde allí a lo alto vio llegar la embarcación en un puf-puf de motor retumbando. Vio llegando el contrabandista "gaúcho" en andar misterioso. Lo vio echar marras en el desfiladero de la Sociedad Rural. Vio, en el catalejo, apearse un forastero emponchado en manta amarilla, robusto, melena enrulada, en hojotas.
              Vio todo el Negro Molina. Y vio mala espina.
 
 
La Fuscaiola y su marido El Jazzo discutían a escondidas en la bodega de los Pereyra. Discutían la necesidad (o no) de reportar el arribo del pái ese de la macumba brasileña. La Fuscaiola estaba convencida en la obligación de informarlo inmediatamente. El Jazzo dudaba, terco, esgrimía temores y futuras represalias de los Pereyra. Discutían, en frenético susurro, acalorados, se insultaban en etrusco, se contestaban en griego, ensanchaban dialectos y jergas, rabiosos. Discutían.
            La Fuscaiola estaba decidida a contarle a los compañeros el pronto arribo, el enigmático personaje, las malas intenciones contra la Señora Evita, la macumba africana en la estancia de los Pereyra, todo iba a contarle a los compañeros la Fuscaiola decidida a cumplir con su deber, y si el Jazzo no la seguía la Fuscaiola se iba solita y sola a defender a la compañera Evita.
            Discutían.
            El Jazzo acomodaba el estante de licores, porfiado, malo; no entendía que hubiera que arriesgar el laboro en la cocina de los Pereyra por un brujo ignorante, mentiroso, un borracho remendón que estafaba a los patrono en su buena fe y sanas intenciones.
            Discutían, largo y tendido. Indescifrable.
            Hasta que el Jazzo terminó diciendo lo que su mujer decía: Y dijo que bueno, que se vaya todo a la mierda.
            Y volvió a la cocina.
 
 
En la Delegación Municipal Quilmes-Sud el Indio McKensy escuchaba azorado el relato del Negro Molina. Minutos antes había oído algo parecido en el menor de los Ribezzo. También la Vaca Yensen y el Narigón de Bera hablaron antes algo sobre el mismo caso de un pái brasileño llegando a Villa Nueva. Y ahora el Negro Molina contando lo del desembarco en el muelle de la Sociedad Rural y la chata de los Pereyra cargándoselo a escondidas.
            Y entonces el Jazzo y la Fuscaiola, mojados, nerviosos, llegando a la Delegación y confirmando casi toda la historia:
            ─La quieren matar, Valentín, la quieren matar ─la Fuscaiola hablaba en un andar de palabras─: a la Señora Eva ─dijo─. El pái ese es un brujo de la macumba, de la magia negra brasileña, africana, todo, ¡la quieren matar!
            El Indio McKensy escuchaba como en un vaho. Tieso.
            ─En casa de los Pereyra los viejos todos hablaban de traer un pái brasileño a que le haga un trabajito a la Señora Eva ─contó la Fuscaiola─, con perdón de Dios, claro; pero es lo cierto, Valentín, ¡la quieren matar!, ¡crápulas de mierda, cobardes! ─chillaba─, ¡la van a matar!
            El Indio Valentín McKensy no acusaba el impacto, languidecía boca abierta, aturdido, abriendo y cerrando los ojos en un parpadeo histérico: "La van a matar", se decía, "la matan".
            La Fuscaiola estalló en un llanto.
            Afuera, puntuales, los vecinos encendían las primeras antorchas.
 
Página 1 / 1
Foto del autor Martin Fedele
Textos Publicados: 46
Miembro desde: Apr 16, 2009
0 Comentarios 594 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Palabras Clave: Folletn Fedele Ruralistas

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy