Recibo una llamada diciéndome que llegó... Había esperado mucho tiempo su llegada. Muchos jefes y compañeros pasaron, y aún más enemigos.
Me dirijo a Francis. No me importan obstáculos ni luces rojas, solo me importa la llamada, el objetivo. Me acompaña mi primo, testigo todo este tiempo, de mi sufrimiento y el de la villa, de los niños y mis compañeros, a través de mi.
A mi llegada al aeropuerto, lo arrojan frente a mi. Demacrado, destruido por la culpa, lo veo. Siento odio, pena, compasión por mi a través de él mismo... Le apunto, mirándolo a través del arma. Soy la misma bala que le mira, deseándolo... Y sin embargo, lo miro y no puedo ver la bala sino como un favor, una caricia, casi. La culpa y el odio a si mismo causó más daño del que yo le pretendía hace tanto tiempo.
Bajo el arma, y me retiro... Una mezcla de sentimientos me invaden. ¿Fue lo correcto?, ¿Me traicioné a mi mismo?, ¿A la aldea?, ¿A mis compañeros, amigos...?
 
Pasa el tiempo, y no dejo de pensar que, al fin, el favor me lo hice yo mismo...
 
Yo no maté a Darko Brevic.