Sola, solita, esperando una señal, esa señal que recibió hace años y que estaba ahí esperando que la viera, que la sintiera. 
Encerrada en un cubo, no hay espacio para nada, cabe justo. Esta comprimida, disminuida. No le permiten pensar; ''está bien'', supone.
Manos atadas, atadas con flores, no es nada grave, ella prefiere así.
Querer es poder dicen por ahí, lo sabe, quiere aplicarlo, el miedo la consume, la acaba, la enmudece y la hace desaparecer.
''Hey soldado, ¿cuánto tiempo estarías dispuesto a esperarme? tengo miedo, estoy asustada. Te veo y no puedo acercarme, me paralizo y digo cosas sin pensar, otras veces no puedo decir nada inteligente y me quedo callada. Esto es nuevo para mi, dejarme llevar es más difícil de lo que creí. Tu mundo es tan distinto al mio y tengo miedo de no poder encajar.
Antes deje que todo fuera fácil y las cosas no resultaron bien, un conde muy amable que poseía palabras muy filosas y me cortaron en pedacitos por ahí; un campesino que lloró por mi y a mis espaldas reía.
Dime, ¿tú eres distinto? 
Ven a buscarme, llévame de aquí y hazme saber que lo eres.
Tengo miedo de que al decirte mis miedos estos sucendan en realidad.
A veces me siento tonta, y a veces te odio, otras veces son ambas y de repente ninguna'' - gritó la princesa a la pared. Mientras el soldado del otro lado está sentado sin oir nada.