En el claro del bosque el hombre bestia danza
al compás frenético de sus orígenes ancestrales.
Muestra en su horrible faz el deseo de su crianza, 
satisfacer con sangre sus instintos más bestiales.

A los pies del engendro la doncella en su condena
no puede percatarse de la cercanía de la muerte,
mientras su rostro se baña con plata de luna llena
el monstruo aúlla como burlándose de su suerte.

Desnudo, sólo cubierto por su pelambre,
la baba escurriéndole entre los dientes
se acerca rabioso hasta el cuerpo inerte
que se ofrece virginal para saciar su hambre.

Cuando la garra mortal desciende como un rayo
para abrir de tajo el cuello níveo de la dama,
la mitad hombre se contiene ante su desmayo
porque algo muy dentro su piedad reclama.

La fiera babeando con un rictus espantoso
en singular lucha de vida o muerte se debate.
En tanto, desde el cielo testigo silencioso
la luna llena presencia tan singular combate.

La mitad bestia reprime y se aquieta temeroso,
la doncella vivirá, no se atreverá a matarla.
Entonces la mitad hombre se inclina amoroso,
porque un nuevo día empieza... ¡Para amarla!