Es en esa clase de lloros en donde radica la grandeza de quienes sabemos amar. Tu poema ensalza una forma y manera de actuar que, por ser libre, es realmente valiosa. ¿Llorar? ¿Quién nos prohíbe llorar cuando hemos perdido? Te puedo afirmar que cuando lloro no sólo no me importa el mundo sino que sólo me importa seguir adelante. Después del lloro viene el canto y después del canto viene un poema como el tuyo. Hubo muchos días que sentí lo que sientes tú. Hubo muchos días de nostalgias hasta encontrar el punto exacto de mi ser. Y ser, además, persona que lloraba en medio de un mundo de gentes sin compasión. Ni me importó nunca esa falsa compañía porque supe alejarme de todos ellos para hacerme cada vez más poeta. Una lágrima me trajo una canción: "Existe una calle que es tan larga que parece que jamás va a terminar". Y en medio de aquella larga calle lloré para decirme a mí mismo que así lloran los hombres (y las mujeres) que son de verdad. La necedad del mundo la dejé en alguna esquina escondida de los barrios viejos de Madrid. Por eso admiro tu poema y me conjugo como parte de esa entidad llamada Naturaleza Humana. Quienes no los sepan comprender no es necesario que se lo expliquemos. Un beso, Carolina, y una amistad sincera.