Conversaciones con cierto personaje
Publicado en Apr 21, 2012
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Quienes me conocen, saben que no soy de esos típicos curiosos que viven pendiente de la vida de otros ni mucho menos de sus conversaciones, pero lo cierto es que hallándome en un céntrico café de mi ciudad, no pude abstraerme de la presencia de un hombre mayor elegantemente vestido, que no sólo capturaba mi  atención sino la de todos los que se encontraban en el recinto. Sin proponérmelo, me comporté entonces como uno de esos abominables personajes que les comentara antes. Demás está contarles que yo aborrezco a quienes violan la privacidad de las personas y se entrometen o están pendientes de lo que otros hablan, pero una extraña sensación se apoderó de mí desde el instante que éste hombre ingresó y se sentó justó en la mesa del centro. Parecía como si esa mesa le estuviera reservada, como si deseara saberse desde ahí el centro de atención.
 
Minutos más tarde, hizo su aparición un hombre de unos cuarenta años, informal (cuya vestimenta desentonaba por la elegancia del local) que sostenía con su mano derecha varios libros que respaldaban su figura intelectual, y que mi hicieron suponer que era un profesor universitario, quien fue a sentarse justo a su mesa. Ambos personajes eran extremadamente llamativos, cada uno en su estilo, y a pesar de considerarme un cliente asiduo del café puesto que acudía cada jueves (por ser un atractivo lugar para hacer negocios) les aseguro que no recuerdo haberles visto antes por ahí. Seré sinceros con ustedes, no puedo precisarles con total exactitud lo que conversaron ciento por ciento (pese a mi profundo interés en no perderme detalle) pero sin lugar a dudas, que lo que les paso a contar, debe estar muy cerca de ello. Esto es lo que recuerdo…   
 
- ¿Por qué me invitaste aquí? –preguntó el hombre que hacía su llegada (si lo prefieren, de ahora en adelante, lo llamaremos “el profesor”, para que sea más claro el diálogo)
- Quería conversar contigo – contestó el viejo elegante.
- ¿Conmigo? ¿Por qué?
- Por que desde tiempo que vengo sintiendo tu rechazo y aunque en parte lo entiendo, creo que en el fondo son más fuertes tus prejuicios, que lo que realmente sientes contra mí. De algún modo, también te sientes atraído por mí, a pesar que lo niegues.
- ¿No quedaste satisfecho luego de seducir a mi mujer? Te olvidas acaso, que tú influiste en mi separación, exclamó con todo denso el profesor.
- Sí pero eso fue en parte, tarde o temprano ustedes se iban a separar, sabes muy bien que no eran el uno para el otro.
- Puede ser, arguyó molesto el profesor por el comentario.
 
Señorita, nos trae dos cortados por favor, dijo el viejo luego de levantar su mano, con ademanes de poder que parecían brotarle por los poros.
 
- Tú sabes muy bien, en el fondo que mi existencia no es real, más bien diría pese a mi poder, que sólo soy un concepto, una invención de aquellos que me dieron vida…- continuó el viejo mientras distraídamente tocaba rítmicamente la mesa con sus finos dedos.
- ¿A ver, donde quieres llegar con esta lastimosa concepción de tú persona? Sabes muy bien, que a mi no me impresionas, nunca has logrado seducirme, por tu poca transparencia y ya lo hemos conversado antes – contestó con tono tedioso el profesor.
- Ves, ya me estás atacando, te dije que quería sólo conversar, no intento convencerte de nada, pero debes también darme crédito. Gracias a mi, los países crecen, las economías se mantienen, viene el progreso, la gente accede a mejores cosas, se dan gustos, viajan, conocen otras culturas, etc.
- Oh, sí y se te olvida mencionar que mientras la minoría disfruta de esos placeres que mencionas, otros muchos mueren de hambre, y que por tus predicas, incluso otros han llegado a matar, o que la mayoría se “prostituye” (ya sea en cuerpo o alma) peyorativamente hablando, para lograr esos tan anhelados placeres que te gusta predicar.
- ¿Pero por qué me culpas a mí de eso? Yo sólo existo en vuestras mentes, son ustedes los que me dan el valor, el poder, esa omnipotencia, que yo no busco.
- ¿Que dices? Sí sólo te rodeas con gente inescrupulosa, gente que sólo añora la autoridad que tú les das, para poder entonces pisotear a la gente, aprovecharse de las necesidades que ellos mismos día a día, les van creando.
 
En eso llegó la mujer con los cafés, y cuando él la miró a los ojos, pareció encandilarse, como si en su mirada hubiese encontrado lo que siempre había buscado desde niña. Luminosa, con una sonrisa en los labios, dejó ambos café sobre la mesa, no pudiendo apartar su mirada del hombre mayor, con le contemplaba con rostro de satisfacción.
 
- ¿Te das cuenta, de lo que digo? argumentó el profesor - ¿viste cómo te miraba? eso es lo que provocas en la mayoría, todos caen seducidos ante tus encantos, y no se dan cuenta de cómo eres.
- ¿Y cómo se supone que soy? preguntó el hombre mayor.
- Vil, truhán, inescrupuloso, alguien que no le importa nada más que él mismo, que sólo le gusta tener cada día más fanáticos tras él, engatusándoles con el poder, los placeres, la buena vida, a cambio de que ellos te entreguen su avaricia, su codicia, su envidia, su egoísmo, ensañándote en lograr sacar lo peor de cada uno.
- Eso no es cierto, yo ofrezco una posibilidad, soy un medio para mejorar la vida de todos, ahora que ustedes no lo entiendan así… Además que alegas tanto, también tengo potentes detractores como tú.
- ¿Y que hemos logrado? padecer por ello las penas del infierno, al no acceder ponerle precio a nuestros principios, a nuestros valores, a todo aquello que tú ni nadie de tus aliados puede comprar, porque gente como nosotros busca mantenernos con nuestros sueños de hacer el bien, lidiando con nuestra hermana pobreza día a día, debiendo dar la lucha desde la marginalidad en contra de la gente de vuestra clase.
- Pero si yo también intento hacer el bien – exclamó en un tono falsete el viejo. Cuando ayudo a una familia de escasos recursos a tener su casa ¿eso no es hacer el bien?
- ¿Aún ha sabiendas que te estás aprovechando? Que no podrán alcanzar su sueño consumido por los intereses y comisiones que tendrán que pagar…
- ¡Yo, les doy lo que quieren!, no los obligo a nada…o ¿acaso también me vas a acusar si ellos al final son los que van tras de mí?
- Tú lo que haces es engatusarlos a conseguir esto y aquello, sólo te interesa que trabajen para ti, que sean tus esclavos de por vida.
- Perdón, son ellos los que se explotan o abusan unos de otros, no yo.
- Pero en el fondo es por ti, porque desean eso que les has prometido, eso que les susurras cada noche a sus oídos, tener más, ¿Por qué contentarse sólo con eso, si pueden conseguir el doble, el triple e inmensamente mucho más? claro que siempre omites las formas ¿no es verdad?... te gusta dejar incrustada la semilla de la codicia y luego vas por otra víctima, porque eres insaciable.
- Ves, cómo siempre te detienes a ver lo negativo ¿Por que no puedes ver, lo que les doy? por ejemplo, no has visto las caras de felicidad de aquellos cuando consiguen su primer cheque ¿acaso no les doy felicidad? sueñan con cambiar esto u aquello, comenzar una nueva vida, obtener ese auto que sólo veían en los catálogos, la casa, viajar a ese país tan deseado, en fin.
- Claro, también un niño es feliz cuando le pasas un dulce, pero no les dices nada que después le saldrán caries por comer tus golosinas, y que lo más posible será que seguramente será obeso a su edad madura y quizás en su vejez un insulino dependiente a causa de la diabetes.
- Yo sólo le ofrezco un dulce, el resto es su responsabilidad…
- Sí, el simpático viejito que va por la vida repartiendo sus sabrosos dulces que causan dependencia. O acaso ¿no te encargas de mantener esa dependencia con comerciales en televisión, en revistas, en carteles publicitarios, etc.?
- Epa, eso lo han hecho otros, tratando de conseguir el éxito en sus negocios, hoy en el mundo entero se practica la libre competencia.
- ¿Sí? ¿También en Etiopía donde los niños mueren desnutridos? ¿Eso también es parte de tu concepto de libre competencia? He visto como has intervenido en la destrucción de familias que se obnubilan con tus consejos, y cómo más de una vez, cegados por tus malditas recomendaciones los hijos mandan a sus padres a asilos para usufructuar de las casas de sus progenitores, o a un socio estafar a su amigo de años, o una mujer joven seducir a un hombre maduro, todo por conseguir estar más cerca de ti.
 
Lamentablemente, no puedo relatarles más, ya que en esos instantes  llegó el cliente que esperaba y no pude seguir la conversación de estos interesantes personajes. Tras un instante que desvié mi atención, vi al profesor retirarse con su paso triunfante a pesar de los múltiples intentos del otro por retenerlo. Lo cierto es que varias personas de inmediato se fueron acercando al viejo atraídas por ese extraño imán que expelía de su sola presencia y de una u otra forma querían su amistad, en tanto, él se pavoneaba en su silla ante tanta adulación y parecía que todo aquello le fascinara. Había nacido para esto - pensé- aún sin saber por que. En un instante en que quedé sólo en la mesa, no pude evitar preguntarle a la mujer de mi lado que había logrado conversar con él, si sabía su nombre. Contestándome para mi sorpresa que se trataba del mismísimo”don dinero”.
 
Desde entonces, llevo buscándole en el café y en miles de lugares más, y veo con resignación y desilusión que somos muchos más los que nos desvivimos por encontrarle.
 
Espero de corazón, que tú seas uno de los pocos que van quedando parecidos al “profesor”, sino también, lo lamento por ti.
 
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Foto del autor Esteban Valenzuela Harrington
Textos Publicados: 171
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Descripción

Ese extrao personaje que ocupaba la mesa del centro

Palabras Clave: poder

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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