QUE AS SEA (novela) 1ra parte
Publicado en Apr 13, 2012
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POR LAS CALLES DE CARÚPANO  
 Reynaldo caminaba por la Avenida Perimetral, observando con detenimiento las grandes casas coloniales que se erguían en la zona costera, donde las  palmeras enmarcaban el paisaje que ofrecía la playa.
Con sus nueve años, él podía darse cuenta de la vida dispendiosa que  llevaban  algunas personas en ese paradisíaco lugar de Venezuela.
Era el año 1980 y los días trascurrían sin prisa. Y como si estuviera  esperando que la tarde le deparara sorpresas, el niño  seguía los caprichos de su  ocio, como un náufrago sin más dueño que el viento que venía del mar.
Desde hacía rato, que el padre Román  había notado su ausencia en el internado, pero no se preocupaba, porque no era la primera vez que se escapaba a la hora de la siesta y él sabía que pronto volvería.
Reynaldo no era más que un niño travieso, que a veces se encaprichaba con alguna cosa y nadie podía detenerlo en el afán de lograr lo que se había propuesto. Le gustaba manguarear por las calles o fisgonear por la costa, para luego fantasear con sus compañeros  sobre esas maravillas mundanas de la ciudad.
Por eso no alertó a nadie sobre su  ausencia. Seguramente y como  otras veces, se habría demorado observando a los niños en la playa cuando remontaban sus cometas  y cuando menos  pensara, él estaría de regreso.
El único problema para  Román era que tenía que darle algún escarmiento o penitencia que lo hiciera desistir de esa actitud, que cada vez se hacía más frecuente, para que no fuera imitado por los otros niños del orfanato.
Sin embargo, Reynaldo no pensaba en regresar temprano, pues no  tenía ningún apuro. Y con nada por perder ni por ganar, él seguía caminando frente a los jardines repletos de enredaderas y de cururitos.
Se sentía arrumbado por tantos arreboles y sus pasos se hacían cada vez más lentos. Pero mientras transitaba por esos sitios lujosos y encampanados, donde los adinerados picoteaban la vida como gallinas hambrientas, mientras los pobres recogían los sobrantes, hubo algo que  le llamó la atención.
Una hermosa residencia, que antes no había visto y que lucía solitaria  frente a la playa. Estaba enclavada en una  colina y se veía magnífica.
Sin saber cómo, ni tener idea del tiempo que llevara, comenzó a subir por un angosto camino porque quería verla de cerca.
Y cuando llegó hasta su puerta, entró pensando en que no había nadie, ya que no se escuchaban ruidos ni voces. Y seguramente, creyó que era una de esas casas que sólo se habitaban  en  vacaciones.
Reynaldo se fue acercando al gran portal de vidrio y se apoyó en él para poder mirar el interior. Observó los finos muebles, la alfombra, los sillones y muchos óleos colgados en las paredes.
De pronto, notó que la puerta corrediza estaba abierta. La tocó y se movió. Y era tan bello lo que veía adentro, que no pudo resistir la tentación de entrar en la seguridad de que nadie le vería.
Tal vez, alguien había dejado la puerta abierta, pensó.
Un poco temeroso y maravillado, recorrió la sala donde había  tantas  pinturas y bellas esculturas por todas partes, sin atreverse a tocarlas.
Se miró en uno de los espejos del pasillo y al verse con esa ropa gastada, se sintió un mascatrapos.                                     
Luego, caminó hacia lo que parecía ser la cocina y admiró los hermosos peroles que adornaban las paredes. Jamás había estado en un lugar como ése. Y por eso, olvidándose del tiempo, fue  observando cada uno de los objetos con gran curiosidad, hasta que tomó conciencia de sus actos y de que  tenía que regresar, porque seguramente el padre Román lo andaría buscando o estaría preocupado.
Pero cuando iba a salir, vio encima de la mesa un trozo de pastel y se veía  tan exquisito, que no pudo resistir la tentación de probarlo.
Estaba haciéndolo, cuando la puerta se abrió  y una mulata apareció detrás de él y lo sujetó por un brazo.
--- ¡Qué vaina es esto, chico!- le dijo, furiosa.
Reynaldo se asustó, acosijado entre la mesa y la mujer, que le exigía una respuesta.
---Sólo he tomado una mirra, dijo con voz entrecortada, mientras le mostraba el pequeño trozo, que tenía entre los dedos.
--- ¡Deja de echar cañas y dime de dónde vienes, maldito empatecado!- le gritó
Pero en ese instante, alguien más llegaba.
--- ¿Qué es lo que ocurre, por qué  tantos gritos? -preguntó la mujer que acababa de entrar.
Ella era tan bella que Reynaldo se quedó mirándola. Su rostro era perfecto  y no parecía real. Una bata de seda la envolvía y a no ser por eso, hubiera pensado que se trataba  de un ángel.
---Perdóneme, señora. Entré sólo para mirar los cuadros y me tenté con un pedazo de pastel. Pero no he robado ni roto ninguna cosa - dijo tratando de contener un sollozo.
---No te preocupes niño y  siéntate, que voy a darte un jugo para que termines tu pastel- le dijo ella, tratando de tranquilizarlo.
Reynaldo no sabía qué hacer y optó por aceptar.
--- ¡Pero mi niña, él estaba robando! -  protestó la mulata.
--- No es cierto, sólo tomé  un pedazo de pastel. -dijo él,  a punto de llorar
---Vete,  Maruca.  Y por favor, cállate- le ordenó ella.
Reynaldo comía su pastel mientras pensaba en el padre Román, quien no le perdonaría esa travesura y comenzó a tener miedo de volver al orfanato.
La bella mujer lo observaba y lo miraba con ternura.
--- ¿Cómo te llamas?- le preguntó
---Reynaldo
--- ¿Y tu apellido?
--- No tengo.
--- ¿Cómo que no tienes?
---El padre Román, dice que cuando me adopten, podré tener uno.
--- ¿Quién es el padre Román?
--- El que da misa  en la capilla que está frente a la plaza. ¿Lo conoce?
--- ¿Allí hay un  orfanato?
---Sí.
--- ¿Te gusta estar allí?
---Me gusta, pero a veces salgo para conocer todo lo que hay afuera.
--- ¿Sin permiso?
---Sí, sin permiso.- dijo sonrojándose
--- ¿Dime Reynaldo, el padre Román es un anciano que suele andar en la plaza  con los niños?
---No, él es joven y suele andar en bicicleta por la Avenida Perimetral ¿No lo has visto?
----No. Yo nunca voy a misa.
--- ¿Por qué? El padre Román dice que debemos ir todos los domingos.
---Yo no soy religiosa.
--- ¿Qué quiere decir con eso?
---Que no creo en Dios.
--  Eso está muy mal, señora.
---Mejor, termina tu jugo que  ya es muy tarde.
--¿Cómo es su nombre?
---Melisa, pero me dicen Mel
---- Usted sí  que debes tener apellido ¿No?
---Soy Melisa Cerdeño. Y puedes tutearme -le dijo ella.
--- ¿Tienes hijos, Melisa?
---No.
--- ¿No tienes familia?
---No, mis padres murieron hace tiempo. Y no tengo más familiares.
--- Estamos iguales ¿Y qué haces tan sola en una casa tan grande?
---Tengo muchos amigos y trabajo mucho. Además está Maruca, tú ya la conoces.
---Sí.- dijo él, avergonzado
---Ella no es tan mala como parece, ya verás- le dijo
--- ¿En qué trabajas Mel? ¿Puedo llamarte Mel?
--- Claro que puedes. Soy artista, pintora y escultora. Casi todo lo que hay en esta casa lo hice yo misma.
--- ¿Quién te enseñó a hacer esas cosas tan hermosas?
----Mi padre tallaba la madera. Y mi madre, era una famosa pintora del país.
---Me gusta mucho lo que haces.
--- ¿De veras?
 Reynaldo se quedó pensativo y luego le preguntó:
---- ¿Le dirás al padre Román lo que hice?
---No has hecho nada malo ¿Por qué habrías de ocultárselo?
--- ¿Puedo venir aquí otra vez?
---Claro que  puedes. Eres un chico desparpajado y eso me gusta.-le dijo sonriéndole.
---Ya debo marcharme - le dijo levantándose de su silla
---Espera un momento, yo te llevaré- le dijo ella.
----No, porque el padre Román se enojará conmigo si te causo molestias
----Él nada dirá, ya lo verás. Ahora voy a cambiarme y tú me esperas ¿De acuerdo?
--- Está bien.-dijo, aunque no muy convencido.
Reynaldo no tuvo alternativas y esperó, porque no quería que ella se disgustara. Y Melisa no tardó en aparecer frente a él con unos pantalones y una camiseta de color negro, que remarcaban su perfecta silueta. Tenía la piel bronceada y unos ojos celestes que parecían dos mordiscos del mismo cielo.
---- ¿Por qué me miras así?- le preguntó a Reynaldo, al ver que él  la observaba.
---Tú eres tan hermosa Mel, que pensé en mi madre.  Tal vez, ella haya sido como tú ¿No crees?
---Es posible, porque tú eres hermoso.- le dijo ella, sonriente
Subieron al carro y en unos minutos estuvieron en el orfanato, hasta donde   Melisa lo acompañó para hablar con el padre Román, tratando de evitar que lo reprendiera.
Caminaban por el pasillo del convento y  se encontró con un sacerdote  que la condujo hacia la biblioteca donde se encontraba Román. Y allí estaba él, leyendo de espaldas a la puerta.
---Padre Román, la Señorita lo busca.-le dijo, el joven sacerdote.
Él giró hacia ella  y luego miró a Reynaldo.
---No se preocupe, el niño estuvo en mi casa y yo quise acompañarlo para que usted no lo reprendiera.
-- -¿Quién es usted señorita? -le preguntó él
---Soy Melisa Cerdeño. Vivo en la colina, frente a la antigua Botica.
---Mucho gusto, Señorita Melisa. Yo conozco por allí, porque suelo ir en bicicleta por las tardes.- dijo extendiendo una mano, que Mel estrechó.
----Invité a Reynaldo para el jueves, a las cuatro ¿Podrá venir?- le preguntó ella
----- Voy a pensarlo. Reynaldo salió sin permiso y tendrá una penitencia.
----Yo lo demoré con la promesa de traerlo en mi carro- le mintió ella, intentando justificarlo.
---De cualquier forma, no acostumbro a dejarlo salir de visitas.- le aclaró
---De cualquier manera, vendré el jueves.-le aseguró ella
---- Usted puede visitarlo aquí.
---No acostumbro a venir a la Iglesia.
---Eso no es bueno- le dijo seriamente
-----No hablemos de eso, no quiero discutir con Usted.- le propuso  Mel
 ---Si desea que deje a ir a Reynaldo a su casa, debemos hablar de eso.
--- No debo rendirle cuentas a usted ni a nadie, señor cura.- le dijo ella, arrogante.
---Reynaldo, despídete de la Señorita- le dijo Román.
Melisa le dio un beso en la mejilla y saludó al padre Román con un simple, buenas noches.
Al sentarse frente al volante, se sintió ofuscada con el proceder del cura, que ni siquiera le había agradecido el que  hubiera  llevado al niño hasta allí. Tuvo ganas de volver y decirle que era un mal educado, pero prefirió continuar  y entrar  a una confitería a saborear un huanuco con  una cerveza  helada.
Pensó en Reynaldo, quien  le despertaba cierta ternura, con esos  ojos negros escarchados de asombro y su cabello castaño intenso que lo hacían un niño  encantador, a pesar de que se notaba que era  un catire,  por  el color oscuro de su  piel.
Entonces pensó en comprarle algunas ropas para que luciera mejor, cuando viniera a su casa.
El abandono y la pobreza, a veces  le dolían más que  la muerte. La soledad del niño se asemejaba a la suya, tan vacía de parientes como de afectos verdaderos, a pesar de que ambos, estaban acompañados por seres bondadosos como Maruca o el padre Román.
Recordó  el rostro del cura, con esos ojos castaños y la barba que le circundaba los labios, dándole un aspecto viril, casi impropio para un sacerdote.
Su personalidad y su  desfachatada juventud la habían asombrado y no entendía cómo un hombre tan bello y de tan arrogante personalidad, podía haberse  alejado de los placeres mundanos.
La vida de ese hombre, era todo un desperdicio para Melisa, y no valía la pena seguir pensando en él.
Cuando dejó el lugar, se dispuso a comprar algunas ropas para Reynaldo y regresó  a su  casa  cargada de  bojotes.
--- ¡Cuántas cosas que ha comprado! - exclamó Maluca, al verla.
---Algunas baratijas, nada más-dijo ella, mientras se las  mostraba.
La mulata se dispuso a guardarlas, pero se extrañó de las compras.
--- ¿Para quién es esto? - preguntó Maluca al ver un pequeño pantalón.
---Para Reynaldo, el niño que estuvo hoy.
----Pero esto es muy cachaco para él
---No hables de ese modo, negra buquenque, él será mi invitado y así deberás tratarlo, no quiero que se sienta mal- dijo Melisa
---Si usted lo dice... -dijo Maruca.
---Si viene un cura por aquí, averiguando alguna cosa, no le des ninguna  información ¿Me oyes?
--- ¡Barajuste! ¡Un cura por estos lados!- exclamó ella, extrañada.
---Es  un sacerdote que está a cargo de Reynaldo en el orfanato.
--- ¿Está usted en sus cabales, señorita Mel?
---No te burles, Maruca. Sabes que para mí, un cura es  simplemente un  hombre  disfrazado  de cordero. Nada de reverencias ¿Eh?
 ---Yo soy católica, señorita. Y sé muy bien lo que es un cura-le aclaró la mulata
---Ya lo sé, Maruca. Pero tú ya sabes que yo no creo en Dios.
---Ah, me olvidaba decirle que esta noche vendrán sus amigos.
--- Bueno, prepara cochino frito, cóctel de camarones y también  piña colada.
--- Tendré todo listo.-le aseguró ella
---Eres una maravilla, Maruca. Lástima que  seas una buquenque.
-- Ahora me retiro al recinto de servicio. Si me necesita, llámeme.
---Hasta mañana, Maruca, yo  me  arreglaré.
Cuando ella se retiró, Melisa se tiró en el butaque y se puso a meditar sobre su vida. Se sentía una mujer  muy codiciada por su belleza y sobretodo por su riqueza. ¿Pero acaso era realmente feliz? No. Nunca  lo había sido.
Había vivido gran parte de su juventud  en Francia y allí conoció a muchos hombres, de los que enseguida se aburría porque  ninguno le había resultado realmente interesante.
Tal vez, por sus conocimientos de Filosofía y su postura europea frente a la vida, ella era muy diferente al resto de la gente que conocía en su país.
Los venezolanos, eran personas simples y religiosas, virtudes que ella no tenía, a pesar de haber sido educada hasta los dieciocho  años en esa sociedad. Y eso hacía que la  gente le resultara muy cerrada,  prejuiciosa y de mentes un poco vacías y superficiales, la mayoría de las veces.
Quizás, ésa era la razón por la cual Reynaldo le había parecido tan especial, con esa frescura e inocencia poco habitual.
Melisa pensó en el padre Román y calculó que tendría unos treinta y ocho años. Le parecía un hombre impactante y de una personalidad muy diferente a la que ella estaba habituada con los hombres.
Se veía tan seguro, aplomado y  dominante, que le hubiera gustado platicar más con él y deseó que viniera por allí para poder hacerlo. Pero enseguida trató de quitarlo de su mente y se dispuso a vestirse para esperar a sus amigos.
Ya en la sala, encendió un cigarrillo y desde la ventana, vio a Araima que acababa de estacionar su  carro y salió a recibirla.
Su amiga, era una morena vibrante y muy bonita que bailaba el mambuco como una africana auténtica y había sido su compañera de tenis en el club.
--- ¿Cómo estás, Mel?- le dijo ella, al verla
---Fantástico ¿Y tú?
--- ¡Espléndida!
--- ¿A qué se debe el bululú?
---Ya lo verás, Mel. Él vendrá cerca de medianoche.
--- ¡Ah!  ¿Y quién es?
---Un alemán que conocí hace unos días.
---Ven Araima,  prepararemos  unos tragos
---Yo puedo hacerlo ¿Qué quieres tú?
---Ron, con hielo- le dijo Mel
En ese momento se abrió la puerta y Damaris apareció con sus pantalones y blusa  de color azul, que resaltaban el brillo singular de sus ojos negros y de sus labios color carmín. Ella era rubia y de facciones muy bonitas.
--- ¿He llegado justo a tiempo para mi piña colada?
--- ¿Con hielo?-le preguntó Araima
---No, ¿Acaso todavía no sabes mis gustos?
---Discúlpame, estaba distraída.
---Sí, discúlpala,  porque ha conocido a alguien que parece haberla obnubilado -le advirtió Mel.
---- Red y Michel, están estacionando.-dijo Demaris, observando por el ventanal.
Red era un hombre muy apuesto de treinta y tres años que pretendía el amor de Melisa. Tenía un físico atlético y sus ojos tan negros como su cabello y llevaba una chaqueta blanca que le daba un aspecto sensacional. Pero Melisa, no lo amaba y además, lo consideraba un poco elato, a pesar de ser tan dicaz.
  Por su parte, Michael era un divorciado amanerado y simpático, que solía asediarla de tanto en tanto, aunque  ella, se mantenía indiferente.
---- ¡Barajuste! ¡Aquí hace falta un poco de guachapa!- exclamó Michel al entrar al salón.
---Y un poco de música- dijo Damaris, encargándose del asunto.
-Prepararé sangría ¿Me ayudas Red?- le pidió Mel
---Yo lo haré. Tú tráeme un poco de melón, lechosa, vino, hielo  y guayaba.-dijo él
Mel había preparado la mesa con un mantel añil, bordado en el mismo tono y unas copas de cristal labrado.
Cuando los exquisitos platos de Maruca estuvieron listos y calientes, todos se sentaron a degustarlos, con gran placer.
Casi habían terminado de cenar, cuando  llegó Walter,  el alemán de quien había hablado Araima y que luego de las presentaciones,  se acomodó a su  lado dispuesto a tomar  un helado de limón conVodka.
--- ¿Practicas algún deporte, Walter?- le preguntó Mel
---Soy remero. Precisamente, vengo de  entrenarme en una curiara porque pronto tendré una competencia internacional- le respondió.
--- ¡Qué Chébere!  No te olvides de invitarme a dar un paseo.
--Cuando quieras, Mel.
----Me da cangelo de sólo pensar en eso -exclamó  Araima.
---No debes temer, soy campeón nacional de remo.-dijo Walter
---Es que sufro de vértigo en esas embarcaciones- le aclaró ella.
---Ya te acostumbrarás, te lo prometo- le aseguró sonriendo
Después de la cena, el baile no se hizo esperar, mientras Maruca no podía conciliar el sueño a causa de la música.
Eran cerca de las tres, cuando se retiraron, salvo Damaris, que prefirió quedarse en casa de  Mel.
--- ¿Qué te pareció el nuevo pretendiente de Araima?-le preguntó Melisa, mientras se acostaban.
---Me gusta, es bastante bachatero.
---Ella se ve feliz
--- Algún día te verás así con Red.
---No. Últimamente, estoy un poco adormilada. No me siento bien con nadie.
--- ¿Por qué Mel?
--A decir verdad, no me interesa él.  Pero hoy conocí a alguien que me impactó- le confesó ella.
__ ¿Quién es?
---Es un sacerdote, que se llama Román.
--- ¡Barajuste!  No puedo creer eso, porque tú eres atea. ¿Cómo fue que lo conociste?
---- Fui a la iglesia.
--- ¿A la Iglesia?-dijo asombrada
---Fui a llevar a Reynaldo, un chico que se escapó del orfanato y lo llevé de regreso allí, para que no lo reprendieran. El muchachito es tan tierno, que lo invité a volver el jueves.-le contó Melisa.
--- ¿Al cura o al niño?
---Al niño, Damaris. Pero si viniera el cura, me alegraría mucho.-  agregó ella, con picardía.
--- ¿Cómo es él?- le preguntó  su amiga.
--- ¿El cura o el chico?
--- El cura, Mel
---Perfecto. Es joven, viril, inteligente  y bello.
---Deja de lisonjearlo tanto, si apenas lo conoces
---Tiene una personalidad magnética. Lo ves y te subyuga.
--- Creo que te  meterás en un brollo.
---Me gusta, Damaris. Y si es difícil, más aún.
---No empieces con eso, chica.
---Sí, es mejor no hablar de ello. ¡Vamos a dormir, que debo soñar con él!
--- Te has vuelto loca, Melisa ¡Hasta mañana!- dijo, apagando la luz.
En la oscuridad de su cuarto, la mirada de Román le taladraba la memoria y el recuerdo de sus ojos profundos, le mostraba la dimensión de su alma.
 Y no entendía cómo un hombre tan  sensual,  podía vivir dedicado a una fe religiosa, sin otro amor  que no fuera esa idea de Dios, que los hombres  veneraban sin ninguna explicación. Su mente, no lograba concebir esa devoción por algo, tan efímero como absurdo.
Educada bajo la influencia de Sartre y otros existencialistas, ella se había convertido en una atea sin remordimientos. Aunque su ateísmo, en realidad,  no tenía nada que ver con aquellos principios filosóficos sino con conocimientos de tipo científico.
Esa noche, Melisa se durmió disgustada con la idea de que Román fuera un pérroco, porque nunca  un hombre le había gustado tanto.
                  LA PENITENCIA
Hacía dos días que el padre Román quería indagar a Reynaldo sobre lo acontecido esa tarde en casa de Melisa Cerdeño y recién ahora se presentaba la oportunidad de poder hacerlo con tranquilidad
---Reynaldo, quiero hablar contigo ¿Puedo? - le dijo, al verlo  en el pasillo.
---Sí, padre.- le respondió él.
----Ven, vamos a la biblioteca- le propuso.
El chico estaba nervioso, porque cada vez que él quería hablarlo allí,  era por algo que él había hecho y presentía sobre qué hablarían en esa ocasión.
--- Dime Reynaldo cómo fue que llegaste a casa de la señora  Melisa,  cuando te escapaste de aquí.
--- Bueno, yo caminaba por la costa y llegué a la colina. Luego subí y la vi.
--- ¿A la señora?
----Ella es señorita, padre Román. No tiene hijos ni familia. Sólo está Maruca, que no sé quién es.
---- ¿A quién viste?
----A nadie. Sólo vi. la casa con esos cuadros y estatuas. Era tan bello todo.
---- ¿Ella te hizo pasar?
---No, padre, en realidad yo entré, pero le juro que creí que no había nadie y la puerta estaba abierta.
---Sólo quise mirar los cuadros, no toqué nada, se lo juro- dijo
---No tienes que jurar  por boberías.-le advirtió el padre
---Es que Ud. no va a creerme-protestó
---Te creo Reynaldo. Tú eres un bamburrete pero no un mentiroso-le dijo seriamente.
--- ¿Me cree?
----Por supuesto, pero dime todo lo que ocurrió.
--- Yo entré y apareció Maruca y me trató como si fuera un ladrón, porque sólo comí un poco de pastel que estaba sobre la mesa.
--- ¿Cómo pudiste?
---Es que me dolía el estómago al verlo sobre la mesa.
Pero enseguida vino ella y me invitó con un jugo y me trató muy bien. Hasta me dio otro trozo.- dijo el niño.
 El padre Román se mantenía serio mientras el niño continuaba con  su relato
--- Ella parecía una virgen delante de mí, se veía hermosa como la que está en la capilla.
--Eso que dices, es un sacrilegio. Y tan sólo por eso, deberás cumplir una penitencia. De modo que comienza a arrepentirte por lo que acabas de decir.
--- ¿Qué penitencia, padre Román?
----El jueves no irás a su casa.
--- ¡No, padre! Pídame que rece mil padres nuestros, que no coma dulces, cualquier cosa, pero no me castigue así, se lo ruego.- le imploró.
------Ya te di la penitencia, Reynaldo.
---Recuerde padre, que le prometió no reprenderme.
--- Nada le prometí. Yo sólo hago promesas al señor- le dijo Román
---Déjeme ir, padre. Le prometo que nunca más me escaparé.
--- ¿Qué es lo que te atrae tanto en ese lugar, Reynaldo?
---Hay cosas tan bellas, es una casa tan grande y ella es tan buena.
---No quiero que te deslumbren las cosas materiales. Además antes de ir allí, debo averiguar sobre la señorita Melisa, no te olvides que somos responsables de tu educación.
---Déjeme ir, por favor.-le rogó.
---Ya está decidido. El jueves no irás, pero tal vez, puedas hacerlo más adelante. Pero antes, debes arrepentirte por haber comparado a esa mujer con la virgen.
----No hice nada malo y no estoy arrepentido -dijo  enojado.
---Si insistes en estar corisco, puede que no te deje ir nunca más  a su casa- le advirtió.
Reinaldo no contestó, pero sus ojos se atapuzaron de lágrimas.
--- Retírate a tu cuarto y piensa en lo que hablamos.
--- Está bien - dijo el chico, mientras obedecía
Cuando estuvo en su habitación lloró en silencio porque estaba muy ofuscado por la penitencia. Decidió no ir a cenar y se quedó encerrado en su cuarto.                         
Pero esa noche, mientras fingía dormir  al lado de sus compañeros, el padre Román le acarició la cabeza cuando fue a darles la bendición.
 Y una vez que él se hubo retirado, se levantó en puntillas para salir al patio, que en esa época se  perfumaba de cupayes y jacarandaes en flor.
Sin pensarlo, Reynaldo trepó  a la reja de atrás y se descolgó, cayendo en la vereda
Presuroso caminó en dirección a la colina, llegó hasta el portal de la casa de Melisa y sin atreverse a llamar  se quedó de pinganillas en un rincón de la galería, ya que no había ninguna luz encendida que le indicara que alguien estaba despierto.
 Mucho tiempo se quedó allí, hasta que el pánico comenzó a acosarlo en la oscuridad. Veía al demonio abayuncándolo de miedo.
La luna iluminaba las parchitas, las atabaibas y hasta las sombras de los carboneros del jardín, semejaban fantasmas. Y se imaginó mil monstruos durmiendo tras los oscuros.
Entonces, emparamado por el terror de tales imágenes, echó  a llorar, mientras un intenso cangelo le oprimía el pecho.
Melisa estaba acostada pero no dormía y escuchó un  sollozo que la hizo acercarse a la ventana para ver lo que ocurría.
El balumbo, se percibía entre las plantas de la galería. Y encendió la luz. Luego se cubrió con una bata y abriendo la ventana, preguntó:
---- ¿Quién está allí?
Él no respondió, pero su llanto se oyó claro. Melisa abrió la puerta y salió, al darse cuenta de que se trataba de un niño.
--- ¿Qué haces aquí a estas horas, Reynaldo? -le dijo al reconocerlo.
Él tampoco respondió esta vez, pero se abrazó a ella sin dejar de llorar. Temblaba. Y ella lo introdujo hacia el interior de la casa, le acarició el cabello para tranquilizarlo y cuando lo logró, lo llevó al cuarto de huéspedes y le pidió que se recostara. Él le obedeció y entonces sí habló
---No te marches, Melisa. Esta casa está llena de demonios.
--¿Qué dices?
---Yo los vi., en tu jardín.
--- Los demonios no existen, Reynaldo. Lo que viste no es más que la sombra de los árboles.- le dijo ella
--- Sí que existen. El padre Román me dijo que existe el bien y el mal.  Y que fue Dios quien creó al demonio. Y yo voy a ir al infierno, porque he mentido y eso es pecado- dijo, con voz entrecortada
---Tú no puedes haber pecado. Y todo eso del demonio, lo inventaron los hombres para hacer que los demás tengan miedo. Tú no tienes nada que temer. Yo estoy contigo y  debes tratar de dormir.
Después de un rato de temblores y lágrimas, él se quedó dormido y ella fue en busca de Maruca para que se quedara con el niño. Entonces, se vistió apresuradamente y fue a buscar su carro, no sin antes advertir a Maruca de que no despertara al niño y permaneciera  a su lado
--- ¿Y dónde va a estas horas señorita Mel?- le preguntó la negra.
--- ¡Voy a ver a ese beatuco!- dijo, como masticando rabia.
--- ¿No cree que debería esperar hasta que amanezca?
--- No te entrometas en estas cosas.
--- Es que no creo que él la atienda a estas horas.
---  ¡Ya  verás cómo va a atenderme ese chamarrero hipócrita!- agregó ella,  antes de salir.
Y como si una catapulta la arrojara por el aire, salió hacia la iglesia.
Melisa se sentía indignada por el estado de terror  en que había visto a Reynaldo con todas esas ideas de monstruos y demonios que los curas se encargaban de imponer a los niños para obligarlos a tener fe.
Y todo eso era tan absurdo, que no quería que su furia se calmara, para enfrentar a Román.  De modo que no bien llegó, golpeó el gran portal varias veces.                        
Miró su reloj.  Eran las tres.  Y recién a la tercera llamada, la atendió alguien.
--- ¿Quién llama?-preguntaron desde el otro lado.
--- ¿Qué es lo que temen los santos apóstoles detrás de tantos cerrojos?- dijo ella.
--- Dígame qué sucede, por favor- dijo el joven sacerdote abriendo la puerta.
---Vine a ver al padre Román.
---Él está durmiendo. ¿Es tan urgente?
---- Muy urgente- le dijo ella.
---- ¿Desea la extremaunción para algún moribundo?-le preguntó él
---- Sí, pero no para un moribundo sino para salvar las almas retorcidas de la curia- agregó ella, indignada.
---  ¡Qué Dios se apiade de sus palabras, señora!
--- ¡Qué el hombre se apiade de Dios!- le contestó Mel
---Está usted muy exaltada, señora. Debería calmarse.
--- ¿Va a buscarlo o debo ir yo?- le exigió ella
--- ¿Quién lo busca y por qué?- preguntó, el párroco.
---Soy Melisa Cerdeño y deseo pedir su mano en matrimonio- dijo cansada de dar explicaciones.
El abate salió haciendo la señal de la cruz., mientras  Melisa trató de tranquilizarse. Había cosas que realmente la ponían de muy mal humor y esta era una de ellas.              
Habían pasado quince minutos, cuando lo vio aparecer con su sotana color café.
Le sonrió con placidez, como si nada ocurriera y esa paz que demostraba, la puso más nerviosa.
---Buenas noches, Señorita Cerdeño.  Me dijeron que usted quería hablarme con urgencia- le dijo,  simplemente.
--- Reynaldo está en mi casa y se quedó durmiendo. Lo encontré llorando, asustado y temblando por temor a los demonios que veía en mi jardín- le dijo, tratando de hablarle normalmente.
--- ¿Y cómo está él ahora?
---- Por ahora, tranquilo. Pero no sé por cuánto tiempo si permanece aquí, donde lo  acosijan con tantos demonios y candelas.
--- ¿Y usted quiere adoptarlo?-le preguntó él, con serenidad.
Melisa sintió un calor que le subía a las mejillas, provocado por la intrepidez del cura, que seguía mirándola como esperando una respuesta.
--- ¿Este es el sistema que usan para inducir a la adopción?
---Sólo le  hice una pregunta-dijo él,  sin inmutarse.
---Que yo no debo responder- dijo ella, en forma terminante.
---Piénselo, Melisa. Reynaldo necesita una familia.
--- ¿Acaso Dios no es suficiente padre para él?- le dijo, con ironía.
--  Sí, pero el niño necesita del cariño de una madre, como cualquier humano.-le aclaró
--- ¿Y los curas, no son humanos?
---Nosotros somos humanos y podemos cometer errores, como cualquiera.-le aclaró
--- ¡Barajuste, padre! Me parece un mortal, después de todo - le dijo sonriendo.
El padre Román la miró profundamente a los ojos, por unos instantes, que a ella le parecieron una eternidad.  Y luego le dijo:
--- Vayamos a descansar, mañana hablaremos cuando vaya por su casa a buscar a Reynaldo.
--- ¿Vendrá a mi casa?
--- Sí, allí hablaremos  con mayor serenidad.
---Sí, es mejor así., hasta mañana.
El padre Román la acompañó hasta la puerta y la saludó levantando su mano, cuando ella subió al carro.
Mientras conducía, sintió una sensación de placer recordando la intensa mirada del cura. Y se sintió débil por primera vez, ante esa fuerza arrolladora del hombre, que no era el indicado para hacerla sentir esas cosas.
Maruca salió a recibirla cuando la vio llegar y le comunicó que el niño todavía dormía.
No obstante, ella le pidió que se quedara en la casa por cualquier cosa y se acostó, tratando de dormir un rato.
Las palabras del cura, acerca  de la adopción le habían quedado abejorreando en los oídos y en verdad,  no le parecía una  idea tan  absurda.
  Se sentía muy sola, a pesar de toda la gente que la rodeaba. Y a veces, una sensación de vacío le robaba el sueño.
Pero aún  era joven y no había abandonado la idea de ser madre. Aunque eso tampoco impediría que un día, pudiera adoptarlo, porque su situación económica era por demás holgada.
Se durmió pensando en ello y cuando despertó esa mañana, Reynaldo dormía y Maruca preparaba el desayuno.
A esa hora, el canto de los azulitos, los mirlos y los tordos se hacían oír en el pequeño parque que circundaba la casa.
Decidió despertar a Reynaldo para desayunar, pero cuando llegó a su cuarto, él ya estaba despierto.
---Levántate, remolón- le dijo sonriendo
-- Hola, Melisa. ¿Puedo llamarte Mel?
---Claro, Rey. ¿Dormiste bien?
---Muy bien-respondió él
--- Ponte estas ropas que compré para ti- le dijo dejándolas sobre la cama
Él saltó de la alegría  y se puso de pie. Comenzó a desparramarlas sobre el cobertor y luego se abrazó a Melisa y le dijo conmovido:
---Gracias, Mel.
---No seas molondrón y ve a ducharte, que en el baño está todo listo. Luego ven a desayunar.-le dijo ella.
--- Sí, Mel- dijo desapareciendo en el cuarto de baño.
Al cabo de un rato, apareció ante Maruca y Mel vestido con la ropa nueva.
---Miren qué lindo estoy - dijo eufórico.
---Cuando te vea el padre Román, no va a conocerte-le dijo
--- ¿El padre Román? - preguntó asustado.
---Estuve con él anoche y hoy vendrá a buscarte- le comentó- Pero no temas que no te reprenderá.
----No quiero ir. Me quiero quedar contigo, Mel ¿O es que no me quieres?
----Bueno, le pediré a Román que te deje hasta el jueves. ¿Quieres?
---Eres tan buena y tan linda que pareces una.....
--- ¿Una qué?
----No puedo decirlo. Es pecado. El padre Román me lo dijo. Es algo malo. Y por eso me dio la penitencia.
--- ¿Qué es lo malo? Dímelo.
--- No puedo decirlo.
--- Contar algo, es decir la verdad. ¿Acaso te prohiben que digas la verdad?
 --- Bueno, lo que dije es que te pareces a una virgen y ahora te iba a decir que eras una santa, que es lo mismo.
---Bueno, ahora dejemos esas boberías y ven a desayunar.
Pero en el momento en que Maruca se disponía a servirles, Melisa  vio a Román que dejaba apoyada su bicicleta junto al portal y salió a recibirlo con una sonrisa.
---Se ve un poco  desmirriado padre.- le dijo al verlo
---El camino es muy empinado - le respondió él.
----Debería hacer más ejercicios físicos, además de los espirituales
---Tiene razón, Melisa.- agregó sonriendo.
Reynaldo se achaparró debajo de la mesa al ver que Román  entraba a la casa.
-- ¿Y Reynaldo?- preguntó él, simulando no haberlo visto.
---- ¿Estás jugando al cucambé?- le preguntó  Melisa al verlo allí.
       El niño se irguió y el padre Román exclamó:
--- ¡Déjame verte muchacho!  Casi no te conozco de tan cachaco- exclamó al ver su  ropa nueva.
       Reynaldo nunca lo había visto tan simpático y se tranquilizó al ver que no lo reprendía.
---Siéntese a desayunar con nosotros- lo invitó Melisa
---Está bien, aunque sería mi segundo desayuno- le aclaró él
Melisa se veía muy hermosa  y por eso, él prefería mirar a cualquier parte, para desviar la mirada, porque la sola idea de encontrarse frente a ella, ya le parecía un sacrilegio.
Cuando  Melisa reía, dejaba ver ese camanance en un costado de su mejilla, que se marcaba profundamente muy cerca de su boca. Y eso la hacía muy sensual. Él se sentía tan incómodo que le costaba disimularlo, aunque en realidad nadie parecía advertirlo.
Cuando Reynaldo terminó  sus huevos con jamón. Mel le sirvió un jugo para acompañar la tostada con mantequilla y luego él salió para jugar con un barizo, que se balanceaba sobre una soga.
--- ¿Tiene muchos animales, Melisa? - le preguntó el cura.
---Muchos. Y todos, menos yo,  están domesticados - le dijo, sonriendo.
     Él rió y luego miró al piso como si tuviera vergüenza de su alegría.
---Es hermosa su casa, con todas estas obras de arte- le dijo, tratando de recomponerse.
---Todo lo que ve aquí, fue hecho por mis manos. O sea, son  mi creación.- dijo orgullosa
---Justamente, estoy haciendo una nueva capilla y me gustaría pedirle que pintara algún óleo para embellecerla.
Melisa rió de buena gana y exclamó:
----Soy una artista, pero soy atea. Y no puedo pintar nada  que no sienta Los santos no me inspiran nada- agregó ella.
---Es una lástima. Me hubiera gustado tener una obra suya - dijo él
----Espere padre. Tal vez, pudiera pintar el pecado original ¿Qué me dice? -dijo en tono burlón y casi con desenfado.
---- Sería perfecto y se lo agradecería mucho, de verdad-  dijo para su sorpresa
--¿De verdad?
---Claro, hija.
--- ¿Hija? No quiero que me llame así, padre.
---Cómo que no quiere si acaba de llamarme padre 
---Usted gana-dijo ella, riendo
  ---Debo marcharme- le dijo él.
--- Deje a Reynaldo hasta el jueves, por favor.- le pidió
              Y él cedió, con la misma naturalidad con que ceden su perfume los naranjos en flor.
  Ella se veía feliz al igual que Román, porque hasta un sacerdote podía sentirse así, dominado por el abrazo de esos ojos empapados de cielo.
Reynaldo y Melisa lo acompañaron  hasta la pendiente, donde él tomó su  bicicleta y se despidió.
Los dos se quedaron mirándolo bajo la sombra del tamarindo, pensando que en unos días, él  había prometido regresar para buscara Rey, que saltaba de alegría, al quedarse con Mel.
        
                    SIN PRINCIPIO, NI FIN.
Hacía dos días que Reynaldo estaba en casa de Melisa y ya se había convertido en su parejero.
Despertaba siempre riendo como si la vida fuera una fiesta y la alegría rompía el aire en todos los rincones de esa casa, donde jamás había habido un chico, que tuviera esa  inocencia a flor de piel.
Y no había tregua para sus ojos que querían mirarlo todo, ni para sus piernas que querían recorrer el mundo en un instante, ni preguntas que desperdiciara su lengua, ni cansancio que lo agobiara.                             
Y todo, porque era feliz junto a Melisa, como jamás lo había sido.
Maruca le había enseñado a preparar el picure y algunas tareas simples del arte culinario y él se mostraba muy entusiasta en esa vida tan diferente a la que no estaba acostumbrado.
Melisa lo hacía partícipe de todo. Y esa tarde, lo llevó a la costa donde ella acostumbraba a ir a pintar.
Cargados con todos los elementos de trabajo, caminaban hacia allí, mientras el niño le hacía miles de preguntas.
--- ¿Qué es esto, Mel?
-----Un caballete. Y esto, es una paleta Rey- le dijo mostrándosela.
--Me gusta que me llames Rey- le dijo él
El mar estaba muy cerca de  la casa, pero  había que bajar de  la colina.
No bien llegaron, colocaron el banquillo frente al caballete con el lienzo y Melisa comenzó a pintar de blanco el fondo, ante la atenta mirada de Reynaldo.
--- ¿Qué vas a pintar?
---- No lo sé.
---Y si no lo sabes. ¿Por qué vinimos?
---Bueno, porque aquí me inspiro, o sea,  me vienen las ideas.
--- ¿Puedo ayudarte?
-----Claro. Si tienes alguna idea, dímela.
---Sí, me gustaría que hicieras un ángel que viniera caminando sobre las olas.
-- Nunca he visto a un ángel y no puedo pintar lo que no conozco- le dijo ella.
--- En la iglesia hay muchos, puedes verlos allí porque están pintados en todas partes.- le dijo, inocentemente.
---Esos no son ángeles, son figuras inventadas, Rey.
----No Mel, alguien debe haberlos visto porque tienen alas y un círculo sobre la cabeza-dijo
--- ¿A ver, dime tú qué son los ángeles?- le preguntó ella
---Son almas que viven con Dios porque no tienen pecado.- le aseguró el niño.
--- ¿Y acaso el alma, tiene alas?- le preguntó ella.
----Claro, Mel. ¿Cómo crees que llegarían al cielo, si no las tuvieran?
---- El alma no tiene peso y no necesita alas.-le dijo ella
--- No entiendo, nada de lo que dices, Mel.
--- Mira este puñado de arena, Rey- Dijo escurriéndola entre los dedos-¿Por qué cae?
--- Porque la tierra tiene un imán que la atrae. Y no me digas que no, porque me lo explicó el padre Román.
--- Esa no es la única razón, Rey. Fíjate que a mis palabras no las atrae  ningún imán. ¿Y qué dices a eso?
--- Es verdad. Pero las palabras  no se  ven.
--Pero existen.
----Sí.
---Y no caen porque no tienen peso, ni materia, como tampoco lo tienen las ideas, ni el alma. Por eso no necesitan alas-le explicó ella.
---- No sé, pero voy a preguntarle al padre Román y él me dirá por qué los ángeles necesitan alas. Él sabe mucho de estas cosas.
Melisa echó a reír y sus carcajadas quebraban el silencio ruidoso de las olas. Y después agregó:
---Pregúntale acerca del demonio, que también es un ángel, pero no tiene alas-le dijo ella
---- ¿Un ángel? No Mel, me parece que tú no sabes nada de estas cosas. Deberías preguntarle al padre Román y él va a explicarte sobre el cielo, el purgatorio y todo eso. Porque te puedes ir al infierno si no aprendes eso. Y yo quiero que vayas al cielo porque eres buena -dijo, preocupado.
----Bueno, lo haré. ¿Sabes que Román me pidió que le hiciera un óleo para su nueva capilla?
--- ¡Cónchale, vale! ¿Lo harás?
---No sé. ¿Qué dices tú?
--- Qué sería el más lindo de todos.
----Lo haré, entonces.- le aseguró
---Pero si no lo empiezas no vas a terminarlo nunca. -le dijo, mirando la tela vacía.
---Debo esperar a que seque el fondo.
--- ¿El fondo es eso blanco?
--- Sí.
--- ¿Y qué harás?
---Pintaré a Adán y Eva en el paraíso.
--- Ten cuidado porque no sé si ellos pueden estar en la iglesia, porque son pecadores y estaban desnudos cuando comieron la manzana. Yo los vi. en una foto ¿Acaso no lo sabías?
Melisa estaba fascinada con la frescura de Reynaldo. Su inocencia y su espontaneidad, merecían respeto. Y hasta la verdad le hubiera resultado infame si era capaz de destruir tanta pureza.
----Mira Rey. Mejor volvamos a casa y mañana seguimos. ¿Quieres?
---Empezamos, dirás. Si no has pintado nada, Mel
---Es cierto, pero aún no está seco el fondo.
---Bueno, vamos.-dijo ayudándole a guardar sus cosas.
Cuando regresaron, Maruca había preparado para la cena, unas empanadas de casón  y cabra con curry. Pero ambos debían tomar una ducha, de modo que la comida tuvo que esperar.
Mel y Rey parecían dos niños alborozados, regresando de alguno de sus  juegos. Ella no se había sentido tan complacida en mucho tiempo y no podía dejar de reconocer que sentía mucho afecto por Reynaldo. Entonces recordó que alguien había dicho, una vez, que los caminos del corazón sólo se descubren andándolos.
Al cabo de un rato, ambos bajaron al comedor. Melisa, lucía un cotón largo sobre una blusa de seda gris y unos pantalones negros que remarcaban su contorno. Y Reynaldo, se regocijaba con su vaquero nuevo.
---- ¿Esperas a tus amigos?- le preguntó  él
---Sí, pero ahora vamos a comer.
Cuando terminaron de cenar, llegó su amiga Damaris y Mel le pidió a Reynaldo que subiera a su cuarto a descansar, porque más tarde, saldrían de paseo.                                                          
 Cuando quedaron solas, las dos mujeres prepararon un champurro y se acomodaron en sus  butaques debajo de  la galería, para disfrutar  de una larga plática.
---- Mel, le estás tomando mucho cariño a Rey ¿Verdad?-le preguntó Demaris.
---- Sí, tal vez sea porque no tuve hermanos y ahora estoy viviendo mi infancia junto a él.-dijo Mel
--- ¿Y el cura?
---- Vino a buscarlo y le permitió quedarse hasta el jueves. Hablamos mucho  sobre diversos temas y te digo Damaris que él  me atrae mucho, pero se muestra tan seguro, como si nada pudiera   alterarlo.
---Me gustaría conocerlo.
---Bueno, tú eres católica y podrías ir a la iglesia.
--- ¿No quieres acompañarme?
---No, no soporto verlo con esa maldita sotana.
--- Veo que él te ha roto los esquemas acerca de los hombres.
--- No se parece a ninguno de los que he conocido, Damaris.
La noche era bellísima y hacía latir la vida en las entrañas. Los cucuritos sonaban melodiosamente al ser movidas sus hojas, por la fuerte brisa que venía del mar.
 Un poco adormiladas por la paz del ambiente, se dejaban llevar por la imaginación a los lugares más azules y profundos de sus vidas.
Luego, como queriendo escapar de ella misma, hacia donde nadie la encuentre, Mel rebobinó el hilo de su  barrilete para bajarlo a tierra e invitó a Demaris a dar un paseo por la Avenida Perimetral., de modo que recorrieron la costa, hasta que se detuvieron en una concha acústica, adonde solían ir  habitualmente.
El lugar les resultaba de lo más divertido y su cercanía al mar, lo dotaba de un encanto muy especial.                             
Era la hora del crepúsculo, del pulso, de los latidos, de los teléfonos ocupados, de engaños y de confesiones. También la de  de saborear el chipichipi, el huacuco o las ruedas de pescado al ajillo, mientras escuchaban sus melodías predilectas.
La cerveza, acompañaba al pargo, a la langosta o al dorado de mar, en casi todas las mesas, donde los lugareños se deleitaban con las exquisiteces tropicales.
---He abusado del Chile y tengo sed- dijo Demaris.
---Tomemos  una cerveza. ¿Quieres?
--Quiero
Mientras aguardaban y aprovechando el intervalo músical, Demaris le preguntó a su amiga:
--- ¿Por qué tú no crees en Dios, Mel?
--- ¿Y por qué crees tú, Demaris?
--- Porque aunque no sea  corpóreo para mí es evidente.
--- Somos libres para pensar en eso, o en  lo contrario.-dijo Mel
---- ¿Tú  sólo crees en lo que  ves?
----No es eso, creo que hay algo que  rige el Universo, pero que no tenemos la capacidad suficiente para conocerlo. Y esto es muy algo distinto a esa idea del  Dios todopoderoso del catolicismo, que es juez de los hombres y conocedor de los pecados. Porque si  mi razón no puede a conocer a Dios, no voy a inventar a uno para rezarle y  pedirle que cumpla mis deseos.
---Se puede llegar a Dios por el camino de la razón y también por el amor.-  le dijo Demaris.
--- Veo que has leído a Santo Tomás y a San Agustín. Aunque ninguno de los dos me ha convencido. Y no puedo amar lo que no conozco.
---Tampoco amas todo lo que conoces.- le señaló  Demaris.
--- ¿Adónde quieres llegar?
---A que entiendas que se puede amar también a lo incorpóreo. Por ejemplo, amar a la libertad, que no  es tangible como un sombrero o una cucaracha.
--- Esa idea de libertad, no es tan abstracta, porque sólo las cosas conocidas pueden ser libres. Hay personas libres, pájaros,  o lo que sea que pueda serlo. Pero nada de lo que conocemos puede ser Dios, al menos, para mí. Las ideas son abstracciones de la mente que pueden creerse o no. La justicia, puede plasmarse en leyes, en las que puedo creer o no. Dios es sólo una idea que  yo respeto, pero que no comparto. ¿Entiendes?
--Dios no es una idea, es una realidad, Mel.
---Para ti. Para mí es una idea que ha variado con el tiempo Existen distintos credos y dioses, así como distintas leyes y modos de interpretar a la justicia a través de la historia. Si Dios fuera evidente, como dices, el concepto de él no hubiera variado.
--- Tú crees que el principio que rige el universo es el átomo ¿Verdad?
---No soy atomista. Pero sé que todo lo que existe es una combinación de ácidos nucleicos. Todos tenemos la misma sustancia, aunque tengamos diversas formas.  Mejor dicho, somos la misma  cosa en una constante transformación y por eso, creo  nuestra vida es eterna. La muerte no existe, Demaris. Por qué creer en premios y castigos, que sobrevendrán a ella.
---Y el alma, Melisa. ¿De qué elementos físicos y químicos está compuesta?
---Lo inmaterial, es un producto de lo material. Mis pensamientos nacen de mi cerebro, nadie los ha puesto allí. Cuando alguien está en coma. ¿Adónde crees que están sus sentimientos,  sus pensamientos, su alma? ¿En el cielo? No, porque aún no está muerto. Simplemente, su cerebro no funciona. Su máquina no produce sentimientos, ideas y su voluntad no existe. Pero no se ha ido a ninguna parte.
--- No puedo creer que no creas en el alma o en el espíritu, Mel
--- Dime Damaris, cuando tú callas. ¿Adónde va tu voz? ¿Al purgatorio? Cuando la máquina no produce, la producción no se va a ninguna parte, simplemente no existe, amiga.
--- ¿De modo que nada de lo que existe tiene sentido para ti?
---El ser humano es el único que trata de encontrarle un  sentido a la  vida. Y ni  los  grandes pensadores como Sartre, Heiddeguer, Unamuno, Kierkergard, lo pudieron encontrar.
----Es como indagar si fue primero el huevo o la gallina. ¿Qué crees tú, Mel?
----Que a los números ordinales, los inventamos los hombres. En el universo, nada es primero ni último. Todo lo que existe, es y ha sido siempre. El error del existencialismo  es buscar un orden donde no lo hay. Concebir  la nada y de ella originar el todo. Algo absurdo. ¿No crees?
--- El universo ha surgido de la nada.-dijo Demaris
----No. La nada es una palabra creada en función del todo. Debemos decir que no hay nada de harina, de sal, de pollo. Si hubiera existido la nada, como una entidad, hubiera sido algo. Todo lo que existe es algo. La nada, es la única palabra que no se refiere a una cosa concreta ni abstracta, sino a la falta de algo. Por lo tanto, lo concreto debe preceder a la nada. Además, hasta el vacío genera y produce efectos, o sea que es algo.
--- ¿O sea que la nada es una palabra sin contenido real?-preguntó Demaris
.---Exacto. Y los seres no existimos como individualidades, sino que formamos parte de un ser único que se diversifica eternamente. Pero nosotros no aceptamos nuestra  transformación ni  nuestra eternidad, porque creemos que nacemos y  que luego morimos para siempre, pero en verdad eso no es así.
--- ¿Y cómo es, Mel?
---Cuando creemos que alguien está muerto, sus células están vivas y su cuerpo es materia orgánica que se está transformando, porque la materia viva nunca muere. Nuestro cuerpo pasa a formar parte de otros cuerpos  y es materia viva en la diversidad del  ser único y verdadero, que nunca podremos conocer, Damaris.
---Eres irremediablemente materialista, Mel
---Soy realista. Cuando tú comes una verdura o cualquier otro ser vivo, estás reencarnando otra vida en ti. Esa transformación es constante, no tiene principio, ni fin. ¿Es que no puedes  entender lo que ves, Demaris?
---No puedo discutir eso, porque  como tú dices tengo mis límites. Pero a pesar de lo que digas y de lo razonable que parezcas, yo sigo creyendo en Dios.
-- No pretendo convencerte ni convertirte en  atea. Además,  ya es muy tarde y es mejor que vamos a casa- dijo Melisa.
Regresaron enseguida en medio del bullicio juvenil que poblaba el aire de la costa. Las coloridas luces que matizaban las calles con mil  colores y la brisa fresca que arremolinaba los rulos de los transeúntes, eran el paisaje obligado que fotografiaban los turistas, para llevarse a Venezuela en sus maletas
Y era tan bello su país, que Mel se arrepentía de haber vivido tanto tiempo en Europa.  La selva, la montaña y el mar, eran una combinación de la naturaleza, que se acercaba a la perfección divina.
Cuando llegaron, Reynaldo dormía profundamente. Y como ninguna de las dos tenía sueño y todavía el calor se hacía sentir, se recostaron en los chinchorros, a un costado del natatorio para seguir platicando y bebiendo cerveza.
La noche en el trópico, esfumaba todo resto de quinuza y la belleza  del maporal enmarcaba ese paisaje, donde sólo los puyones quebraban  la quietud.  Y para equilibrar ese insolente atropello, los quiches se engalanaban de luz, brindando un gran espectáculo de frescura.
Por la noche, el silencio, solía  poblarse  de voces y sonidos repetidos, mientras un destello de luna se marchitaba contra los balcones de la planta alta.
----Estoy segura de que  Román ignora estos placeres mundanos, por eso se cree un hombre fuerte -  le comentó Melisa a su amiga.
---Es absurdo lo que dices. Tu impotencia te hace pensar de ese modo- le dijo Demaris
--- Su fortaleza se derrumbará, porque he visto cómo trata de huir de mí. Tiene miedo, lo he visto en sus ojos.- aseguró Mel
----Pero no te hagas ilusiones.-le señaló ella
---- ¿Es un desafío, Demaris?
--- Tómalo como quieras, Mel
----No podrá escapar, Demaris. Te lo aseguro - exclamó ella.
--- No te dará oportunidad, Melisa.
--- Ya me la ha dado.
---La fe puede superar tus encantos y perdóname si no te apoyo- le pidió Demaris.
--- No te olvides que es un hombre y  no Dios.- le aclaró Mel
---- No siempre logramos lo que queremos. Tú no lo crees porque nunca debes haber sufrido-le dijo su amiga
--- No demasiado.
---- Sólo sufre quien desea lo que no puede alcanzar. Tú siempre has obtenido todo lo que te propusiste.- comentó Demaris
--- ¿Sabes a quien te pareces por tu filosofía budista?-le preguntó Mel
----No
---- A Sidarta Gautama. Él decía que el "Nirvana" o sea la felicidad, se lograba cuando no se deseaba nada. Todo placer se consigue  no deseando, porque el dolor se produce cuando no obtenemos lo que deseamos.
---- ¿Y tú qué dices?-le pregunto Demaris
--No estoy de acuerdo. Yo sé que a pesar de tenerlo todo y de alcanzar lo que hemos deseado en lo material, no se  logra la felicidad.- aseguró Melisa.
--- Yo creo que es lo que Cristo nos enseñó, cuando inculcó resignación a los que nada tenían. No había que desear cosas materiales en este mundo sino lograr la felicidad  junto a Dios.- le dijo Demaris
--- Pero no sentir deseos es estar muerto. Además,  Cristo también enseñó a dudar de Dios. Recuerda sus palabras finales en la cruz, cuando dijo:"Dios mío, porqué me has abandonado". Eso demuestra que no creía en esa felicidad que proponía junto a Él.- agregó Melisa.
---Yo no he estudiado Teología como tú. Pero mi fe no depende de lo que dice la  Teología, ni la Biblia. En mi juventud, también  fui atea. Pero luego y  sin haber visto ningún milagro, evidencié la existencia de Dios. Y eso le ocurre a mucha gente.
---Para mí sería un alivio, poder  pensar en que todo lo que hago no depende de mí, sino del destino que Dios me ha asignado.-le aseguró ella
---Sin fe, debes sentirte muy sola, Mel.
--- La soledad no depende de la creencia en un Ser Superior. Los artistas nunca nos sentimos solos. Nuestras obras son como nuestra familia.
--- ¿Y a la gente? ¿Acaso no  la necesitas?
---Las personas no siempre te acompañan, aunque algunas veces, me sienta muy bien en su compañía.
--- ¿Por eso tienes tantos animales?-le preguntó Demaris
--- Sí, ellos me dan alegría sin exigirme nada. Además, ellos  aman su libertad tanto como yo.-dijo Mel
 ---- La mayoría de tus animales están domesticados ¿Verdad?
---Sí, pero los he domesticado haciéndoles saber que son libres.- aseguró Melisa.- ¿Ves a ese bacaco?
--- ¿Aquel que está sobre la balata?-le preguntó Damaris.
---Ese mismo. Lo encontré  herido en el ala y  lo traje a casa. Desde entonces, ha tomado a ese árbol como su hogar. Todas las mañanas me ve, pía insistentemente y ha veces entra a la casa con total naturalidad.
---  ¿Y esa bejuquilla que tienes en ese cubo de vidrio?- le preguntó Demaris.
----La tengo allí para no asustar a mis amigos. Luego la dejo salir a zigzaguear sobre el césped. Es tan mansa, que cuando la acaricio se queda inmóvil y jamás  se ha ido de la casa, a pesar de que puede hacerlo.-dijo Mel
----Por suerte, no la he visto reptar por ningún  sitio. Me da cangelo, de sólo pensarlo.
-----Al único animal que debes temer es al hombre. Él es mucho más difícil de domesticar, tampoco dejará que seas libre.- le dijo Mel, sonriente.
----Conozco a muchos que ya están domesticados.
---No confundas domesticar con someter- le aclaró Melisa.
--- ¿Y cuál es la diferencia?
---- Cuando un animal está sometido sufre, cuando está domesticado, es feliz. Por eso mis animales no huyen. Mira, tengo un tordo que parece una paloma y un caparro que se moriría de pena si lo alejara de aquí, pues su mundo está en ese tamarindo donde tú sueles verlos- le dijo Mel
--- ¿Y crees que el hombre, por lo general, está más sometido que domesticado?
---Así es, Demaris. Pero se somete por su voluntad. Y a veces, en ese estado, hasta  el sufrimiento le parece placentero. En cambio un animal, nunca se somete voluntariamente.
--- ¿Y tú, no estás domesticada?-le preguntó Demaris
---- A veces, me gustaría estarlo.
---- Bueno, la conversación es profunda pero ya es hora de irme a casa. Mañana tengo que salir muy temprano y tú le prometiste a Reynaldo que lo llevarías de paseo.
---Es cierto, ya casi está amaneciendo.-le dijo Mel   
    
Cuando ella se fue, Melisa trató de relajarse en la cama y tomó un libro que la induciría al sueño. Pero fue inútil. El recuerdo de Román  rondaba por sus ojos, por sus sábanas, por las siluetas del alba. Y la ansiedad por volver a verlo, creció sin que nadie la alimentara hasta que su peso se hizo insoportable. Román ya no le parecía un sacerdote católico, sino más bien, un demonio que la acechaba con el increíble castaño de sus  ojos, con su perfume de incienso trasnochado, con su sotana marrón, apolillada de negaciones innecesarias.
Finalmente, se durmió con la delirante idea,  de que ella sería capaz  derribar ese muro de contención, detrás del cual, Román escondía las delicias de su ternura y de su pasión. 
                UN CUERPO SIN ALMA
 Después de su paseo matinal, Melisa y Reynaldo se acomodaron en el altillo, donde ella se amotinaba con su arte. Mel colocó dos tableros, distribuyó algunos colores en la paleta  y le enseñó a  Reynaldo a  trabajar  con los pinceles.
El niño estaba feliz porque  ella  le enseñaría a pintar.
---- ¿Este color está bien para el fondo, Mel?- le preguntó, entusiasmado
---Está perfecto. Debes darle dos manos, esperando a que la primera esté bien seca.
---Está bien- dijo, comenzando a hacerlo.
Melisa comenzó su obra, pintando un bosque por donde se filtraba la luz del sol.  Parecía un abanico celestial, tal cual ella imaginaba el paraíso de Adán y Eva.
--¿Qué es eso?- le preguntó Reynaldo, al ver su lienzo
----Así es como imagino a la tierra, durante  la creación- le aclaró.
--- ¿Y cuál es el árbol de donde Eva cortó la manzana?- le preguntó él-
---Allí no había manzanas, Rey.
---No digas eso, Mel. Claro que había. ¿De dónde crees que  la sacó Eva?
----Está bien, Rey. Pero el que quiera verlas que las imagine, yo no las veo en mi paraíso ¿Y tú que has hecho?-le dijo mirando su bastidor.
--- Ya terminé la primera capa de fondo- le dijo él
Pero mientras esperaba que se secara, observó la obra de Melisa y vio las dos personas desnudas.
--- ¿Qué haces Mel? Eso no puede ir  la iglesia -le dijo seriamente
-- ¿Cómo no?  Si  son Adán y Eva.
--- ¿Desnudos?
---Sí, .porque Dios se olvidó de crear la ropa.-le dijo ella riendo a carcajadas.
--- No te rías de Dios, Mel.
--No es de Dios de quien me río, sino de ti.
--- No te  rías, porque te aseguro que el padre Román va decir que no estaban desnudos. Porque eso es pecado.
---No. En todo caso el que ha pecado es Dios, porque  los creó así, sin  ropas- le dijo ella.
--- ¿Entonces,  por qué  no podemos andar desnudos?-le preguntó Rey
--- El ser humano inventó la ropa para abrigarse y luego se acostumbró a verse con ella y ahora el estar desnudo lo asusta. Pero mejor cambiemos de tema y dime ¿Qué vas a pintar?
---- Dame alguna figura para copiarla.
---No Rey, si quieres ser un artista, tú no debes copiar. Tienes que crearla tú mismo - le explicó Melisa.
 ---Pero Mel ¿Cómo hago?
--- Primero piensa en lo que quieres hacer.
---Me gustaría pintar a mi mamá, pero tú dijiste que no se puede pintar lo que no se conoce.- dijo el niño, con tristeza.
Melisa sintió una emoción intensa al oírlo y el corazón se le  echó a rodar por todo el cuerpo para luego desplomarse sin hacer ruidos, frente a sus pies. Y con  ese aire de tranquilidad  en el gesto, con que  intentó ocultar su pena, dijo:
---- Tú conoces a tu madre, Rey. Sólo que no puedes recordarla porque cuando nacemos, tenemos una memoria muy débil. Pero si tratas de pintarla, algo de adentro tuyo saldrá y ésa será tu mamá, no lo dudes.
.---¿De verdad?
-- ¿Alguna vez te he mentido?
--- No, Mel.
Melisa dejó su óleo y trató de ayudarlo. Mientras lo hacía descubrió que el niño, tenía mucha habilidad para manejar el pincel y que no le sería difícil el aprendizaje.
--- ¿Sabes Rey? Vas a ser un gran pintor.-le prometió ella.
--- ¿Cómo tú?
---Mejor que yo.
---No creo, Mel. Tú eres perfecta. Pero cuando venga el padre Román, tendré que volver allá y no podré terminar de aprender-dijo él.
--- Ha prometido que te dejará venir otra vez y podrás  seguir aprendiendo.
---Pero ahora no podré terminar mi óleo.-protestó
--- ¡Ah! Y no debes volver a escaparte  ¿Lo prometes?
---Lo juro.
---No jures, porque yo creo en ti.
---El padre Román dice que no debemos jurar por cosas sin importancia. Pero no escaparse, es importante ¿no?
---  ¿Y qué más te dice? Cuéntame Rey.
--- Me cuenta de cuando era niño. Dice que tenía un hermano que murió en un accidente junto a  sus padres. Cuando se quedó solo, lo crió la abuela, hasta que ella murió y entonces se hizo cura.
--- ¿Y no le dice a ustedes que sean sacerdotes?
--- Nunca lo dijo.
--- ¿Y qué te gustaría ser cuando seas grande?
---Me gustaría tener una  esposa  y muchos hijos.
--- ¿Por qué no quieres ser sacerdote?
--- No sé, pero no me gusta. A veces veo que el padre Román está triste y me parece que no está contento. Es aburrido ser cura ¿No crees?
Maruca interrumpió la charla, avisándole que Red la estaba esperando. De modo que ambos bajaron a saludarlo.
---Hola, Mel. Temía no encontrarte.-le dijo Red
---Estábamos con Rey en el altillo, tratando de trabajar un poco- le dijo ella.
--- ¿Y quién eres tú?-le dijo Red al chico
---Es mi  amigo- se adelantó a decir Mel
---Vine para invitarte a salir.-le dijo
---- No puedo. Otro día, quizás.- se disculpó ella.
---Veo que no te importo demasiado- le reprochó él
---- ¿Estás celoso?
---- ¿Debería estarlo?
---- Rey, ve con Maruca y ayúdale a preparar el té- le pidió ella.
Cuando el niño los dejó solos, Melisa  decidió  enfrentar a Red.
----Sé lo que quieres y lo tendrás.- le dijo.
---Sólo quiero que  formalicemos lo nuestro.-le dijo él
--Los varones, hablan de formalizar y sólo piensan  en la cama.
---- ¿El amor es la cama para ti?-le preguntó Red.
----No, pero es el comienzo.
Ella conocía perfectamente, cuán larga era su  lista de obsesiones inmediatas. Y sabía que no estaba  dispuesto a quedar en segundo plano.
--- No te entiendo Mel  - le dijo él.
--- Voy a ser tuya, pero no porque tú lo desees, sino  porque yo lo he decidido. Necesito quitarme de la mente mis caprichos mundanos y para ello, nada mejor que tener sexo.
----Creo que a tu lado, yo soy un pobre puritano, Melisa, porque sólo pretendo que seas mi mujer.
--- Lo que  no toleras es que sea yo quien te lo diga  y te prive del privilegio de conquistarme- le dijo ella.
--- ¿Odias a los hombres, Mel?
--- Los odio hasta que puedo amarlos - dijo ella riéndose
--- ¿Alguien te dijo que no, alguna vez?
--- Nunca. Tú serías el primero, pero eso sí, si te niegas nunca  te daré otra oportunidad.
Red la besó, como quien necesita perderse en la tormenta para encontrar la lluvia o para que cada cual entrara en cada uno, con esa magia infalible de los besos y  las caricias.
Y ella se dejó subyugar en ese torbellino de expectativas que él le ofrecía y le prometió pasar por su apartamento, más tarde.
Cuando él se fue, Reynaldo le preguntó:
--- ¿Es tu novio?
---No. Novios son los recién casados.
--- ¿Tú no te casarás con él?
---- ¿Qué dices tú?
--- Me gustaría que te casaras con el padre Román, pero lástima que no vas a poder porque es un sacerdote.
---No, no voy a poder- dijo ella, como si pensara en voz alta.
Y quiso pegar de saltos por la alegría de que eso sucediera. Pero ella sabía, como hábil descifradora de realidades, que si bien eso no era imposible, podía ser tortuoso.
Por eso, tenía que afianzar su relación con Red, tal vez, de ese modo pudiera  mitigar el inmenso poder que el cura ejercía sobre ella. Es más, quería enamorarse de Red y estaba dispuesta a conseguirlo.
Melisa Cerdeño sabía diferenciar el sexo, de otros sentimientos. También sabía que a pesar de su experiencia amatoria, jamás se había enamorado y que no sería fácil. Pero tenía que intentarlo, para sacarse a Román de sus pensamientos.
Su filosofía de vida, la llevaba a pensar en lo intrascendente  de ciertas solemnidades y a valorar cada instante, por sobre cualquier otra cosa.
Pero cuando llegó al apartamento, Red  insistió en pedirle que fuera  su esposa.
---- No me conformo con el sexo, quiero que me ames- le dijo él.
---- Mis sentimientos  son  menos penetrables que mi cuerpo, Red. Y te aseguro que no vine hasta aquí, para filosofar sobre eso-le aseguró ella
Red la tomó en sus brazos y la besó con pasión. Y entonces, se dejaron beber el uno por el otro, enlazándose sin miedo ni piedad, hasta que cayeron extenuados y a la par.  Fue entonces cuando  Red volvió a acosarla.
---- ¿Crees que es imposible que vivamos juntos?-le preguntó
---No lo sé. Por ahora, estoy bien así- dijo ella
--- ¿Tienes miedo a equivocarte?
--- No, creo que es bueno equivocarse, porque de eso se aprende. ¿No crees?- respondió Mel.
--- ¿Te equivocaste muchas veces?
---Sí. ¿Y tú?
---Nunca, yo jamás me he arrepentido de nada de lo que he hecho.- dijo él
---Entonces no has crecido
--- ¿Por qué lo dices?-preguntó Red
------Porque sólo el que no ha vivido puede decir eso. O el que cree que no tiene nada para mejorar. Y en ese caso, ha vivido equivocado.- aseguró ella
--- Recuerda que no querías filosofar- le dijo tiernamente
---- Quiero volver a casa, porque  Reynaldo me espera.-dijo Mel, incorporándose.
--- ¿Hasta cuándo tendré que soportar que trates a ese chico como si fuera tu hijo?
---Quizás lo sea, algún día- le contestó ella
--- ¿Es una broma?
----No,  porque  tengo pensado adoptarlo.
---Estás loca, Melisa.
---A veces, estar loca es la mejor forma de estar cuerdo ¿Lo sabías?- dijo ella, mientras se vestía para volver a su casa.
  Red hizo silencio. No aceptaba la idea, pero  no quería discutir  justo en el mejor momento de su relación. De modo que la acompañó hasta su carro
--- ¿Paso por ti, mañana?-le preguntó Red
--- Yo decidiré cuándo nos volveremos a ver ¿De acuerdo? No quiero que esta relación se haga pegajosa ni formal
--- Lo que yo pueda sentir no está en tus planes ¿Verdad?- protestó él.
--- Te equivocas. Si cuando yo quiera volver a verte, tú no sientes esa necesidad, también puedes negarte.
---Sabes que te amo y que  no me negaré- le dijo él
---Entonces, eres tú el que se ha  puesto en  mis manos- le dijo ella, riendo, mientras lo besaba.
Reynaldo dormía, cuando ella llegó. De manera que fue a su cuarto tratando de hacer lo mismo. Pero tampoco lo logró.
Tenía esa sensación de vacío en el cuerpo, como si su alma no estuviera habitándolo. Su conciencia la atormentaba porque había usado a Red, para quitarse a Román de su mente. Y estaba arrepentida de lo que acababa de hacer.
Un espanto de silencio y hastío le inundó la memoria.  Y quiso sacudirse las cenizas del  pasado, porque se sentía vieja, aún sin arrugas ni vejez.
Y removió el desorden de sus recuerdos donde sólo encontró amores vividos de a ratos. Y advirtió que de tanto confundir al amor con otras cosas se había olvidado de lo que era  amar.
Llegó a la conclusión de que Román,  era el mejor paisaje que había pasado por su mirada. Era como ese sitio que elegimos  para  siempre. Una especie de puerto, para anclar y quedarse. Pero sabía que nada de eso estaba en este mundo y su afán no tenía explicaciones y para peor, se sentía presa en el escándalo de sus propias pasiones.
Y perdió sus ojos contemplando la ausencia de su  futuro.  Todo era negro como una foto sin revelar, como una noche larga, sin ángeles ni demonios. Vacía de sueños y transparencias, a pesar de todos los azules que tenía el cielo.
Y muy tarde, el cansancio  la acunó entre sus brazos insensibles y se durmió.
            
              UN BELLO DEPERTAR
Las  suaves nubes del amanecer parecían pintadas en el horizonte, cuando Mel salió a desparpajarse esa mañana, bajo la frescura verde de su  parque.  
Reynaldo todavía dormía  y Maruca había comenzado con sus tareas.
Los pájaros parecían empecinados en aturdir al mundo y se arremolinaban alrededor del bajumo como en una danza colosal. Los azulitos saltaban por entre las ramas de los caracueyes, mientras un caparro los miraba como si estuviera  embelesado por sus movimientos.
Melisa se sentó junto al albarico y se dejó estar en ese paraíso tropical donde la vida parecía no tener ninguna prisa. Y así estuvo, relajada hasta que Maruca  interrumpió su letargo para avisarle que su desayuno, estaba listo.
--¿Despierto a Rey?- le preguntó la  mulata
--Hazlo, Maruca- le respondió, mientras continuaba observando el aletear del quinde sobre las flores.
Una prístina tristeza le afloraba  hasta en los poros, pero finalmente decidió ir a desayunar con Reynaldo
--¿Qué te ocurre Rey?- le preguntó al verlo serio.
---No quiero volver allá -dijo
---Si te pones de ese modo, no volveré a invitarte. No quiero que sufras cuando debas regresar al orfanato- le advirtió Melisa.
---- Mira Mel, no voy a volver a ponerme así. No quiero que me castigues.
---No te castigo. Pero no quiero verte con esa cara llena de quinuza.
En ese momento, Román llegaba en su bicicleta y ella le dijo:
---Allí llega el padre Román, vamos a recibirlo en el paraqué.
Ambos lo saludaron con alegría y Román correspondió a esa efusividad. Melisa  lo invitó con un jugo, ya que él les comentó que ya había desayunado.
--- ¿No desea un poco de ron, para el jugo?-le preguntó Mel
---No, gracias Melisa
--- ¿No bebe usted, Señor cura?
---Si no bebiera, estaría muerto.-dijo riendo
---Me refería al alcohol. No me haga  un brollo con las palabras- dijo ella, risueña
---Sólo quiero beber agua natural, Melisa- le aclaró
---Me alegra que asuma a la naturaleza. Faltaría saber si lo hace en todos los aspectos.-le dijo ella, irónicamente.
---En todos- respondió él
--Siéntese Román- le dijo Mel,  indicándole un mullido sillón.
El padre se sentó y en ese momento Reynaldo le preguntó:
--- ¿Puedo salir a jugar  hasta que nos vamos, padre?
---Puedes, pero sólo un momento.-le contestó él.
--- ¿Tiene prisa, Román?- le preguntó Melisa
 ---En realidad, no.- dijo él
El silencio se quedó ensamblado justo en medio de la conversación. A ella, le resultaba difícil el diálogo con un hombre de su inteligencia, que acostumbraba a salir airoso de cualquier propuesta verbal.
Por su parte, Román trataba de no demostrarle lo  incómodo que  estaba, porque Melisa le miraba directamente a los ojos, desafiante y desprejuiciada, como si quisiera grabarlo en su retina. Y aunque él sabía que ese era un desafío, no debía inmutarse y por eso,  reinició el diálogo.
--- ¿Ha pensado en la pintura que le pedí?- le recordó él
--- Sí, claro. Ya lo estoy haciendo.
--- ¿De qué se trata?
--Es una sorpresa. Reynaldo me pidió otro y  también lo haré.
---Está muy bien que se interese por el arte-comentó él
---Está aprendiendo a pintar y si usted le permite venir algunos días de la semana, se convertirá en un gran pintor, pues tiene muchas condiciones- le aseguró ella.
---No quiero que usted se ofenda, pero no le permitiré venir tan asiduamente. No quiero que se acostumbre a un sitio  como éste,  o a una realidad que no es la suya.- dijo él
--- ¿Qué quiere decir cuando dice" un sitio como este?"
----Me refiero a la vida dispendiosa que lleva aquí- le dijo sin titubeos.
--- Creí que esas cosas banales, no le interesaban. Pero veo que no difiere usted de los demás- dijo, corisca.
---No me refiero a las cosas materiales, sino al modo de pensar y de manifestarse usted., señorita Melisa.
--- ¿Se refiere a que soy atea? -dijo ella,  irónicamente.
---No me preocupa su modo de pensar, sino de actuar. A su encono  contra de la iglesia. Eso no es bueno para Reynaldo- agregó él.
--- ¿Es esto una admonición, o quiere abnegar al niño a Dios, para salvarlo?
--- Desde que nos conocimos Melisa, no ha hecho más que agredir a Dios y esto no va a ayudar a que  creamos que no existe, si eso es lo que pretende.
---- ¿Cree que voy a influenciar en Rey o  teme que se desmoronen sus sólidos  preceptos?
--- Si usted me promete que no influirá en contra de nuestras enseñanzas, lo dejaré venir - le dijo él, para calmarla.
--- ¿Y creerá en mi promesa?
---No tengo por qué dudar- le aseguró él
---Y yo no tengo por qué prometerle nada, porque nunca he tratado de quitarle al niño su fe. Es más, hasta lo envidio. Si eso lo deja más tranquilo
--- Creo que ése es el camino por el que verá la luz, Melisa.
---No quiero ver ninguna luz porque  adoro la oscuridad, aunque a usted le moleste, señor cura Y no quiero que me trate como la oveja extraviada de su rebaño- le advirtió.
---Acaso teme que logre atraerla hacia  mi rebaño le dijo él
---Inténtelo, soy muy fácil de convencer. Pero tendrá que usar argumentos. ¿Los tiene?
--- ¿Estaría dispuesta a que conversemos sobre eso?-la desafió él
---Por supuesto, cuando quiera- aceptó ella
---Ahora debo regresar, pero volveré un día de estos-le prometió él
--- Espero que no tarde demasiado o habré entregado mi alma al diablo- le dijo irónica- mientras anotaba su teléfono en un papel y se lo entregaba, diciéndole:
---Hábleme antes de venir, porque puede que no esté en casa.
--- Lo haré.- dijo, al irse.
Cuando Román y Reynaldo se marcharon, Melisa se sintió muy sola. Tomó su carro y anduvo  por la Avenida perimetral hasta llegara una playa lejana.
Necesitaba pensar, para poner orden esas sensaciones contradictorias de miedo y coraje, de rabia y alegría, que un simple cura era capaz de provocarle con sólo  su presencia.
Caminó descalza por la arena caliente, hasta el borde mismo de las olas, dejándose llevar por sus pensamientos más que por sus pies. Y como atrapada en el sordo sonido de un mar que se encrespaba, se quedó mirando la inmensidad.
Estuvo así un largo rato y luego buscó la sombra que proyectaban las rocas  para tirarse de bruces sobre la arena.
Se sentía viva, aunque un poco alterada por el recuerdo de Román, que se le presentaba como un cruel desafío del destino. 
 Su corazón latía como el de una alondra frente al reptil que daba vueltas a su alrededor, provocando un hechizo del que no podía escapar. Se sentía atrapada entre su pasión  y su  impotencia. Perdida en el torbellino de sus dudas.
Y como si se llevara a ella misma en brazos, se volvió caminando hacia su carro, para salir  hacia cualquier lugar donde pudiera borrarlo  de su mente.
Sin pensarlo, se encontró frente a la puerta de Red, quien al verla, tan confundida, preguntó:
--- ¿Qué te ocurre Mel?
---- ¡Ayúdame, Red!
---- ¿Qué pasó, dime?-le preguntó, mientras entraban a la sala.
---Te necesito. -dijo dejándose caer en un sillón.
Red le sirvió un Whisky que ella se bebió de un sorbo. Luego, se levantó molesta por la arena que tenía en la  ropa.
---- ¿Quieres tomar una ducha? Te hará bien- le dijo él, viendo que ella estaba incómoda.
---Eso haré - le dijo, mientras se dirigía al baño.
Red estaba confundido y no sabía qué pensar. Encendió un cigarrillo y trató de imaginar qué podía ocurrirle, pero nada parecía  tener explicación.
Cuando ella apareció envuelta en un toallón, parecía un poco más animada. La vio llenar su vaso y sentarse a su lado con naturalidad.  Y entonces rodeándole el cuello con su brazo, le pidió:
---Dime lo que te ocurre, Mel
---Es algo que no te concierne- respondió ella
---Todo lo tuyo me importa- acotó Red
---Ámame, Red. Es todo lo que debes hacer- le pidió
Nada más tuvo que decir, para que él la besara con pasión y la acariciara con vehemencia. Y allí mismo, la hizo suya entre los mullidos almohadones del sillón.
---- ¿Me amas Melisa? - le preguntó
Pero ella no respondía. Simplemente lo besaba para callarlo, mientras la impotencia de Red crecía tanto como su deseo.
Melisa era tan perfecta en el sexo, como en sus obras de arte. Pero esta vez, no quiso permanecer  más allí y  se levantó de un salto  para  vestirse ante la mirada atónita de Red, quien no podía comprender su extraña conducta.
-- ¡-Ahora vas a decirme lo que ocurre! -le gritó él, mientras la tomaba fuertemente de un brazo
--- ¡Suéltame Red, no quiero humillarte!
--- ¡No voy a seguir  besando la correa como un idiota!
---Discúlpame Red y por favor no me recibas cuando vuelva a ti, porque no estoy en mis cabales - le pidió
--- Sea lo que sea lo que te atormenta, lo venceremos Mel. - le dijo con ternura.
--- ¿Aunque fuera otro hombre?
--Red se quedó perplejo ante la sorpresa, pero se repuso y dijo:
---Aunque lo fuera.
--- ¿Y si ese hombre, fuera un sacerdote?
Red quedó lívido y al ver la seriedad de Melisa comprendió que iba en serio.
--¿Qué vaina es esto, Mel?
--- Es la verdad. Estoy enamorada de un cura ¿Entiendes?
--- ¿De un cura? ¿Y él te ama?
---Ni siquiera lo sabe.
--- ¿Y qué harás, Mel?
---Se lo diré cuando me dé la oportunidad
--- ¡Es una locura!-exclamó Red
---Según el cristal con que se mire.
--- ¿Desde cuando lo conoces?
---Desde hace unos días.
----Entonces no puedes hablar de amor.
--- Lo amo, Red.
---- ¿Entonces a qué viniste, Mel?
----Te usé.
---Calla Mel, no sigas.
---Me siento sucia.
---No te culpes,  porque yo no soy mejor que tú. Supuse que estabas mal por causa de otro hombre y tampoco  me detuve.- agregó él.
--- ¿No sientes asco?
---No, el amor no ensucia a nadie porque lo purifica todo, Mel
---Yo no puedo sentirme así, Red.
---No me importa, porque esa ilusión tuya no puede durar. Y yo  te ayudaré a superarlo.
Melisa lo abrazó y luego se marchó.
Red se sintió extraño, pensando en su competidor, porque realmente le causaba gracia rivalizar con un sacerdote, que ni siquiera sabía que Mel lo amaba. Y no se preocupó demasiado. Estaba seguro de que en esa contienda absurda, él sería el ganador.
          UNA MANZANA PARA ADÁN
Era domingo y el padre Román,  acababa de dar misa, cuando el padre Antonio se cruzó en su camino.
--Te noto preocupado, Román -le comentó después de saludarlo.
---Tal vez sea el calor, que con toda esta ropa se hace insoportable - le dijo
---- Cuando a un sacerdote le molesta la ropa, es porque hay algo en su espíritu que lo inquieta -le dijo, como buscando una confidencia.
--- ¿Crees realmente que tengo espíritu, Antonio? -dijo bromeando
Antonio  echó a reír. Él tenía quince años más que Román y su mente era lo suficientemente amplia como para entender  los conflictos humanos. Presentía que algo le sucedía a Román, quien era  su compañero y  amigo. Los dos solían hablar mientras trabajaban y esta vez, también aprovecharon la ocasión. Se sentaron a la sombra de un árbol y comenzaron la plática.
--- ¿Alguna vez, dudaste de tu vocación  Antonio?- le preguntó Román
---- Cuando era joven, muchas veces. La vejez tiene la virtud de serenar los ánimos.-le contestó él
---No eres viejo. Apenas tienes cincuenta y pico- le aclaró Román.
---Es suficiente para ver las cosas diferentes.
--- ¿Alguna vez te enamoraste?-lo indagó
---Varias veces, pero resistí.-le dijo sonriente
---- ¿Nunca tuviste sexo?
--- ¿Por qué lo preguntas?
--- Porque yo profesé hace 10 años. Pero antes viví con una mujer durante cinco años.
--- ¿Sin estar casados?
---- No pudimos hacerlo porque ella murió Pero estábamos enamorados.
--- ¿Por eso te hiciste sacerdote?
---No lo sé.
--- ¿Tienes familia?
---No, mis padres murieron jóvenes y mi abuela me crió. Pero luego, ella también murió.
--- ¿No deseas volver a lo mundano?
----- A veces dudo de mi vocación. ¿Es normal que eso ocurra?
--- Ocurre. Pero la duda no es acerca de tu fe ¿No?
--- Nunca. Eso es lo más claro que tengo en mi  mente y en mi corazón, Antonio.
---Adónde has ido últimamente. Te he visto salir, varias veces.
---- Hay una persona interesada en Reynaldo, pero es atea. Si no logro convertirla, se arruinará una hermosa relación que ha surgido entre ellos.-le comentó
----- ¿Cómo piensas convertirla?
--- Ella es sensible e inteligente. Creo que podré.
---Cuéntame todo.
---- Tiene cerca de treinta y cinco. Es  artista y tiene mucho dinero.
--- ¿Vive sola?
---No, con una señora de  la servidumbre.
---- ¿Y cómo conoció a Reynaldo?
---En una de sus escapadas él fue a su casa y se hicieron amigos. Pero tengo que ver si su cariño por el niño es tan grande como para permitirle que continúe en su fe cristiana.
--Me parece que estás interesado tanto en ella como en el niño- le comentó Antonio
--- ¿Qué dices Antonio? Sólo el niño me interesa ¿O crees que debo abandonar ese propósito?
---Todo lo contrario, es tu deber hacerlo. Pero no cometas errores, Román.
---Confía en mí. Te tendré al tanto de todo-le prometió
La plática llegó a su fin, porque el almuerzo estaba listo y ambos salieron en dirección al comedor, donde los niños se acomodaban en el amplio mesón en medio de un  gran alborozo.
El pabellón humeaba sobre los platos, donde las alcaparras y las caraotas negras le daban un aspecto fresco y colorido.
Los pupilos devoraban la arepa recién sacada del tiesto, como si nunca la hubieran probado antes. Antonio y Román, sentían  alegría de verlos reunidos como hermanos, compartiendo la mesa dominguera.
Sin embargo, Reynaldo parecía ausente. Y después del almuerzo, Román lo apartó del grupo para dialogar con él.
--Dime Reynaldo ¿Qué te gustaría hacer esta tarde?- le preguntó
--- Quiero visitar a Mel.
---No debes ser tan insistente. Espera a que ella te invite ¿Por qué no vienes conmigo a la capilla y me ayudas en alguna cosa?
---No tengo deseos de trabajar. Hoy es domingo- le dijo con cierta rebeldía.
----No tendrás que hacerlo. Sólo quiero que me des algunas ideas- le propuso
---No, quiero caminar por la playa.
---- Está bien, alrededor de las siete te acompañaré a caminar. A esta hora el sol está muy intenso.-le dijo él.
--- ¿Es cierto que me acompañará? ¿Lo promete?-dijo con entusiasmo
---Sí, Rey. Lo prometo. Ahora iré a descansar un rato.
--- ¿Quiere que lo despierte a las seis?
----- Ni un minuto antes. ¿Eh?- le dijo sonriente.
Reynaldo se fue complacido a su cuarto, mientras Román procuraba dormir un poco.
Se quitó la sotana para buscar la frescura de las sábanas y ya desnudo, se sentía un hombre, como cualquiera, mientras el silencio lo transportaba a un mundo secreto.
Trató de poner su mente en blanco para  comunicarse con Dios. Pero no lo logró. La figura de Melisa apareció en su mente, como un fantasma. Con su gracioso camanance a un costado de su  sonrisa  y esos ojos tan intensos y cálidos, que lo perturbaban.
Hacía unas semanas, él hubiera afirmado que su cuerpo podía insensibilizarse a voluntad, pero ahora sentía que eso no era cierto.
Román elevó sus preces a Dios, juntando sus manos sobre su pecho desnudo.  Se sentía como Adán en el paraíso, acosado por una Eva que le encendía la sangre.
Se levantó y fue a ducharse, como si con ello quisiera lavarse el alma. Luego, se vistió y se dirigió a la capilla para rezar.
Allí se arrodilló y pidió a Dios que lo hiciera fuerte, para luchar contra el pecado.
Estuvo así mucho tiempo, pero cuando salió del templo, vio a Reynaldo que venía hacia él y otra vez, Melisa volvía a su mente porque estaba ligada a ese chico que lo miraba ansioso.
---- ¿Venías a buscarme?- le preguntó
---Pensé, padre, que se había marchado sin mí.
----Ve a peinarte y enseguida saldremos- le dijo él
 --- ¿Adónde iremos, padre?
---A caminar, a tomar un helado ¿No es eso lo que quieres?
--- Sí, me encanta manguarear por las calles. Melisa me llevó al centro de la ciudad y me gustó mucho.
Al oír ese nombre, Román se ponía tenso y le costaba mostrarse natural.
--- ¿Acaso no puedes hablar de otra cosa, que no sea de Melisa?-le reprochó
---- ¿Es malo que hable de ella, padre Román?
--- No es malo, pero no todo debes relacionarlo con ella, Reynaldo.
__ Llámeme Rey, como lo hace...
---- ¿Melisa? ¡Dilo!
--- Primero me dice que no la nombre, después me pide que diga su nombre, cada día   entiendo menos  a  los.....
--- ¿A los qué, Reynaldo?
--- Bueno, iba a decir a los curas.-dijo riendo
Caminaron por la Avenida perimetral  y se detuvieron a tomar  un helado  sentados bajo la sombra de un tamarindo, desde donde se podía observar la cuesta donde vivía Melisa. Y sin poder dominar su curiosidad, Román  le preguntó:
---- ¿Quiénes viven con Melisa?
-- Maruca y un señor que es el jardinero y que alimenta a los animales.
--- ¿Tiene amigos?
--- ¿Quién? ¿Maruca o el jardinero?
--Melisa-le dijo
---Sí, muchos. Dos mujeres y tres hombres.  Uno se llama Red, que  un día la invitó no sé adónde.
--- ¿Y ella fue?
----Sí, volvió tan tarde que  yo me  dormí esperándola.
--- ¿Con quien te quedaste?
----Con Maruca.
--- ¿Es un hombre joven?
---No, Maruca es mujer, padre. ¿Acaso no la conoce?
---Me refiero a ese tal Red.
----Sí, es joven, pero no me gusta.
---No le digas a Melisa que yo te pregunto sobre ella. Lo hago para saber si algo puede perjudicarte.
--- ¡Barajuste, padre! Ella me pregunta sobre usted y también me pide que no le diga nada. ¿Por qué no hablan entre los dos y dejan de embarullarme?
---- Tienes razón, Rey. No debí preguntarte estas cosas.
----Padre ¿Usted tuvo novia?
-----Sí, antes de ser sacerdote. - le respondió
---- ¿Y ahora no puede?
---No.
---- ¿Ni siquiera con una monja?
---Ni con una monja, Rey- dijo, riendo a carcajadas.
Román no podía lidiar con tanta  ingenuidad y cada día más, sentía que ese chico le robaba el corazón, con su inocencia.
---Dime Rey, ¿Ella te habla de Dios?
----Bueno, ella no entiende sobre esas cosas, padre.
--¿Cuáles cosas?
---- ¿Puede creer que ella piensa que el diablo es un ángel?
-----Bueno, en realidad es cierto- le dijo el padre Román
---No me diga padre que usted también cree que...
---Escucha Reynaldo, el diablo fue creado por Dios y era un ángel que mereció ese castigo por haber perdido su bondad.
---- ¡Eso sí que es una noticia, padre!
---Hay muchas cosas que tendrás que aprender.
---Ahora no vaya a decirme que los ángeles no tienen alas, como dice ella ¿No?
---Es que los ángeles son  almas que no tienen cuerpo y no necesitan alas para volar.
---Pero en los dibujos de la iglesia, ellos tienen alas.
---Son sólo imágenes que  han sido creadas para representarlos.
---Entonces, Melisa  entiende de estas cosas más que yo. Y no me diga que el infierno no existe, porque no lo voy a creer.
----Existe, pero no  es como te lo imaginas, porque es sólo  la muerte eterna.
--- Nada parece ser como yo creo, padre.-dijo el niño, confundido.
--- Jesús nos enseñó que si nosotros vivimos de acuerdo a las enseñanzas de Dios, gozaremos de una vida eterna junto a Él. Los que no crean en Él, vivirán en la oscuridad Y eso, es el infierno. ¿Entiendes Rey?
---- ¿Y el fuego,  las llamas y todo eso?
---- Son símbolos creados por el hombre que quieren significar que aquellos que ignoren a Dios se convertirán en cenizas.-le explicó.
---- ¿Y el demonio?
----El mal es el demonio. ¿Entiendes?
---- No, pero si  usted lo dice padre. Pero explíquele eso a Melisa, no sea que ella se quede muerta para siempre, porque no cree en Dios.-dijo preocupado.
---Eso haré, Rey. Pero ahora debemos volver, se ha hecho tarde y la cena se sirve temprano.
Cuando llegaron al internado, fueron directo al comedor y después de cenar, Rey se quedó platicando con otros chicos de su edad mientras Román se disponía  a orar en la capilla.
Eran cerca de las nueve cuando salió hacia su cuarto, dispuesto a dormir.
Se recostó y tomó un libro que lo  indujera al sueño, pero como no lo lograba, apagó la luz y trató de relajarse.
Pero otra vez, la imagen de ella volvió a inquietarlo. Y sintió miedo, pues se encontraba en dificultades. Pero no debía huir. Tenía que dominarse. Y recién a las dos, logró dormirse profundamente.
Y los días pasaban en aparente calma y Reynaldo ya no mencionaba a Melisa, porque tampoco ella lo había ido a buscar.
Y Román, trató de no visitarla y de apartarla de sus pensamientos y  al cabo de unos meses, él había logrado superar sus dudas y calmar su inquietud.
En esas semanas, su fuerza interior había crecido y se sentía fuerte. Su recuerdo casi había desaparecido y se lo agradecía a Dios, infinitamente. Y los placeres mundanos ya no tenían cabida en ese mundo maravilloso, donde el bien y el amor al prójimo eran una misma cosa.
Román acababa de dar misa ese domingo y se sentía en paz. La nueva  capilla estaba terminándose en los últimos detalles y el trabajo era intenso.                                        
Por su parte, Melisa no había querido insistir con Reynaldo, pues quería olvidar a Román y salía con Red intentando divertirse.
No obstante su alejamiento,  se disponía a enviarle el óleo, que le había prometido para la capilla y logró terminarlo antes de su inauguración.
Pero al padre  Antonio no le convencía la extraña paz que veía en su amigo. Y un día, mientras trabajaba con él, le preguntó:
---- ¿Ya convertiste a la señorita Melisa al catolicismo o has desistido de tu propósito?
               Román lo escuchó sorprendido por la pregunta y le respondió:
---No Antonio, no he podido ocuparme de eso, porque primero está la inauguración de la nueva capilla.
----No Román, evangelizar es nuestra tarea principal y si no lo haces, lo haré yo mismo- le aseguró Antonio.
--- Ella es muy terca y no creo que ninguno de los dos podamos lograrlo.
--- ¿Te rindes?- le preguntó Antonio
----No, pero como Rey no pregunta más, yo tampoco quise  insistir.
--- ¿Desistes?
----No dije eso. Lo haré cuando llegue la oportunidad- le aseguró él.
Román conocía bien a Antonio y sabía que su interés por saber de Melisa era porque se había dado cuenta de que algo le estaba pasando con ella y pretendía  indagarlo más profundamente.
Por ahora, había logrado salir airoso y eso lo satisfacía. Pero al oír su nombre en boca de Antonio,  supo que su fortaleza no era tal, porque otra vez, ella estaba presente  en su mente y latiendo en su cuerpo, humillándolo y ensuciándolo, porque no sólo se erizaba  al oír su nombre sino que también su mente  transitaba por  extraños caminos.
Entonces rezaba, le pedía a Dios como si tuviera la obligación de salvarlo de sus pecados. Pero su corazón continuaba exaltado por las noches, latiendo en cada parte de su cuerpo, insano, impuro, indolente y visceral como el de cualquier otro hombre, haciendo con su piel,  sus músculos, sus venas y su sangre, un manojo de trapos enredados  alrededor de su cuello.
Porque a Román se le había disociado el  espíritu del cuerpo y el dolor era intenso, insoportable y permanente.
                         
                UNA OBRA MAESTRA
Las coloridas faldas y los hombros de las mujeres al descubierto, eran como símbolos en ese hermoso país, donde la gente caminaba sin prisa y alegremente, como deleitándose por la naturaleza.
La selva y el mar, la montaña y la civilización se conjugaban en una armonía perfecta, que no admitía semejanza con ningún otro sitio de la tierra, porque  Venezuela era única e irrepetible.          
El Estado de Sucre no exhibía el lujo ni el confort que había en otras ciudades del mundo pero eso era, precisamente, lo que le daba  más calidez.
Lo natural y lo artificial parecían encontrar el equilibrio en una mágica combinación de todas sus  bellezas.
El amanecer acicateaba con su vitalidad a los transeúntes, que desde muy temprano se encaminaban a su labor. Y salvo por algún realengo, que merodeaba en busca de retallones, o algún rascado que yacía en algún banco de la plaza, no se veía otra cosa que el respailar de los lugareños de un lugar a otro, orgullosos de su nacionalidad.
Una de ellos era Melisa, que esa mañana  preparaba sus óleos en el altillo. Ella abrió la ventana, pues necesitaba de la luz natural para poder plasmar los colores de ese  paraíso terrenal  que enviaría la capilla, para su inauguración.
Cuando por fin concluyó su obra,  hizo subir a Maruca para que lo viera terminado antes de enviárselo a Román.
 La mulata se quedó maravillada de verlo, pero había algo que no comprendía.
---- ¿Qué ocurre Maruca, no es tu visión de paraíso?- le preguntó Mel, al verla extraña.
---No, es que no entiendo.
--- ¿Qué no entiendes?
---Por qué Adán y Eva se parecen a usted y al  señor  cura - dijo ella
--- ¿Cómo que se parecen? ¡Estás loca!  - dijo Melisa, observando su obra  
---Cualquiera puede darse cuenta- insistió ella
Melisa tuvo que reconocer, que si bien antes no lo había advertido, Maruca tenía mucha razón. A veces, solía suceder que una  artista pintara sus propias facciones sin darse cuenta, pero ella no había buscado el parecido, mucho menos el de Adán con el cura. Tal vez, el hecho de recordarlo constantemente, había tenido una influencia inconciente y determinante. 
Cuando Maruca se fue, una idea perversa comenzó a darle vueltas en el cerebro. Entonces,  tomó de nuevo el pincel y comenzó a darle forma a la barba, para que resultara idéntica  a la de Román. Y una sonrisa diabólica se le dibujó en los labios, imaginando cual sería su reacción cuando recibiera el óleo.
En ese momento, llegaba Demaris  y  Maruca le indicó que subiera al altillo. No bien su amiga observó el cuadro y sin salir del asombro, preguntó:

--- ¿Qué vaina es esto?
---El paraíso terrenal.
--- ¿Desde cuándo pintas sobre esos temas?
--- Es un óleo que le enviaré a Román, porque en estos días inaugura una  nueva capilla.
--- ¿Esta es Eva?-preguntó ella, al notar el parecido con ella
----- Y  este es Román.-añadió con picardía.
---Querrás decir Adán-le corrigió.
---No, es Román, te lo presento.
--- ¿Has enloquecido, Mel?
---- ¿Quién te dijo que Adán no podía ser como él? Quiero que Román se identifique con él y trate de no morder la manzana que soy yo- dijo riendo a carcajadas.
--- Eva  se  parece a ti ¿O acaso es una broma?
--No, pero así se lo enviaré.
--- No puedo felicitarte, Mel. ¿Qué es lo que te propones con tanta procacidad?
---Tengo que herirlo como él lo ha hecho, Demaris: "Diente por diente y ojo por ojo" ésa es una  ley de su propio Dios.
---Terminemos con el rifirrafe y bajemos Mel- dijo su amiga, disgustada.
Maruca había acomodado algunos cacharros sobre la mesa y se disponía a traerles la comida.
--- ¿Qué preparaste, Maruca?-le preguntó Mel
---Sancocho de pescado y langostinos al limón- dijo ella, desde la cocina.
--Probaré este jojote -dijo Demaris, tomándolo con las manos.
Después de probar esas exquisiteces, ambas salieron al parque, para buscar el fresco del natatorio. Se acomodaron en los sillones y aprovecharon para platicar.
----- ¿Has visto a Red?- le  preguntó Demaris
----- Sí,  lo he estado viendo.
---Creo que deberías considerar esa relación más seriamente, Mel. Y dejar de pensar en ese cura.
---No, Demaris. Lo nuestro no puede ir más allá del sexo. No lo amo y tú lo sabes.
--- Es porque  piensas en el cura
---- No pienso, estoy enamorada de él.
---Sabes que es imposible. Y además, apenas  lo conoces.- le señaló ella
---Lo amo, pero también quiero deshacerme de él ¿Entiendes?
---Nunca entenderé eso- aseguró Demaris.
Melisa  sabía que nunca lo haría, pues su amiga era muy prejuiciosa y su educación no había sido tan liberal como la de ella.
De pronto vieron a Maruca  que venía como un relámpago hacia allí y pensó que algo malo sucedía.
---- ¿Qué pasa Maruca? ¿Qué ocurre?-le preguntó Melisa, al verle la expresión.
--- El señor cura, señorita. Está aquí y pregunta por usted.-le dijo agitada
Melisa se quedó lívida, anquilosada por la noticia. Su corazón se estrelló contra el asombro y comenzó a latirle en el estómago, entre las costillas y hasta en los ojos. No coordinaba una respuesta, sus piernas querían correr y estaban tiesas. Tomó aire, como hacen los niños entre llanto y llanto, mientras  Demaris la miraba, sin saber qué hacer.
---Hazlo pasar, Maruca- atinó a decir
---Finalmente  lo conoceré- dijo su amiga.
---Sí, bajemos.
----Ve tú primero, yo iré enseguida- le aseguró Demaris.
Melisa llegó hasta donde él la estaba aguardando y trató de mostrarse natural, pero la emoción la desbordaba.
--- ¿Cómo está señorita Melisa?- le dijo él al verla.
---Muy bien, Román. ¿Y Rey?- le preguntó ella
---No le avisé que vendría.
--- No le habrá prohibido que venga ¿Verdad?
---Prefiero que venga cuando usted  lo invite- contestó el cura
 En ese momento, entraba Demaris y Melisa le pidió a Maruca que sirviera unos jugos y café.
---Ella es Demaris, mi mejor amiga- la presentó.
 Después de saludarlas, Román se sentía como un acurito, observado por las dos mujeres que intentaban una conversación referida a su vida en la curia. Pero Demaris, enseguida  buscó un buen pretexto para irse y dejarlos solos.
Fue entonces cuando  el silencio se hizo oír en la sala, haciéndose más elocuente que las palabras.
--¿Le molesta  que fume?-le preguntó ella, antes de encender un cigarrillo.
--- Está  en su casa, Melisa- le respondió Román
--- Precisamente por eso, quiero que las visitas estén cómodas- le señaló ella
---No me molesta que fume.-dijo él
Melisa estaba nerviosa y él no se sentía todo lo tranquilo que esperaba para esa ocasión, pero ambos trataban de disimularlo.
---He venido para que hablemos de Dios, señorita  Melisa ¿Recuerda que lo teníamos pendiente?- le dijo, con fingida naturalidad.
--- ¿Quién es Dios? ¿Dónde está?  ¿Cómo es?- le preguntó ella, alegremente
---Tres preguntas que no tienen respuesta.-le advirtió él
--- ¿Por qué?
---Porque sólo las cosas materiales tienen forma y ocupan un lugar en el espacio, señorita Melisa.
---- ¿Y cómo voy a reconocerlo, cuando lo vea después de mi muerte?
---Dios no se ve,  se siente- le dijo él
---- Si Dios se siente, usted podría ser Dios, Román. Y llámeme Melisa a secas, por favor
---Hablemos con seriedad, Melisa.
--Que usted no tenga respuestas, no significa que no lo tome seriamente. A ver convénzame de que Dios existe.-lo desafió ella.
--- ¿Ud. cree  que lo que existe  no tiene sentido?
---  Cuando yo era una niña creía en esos cuentos de la creación, pero ya he crecido Román ¿No lo ha notado?-le dijo perspicaz
---- ¿Usted fue católica, alguna vez?
---Apostólica, romana y bautizada - agregó ella.
--- ¿Y cuándo perdió su fe?
---Cuando pude discernir entre lo verdadero y lo falso.
--- ¿Dónde estudió, Melisa?
---En Francia, estudié Filosofía y me especialicé en teología. Leí a todos los filósofos, desde los que niegan al mundo sensible  hasta quienes lo reducen todo al átomo. Y de todo lo que estudié, lo menos creíble fue la Biblia.
---No me preocupa la Biblia, mejor hablemos de Dios.
---Hablemos-dijo ella
---Seguramente sabrá que hay dos caminos para llegar a Dios: la razón y el amor.
---Sí, he leído a Santo Tomás y a San Agustín. Son los pilares de su iglesia- Pero son dos caminos que no llevan a ninguna parte, porque no pueden probar absolutamente nada.
----Es cierto. Por eso, sólo nos queda el camino de la fe.
---O de  "la no- fe". -le corrigió ella
---A eso quiero llegar. Los dos caminos son posibles,  porque yo puedo creer y usted no
--- ¿Adónde quiere llegar, Román?
----A que yo no puedo probar que Dios existe pero tampoco usted me puede probar que no existe.
---- ¿Y entonces?
---Entonces Dios puede existir. Al menos,  tiene posibilidades.
---O no las tiene, porque todos los caminos llevan a la duda.
--- ¿Entonces, por qué está  segura de que no existe?-le preguntó Román.
----  Porque aún no me ha convencido, Román.
--- ¿Pero admite que la fe va más allá de la ciencia y quien no tiene fe,  queda detenido en  la duda que plantea la ciencia?
--- Pero  eso no lo haría  poseedor de la verdad, Román. El hombre, en su soberbia por tener sabiduría, quiso borrar  sus dudas con mentiras. Y por eso, la idea de Dios ha variado con  el tiempo. -le dijo ella.
---Dios no es una idea, es una realidad, Melisa
---No lo es, Román. Usted se ha aferrado a la idea de Dios para escaparse del mundo ¿A qué le teme tanto?
--- ¿Usted cree que por ser mundana es más feliz que yo?-le preguntó él
---Por supuesto, no puede ser feliz un hombre que no lo es completamente-le dijo, sin titubeos.
----- ¿A que se refiere, a la riqueza o a las pasiones?-le preguntó él
---A ambas.
---- Yo soy un hombre pleno.  La diferencia entre usted. y yo, es que yo puedo dominar mis ambiciones,  mis pasiones y usted no, Melisa.
---- ¿Me está desafiando? - le preguntó ella
--Tómelo como prefiera.
---Pues voy a demostrarle lo débil que puede ser, a pesar de tantas corazas que se ha colocado para ocultar sus sentimientos, Román.- le dijo desafiante.
Melisa subió al altillo y en breves instantes apareció con el óleo y se lo entregó, sin dejar de observar sus reacciones.
Román se quedó muy impresionado al observar el parecido de Adán  y de Eva con ellos mismos, pero trató de disimular el efecto que eso le causaba.
Sin embargo, Melisa  sabía perfectamente lo que pasaba en su interior.
----Es una verdadera obra de arte, la felicito Melisa- le dijo él.
--- ¿Lo colocará en la capilla?
--- ¿Ya puedo llevarlo?- dijo, levantándose para irse
----Todavía  debo enmarcarlo y  hacerle un dorado a la hoja.
--- ¿Cuándo estará listo?-le preguntó, mientras se dirigía a la puerta.
----En unos días yo se lo llevaré, cuando vaya a buscar a Reynaldo, si  es que lo deja que me visite. Él debería continuar con sus clases de pintura.
--- Yo mismo lo traeré el viernes y lo buscaré el domingo.- le prometió Román.
Se despidieron estrechándose las manos, que ambos querían dejar pegadas hasta el amanecer. Y cuando él se fue, Melisa subió a su cuarto a meditar sobre el inesperado encuentro.
Lo había visto fuerte de espíritu pero débil en sus emociones y eso significaba que él no era invulnerable.
Esa noche, Román tampoco pudo apartarla de sus pensamientos. Y supo que su amor por ella, era del mismo tamaño del Universo.
Y sin consuelo, como si el mundo le estorbara., lloró por su suerte,  por la tía que no tuvo, por el hijo que no vino, por la falta de caricias y  sueños cotidianos. Lloró por el beso que esa tarde, se le quedó en los labios, por las caricias que no le dieron, por los versos de amor que nunca escribió ni le escribieron.
Y cuando el llanto cesó, se maldijo a sí mismo por traidor, por pecador, por débil. Miró al Cristo que tenía enfrente y le rogó que lo ayudara a ser fiel, a no claudicar, a permanecer entero frente a ella. Y luego se durmió.
                 
              EL COMIENZO DEL FIN
Los niños se arremolinaban en el patio del internado, bajo la arboleda, mientras el padre Antonio les platicaba sobre algunas narraciones de la Biblia. Y era divertido verlo hacer gestos o exclamaciones propias de una interpretación teatral, haciendo cocos por doquier, para ilustrar sus relatos.
Reynaldo lo seguía junto a sus compañeros, absorto por lo que oía, mientras  Román los observaba desde la ventana de su cuarto y se deleitaba de verlos tan entusiastas.
El calor era insoportable e intentó dormir un rato a  la hora de la siesta. Sin embargo, volvieron a danzar en su cabeza los cuerpos desnudos de Adán y de Eva, que Melisa había representado en el paraíso terrenal.
Y recordaba sus ojos, su tersa piel de manzana, la misma que Adán no había podido dejar de probar. Y elevó sus plegarias a Dios, en un intento desesperado por quitarse esas imágenes de la mente.
--- Señor, ayúdame, te lo imploro. Quita a Melisa  de mi mente y de mi corazón.-le pidió
Pero Él  no parecía escucharlo y Román  sentía vergüenza de sí mismo. Por eso, esa tarde no salió de su cuarto y se dedicó a orar hasta el día siguiente, como en una penitencia
Por la mañana y después del desayuno, Román le pidió a Antonio que fuera su confesor. Estaba dispuesto a contarle todo lo que le estaba ocurriendo.
Se reunieron en la nueva capilla y frente a frente, él dijo:
----Estoy desesperado, Antonio.
---- Que la paz sea contigo- dijo Antonio, haciendo  la señal de la cruz.
--- No creo que encuentre  paz, amigo, porque algo diabólico se apoderó de mí - le dijo él, con pesadumbre.
---- Habla, por favor- le pidió
Román le contó con lujo de detalles lo que le sucedía y luego se sintió aliviado. Pero Antonio, después de escucharlo atentamente, no emitió opinión y volviendo a hacer la señal de la cruz sobre su cabeza, volvió a decir:
-----Que Dios sea contigo, Román
---Dime algo Antonio,  no te he contado todo para que calles  - protestó él
-----Me has pedido una confesión, no una opinión- le  aclaró
--- La necesito.
----Voy a meditar. Y después de cenar, hablaremos.
Román y Antonio tomaron por distinto camino. El primero, decidido a dar sus clases de catequesis y el segundo, se dirigió hacia la nueva capilla, donde debía terminar algunas tareas pendientes.
Más tarde,  Román fue a la Iglesia para recibir la confesión de algunos feligreses que solían aguardarlo a esa hora de la tarde. Se acomodó en el confesionario y escuchó la confesión de dos personas que se acercaron.
Román nunca trataba de identificar a quien se acercaba en confesión, ya que para él no existían personas  detrás del esterillado, sino  almas  que deseaban alivio para alguna culpa. Por suerte, no había nadie más y pudo retirarse de allí, enseguida.
Ya en el comedor, se encontró con Reynaldo, quien aprovechó la oportunidad para pedirle el permiso de visitar a Melisa.
---Precisamente, estuve con ella y me pidió que te llevara el viernes. Quiere que seas un gran pintor.
---Y lo seré, padre, ya lo verá- dijo entusiasmado.
--Le prometí que te quedarás hasta el domingo. Me dijo que te ha extrañado.
--- ¿Se lo dijo?
-----Sí, me dijo que te quiere mucho. Pero ahora ve a comer, Reynaldo.
El chico se reunió con sus compañeros y él aprovechó para buscar a Antonio, que aún permanecía en la capilla.
---- ¿Has pensado en lo que te dije?- le preguntó al verlo
----Sí, hasta he pensado enviarte a Caracas.
---- ¿A Caracas?
---Sí, pero luego desistí de la idea. Si la amas, no podrás quitarla de tu cabeza aunque vayas al fin del mundo- le dijo él
--- ¿Yo te dije que la amaba?
----No.
---Mira Antonio, estoy confuso. Pienso en ella, todo el tiempo, pero...
---- ¿Has amado alguna vez?
---  Ya te dije que viví  cinco años  con una mujer antes de entrar a la curia. Ella murió y hoy no estoy seguro de que fuera amor.
----- ¿Es diferente a lo que sientes ahora?
---Sí, muy distinto, Antonio, esto es  algo más vigoroso, que me domina.
-----No debes huir. Debes enfrentarte a eso y vencerlo con tu propia fortaleza. Si no lo logras, deberías abandonar  tu sacerdocio.- le recomendó
----- Eso traté. Dejé de verla  y me sentí fuerte. Pero cuando la vi., hace unos días,  mis barreras se desplomaron.
---Debes luchar, sufrir, mortificarte hasta vencer eso que trata de dominarte. A veces, Dios nos pone a prueba.
----- Necesitaré de tus consejos, de tu apoyo, Antonio.
-----Los tendrás, Román.  ¿Y qué harás con el óleo de Melisa?-
 ---  ¿No te parece profano?
---No,  no olvides que es la representación del pecado original. Y eso es como es, Román.-le dijo Antonio
--- ¿Y el parecido de esas figuras?
----  Eso es algo subjetivo. Si lo hizo adrede, debes ignorarlo.
----Eso haré.- le aseguró.
 Román se despidió de Antonio y fue a su cuarto dispuesto a dormir. El ruido de la calle y de  los vehículos lo alteraban, burbujeaban como la vida misma fuera de las paredes del internado y lo hacían sentir como en una cárcel.
Tratando de relajarse, tomó una ducha tibia y luego se acostó procurando  poner su mente en blanco. O contar corderitos, como le había hecho hacer, alguna vez, su abuela. Pero sus brazos se aferraron a la almohada, como estrujando el cuerpo de Melisa, a quien casi  oía respirar muy cerca de su oído. Y tuvo  deseos de tenerla, aunque se sintiera sucio en todas y cada una de las partes de su cuerpo y en la totalidad de su alma, que se desgarraba a causa de ese amor inesperado, que lo tomó por la espalda sin que pudiera defenderse.
Román se ahogaba en  el espanto y se sentía sin fuerzas para luchar contra esos sentimientos impuros que no podían ser otra cosa que la tentación urdida por el mismo demonio. Entonces salió de la cama  como si quisiera salir de un pozo, se arrodilló  y comenzó a orar con desesperación, hasta que el cansancio le trajo el sueño, cuando el reloj  marcaba  las cinco.
A esa misma hora, pero en otro punto de la ciudad, Melisa y Red abandonaban una concha acústica, donde habían pasado una noche muy divertida y  se aprestaban a  finalizarla en el departamento, bebiendo unas copas de champagne.
---- ¿Qué te ocurre Mel? - le preguntó él, al verla tan distante.
----Nada, Red.
--- No quiero estar con  dos personas a la vez, sólo quiero estar contigo Mel.
--- Me iré. -Dijo ella, levantándose del sillón.
---Si te marchas, juro que mataré a ese maldito cura -dijo alterado
-----Red no quiero que sufras, por eso me iré de viaje, necesito poner en orden  mis sentimientos.
--- ¿Adónde piensas ir?
---A Europa.
--- ¿Puedo ir contigo?
---Quiero estar sola ¿No lo entiendes?
---- Lo que no  entiendo es por qué tengo que competir con un  cura- protestó
---No compites, él no me ha tocado ni un dedo y tú tienes muchas ventajas para vencerlo- dijo ella.
Red la besó y  la pasión desató los vientos para llegar al muelle donde se encallaban las olas turbulentas. Para bien o para mal, ellos se sentían muy bien juntos, en esos encuentros fugaces y tormentosos, pero los dos sabían que lo que Melisa buscaba  era un placer  momentáneo que mitigara su amor insatisfecho.
Al día  siguiente, los dos estaban invitados a almorzar en casa de Araima, de modo que se prepararon para llegar temprano. Y durante el viaje a la residencia de su amiga, Red comentó:
--- ¿Sabes que Walter tiene una competencia de remo en Caracas?
---Sí, Araima nos  invitó, pero no puedo ir-dijo Mel.
---- ¿Por qué? Me gustaría que pasemos  allí unos días.
---No, Red. El viernes viene Reynaldo y se quedará hasta el domingo.
----Tratas a ese chico como si fuera tu hijo- protestó
---Ya te dije que tal vez decida adoptarlo, algún día- le comentó
--- Si me caso contigo, quiero tener mis propios hijos.
---No voy a casarme, Red. Ni contigo, ni con nadie- le aseguró ella.
--- ¿Y todo  por ese chico?
--- Red, no quiero volver a verte. Será lo mejor para ambos.
--- ¿Qué dices?
---Lo que acabas de oír. Se acabó y no quiero verte más.
En ese momento, llegaban a casa de Araima y ella salía a recibirlos.
---Hola, mis tórtolos. Pero pasen, por favor.
---Red,  ya se va- dijo Melisa.
--- ¿Por qué? Walter te espera.
--- Me marcho, Araima. Después te explico- dijo Red
Araima se dio cuenta de que algo andaba mal y no insistió. Cuando entraron a la casa, Walter les sirvió una piña colada con hielo.
--- ¿Y Red?- le preguntó a Melisa
---Ya no existe, porque hemos terminado - le aseguró ella
Su amiga no podía creer lo que oía pero no agregó ningún comentario. Pero fue ella la que continuó:
--- Creo que lo más difícil de cualquier relación es seguir sintiéndose  libre.
---- ¿No lo amas?- le preguntó Walter
---No Walter, amo a otro hombre. - dijo ella
--- ¿Lo conozco?-preguntó él
---No creo. Es un sacerdote- dijo Mel.
--- ¿Es una broma?
--- No. Pero quédate tranquilo, él ni siquiera  lo sabe.
  Nadie quiso continuar con el tema durante el almuerzo y luego Mel  le pidió a su amiga que la llevara a su casa. En el trayecto las dos volvieron sobre el asunto.
---- ¿Melisa, que piensas hacer con el cura? O tendrás que ver a un psiquiatra.
---No, Araima. Me iré a Europa, por un tiempo.
--- ¿Crees que así lo olvidarás?
---No sé, pero voy a intentarlo.
---- No creo que sientas amor porque todavía no ha pasado nada entre  ustedes. ¿O sí?
---Nada. Pero es amor, Araima.
----No entiendo
---- Yo tampoco. Pero es así.
---- No sé qué decirte, Mel.
---Mejor no digas nada.
Cuando llegaron, Melisa parecía  vencida, triste,  pero su amiga nada podía hacer. De modo que decidió volver junto a Walter, que la estaba esperando para preparar su viaje a Caracas.
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Foto del autor NORMA ESTELA FERREYRA
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Miembro desde: Jan 31, 2009
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Descripción

hISTORIA DE AMOR ENTRE UN SACERDOTE CATLICO Y UNA ATEA.

Palabras Clave: AMOR- RELIGIN-SUSPENSO

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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