-Santo Padre, tenemos...
-¿Tenemos un problema? ¿Cada mañana me vas a despertar con lo mismo?
-No, Santo Padre. Quería decirle que tenemos una mañana muy linda. Incluso hay una nubecita realmente hermosa justo ante el Vaticano. Acérquese a la ventana y verá.
-A ver... Diablos! Es fumata! Han elegido ya a una Papisa!
-Pero si no es fumata blanca...
-Es rosada. Debe ser el nuevo color elegido por estas sececionistas!
-Oh!
-¿Qué pasa ahora?
-En el e.mail de mi computadora tengo un mensaje.
-¿Y eso es tan grave?
-Es del Cardenal Gabbiani.
-Ese traidor...
-No, Santo Padre. Es nuestra Yegua de Troya. Está de nuestro lado y nos informa.
-¿Y de qué informa?
-Mire, dice: Tenemos Papisa, stop. Es venezolana, stop. Se hará llamar Juana II, stop. En honor a la infame leyenda, stop.
-Que anticuado! Confunde Internet con los telegramas!
-Mire, mire! Nos llega otro correo suyo: "Saldrá a la Piazza San Pietro, stop. Se dirigirá por primera vez a los fieles, stop. El mensaje que va a leer no nos va  gustar, stop, cambio y cierro.
-¿Cómo conoce el Cardenal Gabbiani el mensaje de esta usurpadora?
-El se ha ofrecido a escribirlo. Cuanto más cerca se encuentre de ella mejor conoceremos sus intenciones, Santo Padre.
-Espía dob...
Toc, toc!
-Lllaman. Luego, peligramos.
-Voy a mirar por el cerrojo. Oh! Son guardias suizas armadas! Vienen a detenerlo, Santo Padre.
-No abras.
-Si abro Benito Benedicto! -y tras decir esto el camarlengo se despojó de su sotana de arzobispo y apareció el cuerpo de una mujer vestida con linda combinación, un tanto rococó.
-Porque yo, también soy una mujer!
-La madre que la parió! -exclamó Benedicto.
-Soy la nueva Camarlenga, Violeta Luxemburgo, y ahora empieza un papado nuevo, un tiempo nuevo y una última detención: Tú, Papa que ya no eres Papa!
-Oh! Traición! Estoy solo. Me siento Cristo -repuso Benedicto sin demasiada convicción, mientras era conducido por las guardias fuera de sus aposentos.
-¿Él como Cristo? Qué gran blasfemia!! -murmuró la Camarlenga.