Un poemario es como un diario
furtivo y virtuoso
que quizá nadie o pocos leerán.
Uno puede revelarse totalmente en él
renacer en la calma que da la confesión.
La escritura comenzará entonces su desnudo.
No importa el idioma en que se escriba:
Los idiomas, aunque inexactos, no son
propensos a tender acertijos.
Manará en la página tu continuidad
el ir y venir del abecedario que te descifra.
Son sólo trazos de lo vivido lo que pones.
Sobre las líneas que constituyes
siempre guardas otro diario mental
que sólo lo conocen el escriba y Dios,
Dios y el escriba.