Toco tu boca, con un dedo,
toco el borde de tus labios.
Y voy siguiendo su contorno,
como un ciego que ve al tacto.
Toco tu boca y va naciendo,
como si la dibujara,
va surgiendo cual pintura
que brota de un pincel imaginario.
Y es esa boca, tan perfecta
que se entreabre a mi mano,
la misma boca que deseo;
esa que había soñado
y que pongo en tu cara
con color y pincel falsos;
esa boca que elegí entre tantas,
y que me hizo su esclavo;
esa boca que oculta
las líneas que voy creando.
Toco tu boca y sonríes,
entonces, destila gracia,
cualquier adorno es vano.
Basta tu risa y allí,
donde había dibujado;
donde había creado lo creado;
donde se adosan tus labios,
surge lo único congruente
a la beldad que es tu boca.
Es cuando me doy cuenta:
Que he de celar su belleza;
que he de morir en su gruta;
que he de probar su dulzura.
Y has de saber que me besas
y además de darme vida
más tiempo yo he de esconderla
de las miradas perdidas
entre mi boca sedienta
que juega  a ser adictiva.
 
Inspirado en Rayuela, de Júlio Cortázar y versionado por una boca diferente. Escrito, de mi mano...