El canto del ruiseñor
Publicado en Sep 05, 2011
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El padre Juan se sentó en un viejo banco que había conocido mejores tiempos. Tanto el banco apolillado como aquella vieja celda que hedía a humedad centenaria, formaban parte de aquel convento de dominicos que dirigían una escuela de varones en las lejanas y polvorientas tierras de aquel país.
Había mirado por última vez al chico tendido en el piso, cuyos ojos muy abiertos indicaban que la muerte le había tomado por sorpresa.
Todos, frailes y pupilos, miraban consternados aquella tragedia, que aunque ya se veía venir, nunca pensaronó que se suscitara de manera tan repentina. Y el padre Juan era uno de los que tenían plena seguridad de que algo terrible estaba por venir.
Anciano ya, alrededor de unos setenta años, era uno de los miembros más respetados en el convento, habiendo sido director del coro por más de treinta años. Estaba por dejarlo, pero había insistido a su superior que le considerara un año más, antes de retirarse.
Se encontraba en esta tarea, cuando la tragedia había sucedido. La muerte del muchacho le conmocionaba mucho.
Varios pupilos habían fallecido durante el año, uno por una hepatitis complicada y otro más de tuberculosis. Pero que alguien falleciera repentinamente, sin señales anteriores de que tal tragedia sobreviniera, infundía miedo y aprehensión a los presentes.
Sin embargo, el anciano tenía un vago presentimiento que no podía quitarse del corazón.
Fue en ese momento, que dos golpes sonaron a la puerta.
•-          Pasa, Isaac- ordenó el anciano director de coro con su voz afable y aún sonora, pues había sido corista prácticamente toda su vida.
Un adolescente escuálido, de tez morena y ojos entornados, entró e hizo una inclinación con la cabeza a modo de respetuoso saludo.
•-          Siéntate- le indicó el padre Juan.
El joven se sentó en un destartalado mesabanco, frente al fraile. Vestía su pantalón corto y su saco, gastados ya de las lavadas y el uso, uniforme de la escuela media del convento.
Cruzó sus manos en señal de atención. Sus grandes ojeras resaltaban su peculiar mirada, entre sombría y melancólica, como si arrastrara una extraña y prolongada tristeza. Su cabello lacio y castaño, un poco más largo de lo permitido, le caía a ratos sobre la frente.
El padre Juan conocía muy bien a Isaac, y sabía que su mirada, aunque triste de costumbre, había cambiado radicalmente.
El muchacho ya no era el mismo desde hacía algunos meses.
•-          Isaac, los acontecimientos de este día me obligan a hablar contigo y no deseo prolongar más esta entrevista.
El chico asintió con la cabeza, aunque se reservó de decir algo. Permanecía en un silencio lejano, a la espera de una pregunta más directa.
•-          Hace tiempo, específicamente tres meses, me hiciste varias preguntas durante una confesión. ¿Recuerdas cuáles eran?
•-          Sí, padre.
La voz del adolescente sonó con una extraña fuerza. No por nada, era uno de los mejores contraltos del coro, pues era profunda y grave aunque no llegaba a madurar aún. Era más parecida a la voz ronca de una mujer, con una curiosa expresividad musical.
•-          ¿Podrías repetirlas, Isaac?
El muchacho guardó silencio unos instantes. Sabía que estaba comprometido seriamente en el fatídico acontecimiento que acababa de suceder.
•-          Pregunté a usted padre, si estábamos predestinados a ser pecadores.
•-          ¿Qué más?
•-          Usted me dijo que siempre había oportunidad para volverse a la redención y recibir el perdón de Nuestro Señor.
Isaac calló entonces y se perdió en las últimas escenas que acababa de presenciar antes de entrar a la celda. Unos ojos claros que se clavaban en los suyos, en un grito de decepción.
Esa mirada, aún sin vida, se había grabado en su memoria sin poder deshacerse de ella. Como una daga ardiente, le martilleaba con fuerte remordimiento su cabeza.
•-          Isaac...
•-          Usted perdone- dijo el chico, volviendo en sí- dije a usted, quizá un poco exaltado, que Judas había sido predestinado como el Traidor y que allí ni siquiera Nuestro Señor podría perdonar su culpa. Dije entonces que tal vez había gente que ya había nacido para hacer el mal y que nada impediría que sucediera.
•-          ¿Y recuerdas que te negaste a explicar más fondo la razón de tus inquietudes?
•-          Sí, padre. Le dije que me era imposible ser más específico.
El padre Juan le miró con severidad.
•-          Isaac Demetrio Mena. Cuando fui a tu pueblo y te escuché cantar en la pequeña iglesia, a los seis años, supe que eras un niño talentoso. Te traje conmigo y desde entonces has demostrado ser un modelo a seguir entre tus compañeros. Buenas notas, excelente corista, un muchacho que practica la virtud y a quien sin duda daría todo mi apoyo si su deseo fuera convertirse en monje.
•-          Gracias, padre.
•-          Estas últimas circunstancias, sin embargo, son extrañas y abrumadoras. No creo equivocarme Isaac, en que esas curiosas preguntas se relacionan con esta desgracia que ahora aflige a la comunidad entera. Exijo Isaac, en nombre de Dios y del bien de todos, me digas la verdad en este momento.
El rostro de Isaac reveló una lucha interna que duró unos minutos. En aquel rostro, antes apacible y poco expresivo, el fraile pudo ver por primera vez el miedo.
•-          Padre... no es tan sencillo.
•-          Estoy para escucharte, Isaac. Pero tengo que saber la verdad ahora, si es que quieres mi ayuda.
Isaac se mordió los labios y bajó su oscura mirada unos instantes. Los ojos claros de uno de sus mejores amigos le seguían mirando después de la muerte. Y le gritaban con implacable violencia: "¡Traidor!"
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Descripción

¿Quién es este enigmático joven con el cuál el director del coro sostiene una conversación privada? ¿Qué misterioso secreto se esconde detrás de sus palabras?

Palabras Clave: convento fe adolescencia tragedia muerte

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



Comentarios (5)add comment
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ROBERTO LUNA

PARA MI QUE ESTOY NUEVO,EN TEXTALE.ERES COMO INSPIRACIÓN .
GRACIAS.TE FELICITO.NUNCA TE DESANIMES.CUANDO TE CRITIQUEN.
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February 07, 2012
 

Aquí está Elvira

Muchas gracias Roberto! Aprecio tu ánimo, claro que no me desanimaré, al contrario. Gracias por tu visita.
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February 07, 2012

Antonio JImenez Villa

Noto con mucha alegria que tu estlo mejora a cada dia, ahora tiene un ritmo mas rapido, la combinacion de las palabaras dentro de cada periodo le da mas armonia a tu narracion, que como todas las anteriores tienen ese toque misterioso que te ha caracterisado. Tocas por primera vez el tema religioso, tan discutible y que nunca terminara como tema literario, pero dificil en cuanto el efecto que produce en las personas y los manejadores de la fe, los comerciantes de la credibilidad como yo los llamo.

ABRAZOS.
ANTAONIO J.
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September 28, 2011
 

Verano Brisas

Querida Elvira: Parece que no hay poder humano, ni sobrehumano, que te quite la magnífica garra de escritora que tienes. En horabuena tu regreso. Cordial abrazo de Verano.
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September 05, 2011
 

Hoz Leudnadez

bueno, primero que nada, un gusto volver a leerte elvira
ahora, en cuanto al texto, me pareció encontrarle un cierto toque de cenizo misterio
a alguno que ya te había leído antes, la narracion es buena, sin embargo
lo sentí como si hubiese algo atrás, venía muy encarrerado todo, como si fuese
el segundo capítulo de algo, no sé, quizás y solo fue por el momento que ya estaba casi
en el coro, las imagenes que encierran al lector son muy oscuras, resultan
un tanto asfixiantes y eso le da un toque gótico y misterioso
en el lapso en el que el joven isaac tiene ese desplante de ausencia,
se devela una potente carga del estilo de tu texto, y el final me deja con ganas
o quizás y esque pasará algo más? el dote filosófico y celesto de la tematica
lo hacen como quepinta para algo aún más duro, en lo general
tiene tu toque, y me aprece muy bueno... un saludo y espero
leerte más...
Responder
September 05, 2011
 

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