La Condesa de Quito (Novela Corta) Captulo 4.
Publicado en Jun 11, 2011
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Kralendijk (Bonaire): 18 de julio de 1792.
En Kralendijk, capital de Bonaire, el día había sido ardiente; por eso, en aquella noche del 18 de julio de 1792, "Sésamo" estaba repleto de marineros y mujeres fatales. La Cubana y El Español se encontraban sentados, frente a frente, alrededor de una de las mesas más escondidas del local. La escultura de una leona atravesada por una lanza los semiocultaba de la vista de los demás.
- Llevo, exactamente, tres meses y tres días buscándote, Español.
- ¿Tan minuciosa eres con el tiempo, Cubana?.
- Sabes que el tiempo para nada me importa salvo si es por ti. ¡Es muy difícil dar contigo!.
- Supongo que sí. Pero ya sabes que siempre acudo, más tarde o más temprano, a todas mis citas. ¿Para que me has hecho venir aquí?. Taurus me avisó de que querías hablar urgentemente conmigo pero yo tengo muchas labores por delante. Perdona la tardanza. Te veo como esa leona que nos oculta de los demás.
- Exacto. Vengo como una leona herida por algo que ya te contaré cuando llegue la ocasión. Precisamente de eso quería hablarte esta noche en que la Luna, al parecer, me acompaña felizmente.
- ¿La Luna te acompaña felizmente?. ¿Qué quieres decir?.
- ¡Que por fin consigo tener una entrevista a solas contigo!.
- ¿Qué quieres tomar, Cubana?.
- ¡Una botella de ron a medias, Español!.
El Español levantó la mano y, al instante, acudió un mesero de piel negra.
- Kisangui... tráenos una botella de ron y un par de vasos. Pronto.
- Antes de que cante el gallo, mi capitán, traeré lo que me pide.
- A ser posible hazlo sin que nadie se de cuenta. En silencio, Kisangui.
- Será en silencio, Español.
- ¿Es uno de los tuyos?.
- Sí. Ya sabes que están por todas partes y sólo cuando hay que entrar en acción los reúno a todos.
- Muy astuto. ¿Así es cómo burlas a las autoridades?.
- Más o menos. A veces sí. A veces no.
Después de estas breves palabras y mientras Kisangui volvía en silencio con la botella de ron y dos vasos, ambos se quedaron en un profundo silencio y mirándose a los ojos.
- ¡Eh!. ¡Que ya estoy aquí!.
- Baja la voz.
- Perdone, mi capitán.
- Está bien, Kisangui. Toma mi bolsa. Coge lo que creas justo.
- Sólo cogeré lo que cuesta la botella de ron y ni un sólo céntimo más.
- Coge más, Kisangui. Nunca se sabe cuándo habrá otra oportunidad como ésta.
- Espero que no sea la última, Español -acertó a decir La Cubana mientras los dos continuaban mirándose directamente a los ojos.
- Eso sólo Dios lo sabe...
La Cubana no pudo resistir más y bajó la mirada al suelo.
- Si es que Dios existe...
- No bajes la cabeza, Cubana. En cuanto a Dios yo creo que sí existe de verdad.
Ella subió la cabeza pero miraba, ahora, a la botella de ron.
- ¿Es que le has visto alguna vez?.
- Más de una vez, Cubana, he visto a Dios más de una vez.
La Cubana cambió, inmediatamente, de tema mientras volvió a mirar el rostro del Español, el cual no dejaba de mirarla a los ojos.
- ¿A medias la botella de ron, Español?.
- Aunque la pago yo, pues sí... vamos a medias, Cubana.
- Sobre eso de ir a medias es para lo que te he estado buscando todo este tiempo.
- Espera un momento. Primero hagamos un brindis. ¿Por quién quieres brindar, Cubana?.
- Por ti y por mí. Solamente por ti y por mí.
- ¿Solamente por ti y por mí?.
- Sólo, Español... sólo por ti y por mí. El resto de la humanidad no me interesa y nunca me ha interesado.
- Pues no es tan bueno sólo pensar en mí. Somos muchos en este mundo.
La Cubana retiró de nuevo la mirada y se fijó en las restantes mesas donde bebían y cantaban los marineros acompañados de las mujeres fatales.
- ¿Todos éstos?. ¿Todos éstos son el mundo?. ¿Acaso crees que me importa alguno de ellos?.
- No son tan fieros los leones como los pintan, Cubana.
- Por eso mismo lo digo, Español, por eso mismo lo digo.
- ¿Y qué crees que tengo yo de especial?. ¿Qué puedes encontrar en mí que no tengan ellos?.
- Prefiero tomar un vaso de ron antes de hablar sobre otro asunto más importante.
- Está bien. Brindemos por ti y por mí.
El Español descorchó la botella y vertió sólo un poco de ron en los vasos. Después le entregó uno a La Cubana y ambos brindaron en silencio.
- Esto ya está mejor, Español.
- Veamos entonces cuál es tu propuesta.
- ¿Por qué tenemos que estar siempre peleándonos, Español?.
- Así es la vida de los piratas. Tú te dedicas solo a hacerte millonaria con "El Botín" y yo siempre sé lo que tengo que hacer con "El Jabato".
- ¿Por qué no podemos unir nuestras fuerzas, Español?. ¿Te imaginas lo que podríamos conquistar los dos juntos?.
- Yo no formo jamás tándem con nadie que mata a seres humanos inocentes, Cubana.
- Los muertos no pueden hablar jamás, Español.
- ¿Y los rehenes?. ¿Qué me dices de los rehenes?. Tampoco puedo formar tándem con quien toma rehenes para pedir recompensas. Me conformo con lo que pillo que ya es más que suficiente.
- Los rehenes hablan demasiado, Español... y cuánto más hablan los rehenes más fama adquirimos... y cuanta más fama adquirimos más grandes son nuestras leyendas... y cuánto más grandes son nuestras leyendas más miedo nos tienen, Capitán.
- Un momento. Para el carro, Cubana.
- ¿Te imaginas tú y yo juntos? -volvió a insistir ella mientras le miraba directamente a los ojos.
- No me interesa, Cubana.
- Escucha y no seas tan testarudo, hombre de Dios. Tengo entre manos un asunto que nos hará inmensamente ricos si quieres formar pareja conmigo.
- ¿Un asunto entre manos?. ¿Algún pez gordo?.
- Un pez gordo no sino algo mejor que eso... ¡la hija de un pez gordo!.
El Español ni se inmutó.
- Vuelvo a repetirte una vez más que no estoy de acuerdo con retener rehenes porque va en contra de su voluntad. Y menos si se trata de una mujer. Si defiendo la libertad es porque defiendo la libertad de todos y cada uno de los seres humanos de este planeta.
- Pero no por eso dejas de ser un fuera de la ley.
- La ley no me interesa tanto como la justicia. Sí. Soy un fuera de la ley pero no un forajido.
- Pues todos hablan de ti como el forajido más legendario de los mares.
El Español guardó silencio.
- Español... ¡es la oportunidad que siempre he deseado!. El último golpe que doy si quieres formar pareja conmigo. Hacerme enormemente rica y retirarme junto al hombre que más me ha sorpendido en esta vida.
- ¿Es el amor una sorpresa?.
- Se dice por ahí que tú siempre dices, cuando abordas a un barco, que el amor nos sorprende, damas y caballeros.
- Sí. Es una forma de desearles mejor suerte la próxima vez. ¿Quién es ese hombre que tanto te ha sorprendido siempre?.
- Sabes bien que me refiero solamente a ti. Escucha cabeza de alcornoque, tú bien sabes que tú me gustas mucho a mí y que yo te gusto mucho a ti.
- Demos otro trago de ron antes de seguir hablando, Cubana.
El Español volvió a poner un poco de ron en cada uno de los vasos y ambos se lo bebieron de un solo trago.
- Entonces... ¿qué me dices?.
- ¿Estás pidiéndome que me case contigo?.
- Me conformo con que seas mi pareja nada más. Escucha. Tengo una rehén que es, en verdad, impresionante en todos los sentidos de la palabra impresionante. Con las ganancias que podemos obtener, más las que ya poseo yo, nos servirá para dejar esta asquerosa vida de piratas y vivir como dioses y a todo lujo en Atuona. Ya sabes que hablo de las Islas Marquesas. Tú vivirás como un marqués y yo seré la marquesa amante.
El Español rió de buena gana mientras ella sólo esperaba la contestación mirando a la escultura de la leona atravesada por una lanza. En esos momentos entró en acción el pianista. Comenzó la noche con "La canción del pirata". La música del piano sonaba en todo el recinto como fondo de aquella inolvidable escena mientras todos los hombres cantaban a viva voz y las mujeres reían con estruondosas carcajadas.
- ¡¡¡Con diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín. Bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín!!!.
El pianista descansó un breve tiempo.
- Lo tienes todo muy bien planeado, Cubana.
- Entonces... ¿es que sí?.
- Díme primero quién es la rehén que tienes atrapada. ¿Alguien muy especial acaso?.
- Exacto, Español, estoy hablando de la hija de los Condes de Quito.
El Español, por primera vez, se sintió nervioso y estuvo a punto de dar un brinco pero mantuvo, a duras penas, la calma.
- ¡¡Atiza!!. ¡¡Nada más y nada menos que Liliana de las Mercedes!!.
- ¿Quieres verla con tus propios ojos?.
- No estaría nada mal poder verla.
- Pues entonces apura el trago y ven conmigo.
- Espera. No te pongas nerviosa. Pueden descubrirnos fácilmente si alguien da el chivatazo a las autoridades. Saldremos cuando anochezca del todo. Ahora terminemos, poco a poco, la botella.
- Brindo, otra vez, por ti y por mí... Español...
- Está bien. Brindemos esta vez por quien sea.
- ¿Qué eso de quien sea?.
- Quien sea el afortunado...
- ¿Te refieres al Marqués de Cataluña?.
- Supongamos que sí.
- ¿Brindar tú y yo por ese espantajo medio hombre y medio mujer?.
- Es un buen comienzo, Cubana, es un buen comienzo.
Se acercó, en esos instantes, el fornido negro Kisangui.
- ¿Otra botella de ron, mi capitán?.
El Español guiñó un ojo al antiguo esclavo descendiente de un hombre atrapado en contra de su voluntad y llevado allí desde el Congo.
- No, Kisangui... ¡sólo me interesa una nada más!.
Y la mirada del español se hizo impenetrable.
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela Corta.

Palabras Clave: Literatura Novela Relato Narracin.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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