Los verdaderos vencedores no son los que triunfan en las batallas sino los que, al final, ganamos la guerra. Nosotros y nosotras somos bastante menos que ellos y ellas en cantidad pero nosotros y nosotras somos muchísimo más que ellos y ellas en calidad. Uno solo de nosotros o una sola de nosotras valemos más que un millón de de millones de ellos y ellas. !Hemos vencido!. Y ahora nunca olvidéis (yo tengo ya que seguir mi camino hacia Madrid) que os dejo lo siguiente de parte del Duque de Rivas:
«Hola, hidalgos y escuderos
de mi alcurnia y mi blasón,
mirad, como bien nacidos,
de mi sangre y casa en pro.
»Esas puertas se defiendan,
que no ha de entrar, ¡vive Dios!,
por ellas, quien no estuviere
más limpio que lo está el sol.
»No profane mi palacio
un fementido traidor,
que contra su rey combate
y que a su patria vendió.
»Pues si él es de reyes primo,
primo de reyes soy yo;
y conde de Benavente,
si él es duque de Borbón.
»Llevándole de ventaja,
que nunca jamás manchó
la traición mi noble sangre,
y haber nacido español.»
FIN