Comunicacin Interpersonal en la Pareja (Ensayo) -5-
Publicado en May 15, 2011
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- Claves para el entendimiento de un proyecto común.
Capítulo 5: El proyecto familiar.
- ¿Qué es familia?.
- La propuesta compartida.
- Un reto para asumir.
- Fines del proyecto familiar.
- Abraham.
5.1.- ¿Qué es la familia?.
Existen varias definiciones oficiales u oficialistas para designar a la familia. Veamos unas cuantas antes de seguir adelante. La Real Academia de la Lengua Española dice, en su primera acepción, que es un grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas. Esta definición es inexacta porque incluye elementos que no son la verdadera raíz de lo que podemos ya designar como familia. Según Wikipedia (ver Internet) es la unión de personas que comparten un proyecto de vital de existencia que se quiere duradero, en el se generan fuertes sentimientos de pertenencia de dicho grupo familiar. Además existe un compromiso entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intensidad, reciprocidad e independencia. Tampoco es exacta esa definición porque se refiere a lo que llamaremos y explicaremos más tarde como familia extensiva. Podríamos estar mucho tiempo más consultando definiciones sobre lo que es la familia y siempre tropezaríamos con el mismo error; así que vamos a ver cómo define a la familia la Santa Biblia Cristiana. La familia es un fenómeno que existe desde los comienzos del género humano. Según la enseñanza de la Biblia, Dios, habiendo creado a Adán, creó una compañera para él y dijo: "seáis fecundos, multiplicados y colmad la tierra y dominadla" (Génesis 1:28)". Exacto. Eso sí es la familia. Se crea una familia en el mismo momento en que un hombre y una mujer (y sólo un hombre solo con una sola mujer para entendernos correctamente) se unen en matrimonio. Luego quedan fuera de tal definición (y no lo digo por prejuicio alguno sino por la propia naturaleza humana creada por Dios) los hombres unidos a otros hombres (que no forman una familia) ni las mujeres casadas con otras mujeres (que tampoco forman una familia).
Más allá de si Dios creó un solo Adán y una sola Eva o dejó que nacieran grupos de "adanes" y "evas" (cosa que no es de incumbencia tratar en este Ensayo) el caso es que cuando un hombre (y digo un hombre) y una mujer (y digo una mujer) se casan y tienen las primeras relaciones sentimentales y sexuales entre sí, al formular un proyecto común, ya forman una familia. Si tienen descendencia o no tienen descendencia no implica, para nada, que no sean una familia. Luego la familia, incialmente, es la unión de dos seres iguales ante la ley pero distintos en cuanto a la naturaleza.
Voy, a continuación, a transcribir en el presente Ensayo un cuento de mi autoría que explica cómo se formó la primera familia de la humanidad (y después analicemos el resultado del mismo). Se titula "En el principio era Nada".
Hace muchos miles de años, quizás hace millones de años, había un lugar en la Tierra llamado Paraíso. Todo alí era pura naturaleza: montañas, ríos, árboles, animales... y un hombre eterno llamado Adán. Adán vivía muy contento poniendo nombres a todas las cosas y animales que, día a día, iba descubriendo en su eterno caminar; porque Adán se diferenciaba del resto de las criaturas allí vivientes en que sabía hablar, y quizás por eso, por saber hablar, era eterno. Nunca estaba triste. Se ocupaba de ver, oír y experimentar la convivencia con todo lo existente en aquella paradisíaca naturaleza donde todos los seres vivientes morían y volvían a renacer a través de otras generaciones que perpetuaban su especie. Sólo Adán nunca moría...
Adán hablaba con todo lo que encontraba en su caminar por el extenso Paraíso. Toda la naturaleza (montañas, ríos, árboles y animales) escuchaba atentamente a Adán, pero nadie podía hablar con él porque nadie tenía, salvo Adán, el don de la palabra.
Pero el momento más feliz de todos los días de Adán fue cuando conoció a una ave del paraíso que por las mañanas, cuando salía el sol, venía a visitarle. Con esta sencilla pero muy hermosa ave pasaba largas horas simplemente admirando su extraordinaria belleza y viéndola surcar todos los espacios aéreos.
Entre todo lo que formaba parte de la vida de Adán había una compañera muy especial: su propia Sombra. La Sombra de Adán era su eterna compañera. Visible a la luz del sol y de la luna, en las noches oscuras, cuando desaparecía la luz, la Sombra se refugiaba en el interior de Adán y éste entonces creó el monólogo. Como no podía dialogar con nadie, comenzó a comunicarse con su propia Sombra a través del monólogo interior. Era un diálogo entre el yo de Adán y el yo de su propia Sombra. Y Adán empezó a producir ideas, pensamientos y sentimientos; pero todo ello bajo la costumbre, la tradición, una fórmula primaria, un código estructural y una estricta regla que Adán se había impuesto a sí mismo. Esta autoregla consistía en que sólo él podía iniciar el monólogo-diálogo con su Sombra a través de preguntas y la Sombra sólo podía ir contestando a las preguntas que formulaba Adán. Asi Adán fue evolucionando desde ideas sencillas y pensamientos simples hasta ideas más complicadas y pensamientos más complejos.
Y Adán fue creando, con su propia Sombra, un macrocosmos de filosofía existencial... y Adán comenzo a ser analítico...
Una mañana Adán observó con más detenimiento a aquella ave que venía a visitarle todos los días. Y empezó a analizar la situación. Él era libre, el más libre de todos los seres del Paraíso, pero siempre estaba sujeto a la tierra. Ella, sin embargo, a pesar de que algún día tendría que morir, podía surcar libremente los espacios aéreos. Andaba por la tierra pero cuando lo deseaba se elevaba por los aires. Y Adán dudó de su libertad. No era tan libre como pensaba. Entonces comenzó a nacer un sentimiento que nunca antes habia experimentado: los celos. Tenía celos de la hermosa ave porque ella podía volar gracias a una libertad que él no poseía. En principio no fueron celos enfermizos, pero el carácter de Adán comenzó a cambiar por primera vez en su eterna existencia. Primero fue de una manera sutil, ligera, apenas perceptible; mas luego comenzó a ser más visible, más notable, más densa y más voluminosa... hasta que nació otro nuevo sentimiento: la envidia. Y por primera vez en su eterna existencia Adán emepezó a sentir un poco de infelicidad.
Adán comenzó a hacerse más serio, más introvertido, más circunspecto y ya muchas noches se olvidaba de dialogar con su propia Sombra. No tenía deseos de hablar. Poco a poco se acostumbró al silencio en las oscuras noches sin luz.
Fue en una noche de esta época en que la angustia comenzó a desarrollarse en el corazón de Adán cuando se desató una tan terrible tormenta que se convirtió en tempestad. Las nubes se estrellaban unas contra otras, rayos estrepitosos despedían relámpagos sobrecogedores que alumbraban tétricamente el paisaje. Los truenos retumbaban en los valles y las montañas. Adán, por primera vez en su eterna existencia, quedó sobrecogido y atemorizado. Y buscó, entonces, refugio en una umbrosa caverna. La noche descargó toda su furia en forma de diluvio torrencial y luego se volvió espectralmente oscura, profundamente oscura, hondamente oscura... y Adán, estremecido, se adentró hasta lo más recóndito de la oscura caverna y allí quedó totalmente desolado. La sombra, fiel y eterna compañera de Adán, se refugió en lo más íntimo y profundo del hombre. Se hundió en su corazón. Jamás Adán estuvo tan taciturno, inaccesible e inexpresivo.
Pero la Sombra tenía urgente necesidad de comunicarse a través del monólogo de Adán. Y la Sombra de Adán superó el miedo y rompió con la costumbre, con la tradición, con la fórmula primaria, con el código estructural y con aquella estricta regla que había sido autoimpuesta por el hombre. Y dispuesta decididamente a romper con todo ello para sacar a Adán de su mutismo, fue ella quien inició las preguntas en el monólogo-diálogo con su interlocutor:
- ¿Qué te sucede, Adán?.
- Tengo miedo. Por primera vez en mi eterna existencia conozco lo que es tener miedo.
- ¿Y qué clase de miedo es ese, Adán?.
- Algo que ha roto todos mis esquemas.
- ¿Puedo yo ayudarte a eliminar ese miedo, Adán?.
- Es inútil, Sombra. Esto es el final.
- ¿Pero no eres eterno, Adán?.
- Esa es mi tragedia. Saber que soy eterno y saber que voy a vivir eternamente con el miedo siempre dentro de mí.
- ¿Por qué tanto negativismo, Adán?.
- Porque desde esta noche sé que ya no sé quien, en verdad, soy.
- ¿Quieres saber quien, en verdad, eres, Adán?.
- No creo que tú, mi propia Sombra, puedas decirme a mí quien soy en realidad.
- Te equivocas, Adán. No existe ningun otro ser viviente como tú y por eso es tu propia Sombra la que, en verdad, puede ayudarte a saber quién verdaderamente eres..
- Antes estaba seguro de mí mismo, sabía interpretarme con exactitud. Ahora, quizás por los celos y la envidia, dudo ya de quien soy...
- La duda es las antesala del conocimiento, Adán...
- En mi caso la duda es el final del conocimiento, Sombra...
La Sombra quedó pensativa durante unos segundos antes de continuar:
- ¿De verdad quieres saber quién eres, Adán?.
- De verdad quiero saber quien soy.
- Para saber quien eres verdaderamente sólo tienes que darte la vuelta a tí mismo. Conocer la cara oculta de tí mismo.
- ¿Cómo me doy la vuelta a mí mismo?.
- Es fácil. Tu nombre es tu identidad visible. Dále la vuelta completa a tu nombre y sabrás quien eres en verdad.
Y entonces Adán perdió el miedo y recuperó toda su capacidad. Volvió a tener fe en sí mismo y comenzó a dar la vuelta a su nombre.
- Mi nombre es Adán.
- Dale la vuelta, Adán. Date la vuelta a tí mismo.
Y Adán dio la vuelta a su nombre y descubrió, por primera vez en su eterna existencia, que Adán era, verdaderamente, Nada.
Y Adán sintió una inmensa tristeza al saber que en el fondo era Nada. Y por primera vez en su eterna existencia sintió dolor, amargura, desolación. Por primera vez en su eterna existencia se sintió verdaderamente solo. Y lloró amargamente. Adán nunca había llorado. No sabía lo que eran las lágrimas. Pero, en aquella madrugada, cuando todavía no había cesado la tormenta ni el sol había aparecido sobre el Paraíso, conoció el lloro, las lágrimas recorriendo sus mejillas y el sabor salado de éstas al llegar a la comisura de sus labios. Lloró tan abundante y desconsoladamente que comenzó a sentirse más humano que nunca, algo así como si comenzara a dejar de ser eterno para empezar a ser simplemente tan mortal como el resto de los seres vivientes del Paraíso. Y amaneció. La tormenta ya había desaparecido y llegó la luz. El astro Sol ya estaba a punto de aparecer. Y la Sombra salió de lo profundo del corazón de Adán y, comenzando ambos a caminar, se extendió nuevamente sobre aquella tierra que tan atado tenia al propio Adán. Y Adán comenzó a hablar, por primera vez en su eterna existencia, con su Sombra a plena luz del día.
- Estoy solo, terriblemente solo, Sombra.
- Tienes razón, Adán. Estamos solos.
- ¿Y cómo podría yo superar esta soledad, Sombra?.
- ¿Cómo podríamos superar esta soledad, Adán?.
- ¿No se te ocurre nada?.
- Se me ocurre una sola cosa.
- ¿Cuál es esa cosa, Sombra?.
- Soñar. Podemos soñar.
- Pero yo sueño muchas veces y sigo estando solo.
- No me refiero a esa clase de sueño.
- ¿Hay otra clase de sueño?.
- Existe el sueño de la Esperanza.
- ¿Qué es eso de la Esperanza?.
- Soñemos juntos Adán, dos seres juntos soñando pueden descubrir mucho más que uno solo.
- Es cierto, Sombra. Soñemos. ¿De qué color soñaremos a la Esperanza, Sombra?
- Soñemos que es de color verde.
- Verde como la rama del olivo...
Guardaron unos segundos de silencio mientras seguían caminando hacia la laguna donde Adán era visitado, todos los días, por la ave del paraíso.
- Adán, ¿te has dado cuenta de que todo lo que existe, salvo nosotros, tiene su lado opuesto?.
- Es cierto. La noche se opone al día
- Y el fuego se opone al agua
- El sol se opone a la luna
- El frío se opone al calor.
- El verano se opone al invierno.
- La risa se opone al llanto...
Adán quedó un momento pensativo antes de continuar con su turno...
- La leona se opone al león...
- ¿Qué has dicho, Adán?.
- Que la leona se opone al león. Es igual pero distinta. Y todos los animales tienen compañía de otros animales iguales pero diferentes.
Un enigmático silencio envolvió a ambos. Su caminar se había detenido pues Adán ya se encontraba en la orilla de la resplandeciente laguna y la sombra de Adán, alargándose a causa del oleaje de las aguas de la laguna, comenzó crecer y crecer más allá de la verdadera estatura de Adán.
- !Díos mío, Sombra, qué sólo estoy!.
- ¿Cómo has dicho, Adán?.
- !Qué solo estoy!.
- No. Te pregunto como me has llamado.
- Sombra.
- Antes. Antes de llamarme Sombra.
- Dios mío... creo que he dicho Dios mío... pero no lo sé con exactitud.
Ambos volvieron a guardar silencio, hasta que la Sombra de Adán, rompió de nuevo con la costumbre, la tradición, la fórmula primaria, el código estructural y la estricta regla autoimpuesta por el hombre:
- Adán, qué es lo que más deseas...
- Escúchame bien, Sombra. Muchas veces acaricio al león, al tigre, al gato... acaricio al perro, al toro, al caballo... acaricio a cualquier animal que encuentro a mi paso, pero...
- Pero qué, Adán...
- Pero preferiría poder hablar con ellos. Dialogar de una manera diferente al monólogo conmigo mismo.
- Y qué más Adán. ¿Qué más deseas en el fondo de tu corazón?.
- En el fondo de mi corazón no acierto a saber que deseo hay.
- Haz un esfuerzo, Adán. en el fondo de tu corazón hay un deseo. Recuerda que yo he estado refugiada, esta noche, allí.
- Escucha, Sombra. El león tiene a su leona, el tigre a su tigresa, el gato a su gata... el perro tiene a su perra, el toro a su vaca, el caballo a su yegua... y todos y cada uno de los animales tiene, por compañera, a otro animal igual pero distinto. Cada animal, con su pareja se acaricia, se besa, hacen el amor, viven juntos y mueren... pero antes de morir engendran otra generación de descendientes que son iguales a ellos pero distintos... y así van perpetuando su especie.
- Pero tú eres muy feliz acariciando a cada animal.
- No del todo, Sombra. Cuando les acaricio siento una sensación muy agradable, pero noto que no es una sensación tan completa ni tan profunda como si pudiera acariciar a otro ser vivo igual a mí pero distinto; un ser vivo que hable igual que yo pero diferente; que piense conmigo pero de forma distinta; que produzca ideas, pensamientos y sentimientos igual que yo pero de otra manera. Que sea una persona opuesta a mí pero complementaria.
- Para eso estoy yo, Adán.
- Escucha, Sombra. Tú eres mi otro yo pero eres demasiado abstracto... y yo nocesito algo más concreto para sentirme verdaderamente complementado, verdaderamente realizado, verdaderamente humano...
- ¿Y cómo llamarías a esa compañera?.
- Puesto que soy hombre la llamaría hembra.
Y Adán comenzó de nuevo a sentirse triste porque comprendía que lo que pedía era un imposible. Pero se atrevió a sentenciar:
- Por ella sería capaz de renunciar a mi eternidad.
Y la sombra se estremeció profundamente al escuchar la solemne declaración de renuncia hecha por Adán. Cesó entonces el oleaje de las aguas de la laguna y ésta quedó apacible y serena, mientras la Sombra comenzó a contraerse hasta alcanzar, de nuevo, la misma estatura real que la de Adán.
- Yo sólo soy tu Sombra, Adán, y por eso puedo decirte que lo que deseas no puede ser real pero te queda la Imaginación para hacerlo verdadero.
- ¿La Imaginación?. ¿Qué es la Imaginación?.
- El más grande y hermoso de los sueños.
- ¿De qué me serviría la Imaginación si no es capaz de hacer real a mi hembra?.
- Ten Esperanza, Adán. La Imaginación no puede hacer real a tu hembra, pero puede hacerla verdadera. Lo que se desea simplemente hablando por la boca es siempre una mentira, pero lo que se imagina hablando con el corazón siempre es una verdad.
- Entonces... ¿quieres que imagine a mi hembra?.
- Sí Adán. Imagínala con todos tus ocho sentidos: vista, oído, tacto, olfato, sabor, intuición, equilibrio y orientación. Recuerda que no la harás real pero la harás verdadera.
Adán comenzó a imaginarla. La imaginó hermosa y bella. igual que él pero distinta, capaz de hablar como él, pero diferente; creadora de ideas, pensamientos y sentimientos como él pero de otra manera. Opuesta a él pero complementaria.
- ¿Has terminado ya, Adán?.
- Si. Ya he terminado.
- Cuéntame cómo es tu hembra.
Y Adán le detalló a su propia Sombra todo el contorno físico de su hembra imaginada y le contó que era capaz de producir ideas, pensamientos y sentimientos iguales a los de él pero diferentes.
- Has creado algo hermoso, Adán, porque no es una mentira nacida de la boca, sino una verdad imaginada con el corazón y nacida del alma.
- ¿Qué has dicho?.
- Una verdad. Algo que yo no puedo definir con exactitud pero que está presente en todo lo que te rodea.
- No me refiero a la verdad. Me refiero a la otra palabra que acabas de inventar, Sombra.
- ¿Alma?. ¿Te refieres a la palabra alma?.
- Sí. Es nueva para mí. ¿Qué significa?.
- Tampoco sé definirla con exactitud. Sólo se que la puedo sentir a través de la Esperanza.
- Pero, Sombra... tampoco sabemos, en verdad, qué es la Esperanza.
- Te autoengañas, Adán. Eso si lo sabemos. Es cierto que la Esperanza es lo último que se pierde pero, sobre todo, es lo primero que se conquista. Así que conquista a la Esperanza para conquistar a tu hembra y no la pierdas nunca...
En esos momentos surgió el sol tras las montañas. Era un sol majestuosamente anaranjado que se iba, poco a poco, conviritiendo en amarillento. Y apareció, entonces, la ave del paraíso que, sobrevolando ligera y grácil por encima de Adán se posó, suavemente, sobre la verda rama de un verde olivo. Estaba más bella y hermosa que nunca y Adán la observó totalmente ensimismado. Y observó el verde de la rama y el verde del olivo... y pensó en el verde de la Esperanza.
- !Buenos días, Ave!. Hoy estás más bella y hermosa qe nunca y por eso es por lo que me atrevo a confesarte que tengo celos de tu belleza y tengo envidia de tu libertad. Eres capaz de estar sobre la tierra y luego, cuando libremente lo decides, puedes volar por los espacios aéreos. Yo , sin embargo, estoy eternamente atado a la tierra. Eres frágil y ligera, suave, sensible, cariñosa... pero sobre todo quiero decirte que pronto encontrarás a otro ave igual que tú pero distinto, y te acaraciarás con él y te irás con él olvidándote de mí. Viviréis juntos y moriréis pero antes de morir habrèis procreado otra generación de aves que perpeturán vuestra especie. Te irás y yo quedaré solo. Eternamente solo.
Y Adán se atrevió a detallar a la ave todo el contorno físico de su imaginada hembra, que podía producir ideas, pensamientos y sentimientos iguales a los de él pero distintos. Y Adán comenzó a llorar más desconsoladamente que nunca. El llanto de Adán era mucho más profundo que el de la noche anterior. El llanto de Adán era verdaderamente hondo y verdaderamente real.
Aquella ave amaba profundamente a Adán y al verle llorar tan verdadera y hondamente sintió en su interior la enorme soledad del hombre y sufrió al sentir esta eterna soledad.
- Yo sin ella no soy Adán sino Nada, Ave, Nada soy. Yo por ella, Ave, sería capaz de renunciar a mi eternidad.
La ave del paraíso se estremeció al escuchar tan profunda y sincera confesión humana. Y, sin poder soportar más contemplar y sentir el llanto y el dolor de aquel Adán al que amaba tanto, aquel que en verdad era Nada, remontó el vuelo, cruzó la laguna y marchó a un lejano encinar. Allí comenzó a pensar en el verbo creador del hombre y comenzó a imaginar la hembra que con tanto detalle le había descrito Adán. Imaginó tan proundamente que su imaginación se convirtió en palabras:
- Yo soy Ave pero por Adán sería capaz de renunciar a mi libertad.
Era tan profunda y sincera la frase humanizada de la ave que, de repente, un rayo de sol más amarillento que los demás bajó desde el cielo y se hundió en el interior de la ave hasta penetrar en su corazón. Y el nombre de la ave se dió la vuelta y la Ave se convirtió en Eva.
Llegó el anochecer. La luna brillaba en el cielo y se reflejaba en las remansadas aguas de la laguna. Adán y su Sombra habían permanecido durante todo el día allí, quietos y pensativos frente a las aguas de la laguna. Y Adán seguía pensativo hasta que sintió y vio una mano humana sobre su hombro. Igual que la de él pero distinta. Se volvió lentamente y allí estaba ella. Su hembra.
- Hola Adán, yo me llamo Eva.
Adán quedó profundamente enamorado de Eva. La besó en los labios y, unidos de las manos, se dirigieron hacia el extremo del Paraíso. Y Adán y Eva, en compañía de sus respectivas sombras, abandonaron el Paraíso Terrenal porque Adán había renunciado a la eternidad por ella y ella, por Adán, había renunciado a la libertad. Y se fueron a otro lugar de la Tierra sabiendo que se acariciarían, se besarían, harían el amor conjuntamente, vivirían y morirían... pero antes de morir habrían procreado una infinita serie de futuras generaciones de seres humanos como ellos pero distintos, iguales que ellos pero diferentes, que producirían ideas, pensamientos y sentimientos como los de ellos pero de otras maneras y a los cuales les habían cedido y transmitido la Eternidad y la Libertad a la que ellos habían renunciado por amor. Y sabiendo que, a partir de entonces, tendrían que poner nuevos nombres a todas las cosas y animales de la Tierra y que tendrían que escribir una nueva Historia. Y a todas esas infinitas generaciones, las que obtuvieron su Eternidad y su Libertad, la llamaron Humanidad.
¿Qué sacamos como conclusión de este hermoso cuento de ficción que trata de una realidad subyaciente en el ser humano desde la aparición sobre la Tierra?. Sobre todo una que tiene mucha relación con lo que queremos definir. Que sí. Que la familia humana se inició cuando un varón (y digo varón) se unió a una hembra (y digo mujer). En ese mismo momento Dios dio el visto bueno para que se forjara la Humanidad a través de las familias. Por eso el libro "La muerte de la familia" (de David Cooper) es lamentable que haya sido publicado debido a las desastrosas consecuencias que ha tenido en la historia de los hombres y las mujeres. Revisando el texto del cuento, al final está la respuesta. En efecto, cuando Nada se convirtió en Adán la realidad es que apareció el Hombre... y cuando Ave se convirtió en Eva la realidad es que apareció la Mujer.
Así que para definir el concepto familia podríamos decirlo de la siguiente manera: "Se forma una familia cuando un hombre solo y una sola mujer se unen en matrimonio con un proyecto en común". Esto quiere decir que todas esas otras uniones que no son entre un hombre y una mujer no son familia y, es más, tampoco son familia la unión de un hombre y una mujer cuando no tienen ningún proyecto en común (que también existe ese tipo de uniones basadas exclusivamente en gozar del sexo). El sexo, y ya hablaremos de ello, es una parte alícuota, nada más, de un proyecto mucho más amplio y generoso que es vivir conjuntamente un hombre solo con una sola mujer; así que aquellos que tienen varias esposas en realidad no tienen ni una sola familia (y lo mismo digo de las que tienen varios esposos si es que en algún lugar de la Tierra sucede esto).
¿Y cuál es ese proyecto en común?. La respuesta es el siguiente punto del presente capítulo.
5.2.- La propuesta compartida.
Todo matrimonio hombre/mujer debe de tener, obligatoriamente, una propuesta compartida para llevar a cabo un proyecto común basado en la perfecta armonía de una buena comunicación interpersonal entre ambas partes. Si una de las partes no está de acuerdo no se debe forzar a que cumpla obligatoriamente con nuestro deseo y es mejor que se deshaga antes de que vengan los hijos, pues en ese momento ya la cuestión se complica demasiado; como ocurre con muchos hombres y mujeres que no se plantearon seriamente esta cuestión. Aquí viene muy a tiempo la famosa frase de Eugenio D'ors ("Todo lo que no se comprende, se envenena"). Yo estoy de acuerdo con dicha frase y aún diría algo más; por ejemplo, que todo lo que se envena trae, a la larga la muerte. Así que antes de casarse hay que saber, con total exactitud, que tanto el proyecto de él como el proyecto de ella, coinciden en los mismos puntos de vista. Por eso es mejor tratar dichos puntos de vista antes de celebrar el matrimonio para saber si la otra parte está totalmente de acuerdo con el mismo proyecto que tenemos. Si los dos (él y ella) de manera conjunta se prometen y se juran fidelidad en el cumplimiento de dicho proyecto común, entonces el matrimonio es un éxito; pero si hay algo importante que no se entiende de la misma manera es que ese matrimonio no es conveniente alargarlo por más tiempo ya que la presencia de hijos traen graves preocupaciones toda la vida y eso es vivir en una zozobra continua que es mucho peor que separarse definitivamente; es decir, divorciarse antes de envenarnos la vida.
¿Cómo podemos establecer, de antemano, este proyecto común para no equivocarnos?. He encontrado el siguiente texto en Internet, que es verdaderamente completo.
"Elaboremos nuestro proyecto de vida. ¿Por qué principios nos vamos a orientar?. Entendemos por principios el conjunto de normas éticas objetivas que ordenan la convivencia. Sobre la base de principios aceptados por ambos es posible tener confianza mutua y vivir en paz. Si no se respetan estos principios aceptados por ambos, a la larga la convivencia se hace caótica. Por ejemplo:
Respeto: No nos gusta agredirnos mutuamente ni de palabra ni físicamente.
Veracidad: Nunca nos engañaremos. Trataremos de decirnos la verdad, aunque sea
dolorosa.
Fidelidad: Mantendremos la mutua fidelidad, respetando la exclusividad de nuestro
amor.
Lealtad: Nunca comentaremos hacia fuera las debilidades y errores del otro.
Privacidad: Cuidaremos de conservar nuestra intimidad sin dejar que otras personas se
interioricen de lo que es sólo nuestro.
¿Qué metas nos pondremos?. Antes de tomar los acuerdos de nuestro proyecto, conviene que dejemos volar libremente la imaginación, para permitir que afloren los anhelos profundos del alma que tenemos con relación a nuestra vida en común.
Intercambiaremos sobre cómo nos gustaría que fuera nuestra vida conyugal y la familia que vamos a formar. ¿Cómo nos gustaría que fuera nuestro hogar? ¿Cómo quisiéramos que fuera el ambiente que reine en él?. ¿Cómo quisiéramos que fueran nuestras relaciones mutuas?. ¿Cuántos hijos quisiéramos tener?. ¿Cómo quisiéramos educarlos?. ¿Cómo quisiéramos que fueran nuestras relaciones con los parientes, amigos, etcétera?. ¿Cómo queremos vivir nuestra fe?. ¿Cómo podríamos simbolizar nuestro matrimonio?. ¿Qué acuerdos queremos tomar?.
Después de soñar un poco, conviene aterrizar para construir juntos el futuro. Con el término "acuerdos" nos referimos a un cierto "rayado de cancha" práctico por el que los novios se ponen de acuerdo como personas adultas en temas contingentes. Por ejemplo: cultivo de amistades, visitas a las familias de origen, administración de los bienes, decisiones prácticas, formas de vida religiosa, etcétera.
Nuestra vida intima: ¿Cómo queremos cultivar nuestra vida afectiva y sexual?. ¿Caricias, regalos, delicadeza, agradecimiento, servicios, etcétera?. ¿Cómo vamos a regular la fertilidad?. ¿Conocemos los métodos que nos propone la Iglesia?. ¿Estamos de acuerdo en los principios básicos de la Iglesia para esta regulación?. ¿Necesitamos más información?. ¿Cómo vamos a educar a nuestros hijos?. ¿Qué vamos a hacer si Dios no nos regala hijos?. ¿Vamos a adoptar?. ¿Cómo vamos a administrar los bienes económicos?. ¿Vamos a ceñirnos a un presupuesto familiar?. ¿Cómo tomaremos las decisiones en ese campo?. ¿Cómo vamos a compartir las responsabilidades y tareas propias del hogar?. ¿Qué fiestas vamos a celebrar y cómo nos gustaría hacerlo?. ¿Cómo vamos a solucionar nuestros conflictos?. ¿Cómo enfrentaremos nuestras divergencias en la manera de pensar, sentir y actuar en el plano político, religioso, cultural o social?. ¿Qué importancia le vamos a dar al perdón, a la sinceridad?. ¿De qué manera compartiremos los diversos aspectos de nuestra vida, por ejemplo nuestros problemas y sentimientos?. ¿Cómo vamos a tomar las decisiones que atañen al hogar o a la familia?. En caso de desacuerdo de un punto determinado, ¿quién de los dos tendrá la última palabra y en qué materias?. ¿Qué rasgos quisiéramos acentuar en nuestro estilo de vida común, por ejemplo: sencillez, orden, etcétera?. ¿Dónde y cómo aspiramos a vivir?. ¿Nos interesa tener casa propia? ¿Qué tipo de casa nos gustaría tener?. ¿En qué ambiente nos gustaría vivir?. ¿Cómo nos gustaría que fuera nuestro tiempo de descanso?. ¿Cómo nos entretendremos?. ¿Cómo nos gustaría que fuesen nuestras vacaciones?. ¿Cómo queremos que sean nuestras expresiones comunes de vida religiosa?. ¿Vamos a ir a misa juntos, vamos a rezar antes de las comidas y antes de dormir, etcétera?. ¿Cómo queremos que sea nuestra participación en la Iglesia?. ¿Queremos integrarnos a la parroquia o a un movimiento?. ¿Vamos a colocar imágenes religiosas en casa?
Nuestra vida laboral: ¿Vamos a trabajar ambos?. ¿Cuánto tiempo le dedicaremos al trabajo?. Cuáles serán nuestras prioridades con respecto al trabajo remunerado, el cultivo del hogar, la educación de los hijos y el tiempo para nosotros.

Nuestra vida social: ¿Cómo vamos a manejar nuestras relaciones sociales?. ¿Qué criterios vamos a utilizar para seleccionar a nuestros amigos?. ¿Qué acuerdos tomaremos para invitar gente a nuestra casa?. ¿Cuál va a ser nuestra relación con nuestras familias de origen?. ¿Cómo aseguraremos nuestra autonomía?. ¿Qué resguardos tomaremos?
Bajo el término "resguardos" entenderemos puntos básicos que se adoptan como compromisos para garantizar aspectos esenciales de la vida en común: por ejemplo el diálogo es el seguro para alimentar el amor, la oración es el seguro para conservar la fe, la sinceridad es el seguro para conservar la confianza, etcétera.
Amor conyugal y comunión de vida: ¿Cómo asegurar el diálogo como alimento de nuestro amor?. ¿Cómo resguardaremos su calidad y frecuencia?
Vida espiritual: ¿Cómo asegurar nuestra vida espiritual, la oración y la Santa Misa?
Confianza mutua: ¿Cómo asegurar confianza mutua?. ¿Cómo proteger la fidelidad?
Respeto Mutuo: ¿Cómo resguardar la privacidad de nuestro hogar?. ¿Qué entendemos por resguardar la privacidad de nuestro hogar?. ¿Qué acuerdos tomar con relación a nuestros familiares y amigos?.
Respeto mutuo: ¿Cómo asegurar el respeto mutuo en todas las circunstancias de nuestra vida?. ¿Qué limites pondremos?
Es bueno que todos los acuerdos y seguros que decidan asumir los escriban y los guarden".
Todo lo anterior conforma un amplísimo test que hay que plantearse y saberlo responder bien no sólo con arreglo a nosotros mismos sino teniendo muy en cuenta, también, las respuestas que tiene la otra parte de la pareja. Si la totalidad de las respuestas, o la mayoría absoluta de todas ellas, son coincidentes es que el futuro matrimonio está preparado para triunfar porque coincidimos en cómo debemos llevar a cabo los fundamentos básicos y primordiales de nuestro proyecto común. Sin embargo, si en la mayoría de las respuestas no coindimos o no coindimos en las respuestas más fundamentales (y estas deben ser según los criterios propios de cada pareja) es mejor no celebrar matrimonio con esa persona y esperar a conocer a otra mujer (si eres hombre) o a otro hombre (si eres mujer).
Tiempo tenemos de sobra para poder conocernos (insisto en para algunas parejas basta y sobra con pocos días o meses porque han encontrado a la mujer u hombre con quien se había soñado incluso desde la infancia... mientras que para otros es necesario que pasen muchos meses o incluso años para descubrir al final si es conveniente o no es conveniente casarse con ese homnbre o esa mujer). En este punto voy a dar una clave muy importante: si el tiempo que tardas en que la otra parte (novio o novia) coincida con nosotros es demasiado largo entonces tienes muchas posibilidades de que si te casas con él o con ella va a ser un fracaso. Por una simple razón: si tanto tardas en entenderte con él o con ella es porque es demasiado difícil entenderte con él o con ella y seguramente nunca podréis vivir un pleno proyecto común; ya que, aunque algunos se mientan a sí mismos o a sí mismas diciendo que el tiempo hará que dicho proyecto común sea pleno, eso es falso. El verdadero amor es espontáneo. Recordad, de nuevo, mi famosa frase que dice: "El compañerismo se busca, la amistad se encuentra y el amor nos sorprende, pero ninguna de estas tres cosas se debe mendigar". Si lo que buscas es amor verdadero (amor noble y no amor libre) entonces eres consciente de que si una mujer o un hombre no te ha sorprendido al conocerle o conocerla es señal de que no es amor verdadero sino un amor de conveniencia por intereses de algún tipo más o menos oculto. La magia del verdadero amor reside en esa sorpresa... en la sorpresa que te llevas, de manera espontánea, al conocerle o conocerla. Si esa sorpresa mágica e imposible de definir no existe es señal de que no va a ser un buen matrimonio a la larga. En caso de que no exista esa magia inexplicable es posible que a corto plazo funcione bien el matrimonio pero a medio plazo o a largo plazo se vendrá abajo más rápido de lo que crees. El matrimonio es un proyecto de vida común entre un hombre y una mujer establecido por amor y con unas reglas de juego que marca la propia naturaleza.
Como estamos hablando de una comunicación interpersonal he aquí 6 buenas claves que se preguntan y se responden Cristina Arruti de Alais y María Dolores Dimier de Vicente y que pueden ser buenas, quizás, para tenerlas en cuenta:
Comienzan, antes de ello, por presentarnos unas frases que pueden ser convenientes pensar sobre ellas: "Cuando te pido que me escuches y comienzas a darme consejos, no me estás dando lo que te pido»; «Cuando te pido que me escuches y comienzas a decirme que no tendría que sentirme así, estás ahogando mis sentimientos»; «Cuando te pido que me escuches y tú sientes que tienes que hacer algo por mí para solucionar mi problema, me fallas. Aunque te parezca extraño». La comunicación es el vínculo entre todo lo creado: el puente que transporta ideas y mensajes a través de los ríos del silencio. Cuando una pareja decide casarse aspira a ser feliz, a tener proyectos en común que suponen una convivencia y una comunicación permanente. La relación amorosa hace posible una comunicación de nivel profundo con el otro. El amor que cada uno se manifieste permite darse, entregarse y ser conocido por el otro. Cuando hay conocimiento y aceptación se llega a la comprensión mutua, que será la ayuda que les permita superar los altibajos que puedan darse en la afectividad de los cónyuges. No significa compartirlo todo sino lo que es común a ambos: aquel proyecto que reúne las necesidades, intereses, criterios y aspiraciones mutuas".
Y he aquí las 6 claves que antes cité:
1º Clave para una Mejor Comunicación en el Matrimonio: "Nuestro amor puede durar para siempre; será posible si así lo queremos los dos". Es necesario tener una misma forma de concebir la relación, una misma aspiración hacia donde se quiera llegar, con las diferencias lógicas que existen entre dos personas distintas. Teniendo objetivos claros es más fácil caminar en la misma dirección, más aún si han sido ideados desde el noviazgo. Tener un proyecto en común implica tener "cosas en común": sentimientos, afectos, un hogar, hijos y una vida íntima. Conversar sobre estos temas permitirá a los esposos buscar momentos de encuentro para acercarse y evaluar si las cosas van saliendo como las planificaron. Modificando aquellas que no resultaron como lo esperado o que hayan debido adaptarse a las circunstancias de la vida. Los valores compartidos y vividos en forma íntima y personal comprometerán al matrimonio y podrán superar con cierta facilidad las dificultades que se presenten por más ambicioso que sea el proyecto. Partiendo de aquello que los ilusionaba cuando eran novios y poniendo la mirada en lo que aspiran alcanzar, hay un trayecto que tienen que recorrer, aferrándose de aquello que los une (más que en lo que los separa), disfrutando y pasándola bien, realizando actividades compartidas y creando buenos recuerdos.
2º Clave para una Mejor Comunicación en el Matrimonio: "El que no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación". Saber escuchar es comprender lo que el otro dice. Recibir el mensaje más allá de las palabras. La base de la escucha es enfocarse en la empatía: ese deseo profundo y sincero de querer entender al otro tanto intelectual como emocionalmente. Escuchar para contestar es enfocarse en lo que uno quiere decir, sin comprender realmente lo que el otro quiere transmitir. De esta manera estaremos evaluando, aconsejando, aprobando desde nuestro punto de vista, pero no escuchando. En la relación matrimonial por ser una relación unida en el amor, no podemos limitarla a la negociación sino que implica y compromete a la búsqueda de lo que es bueno para el otro. Una perfecta combinación de confianza y cooperación. No hay que confundir empatía con simpatía porque se pierde la visión objetiva, despojada de sentimientos personales. El núcleo de la empatía es entender como el cónyuge ve la situación, como se siente, buscando la esencia de lo que trata de decir. No es imitar, ni resumir, ni ser un espejo de lo que nos está
transmitiendo. Escuchar empáticamente exige muchas veces escuchar en silencio, dando signos concretos: mirada atenta, gestos y postura corporal.
3º Clave para una Mejor Comunicación en el Matrimonio: "El oficio de pelearse y la maestría de hacer las paces". A todos nos educaron en el concepto de que cuando se ha actuado mal, hay que disculparse y hacerse responsable del error, sin embargo, en la vida diaria, es más fácil "de decir que de hacer". El proceso de pedir, aceptar o rechazar disculpas no es un acto mágico ni espontáneo. Un enojo oculto podría erosionar nuestra relación afectiva. Por eso más allá de lo que indique la formalidad, solamente este proceso será efectivo y duradero cuando es profundamente sincero y no como una simple apariencia de "que ya está todo bien". Como el amor es un don, el perdón también lo es. No se ama al otro por su imagen perfecta o su conducta intachable, se ama a pesar de todo ello. Lo mismo ocurre con el perdón: se perdona a pesar de su imperfección. Si se condicionara el amor o el perdón no sería verdadero. A perdonar y a pedir perdón se aprende porque cuesta esfuerzo, implica enfrentar el dolor causado, reconocer las heridas, valorar lo que se ha perdido y aceptar o donar el perdón al otro.
4º Clave para una Mejor Comunicación en el Matrimonio: "Comenzar y recomenzar con ilusión nueva". No es la pobreza o la enfermedad la causa principal de conflictos dentro de la pareja, sino que lo son las dificultades en la comunicación. El diálogo permite a los esposos conocerse bien y aceptarse como son. Aceptarse no es cerrar los ojos a la realidad, ni negarla, sino que significa comprenderse y dar el tiempo necesario para allanar diferencias. El diálogo sirve para comunicarse y no para humillar o avergonzar. Disipa dudas, repara heridas, aclara situaciones confusas y permite evitar crisis dolorosas encontrando entre ambos la solución apropiada. Dialogar significa manifestar sentimientos e ideas, pero también reflexiones diferentes que pese a las discrepancias permita hallar juntos una mejor respuesta para rediseñar un mejor proyecto. Cuando las parejas no están de acuerdo, sus diferencias pueden transformarse en discusiones. En la mayoría de los casos se comienza discutiendo por algo e inmediatamente agudiza la situación la forma en que se lo hace. Porque a mayor intimidad en la relación, es más difícil escuchar objetivamente su punto de vista, sin tener una reacción afectiva. Si bien la comunicación es el elemento más constructivo de la relación conyugal, las discusiones podrían ser el elemento más destructivo. Una discusión no tendría por qué lastimar. Se puede ser abierto, sincero y expresar sentimientos negativos sin agredir ni pelear. En realidad no es lo que se dice lo que lastima sino cómo se lo dice. Aún cuando se puede persistir obstinadamente en una discusión, la única salida sería ampliar el punto de vista de uno a fin de integrar el punto de vista del otro, buscando ponerse de acuerdo. Se pueden tomar distintas posturas ante los conflictos. El cónyuge se puede sentir ofendido o lastimado. El que está lastimado se encuentra abierto a la reparación, mientras que el ofendido elige actuar desde la herida abierta: contestando igual, quejándose a los otros o juzgando al que cometió la ofensa.
5º Clave para una Mejor Comunicación en el Matrimonio: "Complementarse tomando lo positivo de cada uno". Muchas veces ocurre que los conflictos más importantes se dan porque se desconocen las diferencias que existen entre el hombre y la mujer. La consecuencia de dicho desconocimiento es la falta de comprensión, ya que cada uno pretende que el otro reaccione según su sentir o pensar. Cuando se aceptan las diferencias es posible no solo evitar discusiones inútiles sino también darle al otro todo aquello que necesita apoyándose en una mejor comunicación. Las diferencias entre ambos sexos no son sólo físicas, aunque éstas sean las más evidentes. El cuerpo del hombre posee una fuerza mayor que lo hace sentir "protector". Como posee una sobrecarga de vitalidad necesita desplegar más energía, lo que lo lleva a realizar deportes u otras destrezas que requieran esfuerzo físico. La mujer, en cambio, es delicada en lo corporal y en lo psíquico, lo que refleja variaciones de humor, a veces en un mismo día. Otras características propias de la mujer son: la intuición que la lleva a pensar, reflexionar y razonar con el corazón, evaluando cada acto en relación con las circunstancias. Por su sensibilidad necesita ser comprendida, le gusta que su marido "adivine lo que le ocurre o lo que piensa" y se siente mortificada si ocurre lo contrario. Rinde culto a los detalles, para ella nada es superfluo, todo es importante. Su fértil imaginación es uno de los mayores peligros que la distancian de la realidad, ya que al ser fantasiosa puede perder objetividad en cuanto a hechos o cosas se refiere. El razonamiento del hombre, es bien diferente, se preocupa más por la síntesis que por el análisis y deja de lado la sensibilidad por sobre el poder, la eficacia y la búsqueda por alcanzar objetivos. Si bien no es desapegado ni indiferente, es ciego para los pequeños detalles que tanto agradan a la mujer. Y su imaginación es una de sus potencias más perezosas. Dadas estas características es normal pensar que resolverán problemas, enfrentarán el estrés o se comunicarán de forma diferente. Hemos visto que sus necesidades y motivaciones son distintas, pero debe verse en ellas una forma de complementarse y afianzarse, con humor, optimismo, alegría y paciencia, sino la vida sería muy aburrida.
6º Clave para una Mejor Comunicación en el Matrimonio: "Los dos necesitamos estar más tranquilos para conversar". La vida cotidiana nos abruma con su ritmo desenfrenado, corridas, idas y venidas, situaciones de estrés que agobian y alteran los nervios. Problemas que hay que resolver con urgencia y no permiten encontrar paz ni en el hogar ni en el trabajo. En estas condiciones es imposible establecer un diálogo constructivo entre los esposos. Por eso es importante saber crear espacios de intimidad y tranquilidad en donde cada uno pueda manifestarse y dedicarse al otro.
Buscar un tiempo especial para disfrutar de la compañía del otro, con alegría, buen humor, restando dramatismo a las vicisitudes que acompañan el día a día. Utilizar la imaginación para crear situaciones nuevas de encuentro, así la rutina no empañará el deseo de comunicarse, acercarse, tender al otro para hacer más feliz la vida en común. Finalmente tener en cuenta que sobre la base de una comunicación afectiva, se edifica la armoniosa convivencia matrimonial. Es "el querer y el sentirse querido", sea en forma del enamoramiento apasionado de los años jóvenes, del cariño tranquilo de la madurez de la vida, o en la serenidad y comprensión amorosa del atardecer. Cuando los valores del cónyuge, una vida compartida, las comunes vivencias del día a día (hogar, hijos, acontecimientos felices o adversos) habrán ido transformando la pasión de los primeros tiempos en un amor profundo que se vive y respira, aunque no siempre se exprese en palabras".
Yo cierro este punto con la siguiente reflexión ya publicada por mí en vorem.com: En la puerta del castillo donde vivo yo veo la vida entrar para no salir. Ella se queda conmigo mirando eternamente el horizonte. Ambos sabemos la mitad de lo que debemos saber pero juntos podemos sabernos completos del todo. Ese es el misterio de esto que algunos rechazan: el matrimonio fiel, el matrimonio sin engaños, el matrimonio de vivir una vida tan completa que se me eterniza en sus miradas y se hace infinita con mis caricias. Quizás a muchos le suene a discurso y, sin embargo, no es ningún discurso sino una sencilla reflexión de lo que es el amor.
Mi último consejo es: si la amas no la destruyas sino, todo lo contrario, construye una fantasía para ella que se convierta en un milagro verdadero.
5.3.- Un proyecto para asumir.
Quienes contraen matrimonio, ¿están realmente preparados para ello?. Muchos lo hacen sin haberse planteado, anteriormente, un proyecto de carácter común que es obligatorio asumir para que dicho matrimonio hombre/mujer funcione correctamente. En este tema ni existe la relatividad ni existe la permisividad; entendida la relatividad como lo que no es absoluto, que es en poca cantidad y poca intensidad y que es discutible y susceptible de ser cambiado; y entendida la permisividad como que permite cambiar o consiente cambiar de pareja. No. Absolutametne negativo. El verdadero matrimonio de hombre/mujer que dura todo el tiempo (ya sea hasta la Eternidad para los creyentes y hasta que la muerte los separe para los no creyentes) para que tenga una vida feliz en común (tanto para él como para ella) es un absoluto categórico (y ahora entro a detallar lo que es absoluto categórico) y además no admite ningún cambio o intercambio de parejas ni consiente que nadie ofrezca cambiar a tu esposa (si eres hombre) o a tu esposo (si eres mujer) por otra o por otro.
Pues bien, el absoluto categórico, siguiendo con Wikipedia de Internet, en lenguaje coloquial parecería estar relacionado con categoría entendida ésta como grado de jerarquía social que ocupa una determinada persona o cargo institucional, generalmente relacionada con el ejercicio del poder en todos sus campos; o nivel de importancia de cualquier cosa respecto a las demás. Fijémonos por lo tanto en esta última asertación. En efecto, para que un matrimonio hombre/mujer sea perfecto hay que enfrentarlo y vivirlo con el suficiente nivel de importancia para que sea el asunto más serio, y al mismo tiempo divertido, de nuestras existencias.
El reto para asumir tiene que ser un fundamento de preguntas y respuestas que vayan en ambos sentidos: de él a ella y de ella a él (lo que en comunicación social conocemos como "feed back" y en la comunicación interpersonal conocemos como "de ti para mí y de mí para ti"). Entonces, pensando un poco sobre el asunto, lo que es necesario para que el matirmonio hombre/mujer sea completo es ser integral tanto él como ella. Amanda Garzón, trabajadora social universitaria, expone lo siguiente: "Cuando se vivie un proceso de noviazgo atravesado por el enamoramineto, la atracción mutua, el querer compartirlo todocon ese ser a quien se ama, muchos consideran que, como le scuesta mucho hablar, al final llega el matrimonio y, "per se", son felices para siemrpe.... Si bien es cierto que la relación matrimonial vive distintas etapas, cada una con uss propias características y retos para resolver, la inquietud tanto de hombres como de mujeres, especialmente cunado se la compara con el tipo de relación que llevaban durante el tiempo de noviazgo y las distintas expectativas de llegar a dicha unión es ¿cómo mantener el matrimonio?. En primera instancia es necesario clarificar que el matrimonio horizontal, es una acto de constancia, de elección duiria, porque es una opción de vida, unad decisión dentro del proyectyo de vida deamabas personas: se opta por unirse a través de un rito religioso o por una unión libre (de esto último hablaré yo después). El matrimonio es mucho más que el ritual de unión entre dos personas que se aman. Es el inicio de un nuevo camino, es una nueva etapa en la vida de ambos en pareja, basado en sentimientos mutuos de amor. Siednop una elección y opción de vida, se considera que para que funcione yse mantenga es necesario conservar en la memoria ese momento inolvidabel en que se aceptaron en unión eterna, amorosa romnánticamente hablando, de dos corazones que se conviertieron en uno solo.Es crearlo, decidir elegir a la misma pareja todos los días; es importante alimentarlo, abonarlom aprotando lo mejor de cada unopara lograr los objetivos mutuos. Se debe querer para el otro lo que se desea para sí mismo, se dee estar dispuesto a dar y recibir las distintias muestras de amor; vivir la exclusividad en pareja, el reespeto, el interés por el otro o la otra, la empatía, el afianzamineto de la comunicación interpersonal. Está última se convierte en la base primoridal entre los cónyuges, en la medida que su fortaleza la comunicación interpersonal consolida la relación matrimonial. El amor genuino dentro del matrimonio es más que sentir, es practicarlo como un deporte.Es ensayarlo como un instrumento musical. Es mantenerlo como mantienes tu estado f´siico, yse cultiva como si fuera un jardín, Es importante tener claro que la resposnabilidad de que el matrionio funcione bien es exclusiamente de la apreja. Es una decisión de ambos el aportar para que el proyecto de vida com pareja siga adelante. Entre los dos se deben mantener viva y potente la llama del amor, de forma que cada acto de amor, cada recuerdo, se convierta en un trozo de carbón que la mantiene viva a dicha unión,
Ahora voy a explicar cómo se debe contestar a dos preguntas si queremos mantener un matrimonio que nos dure hasta siempre. Vayamos por partes. ¿Cómo nos gustaría que fuera nuestro hogar? y ¿Cómo quisiéramos que fuera el ambiente que reine en él?.
¿Cómo nos gustaría que fuera nuestro hogar?. Es muy sencillo de contestar si la amas a ella de verdad y ella te ama de verdad a ti. El hogar que nos gustaría fundar, en este caso, es aquel que nos una con total intensidad en los momentos privados y en los momentos sociales que llevemos a cabo en nuestro hogar. Ese hogar, para demostrar que somos felices, debe ser "abierto" a las personas que quieran compartir con nosotros un poco de felicicad. Esto no quiere decir, ni mucho menos sino todo lo contrario, dejar que otro u otra gocen sentimentalmente y/o sexualkmente con la otra parte de nuestra pareja sino que estamos "abiertos" solamente para ayudar a otros y otras, para comunicarnos ideas y pensamientos con unos u otras pero nunca para compartir nuestros sentimientos profundos con otros ni otras si no decirles a otros y otras cómo deben ser los verdaderos sentimientos. No es necesario practicar ciertas cosas para saber qué cosas son. Ya hablaremos con más detenimiento sobre esto. El asunto es que deseamos, cuando somos felices en el matrimonio, que nuestro hogar sea un remanso de paz y para ello es necesario evitar que vengan a visitarnos los envidiosos y las envidiosas que sólo buscan destruir nuestro lazo comunitario. Es necesario, por tanto, saber elegir bien a quien o a quienes se invita a nuestro hogar porque nuestro hogar se divide en dos partes distintas: lo que podemos ofrecer a nuestros visitantes (que tiene un límite bien marcado y que nunca vamos a dejar que nadie lo sobrepase) y lo que podemos ofrecernos mutuamente (elley él) en privado (y que es precisamente lo que hay más allá de ese límite que les ponemos a quienes vienen a visitarnos). Un matrimonio es feliz cuando su hogar está limpio de sospecha alguna en cuanto a engaños se refiere. Si tú no engañas la otra parte del matrimonio ella no te engaña. No pasa así con los de la unión libre (y ya dije que hablaré de esto en alguna ocasión más) porque la unión libre, el farsante matrimonio que se ha unido sin compromiso alguno de mantener la fidelidad porque no ha pasado por el juramento debido, es un hogar sucio y desagradable. Yo he visto con mis propios ojos engañar, delante de todas las visitas (yo estaba allí) a un "poco hombre" (y perdón por la dureza del comentario) meter mano a su cuñada (la hermana de su sposa... delant, repito, de todos los invitados y de la misma esposa. Eso es la unión libre. La unión en la que uno de los dos aprovecha cualquier ocasión, aunque sea de manera pública que es mucho más vergonzante todavía, para poner los cuernos a su esposa (en este caso) o al esposo (que también se da a veces). Porque la unión libre no es una unión, ya que no están atados por los lazos de la conyugalidad y sólo es libre para engañar a la otra parte mientras nos sentimos muy ofendidos si la otra parte es la que nos engaña. Con mis ojos presencié, atónito y con vergüenza ajena, lo que aquel "poco hombre" (y perdón otra vez por la dureza con lo que lo expongo pero fue así en realidad) abusó de su cuñada delante de su propia esposa y unos cuantos invitados que tuvimos que hacer la "vista gorda" (incluida la esposa) por no romperle la cara de dos tortazos al susodicho "poco hombre" que, en cuanto salía a la calle pasaba por ser un "mosca muerta", uno de eso niñatos que parece que "nunca han roto un plato" y hasta que se las daba de culto y refinado (cayendo incluso en la bisexualidad declarada por él mismo). El amor verdadero jamás es la "unión libre" de la que alardean los que tienen muy poco de hombres (o nada de hombres para ser más exactos o una mujer (ídem eadem ídem).
¿Cómo quisiéramos que sea el ambiente que reine en nuestro hogar?. Claramente definible. Debe ser un ambiente de amistad, de compañerismo y de entrega amorosa (amante ella y amante él) en cuanto a lo personal. Desde luego que lo estrictamente privado debe quedar sólo para el conocimiento de la pareja y nunca sacarlo a relucir en ninguna conversación con otras personas ajenas porque, como le ocurrió a un compañero de Banco hace años, al ir contando a todo el que encontraba a su paso lo que hacía en la intimidad de la alcoba con su esposa terminó porque esta se enteró y le planteó "ipso facto" el divorcio por haberla puesta en ridículo ante los demás. Así que nuestro hogar, si somos una pareja como Dios manda, debe tener un ambiente de confianza y animosidad para quienes nos visiten pero jamás pasar de la confianza a contar los secretos de alcoba. Esos secretos de la vida íntima de la pàreja no se cuentan públicamente ni de broma como recuerdo que sucede con la película "Secretos de alcoba" dirigida por Tom Caine cuya sinopsis es que Marie y Bruce son un excéntrico matrimonio, atrapados en una relación masoquista y que desde hace algunos años no puede estar sin discutir, incluso sus amigos no saben como es que todavía no se han matado el uno al otro. Cada uno pasa el día por separado, entreteniendo sus fantasías ambulantes e intentando andar por la ciudad sin encontrarse con el otro hasta que sea hora de regresar a casa. Aunque parece inevitable que Marie abandone a Bruce, los recuerdos de todo lo vivido juntos hace que entre los reproches y criticas un profundo vínculo predomina, al menos hasta el día siguiente.
Existe una famosa frase del pensamiento popular español que dice así: "Los trapos sucios se deben limpiar en casa". Y yo añado:"los trapos sucios no se deben sacar a relucir públicament para conocimient ajeno porque nos afean como parejas" (estop ocurriço una vez en casa de una hermana cristina que nos había invitado a comer pero nmo entro en detalles aunque era un matrimonio, por eos mismo, infeliz). Es
importa contar dichos problemas sin entrar en los detalles concretos sino dando a entender que existen problemas y nada más que eso. Los detalles concretos queda para la vida íntima de ella y la vida íntima de él. El ambiente que queremos para nuestro hogar es limpio, lúcido y lucido, como si estuviéramos escribiendo una verdadera Novela Ejemplar donde sabemos cual es la línea que no se debe rebasar porque somos un matrimonio cristiano no religioso que tiene ética y tiene moraly lo que opinen los demás es algo que no nos debe importar tanto si es para bien como si es para mal. El ambiente de nuestro hogar debe ser acogedor de esperanzas pero no reccgedor de basuras. Me parece que me he explicado bastante bien con esta última frase.
5.4.- Fines del proyecto familiar.
Un fin primoridal y esencial cuando formamos una familia (que ya he explicado que es tal cuando se unen en matrimonio un solo hombre con una sola mujer) es la proc
reación de hijos y/o hijas. Aquí ya entramos en algo muy profundo, verdaderamente profundo, por las trágicas consecuencias que traen para quienes lo realizan y ayudan a realizarlo (me estoy refiriendo al aborto cuando le viene en gana a él o a ella); poorque es, sencillamente, y reconocido por los médicos que muchas veces los llevaron a la prácitica y hoy se arrepienten del mucho dinero ganado con ello puesto que saben que pecaron gravemente contra la vida de los seres humanos más inofensivos y es que la vida, lectores y lectoras, para que nuncase se les olvide voy a decir con mayúsculas que NACE EN EL MISMO MOMENTO EN QUE EL ÓVULO DE LA HEMBRA HUMANA QUEDA FECUNDADO POR UN ESPARMOTOZOIDE DEL HOMBRE HUMANO. Así de claro y de contundente queda el asunto definido y no me vanga nadie con memeces, tonterías y absurdos tales como medir en qué tiempo del feto nace la vida. La vida nace desde el primer segundo de la creación del feto (que es cuando el esparmotozoide se une al óvulo). Así que abortar sólo se puede hacer, si tienes lo que tiene que tener u hombre y una mujer además de ética y moral humana, cuando se sabe que si el hijo o la hija nace se muere la madre (en estos casos es lícito salvar a la madre porque es esposa y con ella se puede volver a procreear de nuevo) o cuando el feto muere, en el interior de la madre, por causas ajenas a la voluntad de dicha madre. Lo demás es engaño, mentira y sobre todo la ocultación del más grave y cobarde asesinato contra los derechos de los seres ghumanos para nacer. O sea, el genocidio más repelente y odioso que existe porque la vícitma es tan inofensiva que no puede ni tan siquiera protegerse ya que las tenazas del asesino lo destrozan aunque se intente arropar en los más interno del vientre de su madre. Yo he visto, con mis propios ojos, películas que muestran este hecho evidente de que se trata del peor genocidio contra un ser humano y que dejará siempre secuelas psicólogicas a la mujer que ha permitido tal genocidio en su propio cuerpo (muchas hasta enloquecen cuando la conciencia les ataca noche tras noche)y también a los varones que o les indujeron a que lo hicieron o se lavaron las manos como Pilatos mientras hasta ponían dinero para pagar el viaje a Londres por aquello del "qué dirán los demás", por poner un ejemplo conocido (que tampoco se libran de una conciencia que les ataca noche tras noche). Es el peor crimen que se puede llevar a cabo contra la Humanidad entera aunque sea con las leyes que permiten los abortos cuando les venga en gana a las mujeres o a los hombres que las incitan a ello; porque son las leyes más criminales dictadas por los gobernantes y jueces que han dado validez a este genocidio. Y además ya explicaré que los hijos no les pertenecen a la pareja matrimonial. Ni a ella ni a él. Y digo esta para acabar con tantas absurdas y estúpidas discusiones de quien tiene más derechos sobre los hijos (él o ella), porque resulta que los hijos e hijas son de Dios y pertenecen solamente a Dios. Que sólo son un préstamo que nos da Dios para criarlos, educarlos y hacer de ellos hombres y mujeres valiosos para la Humandiad mientras nos hacen felices la vida. Ya hablaré más de ello.
El matrimonio constituye la unión legal del hombre y la mujer para fundar la familia; su fin es prestarse mutuo amor y mutua ayuda, tener hijos, y educarlos y escucharlos moral y cristianamente.
En nuestra sociedad conocenos dos clases de matrimonio: el civil, que se contrae sin la intervención del sacerdote, y en presencia del Oficial del Estado Civil. La otra clase de matrimonio civil como el canónico deben celebrarse con la presencia de testigos de probada seriedad.
Muchas personas organizan su hogar sin contraer ninguno de los dos tipos de matrimonio explicados mas arriba, y forman lo que se llama unión libre. El matrimonio cristiano dice que lo que Dios une no puede separar el hombre. El matrimonio civil desaparece con el divorcio. En nuestro país, el divorcio está regido por la ley 1306-bis, y las causas del mismo pueden ser: El mutuo consentimiento de los esposos; la incompatibilidad de caracteres; el adulterio de cualquiera de los esposos y la ausencia decretada por un Tribunal. El número de divorcios aumenta considerablemente en nuestra sociedad actual, y en estos últimos años se aprobó una ley en nuestro país, que permite divorciarse, en menos de ocho días. Esta ley es llamada de "Divorcios al vapor". En el contrato de matrimonio hay diferentes regímenes. Los principales son: El de comunidad legal, y el de la separación de bienes. El primero es el más frecuente, y por el se casan la mayor parte de las personas del mundo, y ees cuando todos los bienes y propiedades que se adquieren dentro del mismo matgrimonio pertenecen a ambos. En cambio, el segundo, lo hacen las personas que al casarse poseen muchos bienes, y en este caso, esas propiedades siguen siendo suyas y no de ambos esposos.
La patria potestad es el conjunto de derechos y deberes que la ley asigna al padre y a la madre sobre la persona y bienes de sus hijos menores no casados, facilitándoles así el cumplimiento de sus deberes legales de sustento y educación. La falta contra la patria potestad constituye un delito por el que una persona puede ser encarcelada, o demandada en justicia. Como consecuencia de la patria potestad, los padres responden de los daños y perjuicios que puedan ocasionar a sus hijos menores. También son los administradores de los bienes de sus hijos menores, derecho que obtienen por la patria potestad que tienen sobre los mismos. Cuando muere uno de los padres, la ley asigna los menores a una persona que le recibe el nombre de tutor, cuya misión es valer por el pupilo, así como representarlo en todos los actos de la vida civil. La misma ley se encarga, algunas veces, de designar el tutor, y es lo que en derecho se llama Tutela legal, que acontece, cuando muere uno de los padres; entonces el cónyuge superviviente viene a ser el tutor legal de los hijos menores. Cuando no se da la situación anterior, entonces, se reúne el consejo de la familia, integrado por el Juez de paz y algunos amigos o parientes de los menores, y designa un tutor dativo. Las funciones del tutor cesan cuando el menor llega a los 18 años, de edad en que adquiere la mayoría de edad en nuestro país. Los hijos deben guardar el mayor respeto a sus padres, así como seguir sus consejos y orientaciones, pero también el padre contrae ciertos deberes para con sus hijos, entre los cuales destacamos los siguientes: proporcionarles la alimentación; proporcionarles un techo apropiado; proporcionarles la educación básica; proporcionarles atención medica; roporcionarles juguetes para sus entretenimiento de acuerdo a su edady respetarles sus actitudes individuales.
Pero esto queda muy "frío" en realidad. Por eso voy a comentar más cosas profundas que se le olvidan a la Ley, una vez ya dicho lo que tenía que decir con respecto a las atroces y sanguinarias leyes que defienden el aborto en cualquier momento.
Hay otros muchos fines gozosos que, para disfutarlos con total esplendidez, nos casamos como Dios manda. Por ejemplo el poder gozar sexualmente con la otra parte de la pareja de manera equitativa entre los dos (ni machismo culpable ni feminismo revanchista); también podemos gozar conjuntando juegos, soñando metas juntos los dos (él y ella), conociendo la vida juntos los dos (él y ella), viajando juntos los dos (él y ella); dormir jutnos los dos (él y ella) y, en definitiva, haciendo una perfecta comunicación interpersonal entre los dos (él y ella) además de saber compartir el ocio, saber trabajar juntos los dos formando un sólido e inquebrantable equipo de trabajo y muchos etcéteras más (hasta podemos incluir comunicarnos a través de regalos de cualquier clase que sean porque lo que importa no es el regalo sino el amor con el que lo regalas o el estar juntos los dos en silencio porque ese silencio es de los comunicativos, fértiles y productivos; de los silencios creativos y de carácter positivos y no de los silencios negativos que signifiquen incomunicación.

5.5.- Abraham.
Primer Texto:"Abraham, profeta de unidad" (por Anna-Bel Carbonell).- "Puede parecer paradójico, pero en plena "era digital" en que los símbolos adquieren una importancia particular como aglutinadores sociales y religiosos, la figura de Abraham se presenta como clave de unidad para millones de seres humanos. Abraham, el hombre que fue capaz de escuchar, que creyó y confió, que estuvo dispuesto a ofrecerle su hijo a Dios en el monte, no sólo es el padre de los creyentes, sino también, figura importantísima para las tres religiones monoteístas más importantes del mundo: el judaísmo, el cristianismo y el Islam. En la ciudad sagrada de la Meca (Arabia), durante la peregrinación anual de oración y piedad, los fieles llegados de todas partes del mundo dan vueltas alrededor de la Kaaba, el santuario que Dios mandó construir a Abraham (Ibrahim para los musulmanes) y a su hijo Ismael. En señalados momentos litúrgicos, los cristianos, conmemoran de forma especial las fuentes de su linaje espiritual que se remonta desde Jesucristo a Abraham. En la tradición hebrea, Abraham es el primer hombre que abandona todo por Dios, capaz de obedecerle incluso cuando le exige a su hijo; Abraham es un mensaje de bondad a quien Dios le asignó una misión histórica. Abraham personifica la necesidad y el deseo del ser humano de mantener una relación con Dios. Abraham, venerado por judíos, musulmanes y cristianos, creyentes pertenecientes a tres religiones con diversos puntos comunes y no siempre con un buen entendimiento entre sus seguidores. La figura del gran Patriarca, en su papel de padre, ha sido la única capaz de conciliar los aspectos comunes de las tres grandes religiones monoteístas del mundo.
La vida de Abraham y de parte de su descendencia se relata en el Génesis, primer libro de la Torah judía. El mismo libro que conforma el Pentateuco perteneciente al Antiguo Testamento de la Biblia cristiana y; también aparece a menudo en algunas suras del Corán, el libro sagrado del Islam. En los tres Libros Sagrados, aparece escrito que Dios tomó a Abraham como su «amigo». En la plegaria judía se invoca a Abraham (en hebreo «padre de las multitudes») como el padre de una gran nación, descubridor de un Dios Único y Uno, un Dios benévolo, misericordioso y clemente. Con Abraham, la humanidad da un paso gigantesco hacia delante, descubre un Dios que no exige sacrificios, que escucha a sus hijos, los ama y los protege. La tora hebrea nos recuerda que el concepto judío de Dios es el de un Dios moral que exige a la humanidad una vida ética y justa. Un Dios universal cuya soberanía se extiende sobre todo el mundo. En la tradición islámica, Abraham se convierte en el personaje veterotestamentario más citado en el Corán, donde aparece en más de setenta ocasiones, en textos de todas las épocas de predicación del profeta Mahoma. Éste ve en Abraham el profeta del monoteísmo. En la línea de este acercamiento a Abraham, como el patriarca conciliador de tres religiones, en la Declaración Nostra Aetate, del Concilio Vaticano II, se habla de los musulmanes como de los hombres y mujeres «que procuran someterse con todo el alma a los ocultos designios de Dios, como se sometió Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia». ¿Es Abraham el pacificador que necesita el mundo?. El Papa Juan Pablo II, se convirtió en el año 2000, en un ferviente defensor de la figura de Abraham. Así, pues, presidió en el Aula Pablo VI una emotiva celebración litúrgica para conmemorar al Patriarca Abraham.
Mientras la tierra prometida a los descendientes de Abraham continua inmersa en una creciente espiral de violencia, diversos colectivos continúan descubriendo y aproximándose en pro de la paz y la conciliación de ese "icono de la fe" que es Abraham.
Segundo Texto: 3. Abraham, nuestro padre en la fe. Este título, tomado de una expresión que aparece en la liturgia (Plegaria Eucarística I), indica la importancia de la figura de Abraham no sólo para el pueblo de Israel, sino también para nosotros cristianos. Después de la llamada «prehistoria bíblica» (Génesis 1-11), el capítulo 12 del Génesis marca un nuevo inicio: tras presentar cómo el pecado se difundía produciendo la división de los hombres, el libro del Génesis nos muestra cómo Dios toma la iniciativa de la salvación irrumpiendo en la historia de los hombres, y lo hace eligiendo a un hombre, Abraham, en el cual «serán bendecidas todas las familias de la tierra» (Génesis 12, 3). Las narraciones sobre Abraham y los patriarcas que nos recoge la Biblia fueron puestas por escrito varios siglos después de los sucesos. Mientras tanto fueron transmitidas oralmente (hay que notar que nos encontramos en una época de cultura oral en que se ejercitaba notablemente la memoria). No podemos pedir a estos textos la exactitud de una crónica (con el paso del tiempo quizá se han añadido detalles pintorescos o imaginativos, se han idealizado personajes...); sin embargo, podemos asegurar que la sustancia que nos transmiten está sólidamente garantizada y que las tradiciones patriarcales están firmemente enraizadas en la historia. De hecho, se sabe que los nombres usados en la Biblia eran normales en ese período, que las costumbres que nos refieren coinciden con las que conocemos por otros documentos extrabíblicos (y la Biblia los conserva aunque ya no sean los de la época en que se ponen por escrito e incluso algunas resulten escandalosas), que el itinerario recorrido por los patriarcas según la Biblia era el normal en aquel periodo y que sus modos de vida corresponden al de otros muchos clanes de ese tiempo.
Abraham se inserta en las corrientes migratorias de los primeros siglos del segundo milenio antes de Jesucristo. Aunque es difícil precisar mucho, se le suele situar hacia el año 1850 antes de Jesucristo. Abraham es un seminómada que sale de Ur, en Caldea, y se instala en Canaán; pastor de ganado menor, es uno más entre los innumerables jefes de las tribus que emigran buscando pastos para sus ganados. La Biblia no nos cuenta muchos detalles de él que quizá hubieran halagado nuestra curiosidad, sino que se centra en la llamada que Dios le dirigió, en la promesa que le hizo y en su respuesta obediente cumpliendo la misión encomendada. Ante todo conviene notar cómo los textos del Génesis subrayan la importancia de la figura de Abraham: lo hacen mencionando su genealogía (Génesis 11, 10-26), cosa que normalmente sólo sucede con los grandes personajes (la genealogía de Jesús en Mateo 1), y mostrando cómo Dios le cambia el nombre (Génesis 17,5), lo cual es signo de que le va a encomendar una misión excepcional (en el Nuevo Testamento el cambio de nombre a Pedro: Mateo 16,18). Pues bien he aquí las principales enseñanzas que la Biblia nos revela en la historia de Abraham: Dios llama y promete. La iniciativa es exclusivamente suya, elige a quien quiere con absoluta libertad, sin tener en cuenta los méritos previos (Abraham era idólatra: Josué 24, 2-3; después elegirá a Isaac y no a Ismael: Génesis 17, 15-22, a Jacob y no a Esaú: Génesis 25, 23). Es una llamada que reclama obediencia, renuncia, expropiación: «Sal de tu tierra, de tu patria, de la casa de tu padre» (Génesis 12,1), para ponerse enteramente a disposición de los planes de Dios. Pero la renuncia está en función de lo que Dios le promete. Si Dios exige tanto a Abraham -tierra, parentela y familia son los bienes máximos para un hombre de cultura seminómada- es porque le promete mucho más: «De tí haré una nación grande... Engrandeceré tu nombre... Por tí se bendecirán todos los linajes de la tierra» (Génesis 12, 2-3). Le pide que abandone los estrechos límites de lo conocido para que se lance -fiado en Dios que llama y promete- a los anchos horizontes de lo desconocido. Sin embargo, la promesa de Dios parece irrealizable: se le promete una descendencia innumerable cuando su mujer es estéril (Génesis 11, 30; 16, 1-2) y él mismo es anciano (Génesis 17, 17; 18,12). Por eso Dios mismo da a Abraham un signo de su omnipotencia (Génesis 15,5) e incluso afirma explícitamente: «¿Hay algo imposible para Yahveh?» (Génesis 18,14). Más aún, Dios se compromete en firme sellando una alianza con Abraham (Génesis 15, 7-21). El desarrollo posterior del relato mostrará cómo, en efecto, Dios cumple su promesa con el nacimiento de Isaac. Y en cuanto al otro aspecto de la promesa -el don de la tierra: Génesis 15,7-, dirigida en realidad a su descendencia (Génesis 12,7), también Abraham llegará a poseer al menos una prenda de ella al adquirir la finca de Macpelá (Génesis 23). Abraham obedece y se fía. Al Dios que llama, Abraham responde obedeciendo, al Dios que promete responde con un acto de fe. Llama profundamente la atención cómo reacciona ante la llamada de Dios; en Génesis 12,4 dice simplemente: «Marchó, pues, Abraham, como se lo había dicho Yahveh»; no media ningún diálogo, no solicita ninguna aclaración, no pone ninguna objeción; simplemente obedece. Y este acto de obediencia es a la vez un acto de fe, pues Dios no le había dado ninguna prueba; incluso el futuro queda en buena parte en la oscuridad de lo imprevisible: «vete ... a la tierra que yo te mostraré» (Génesis 12,1). Abraham simplemente se fía de la palabra de Yahveh y se pone en camino. La carta a los Hebreos comentará, refiriéndose a este hecho: «Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba» (Hebreos 11,8). Más adelante se subrayará más explícitamente esta actitud de fe. Ante la promesa de Dios de una descendencia innumerable, que es humanamente irrealizable porque él es anciano y su mujer estéril, Abraham hace un nuevo acto de fe, se fía de Dios y de su palabra (Génesis 15,6). Es verdad que en un primer momento no acierta a entender que Dios puede realizar acciones milagrosas suscitando la vida en el seno estéril de Sara, y por eso piensa que la promesa de Dios se realizará teniendo un hijo de la esclava (Génesis 16); pero poco a poco Dios mismo va educando a Abraham hacia una fe más plena e incondicional en su poder. El momento culminante de esta «educación en la fe» de Abraham por parte de Dios es cuando Dios le pide que le sacrifique su hijo. Por fin ha nacido el heredero a través del cual se van a realizar las promesas y sin embargo Dios le pide que se lo ofrezca en sacrificio (Génesis 22). Dura prueba para este hombre que una vez más en silencio y sin oponer ninguna resistencia -aun en medio de la más completa oscuridad- se fía de Yahveh y obedece ciegamente. Dios, que le había pedido el sacrificio del corazón, rehusa el sacrificio de hecho, y en pago de esta fe y de esta obediencia colma de bendiciones a Abraham. La carta a los Hebreos comentará: «Por la fe, Abraham, sometido a la prueba, presentó a Isaac como ofrenda ... Pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar de entre los muertos» (Hebreos 11,17-19). Es la fe desnuda, despojada de todo apoyo o seguridad humana, colgada sólo de Dios y de su palabra. Abraham, amigo de Dios. En Génesis 15,6 se nos dice de Abraham que «creyó a Yahveh, el cual se lo reputó por justicia». Esta fe absoluta e incondicional de Abraham hace de él un «hombre justo», es decir, que está en una relación justa, adecuada, correcta con Dios; esta actitud le agrada a Dios, que al hombre creyente le admite en su intimidad, estableciendo con él un trato cordial. Así aparece en la teofanía de Mambré (Génesis 18, 1-15), ese pasaje precioso aunque misterioso en que Yahveh mismo, acompañado de dos ángeles, visita a Abraham en su tienda y come con él; Abraham, por su parte, les acoge con extrema hospitalidad (notar que para un semita el comer juntos era la máxima señal de comunión e intimidad). De hecho, la Sagrada Escritura le da el título de «amigo de Dios» (Isaías 41,8; Daniel 3,3-5; Santiago.2,23), la más hermosa denominación que un hombre puede recibir. Y en la continuación del relato del Génesis vemos que Dios mismo le comunica sus planes antes de ejecutarlos (Génesis 18,17). Más aún, apoyado en esta confianza y amistad en que Dios mismo le ha introducido, Abraham se atreve a interceder ante Él solicitando el perdón para las ciudades pecadoras (Génesis 18,23-33) y consiguiendo la salvación del único justo que se encuentra en ellas, su sobrino Lot y su familia (Génesis 19,29). Abraham y los cristianos. Todo lo que hemos visto nos descubre que está plenamente justificado el calificativo que la liturgia da a Abraham como «nuestro padre en la fe».Él es fundamental no solo en la tradición judía, sino también en la cristiana ( e igualmente para los musulmanes). En el Nuevo Testamento encontramos la afirmación de que con la venida de Cristo Dios ha visitado y redimido a su pueblo cumpliendo así «el juramento que juró a nuestro padre Abraham» (Lucas 1,72-73.54-55). De hecho, Cristo es llamado «hijo de Abraham» (Mateo 1,1) y Él es según San Pablo «la descendencia» a la que la se referían las promesas hechas a Abraham (Gálatas 3,16); de hecho Cristo ha sido constituido heredero de todo (Hebreos 1,2). Y herederos de esas promesas somos también los cristianos, unidos a Cristo y hechos una sola cosa con Él por el bautismo (Gálatas 3, 26-29). Pero no somos herederos de las promesas de una manera mágica o automática, sino que es necesario que imitemos la misma actitud de fe de Abraham: «Tened, pues, entendido que los que viven de la fe, esos son los hijos de Abraham» (Gálatas 3,7). Por eso Abraham es presentado como modelo de fe para el cristiano (Romanos 4,18-25): una fe que acepta la palabra de Dios, que se somete a Dios, que acepta los planes de Dios aunque sean misteriosos y desconcertantes y de ese modo acoge a Dios mismo y su salvación (también Hebreos 11,8-19). En definitiva, las actitudes de Abraham que la Biblia resalta son perennemente válidas; más aún, son la condición indispensable para colaborar con Dios en su obra salvadora y para que se realice eficazmente la historia de la salvación: si la historia de acción salvadora de Dios comienza con la fe y la obediencia de Abraham, un nuevo acto de fe («dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá»: Lucas 1,45) y un nuevo acto de obediencia («aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra»: Lcucas 1,38), los de María, darán inicio a la etapa decisiva de la salvación de Dios en Cristo; y nuevos actos de fe y de obediencia -los nuestros- harán posible que la obra de la salvación se extienda en el tiempo y en el espacio.
También encontraremos en el Nuevo Testamento a Isaac como «figura» de Cristo (Hebreos 11, 19). Abraham sensibiliza la infinita generosidad de Dios Padre que «no se reserva a su único Hijo» (Romanos 8,32) e Isaac tipifica la entrega y disponibilidad de Cristo al sacrificio; a diferencia de Isaac, Jesús sí llega a la muerte, pero al igual que Isaac es recobrado vivo.

Tercer Texto: (de la Fundación Gratis Dae): Abraham es el primer personaje bíblico con categoría histórica. Adán, Eva, Caín, Abel, Noé,... son personajes que pertenecen a los géneros literarios del mito, la leyenda y la misma tradición. Sin embargo Abraham, aún aceptando el carácter legendario de su figura, podemos considerar a la luz de criterios históricos, sin que por ello lo identifiquemos a ciencia cierta con una figura histórica. Con otras palabras, es muy probable que Abraham también forme parte de la creación literaria de los autores bíblicos, pero eso no impide que su figura -aunque legendaria- pueda ser analizada a la luz de los acontecimientos de la historia. La historia bíblica de Abraham la tenemos en el libro del Génesis. Está formada por 22 capítulos que pertenecen a diferentes etapas de composición y de redacción. La tradición es la que hace de la figura de Abraham el prototipo de la triple garantía: a) la de ser padre de todas las naciones; b) la de convertirse en el elemento para la supervivencia de Israel y c) la de uno de los mejores modelos de conducta y de fe. Suponiendo que una grado de historicidad a la figura de Abraham y a los acontecimientos narrados en los capítulos del Génesis no nos queda más remedio que intentar establecer un marco en el calendario en el que situar su historia. Gracias a la arqueología y la datación de asentamientos de la época podemos establecer como fecha aproximada la del año 1900 antes de Jesucristo como momento de la llegada del clan de Abraham a la tierra de Canaán. En los relatos del Génesis se describe de qué manera Dios cambia el nombre de nuestro personaje con una intencionalidad teológica. Génesis 11,26 se cita por primera vez como Abram: Terah llevaba de vida setenta años cuando engendró a Abram, a Nahor y a Harán. Hasta que en 17,4-5 Dios cambia el nombre de Abram por el de Abraham: Soy yo; he aquí mi pacto contigo, y serás padre de multitud de naciones. No se llamará más tu nombre Abram, sino que tu nombre será Abraham, pues padre de multitud de naciones te he constituido. De Ab-ram (padre fecundo) se pasa a Ab-rab-hamon (padre de multitud numerosa). Los datos que tenemos sobre su figura y supuesta personalidad se reducen únicamente a la información que ha llegado hasta nosotros a través de la literatura bíblica. También el Corán ofrece su propia visión sobre quien, para los musulmanes, es uno de sus referentes religiosos originarios: Y cuando Abraham dijo: «¡Señor! ¡Que esté segura esta ciudad! ¡Y evita que yo y mis hijos sirvamos a los ídolos! (14,35).
Los datos que tenemos sobre su figura afirman que fue hijo de Sem, vivía en Ur de Caldea. Según la tradición Dios lo llamó y le pidió que se fuera de la tierra de su padre para construir desde él un gran pueblo: Ahora bien, Dios dijo a Abram: Sal de tu país, de tu patria, y de tu casa paterna, al país que yo te mostraré; y yo haré de ti una gran nación, te bendeciré y engrandeceré tu nombre; serás pues una bendición (Gén 12,1-2). El anuncio de la salida de la tierra paterna tiene como recompensa la bendición de Dios para él y para todos los que lo siguieran y, al mismo tiempo, la maldición para quienes lo maldijeran: Bendeciré a quienes te bendigan y al que te maldiga, lo maldeciré. En ti serán bendecidas todas las familias de la tierra (Génesis 12,3). La tradición señala que Abram partió con todos sus bienes de Ur, la tierra de su padre, en compañía de Sara, su mujer y de su sobrino Lot. Se dirigió a Canaán y cuando llegó se le apareció Dios y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra (Génesis 12, 7). Allí, cuenta la tradición bíblica, Abram construyó un altar dedicado a Dios. Según la tradición bíblica, Abram y su sobrino Lot se separan. Lot se había ido enriqueciendo en rebaños y tiendas. Abram y Lot discutieron por aquel acopio de bienes y los dos decidieron hacer sus caminos por separado. La cuestión de Abram se centró, entonces, en quién iba a heredar aquella tierra que Dios le había prometido si él no tenía hijos. En este momento de la leyenda bíblica, Dios vuelve a intervenir en la historia y habla con Abram y le anuncia que no será Lot el de la sucesión sino un hijo de su propia carne: Sucedió que Dios le dirigió la palabra y le dijo: No te heredará ése, sino quien salga de tus entrañas, ése te ha de heredar. Entonces lo sacó afuera y le dijo: Mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas. Y añadió: Así será tu descendencia (Génesis 15,4-5). Y le anunció que Sara, su mujer, iba a engendrar a su hijo Isaac. La misma tradición bíblica dice que Sara, la mujer de Abraham, le entregó a su sierva egipcia Hagar para que concibiera un hijo. De Abraham y Hagar nació Ismael. Cuando Abrahám contaba con 99 años y Sara con 90, Dios hizo un pacto con ellos prometiéndoles una gran descendencia. Tres ángeles visitaron a Abraham y Sara anunciándoles el nacimiento de su hijo. De esta manera Sara concibió y dio a luz a Isaac. Como signo de agradecimiento y en recuerdo de esta alianza con Dios, Abraham se circuncidó y mandó circuncidar a todos los varonas de su familia. Cuando Isaac tenía tres años, Dios volvió a llamar a Abraham y le pidió que sacrificara a su hijo para él para probar la fe de patriarca. Abraham obedeciendo a Dios llevó a Isaac al sacrificio pero cuando estaba a punto de hacerlo, un ángel de Dios detuvo la mano que iba a matar a su único descendiente. Y el ángel le dijo: "No lleves tu mano sobre el muchacho, ni le hagas mal alguno. Ya veo que temes a Dios, porque no me has negado a tu hijo, tu hijo único" (Génesis 22,12). Después de la muerte de Sara, Abraham se casó con su concubina Keturá, con quien tuvo seis hijos. Según la tradición bíblica, Abraham murió a los 175 años y fue enterrado junto a mujer Sara en la Cueva de Majpelá en Hebrón. Además de las descripciones bíblicas sobre la muerte del patriarca (Génesis 25), la literatura apócrifa aporta nuevos datos -de nuevo enmarcados en el ámbito de la leyenda- que ilustran elementos de su biografía. El Apocalipsis de Abraham es un apócrifo muy antiguo del que sólo se conserva una versión cristiana adaptada. Los primeros cristianos se hicieron con una versión -posiblemente hebrea- del texto y lo manipularon para convertirlo y otorgarle un profundo carácter cristiano. Hasta nuestros días ha llegado una edición eslava en la que se reproduce una traducción griega del supuesto original escrito en hebreo. Su gran aportación es la presentación de Abraham en el momento de su muerte y su consiguiente ascensión a los cielos. El Testamento de Abraham, que, al estilo de la moral de los Testamentos de los Doce Patriarcas, rememora los últimos momentos de la vida del patriarca para convertir sus palabras en una doctrina para sus seguidores. El texto original fue escrito en hebreo y arameo. Hasta nosotros han llegado dos versiones griegas. La veneración judía por la figura de Abraham tiene su mayor crecimiento y desarrollo en la época helenista. El judaísmo griego ve en Abraham al fundador y padre de sus pueblos y ciudades. Esto hace que la tradición judía lo considere el prototipo de judío observante y piadoso, coherente y consecuente con la alianza que él mismo estableció con Dios al salir de Ur de Caldea. Una tradición hagádica lo presenta, ya de niño, como sabio en el conocimiento de Dios. En algunos relatos bíblicos vemos a Abraham relacionado con distintos asentamientos religiosos de Canaán como el de Siquem, Betel, Moré y otros santuarios cananeos: Tomó consigo a Sara, su mujer y a Lot, su sobrino, con todas las cosas que poseía y los esclavos adquiridos en Jarán. Y se pusieron en camino hacia la tierra de Canaán. Llegaron a Canaán, y Abrán atravesó el país hasta el lugar de Siquem, hasta la encina de Moré. Los cananeos habitaban entonces en el país (Génesis 12,5-6). De allí se trasladó a la montaña situada al oriente de Betel y allí plantó su tienda, con Betel al oeste y Ay al este. Aquí levantó al Señor un altar e invocó su nombre (Génesis 12,8). La imagen de Abraham construyendo altares o lugares de culto tiene la finalidad de otorgarle el poder y la autoridad de hacer de él un referente religioso con carácter institucional. La concepción extraordinaria en los textos de la Biblia tiene que ver, siempre, con la intervención divina y con el anuncio de que los niños nacidos de una concepción singular vienen marcados por el destino. El caso de Isaac no sólo no escapa de estas características sino que es el primero de los nacimientos extraordinarios que los textos sagrados de la Escritura describen. Isaac es el modelo clásico, nacido de Abraham y Sara, estériles y de edad avanzada. "Cuando Dios les promete que tendrán un hijo, los dos se ríen sólo de pensarlo". Estamos ante el modelo bíblico y judío tradicional de concepción extraordinaria controlada por Dios. En el Corán, Abraham es considerado el primer hombre que se rindió totalmente a Alá. Según la tradición del Islam, Abraham levantó la Kaaba, el edificio negro en forma de cubo que figura como centro de oración de la Meca. En la actualidad, los musulmanes terminan cada una de las cinco oraciones diarias refiriéndose a él. La figura de Abraham está presente en un lugar destacado en las tres grandes religiones, judaísmo, cristianismo e Islam. Es la única figura bíblica que disfruta de la veneración y adoración por parte de las tres religiones monoteístas como padre y patriarca.
Cuarto Texto (por Anna-Bel Carbonell).- Puede parecer paradójico, pero en plena "era digital" en que los símbolos adquieren una importancia particular como aglutinadores sociales y religiosos, la figura de Abraham se presenta como clave de unidad para millones de seres humanos. Abraham, el hombre que fue capaz de escuchar, que creyó y confió, que estuvo dispuesto a ofrecerle su hijo a Dios en el monte, no sólo es el padre de los creyentes, sino también, figura importantísima para las tres religiones monoteístas más importantes del mundo: el judaísmo, el cristianismo y el Islam. En la ciudad sagrada de la Meca (Arabia), durante la peregrinación anual de oración y piedad, los fieles llegados de todas partes del mundo dan vueltas alrededor de la Kaaba, el santuario que Dios mandó construir a Abraham (Ibrahim para los musulmanes) y a su hijo Ismael. En señalados momentos litúrgicos, los cristianos, conmemoran de forma especial las fuentes de su linaje espiritual que se remonta desde Jesucristo a Abraham. En la tradición hebrea, Abraham es el primer hombre que abandona todo por Dios, capaz de obedecerle incluso cuando le exige a su hijo; Abraham es un mensaje de bondad a quien Dios le asignó una misión histórica. Abraham personifica la necesidad y el deseo del ser humano de mantener una relación con Dios. Abraham, venerado por judíos, musulmanes y cristianos, creyentes pertenecientes a tres religiones con diversos puntos comunes y no siempre con un buen entendimiento entre sus seguidores. La figura del gran Patriarca, en su papel de padre, ha sido la única capaz de conciliar los aspectos comunes de las tres grandes religiones monoteístas del mundo. La vida de Abraham y de parte de su descendencia se relata en el Génesis, primer libro de la Torah judía. El mismo libro que conforma el Pentateuco perteneciente al Antiguo Testamento de la Biblia cristiana y también aparece a menudo en algunas suras del Corán, el libro sagrado del Islam. En los tres Libros Sagrados, aparece escrito que Dios tomó a Abraham como su «amigo». En la plegaria judía se invoca a Abraham (en hebreo «padre de las multitudes») como el padre de una gran nación, descubridor de un Dios Único y Uno, un Dios benévolo, misericordioso y clemente. Con Abraham, la humanidad da un paso gigantesco hacia delante, descubre un Dios que no exige sacrificios, que escucha a sus hijos, los ama y los protege. El concepto judío de Dios es el de un Dios moral que exige a la humanidad una vida ética y justa. Un Dios universal cuya soberanía se extiende sobre todo el mundo.
En la tradición islámica, Abraham se convierte en el personaje veterotestamentario más citado en el Corán, donde aparece en más de setenta ocasiones, en textos de todas las épocas de predicación del profeta Mahoma. Éste ve en Abraham el profeta del monoteísmo. En la línea de este acercamiento a Abraham, como el patriarca conciliador de tres religiones, en la Declaración Nostra Aetate, del Concilio Vaticano II, se habla de los musulmanes como de los hombres y mujeres «que procuran someterse con todo el alma a los ocultos designios de Dios, como se sometió Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia». De igual manera encontraremos más información en el texto de Juan Pablo II y el Islam. ¿Es Abraham el pacificador que necesita el mundo?. El Papa Juan Pablo II, se convirtió en el año 2000, en un ferviente defensor de la figura de Abraham. Así, pues, presidió en el Aula Pablo VI una emotiva celebración litúrgica para conmemorar al Patriarca Abraham. Mientras la tierra prometida a los descendientes de Abraham continua inmersa en una creciente espiral de violencia, diversos colectivos continúan descubriendo y aproximándose en pro de la paz y la conciliación de ese "icono de la fe" que es Abraham.
Texto Quinto (por Alberto García Vieyra).- Abraham es el primero de los grandes patriarcas vinculados a la salvación del género humano. Patriarca, une dos vocablos: pater y arjé; principio, origen de la humanidad vinculada a la salvación. No a todos los padres posteriores a Adán los llamamos patriarcas, sino a los vinculados a la salvación. Cada uno de los jefes de tribu, de las familias no bíblicas salidas de Adán podrían denominarse patriarca, en el sentido de primer padre. Pero los que llamamos patriarcas son las cabezas de las tribus bíblicas, vinculadas a la historia de la salvación. Distínguense los patriarcas anteriores al diluvio de los posteriores. Entre los anteriores al diluvio tenemos la línea genealógica de Caín, y aquellos de Set (si es una sola línea genealógica en documentos diferentes o no, es asunto de especialistas). Los anteriores al diluvio llegan hasta Noé. Los postdiluvianos, parten de Sem y terminan con la multiplicación de pueblos sobre la tierra (Génesis X). La genealogía de Abraham ocupa un lugar especial (Génesis XI, 10). El autor inspirado pone de relieve la importancia del Patriarca, como señalando su elección divina. Entre los patriarcas ponemos de relieve la elección de Abraham. Elección significa segregación del común de los mortales, por un privilegio especial.
Una persona es elegida por sus cualidades; pero para Dios es al revés: Dios elige y otorga las cualidades al elegido. Podemos decir que Abel, Noé, Job en el Antiguo Testamento fueron elegidos; del mismo modo Abraham y, agreguemos, de una manera especial. Evidentemente entre todos los patriarcas, la figura de Abraham es sobresaliente; es elegido como padre de una inmensa multitud: la multitud de los creyentes. No sólo es padre de la multitud, el pueblo profético, sino padre de la multitud de los profetizados, los que debían creer en el misterio de salvación. Volvamos a los versículos del Génesis, siempre con nuevas resonancias: "Yo te haré un gran pueblo, te bendeciré y engrandeceré tu nombre" (12, 2). La bendición supone borrada la maldición del pecado, transmitida desde Adán. No tendría objeto suponer una nueva bendición, si no hay una maldición anterior. Es un poder, una gracia, para cumplir la voluntad de Dios, con proyección a la bienaventuranza eterna. Es algo nuevo que el Señor pone en el mundo. Bendición, engrandecer, en este lugar no tienen el sentido que tiene en Génesis 1, 28, o en 2, 3 (vida, fecundidad) sino un sentido conforme al llamado de Abraham a la fe y vida sobrenatural. Ya no estamos en los días de la creación; estamos en la aurora de la reparación: el llamado de los pueblos a la salvación. El llamado a la salvación no es como ahora un llamado psicológico, sin referencia a un lugar; en aquellos milenios, en que Abraham tendría la conciencia viva del paraíso, la salvación se presenta ligada a la tierra, que se llamará prometida. "A tu descendencia daré yo esta tierra" (Génesis 12, 7); la tierra elegida es la de Canaán. A la vuelta de Egipto, Abraham se separa de Lot, eligiendo este último la hoya del Jordán; Abraham queda en Canaán; después de separarse de Lot, Yavé le promete de nuevo: "Toda esta tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre" (13, 14). Es curioso y difícil de explicar cómo la promesa de la salvación viene en todo el tiempo profético ligada a una tierra, a un pueblo, comenzando por ser un mensaje estrictamente localizado, para volverse universal. Quizás fueron condiciones necesarias para su permanencia en el espacio y en el tiempo. Llama igualmente la atención la reiteración con que el Señor Dios habla con Abraham, y la magnitud de las promesas; todo recibido con fe por el Patriarca. Podemos pensar que el Señor quería nutrir la fe de Abraham, que en último análisis era la fe de un hombre. La fe de Abraham, aun fundada en la palabra de Dios, tiene diversos motivos en contra. Motivos personales: la vejez; Abraham es centenario, y su mujer es nonagenaria; ¿cómo pensar en tener hijos?, ¿cómo creer en una descendencia numerosa?. Por otra parte no era ningún rey poderoso que pudiera influir en la idolatría de los grandes pueblos, como el egipcio y otros. Motivos de orden social en contra, eran el auge de la idolatría, y el olvido de las verdaderas tradiciones religiosas. Yahvé promete un cambio radical: cambio de las creencias del pueblo, y que él será la causa. En ese tiempo ya había civilizaciones avanzadas: sumerios, asirios, babilónicos, hititas, etcétera. Y que cultivaban el politeísmo; ¿cómo podía pensar Abraham, aun con sus familiares y siervos (cien personas), cambiar ese mundo?. "Creyó Abraham a Dios, lo cual le fue imputado a justicia" (Romanos 4, 3). Son palabras de San Pablo. Nosotros conocemos la fe de Abraham por su respuesta generosa, pero no podemos apreciar todo el misterioso contenido de esa fe; sólo sabemos que era tanta ... que le fue imputada a justicia. Pero ¿qué significa esto?. La fe de la justificación, o la fe que abre las puertas de la salvación, es la fe en el Hijo de Dios encarnado. Enseña Santo Tomás que en todo tiempo fue necesario creer en el misterio de la encarnación del Verbo; pero de diversa manera según la diversidad de los tiempos y las personas (II-II, 2, 7).Entre las personas distingue los mayores y los menores. A Abraham sin duda debemos ponerlo entre los primeros. Además tenemos el dato del mismo Evangelio, que comentaremos:
"Abraham vio mi día y gozó". Quiere decir que vio al Señor en sus días de Nazaret, de Galilea, quizás su martirio en la cruz, y su gloriosa resurrección y ascensión a los cielos. El texto no lo explica, pero para gozarse tuvo que ver el triunfo de Jesús. La Escritura habla de la fe de Abraham como no habla de la fe de Noé o de Job; es el paradigma de la fe verdadera. La promesa de bendición es promesa de la gracia divina después de milenios de padecer bajo la soberbia de Satanás; aquel elemento misterioso de la gracia divina, que el ángel caído o por caer despreciara en su momento, iba a tomar la revancha en favor del hombre. La fe de Abraham es superior; es fe en su descendencia: "y a tu descendencia (la cual es Cristo)" (Gálatas 3, 16). Abraham, el padre del pueblo hebreo, cuando oye la voz del Señor, y cuando obedece a la divina palabra, era un pagano arameo, un santo monoteísta, que mantenía las tradiciones religiosas más primitivas, sin deformarlas, creyendo en Dios Creador, que había prometido en el Paraíso la salvación del mundo. La fe, la obediencia filial sería su respuesta al Padre que le hablaba de liberarle del poder del demonio. La bendición de Dios, y la fe del mismo patriarca, revelan claramente la elección divina. Abraham es el elegido, con una elección que recuerda a la de Adán como cabeza del género humano; Abraham también a su modo es cabeza: cabeza de las generaciones que con la fe de Abraham esperarán la venida del Salvador. La bendición divina sobre Abraham era reconocida, de algún modo, por todos. Así al volver de rescatar a Lot, le salen al encuentro el rey de Sodoma y Melquisedec, rey de Salem. "Y Melquisedec, rey de Salem sacando pan y vino, como era sacerdote del Dios Altísimo, bendijo a Abraham diciendo: ‘Bendito Abraham del Dios Altísimo, el dueño del cielo y de la tierra. Y bendito el Dios Altísimo, que ha puesto a tus enemigos en tus manos' " (Génesis I 4, 19-20). Y le dio Abraham el diezmo de todo."
Estos sucesos colmados de riqueza profética, señalan una línea de inteligencia para explicar los hechos del Nuevo Testamento. Abraham es el elegido, y no otro, que va a sellar la alianza con Yavé. Después de estos sucesos habló Yahvé a Abraham en visión, diciéndole: "No temas, Abraham, yo soy tu escudo, tu recompensa será muy grande" (Génesis 15, 1). Tenemos aquí, no solamente locución, y hablar desde la tiniebla como en el Sinaí, sino visión, como dice el texto. En esta y otras veces encontramos que Yahvé se presenta y habla con Abraham. El patriarca reconoce que su interlocutor es el mismo Dios. El problema se desvanece al saber que el Hijo, Dios como el Padre, asume una naturaleza humana. No resulta improbable que al aparecer asumiera figura de hombre, y que se hiciera reconocer como Dios. Si Juan el Bautista pudo decir: "este es el Cordero de Dios"... etcétera, bien podría reconocer en quien se aproximaba al mismo Yahvé, al mismo Dios. La expresión: "yo soy tu escudo", significan una garantía; después la garantía será la misma omnipotencia. Ante las promesas del Señor, Abraham permanece sorprendido; la sorpresa no es duda, pero expresa su admiración: "Señor Yavé; ¿qué vas a darme? Yo me iré sin hijos" (Génesis 2). Simplemente le dice quién lo puede heredar, quizás el damasceno Eleazar. Pero Yavé insiste y reitera su promesa: "No te heredará ése, sino al contrario, uno salido de tus entrañas; ese te heredará". Ya hemos dicho los motivos que tendría Abraham para pensar en lo arduo de esas promesas; por su parte el Señor quería exigir cada vez más a la fe del patriarca; debía ser una fe exclusivamente fundada en la palabra divina, sin ningún apoyo extrínseco. Por ese motivo las promesas de Yavé son reiteradas, para ahondar la pureza de la fe: "Y sacándole fuera le dijo: "Mira el cielo y cuenta si puedes las estrellas; así de numerosa será tu descendencia"; y creyó Abraham a Yavé y le fue reputado por justicia" (Génesis 4-5). La promesa al Santo Patriarca está rodeada de circunstancias misteriosas, significativas de su origen divino; entre las predicciones está que su descendencia estará en servidumbre y la oprimirán por cuatrocientos años; alude a la estadía de los hijos de Jacob en Egipto. En el capítulo siguiente (XVI) se trata de Ismael, el hijo de Abraham y de su esclava Agar. Sara, la mujer de Abraham, no tenía hijos; tenía una esclava egipcia, y se la dio a Abraham, para entrar en relaciones con ella. Ya que no podía tener hijos de Sara, que tuviera de Agar, los cuales serían considerados como herederos del patriarca. Así nació Ismael. Pero Ismael no era el hijo de la promesa. La historia continúa con el desprecio de Agar hacia su señora: "Maltratóla Sara y ella huyó al desierto". Un ángel se le aparece y le ordena volver a su señora. Debía esperar todavía Abraham la fecundidad milagrosa de Sara, y el nacimiento de Isaac. Después de haber mostrado su poder absoluto sobre toda criatura dijo Yavé a Abraham: "Sarai tu mujer no se llamará más Sarai sino Sara, pues la bendeciré, y te daré de ella un hijo a quien bendeciré y engendrará pueblos, y saldrán de él reyes y pueblos. Cayó Abraham sobre su rostro, y se reía diciéndose en su corazón: ¿con que a un centenario le va a nacer un hijo y Sara ya nonagenaria va a parir?" (Génesis 17, 15). Los exegetas señalan esta promesa como mucho más concreta que las precedentes. Es la promesa de tener un hijo, y de su mujer Sara que era estéril . Al hijo se le prometen bendiciones, que engendrará pueblos, vale decir una prodigiosa fecundidad. Hoy podemos apreciar que el sentido natural de fecundidad biológica, queda sobrepasado por el de fecundidad espiritual; este último sentido sería el empleado por Yavé. La fecundidad biológica ya estaba dada al hombre en el principio de la creación; ahora se trata de fecundidad y grandeza espiritual. Este hijo se llamará Isaac, "con quien estableceré yo mi pacto sempiterno y con su descendiente después de él" (17, 19). Cuando acabó de hablarle desapareció Dios. La fecundidad querida por Dios es la fecundidad espiritual de la gracia divina, para llenar de criaturas humanas el reino de la gloria; Él quiere que nazca un hijo varón a pesar de la edad de Abraham y Sara. "Levantó Abraham sus tiendas y se fue a habitar al encinar de Mambré, cerca de Hebrón y alzó allí un altar a Yavé (Génesis 13, 18). Allí ha puesto su tienda el padre del pueblo elegido y raíz de la cristiandad. No hemos tenido el privilegio de pisar la tierra santa, menos aun el de contemplar aquellas encinas, que habrán desaparecido en el correr de los milenios. Aquella arboleda fue testigo de algo único en la tierra: la aparición del Señor entre las encinas. Así como una vez caminó el Señor entre los árboles del paraíso para encontrar a Adán para castigarle por su pecado, así ahora llega hasta Abraham para premiar su fe y obediencia. Es algo que ocurre no entre hombres, de la misma naturaleza humana, sino entre Dios Creador y su criatura caída en el pecado. De modo que si la venida de Dios a Adán significó el castigo al hombre pecador, la venida, con distinto signo, al patriarca Abraham significó el perdón y la misericordia. Si Dios no llega al hombre por su justicia, castigando su culpa, llega por su misericordia perdonando su culpa. "Estaba (Abraham) sentado a la puerta de la tienda a la hora del calor; y alzando los ojos vio parados cerca de él a tres varones. En cuanto los vio salióles al encuentro desde la puerta de la tienda y se postró en tierra" (18, 1-2). Abraham era un jefe de tribu, rico, nómada, que no se distinguía exteriormente de los demás; las riquezas de su fe no eran perceptibles a los ojos del mundo. Pero aquellas riquezas escondidas a los ojos profanos, eran perceptibles a los ojos de Dios, que llega hasta él para anunciarle el premio merecido por su fe, y ratificarle las promesas mesiánicas. Lo más inmediato sería la fecundidad de Sara, y el nacimiento de Isaac. Aparecen tres varones; pero uno de ellos es Yavé, Dios. No podemos más que conjeturar en edades tan remotas y llenas de misterio. No podemos hacer de estos hechos una historia profana. Menos aún situarla a nivel de la mitología. El Hijo de Dios pudo tomar una forma humana en cualquier momento de la historia. Pudo Abraham saber que el Hijo de Dios, y Dios como el Padre, vendría al mundo como hombre. De hecho, al contemplar el grupo de los tres, detecta de inmediato que uno de ellos es Dios. Jesús también se apareció a sus apóstoles como hombre, y supieron que era Dios. Debemos respetar el misterio, dónde se presenta y cómo se presenta. No nos debemos apresurar y querer explicarlo todo. Muchas cosas quedan para contemplarlas en la eternidad. La recepción de Abraham fue extraordinaria. Es notable que se dirige a sus huéspedes en singular, como si hubiera uno más importante, y los otros dos le sirvieran de séquito: "Señor mío, dice: si he hallado gracia a tus ojos, te ruego que no pases de largo junto a tu siervo" (Génesis 3); manda traer agua para lavarles los pies; les promete pan; encarga a Sara amasar tres seas de flor de harina (trece kilos), y manda buscar un ternero gordo para obsequiar a los recién llegados. Al anunciarles Abraham el banquete que preparaba, los huéspedes responden secamente: "haz como has dicho" (Génesis 5). A esta altura debió reconocer Abraham que uno de ellos, el principal, era Yavé; mientras sus huéspedes comen, Abraham está de pie junto al árbol. Sería el final de la comida, cuando preguntan: ¿dónde está Sara tu mujer?; en la tienda, contestó Abraham; continúa el relato: "A otro año por este tiempo volveré sin falta y ya tendrá un hijo Sara, tu mujer" (Génesis 10). Sara se ríe, porque estaba vieja, y su marido también. "Y dijo Yavé a Abraham: ¿por qué se ha reído Sara?...¿hay algo imposible para Yahvé?" Sara niega haberse reído, con una negación inspirada en el temor filial; Dios corrige la negación, dejando purificado el temor, y la certidumbre en la esperanza. Hemos expuesto dos narraciones (Génesis XVII, 15-22; XVIII, 1-15), que tienen un contenido semejante. En una y otra se trata de Sara, y que Sara siendo anciana lo mismo que su marido, va a tener un hijo, el heredero de las promesas mesiánicas. En la primera se cambia el nombre de Sarai en Sara, que significa princesa; y quien ríe de gozo es Abraham. En la segunda, aparece el nombre de Sara, y quién ríe es la mujer. Las dos narraciones parecen ser, según los exégetas, versiones diferentes del mismo hecho, que vendría consignado en distintos documentos, unificados por Moisés, el autor inspirado del Génesis. Así resulta todo más claro; es mas probable que Yavé se apareciera una sola vez para anunciar el hijo de Sara. Ya había nacido el hijo de la esclava, Ismael (Génesis 16, 16). En cuanto a la risa de aquellos santos personajes, debemos ver el gozo del Espíritu Santo. No es risa, como dice un exégeta "de una mortal seriedad, y que mezcla la fe y la incredulidad". Abraham, hombre de fe, siempre en la presencia de Dios, goza con la perspectiva de la salvación, de la Promesa que se acerca, del Salvador verdadero que se acerca, por el camino del hijo que va a tener de su mujer, Sara. El gozo es uno de los frutos del Espíritu, proviene de la caridad; así debemos interpretar el gozo del Patriarca, a la altura de su dignidad espiritual. Abraham cayó sobre su rostro. La alegría de Abraham y de Sara no debe extrañarnos; las primeras palabras del ángel a María fueron: "Alégrate llena de gracia" (Lucas 1, 28); poco después en casa de Isabel: "Salta de júbilo mi espíritu en Dios mi Salvador" (Lucas I, 47). Abraham y Sara quizás eran, en aquellos momentos, los únicos en el género humano que pudieron exteriorizar el gozo de la salvación y de la vida. Prosigue la narración con el episodio del castigo de Sodoma y Gomorra. "Levantáronse los tres varones y se dirigieron hacia Sodoma, y Abraham iba con ellos para despedirlos" (XVIII, 16).
Podríamos preguntarnos qué relación existe entre la promesa del hijo, y el castigo de las ciudades de la Pentápolis. De hecho el patriarca sale acompañando a Yavé y a los dos ángeles en figura de hombre que irán hasta la casa de Lot en Sodoma, para salvarlo. Primero viene un monólogo en el cual Yavé analiza las razones por las cuales no puede esconder a Abraham sus propósitos. Abraham es el amigo de Dios, y nada se le puede esconder. Los pecados de Sodoma claman al cielo por la justicia divina. Abraham trata de disuadirlo, y de impedir el castigo de las ciudades pecadoras. Abraham siguió estando con Yavé. "Acercósele pues y le dijo: ¿Pero vas a exterminar justamente al justo con el malvado?. Si hubiera cincuenta justos en la ciudad, ¿los exterminarías acaso, y no perdonarías al lugar por los cincuenta justos?" (Génesis 24). La intercesión de Abraham es poderosa y Yavé accede a la propuesta, pero el Patriarca insiste, y pregunta: si se hallasen cuarenta, treinta, veinte y diez. "¿Y si se hallasen diez? Pregunta el Patriarca; si se hallasen diez Génesis 33). Mientras tanto los ángeles sacan afuera a la familia de Lot, con una consigna singular; no volver la cabeza para atrás. La mujer de Lot no la cumple, y queda convertida en estatua de sal (Génesis 19, 27). Todo esto es misterioso; es misterio el mismo castigo de Sodoma y de Gomorra. Muchas ciudades hubo y habrá después con un índice de culpabilidad más elevado, y que no han sufrido ni sufren ningún castigo semejante. Tenemos que ver el concepto de castigo que maneja la Escritura, al aludir a Sodoma, Gomorra y otras ciudades. Exponemos a continuación dos textos del Antiguo Testamento, otros del Nuevo, donde aparece el sentido del castigo de Sodoma y Gomorra. En Isaías 13, 19, Babilonia, la flor de los reinos, ornamento de la soberbia de los caldeos, "será como Sodoma y Gomorra que Dios destruyó". Ezequiel 16, 35, habla contra Jerusalem; menciona a Sodoma: "Por mi vida, dice el Señor Yavé, que tu hermana Sodoma con sus hijas, no hizo lo que tú con tus hijas hiciste" (Génesis 48). Prosigue señalando que los pecados de Jerusalem son muchos más que los de las ciudades castigadas de la Pentápolis. Pedro, menciona a Sodoma y Gomorra, como las ciudades que el Señor condenó a la destrucción, para escarmiento de los impíos venideros (II Pablo 2, 6). San Judas, recuerda cómo Sodoma y Gomorra habían fornicado, abundado en vicios contra la naturaleza, sufriendo la pena del fuego (Epístola San Judas I, 7). En un texto famoso, después de increpar a Corozaim y Betsaida por sus pecados comparándolos con Tiro y Sidón, habla el Señor a Cafarnaum: "Y tú Cafarnaum, ¿te levantarás hasta el cielo? Hasta el infierno serás precipitada, porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros hechos en ti, hasta hoy subsistirían. Os digo que el país de Sodoma será tratado con menos rigor que tú el día del juicio" (Mateo XI, 23). Por estos textos podemos valorar el castigo de Sodoma y Gomorra, destruidas por el fuego, dentro de un criterio analógico, valorando la pena y la culpa. El castigo por excelencia prometido al pecado, el sumo analogado de penalidad que merece la culpa infinita del pecado contra Dios, es la pena del infierno, o sea la muerte. El infierno fue el castigo de los ángeles rebeldes, y el que esperan los obstinados en la aversión a Dios. El castigo temporal, como tenemos en el diluvio y en nuestro contexto, por el fuego, es propio de la era patriarcal. La bendición de los patriarcas era la multiplicación de los hijos y los rebaños; era el signo de tener la benevolencia divina. Así al patriarca Job: "acrecentó Yavé hasta el duplo todo cuanto antes poseyera" (Job, 42, 10). Jacob también: "era rico en extremo, dueño de numerosos rebaños, de siervos y siervas, camellos y asnos" (Génesis 30, 43). En el Nuevo Testamento, en la era cristiana, el juicio está reservado al Hijo; no existen propiamente castigos divinos para la impiedad en el tiempo; las penalidades temporales son para el cristiano penas de carácter medicinal, más que otra cosa. Los castigos de la era patriarcal, como el de Sodoma y Gomorra, fueron un castigo temporal por sus pecados, significativo del castigo definitivo de la culpa en el infierno. Actualmente, en la era cristiana no hay castigos temporales visibles por razón de los pecados; o por lo menos no hay que atribuir a castigo divino, los males que padece el hombre. Así lo dijo el mismo Señor: "Aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató; ¿creéis que eran más culpables que todos los hombres que moraban Jerusalem? Os digo que no, y si no hiciereis penitencia todos igualmente pereceréis" (Lucas 13-4). Todo el juicio está en manos del Hijo (Juan V, 22). Ángel significa enviado, legado; los ángeles aparecen en la Escritura realizando diversos ministerios: el ángel Gabriel enviado a la santísima Virgen; el ángel que acompaña a Tobías el joven, etcétera. Siempre algún ministerio; enviados por Dios para algo. Los ángeles son criaturas espirituales, más perfectas que el hombre; éste está compuesto de espíritu y materia, posee cuerpo y alma; el ángel es puramente espiritual, o sea incorpóreo. Son sustancial inmateriales, sin ningún género de corporeidad. La existencia de los ángeles es de fe. En los símbolos de la fe se dice "Creador de las cosas visibles e invisibles". En el Concilio Bracarense (año 561), se define: si alguno cree que las almas humanas o los ángeles fueron formados de la sustancia de Dios sea anatema. Allí se menciona a los ángeles, para subrayar que no son formados, como creían los herejes, de la sustancia divina. En el prefacio de la Misa repetimos: "por eso con los ángeles y arcángeles"... etcétera. Nuestro problema es la aparición visible de los ángeles, que son en sí mismos sustancias invisibles, porque incorpóreas. Más aún, uno de los tres personajes, en nuestro contexto, se presenta como Yavé, Dios.
Los ángeles -dice Santo Tomás- pueden aparecer en visión imaginaria; y así lo ve solamente la imaginación del agraciado con aquella visión. "Pero la Sagrada Escritura menciona a veces apariciones de ángeles que fueron vistos por todos sin excepción, y así los ángeles que se aparecieron a Abraham, fueron vistos por él, por toda su familia, por Lot y por los habitantes de Sodoma... cosa que prueba que tales apariciones se realizaron con visión corporal. En esta clase de visiones, dice Santo Tomás, es indispensable que algunas veces tomen cuerpo" (Santo Tomás I, 51, 2). Al tomar cuerpo sensible, se representan las propiedades inteligibles del ángel; los ángeles forman el cuerpo formado de aire, condensándolo por virtud divina, cuanto sea necesario para plasmar el cuerpo que han de asumir. Dícese que el ángel asume un cuerpo no para unirlo consigo, como el hombre toma el alimento, ni para unirlo a su persona como el Hijo de Dios asumió la naturaleza humana, sino para su representación; del mismo modo que lo inteligible puede representarse por lo sensible. De modo que el cuerpo le sirve para presentarse; para volverse visible. En el Antiguo Testamento, como es en nuestro contexto, uno de los personajes se presenta como Yavé, vale decir como Dios. Santo Tomás afirma que tales apariciones son hechas por ministerio de los ángeles: factae sunt ministerio angelorum; por esas imágenes sensibles, el ánimo del hombre entiende que es Dios. El ángel asume el cuerpo, como motor al móvil, y lo figurado a la figura. Para corroborar lo dicho, en el Éxodo 3, 2 el ángel de Yavé se aparece en la zarza ardiendo; después en el versículo siguiente agrega: "vio Yavé que se acercaba"... etcétera. Agreguemos que el ángel está en todo el cuerpo asumido, y en todas sus partes, semejante al alma, aunque no como forma del cuerpo, sino como motor. Entonces Santo Tomás sostiene que se trata de un cuerpo real formado por el ángel. Cuando, como en nuestro caso, uno de los personajes habla como Dios, tenemos que por su intermedio Dios nos transmite su mensaje. Dios habló por ministerio de los ángeles, por ministerio de los profetas, finalmente por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo (Hebreos I, 1).
En la edad patriarcal no había profetas. Hemos visto la promesa de Yavé varias veces reiterada. Ahora nace el hijo, acerca del cual dijo Dios: "lo bendeciré, engendrará pueblos, y saldrán de él reyes de pueblos" (Génesis 17, 16). El nombre del aludido es puesto por el mismo Dios: Isaac. "Visitó Dios a Sara, como le dijera, e hizo con ella lo que le prometió; y concibió Sara y dio a Abraham un hijo en su ancianidad, al tiempo que le había dicho Dios" (Génesis 21, 1-2). Las primeras palabras son características: "Visitó Dios a Sara". ¿Qué significaba la visita de Dios?. Que una persona visite a otra, no nos extraña; la Virgen María visitó a su prima Isabel; que un ángel visite a una persona, tampoco; el ángel Gabriel, visitó a la Virgen a la cual había sido enviado. Pero aquí se trata de Dios. Dios está en todas partes; la Escritura no puede hablarnos de una visita de Dios si no es algo especial. El Hijo es enviado al mundo, en la encarnación; el viejo Zacarías canta entonces: "visitavit et fecit redemptionem plebis suae" ("visitó e hizo la redención de su pueblo" (Lucas I, 68). En Job tenemos otra visita: "y tu visita custodió mi espíritu" (X, 12). "¿Quien es el hombre para que te acuerdes de él, y el hijo del hombre para que lo visites?" (Salmos 8, 5). Así en muchos textos de la Escritura aparece Dios llegando al hombre, como visitándole. La "visita" de Dios significa un efecto de la gracia de Dios; que algún don de su misericordia llega al hombre. Dios visita para dar. Visitó Dios a Sara también para darle. Quiso dar a Abraham y a su mujer, y dar al mundo, al hijo de las promesas. Quiere Dios algo insólito y milagroso, porque sería algo insólito y milagroso todo el orden de la redención. Sara era estéril, incapaz de engendrar, como es incapaz la naturaleza humana, por sí misma, en orden a la salvación y la vida de la gracia. Por la naturaleza humana, el hombre es estéril en una perspectiva de salvación. No puede salvarse del pecado por sus propios medios. Necesita de Dios, de la gracia de Dios, de la visita de Dios. Todos estos personajes y todo cuanto les acaece entra de lleno en el orden de la promesa. Así como Abraham es el padre de la fe, Sara representa la naturaleza humana que debe volverse fecunda por la fe. Hagamos una comparación. Adán y Eva tienen todo; poseen todos los dones de Dios y son despojados de ellos por castigo. Luego el hombre viejo, hijo de Adán, es estéril; nada puede en orden a la vida eterna; quedará sepultado, dice San Pablo (Romanos 6, 4). El hombre nuevo debe resucitar entre los muertos; debe nacer, por el poder de Dios, de la esterilidad de la muerte. Isaac nace de la esterilidad de Sara para significar la gracia divina, que debe nacer en el hombre por el poder de Dios. Existe aquí un misterio difícil de explicar. La muerte -dijimos- no es aniquilación del ser, sino castigo. El alma del condenado subsiste, como la naturaleza incorpórea del demonio. La persona humana, el hombre con su naturaleza humana, es estéril por sí mismo, no posee las fuerzas vitales capaces de llegar a la bienaventuranza eterna. Es todo un hombre viejo que debe perecer, y que perece si no es fecundado por la fe y el sacramento. La fe y el sacramento constituyen al hombre en hijo de la promesa. Yo no soy, en rigor, cristiano, porque mi padre fue cristiano. Soy cristiano por la fe y el bautismo. Es lo que hace nacer al hijo de Abraham, y me constituye en hijo suyo, o sea en hijo de la promesa. De nada vale la descendencia carnal. En su carta a los Romanos, Pablo prueba con el ejemplo de Rebeca (la madre de Esaú y Jacob), que la descendencia carnal no cuenta; que el propósito de Dios se regula conforme a elección (Romanos 9, 10). Quiere decirnos que Dios eligió a Isaac como podría haber elegido a otro; que Dios no está atado a que sea el primogénito, o que sea el hijo de la mujer legítima. Ahora eligió a Isaac, y después elige a Jacob siendo el primogénito Esaú. Escribe Ricciotti: "El representante típico de la descendencia espiritual es Isaac, contrapuesto a Ismael, descendiente carnal". Para obtener al hijo de la promesa, la fe ha fecundado primero la esterilidad de la naturaleza; la naturaleza se ha vuelto fecunda por la fe, y solamente así tenemos la continuidad de la fe y de las promesas mesiánicas. "Vosotros como Isaac -dice San Pablo- sois hijos de la promesa" (Gálatas IV, 28). Podría haber dicho quizás: nacidos a la gracia prometida por la fe. Efectivamente, lo prometido es Cristo, es la gracia de Cristo, el principio de nuestra resurrección a la vida divina. Esto nos enseña que los hijos de Abraham deben multiplicarse por la fe. Por la fe, y no por la circuncisión y otra cosa. La fe fecundará la naturaleza humana, y nacerá la gracia de Dios, o sea, vendrá el hijo de la promesa. El verdadero hijo de la promesa es Cristo, el primogénito entre muchos hermanos. Cristo nace realmente en las almas por la fe y por los sacramentos de la fe. Avanzando un poco, en el bautismo y la penitencia quedan sepultadas las obras de la carne dejando al alma con aptitud para la Eucaristía. En la Eucaristía recibimos el cuerpo y la sangre del Señor. Entonces en verdad somos hijos de la promesa, o si se prefiere, sarmientos unidos a la Vid. Estéril es la raza humana para engendrar la vida divina. Pero comienza en la tierra el regocijo de la estéril, el cántico de los afligidos, la gloria de Yavé sobre Jerusalem: "Levántate y resplandece, ya se alza tu luz y la gloria de Dios te ilumina" (Isaías 60, 1). "Dijo Sara: me ha hecho reír Dios" (Génesis 21, 6). En lenguaje bíblico, esto significa nada menos que la posesión del gozo del Espíritu Santo. Las palabras iniciales son las siguientes: "quiso probar Dios a Abraham" (tentavit, dice la Vulgata). La palabra "probó", o "quiso probar" no traducen bien el hecho. Dios no pone propiamente una prueba; sería impropio de la majestad divina poner una trampa en el camino de Abraham para examinar su comportamiento. Estaremos más cerca de la verdad si decimos que el Señor suscita en el corazón de Abraham la ofrenda de lo más querido para su condición de padre. Dios que le pidió el alejamiento de los suyos, que le hizo vivir en una tierra extranjera, ahora le solicita el sacrificio de su propio hijo. El sacrificio de Isaac no es un episodio más arqueológico o histórico. Posee un hondo sentido espiritual. Las promesas y la fe en el Salvador debían trazar un profundo surco histórico en la vida de la humanidad. En el fondo del surco se conjugan y se entreveran siempre la palabra de Dios y los hechos de los hombres. Primero es la fe de Abraham que crece y madura en la sacra audición de los secretos de Dios; ahora es la esperanza que se purifica e inmola en el incruento y místico ofertorio que precede a la Víctima verdadera y perfecta ofrecida en la Cruz.
Una pésima pedagogía es poner inconvenientes a propósito para que el niño tropiece en lo físico o en lo moral. No podemos poner a Dios en esto. Lo mejor es decir que Dios quiso directamente aquella inmolación interior, aquel ofrecimiento del hijo de las promesas, engendrado por la fe, en holocausto a la Santísima Trinidad. Debía significar aquel otro holocausto cruento, que el hijo del Hombre sufriría en el Calvario. Isaac es figura de Jesucristo. Cumple como Jesús la voluntad del Padre. El género humano se salvará por el misterio de la Cruz. Y le dijo Dios (a Abraham):
"Anda, toma a tu hijo, a tu unigénito, a quién tanto amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto, sobre uno de los montes que yo te indicaré". Las palabras: "unigénito", "a quien tanto amas", sirven para marcar la figura de Jesucristo: "mi hijo amado en quien tengo mis complacencias" (Mateo 17, 5).
El sacrificio requiere la ofrenda, la víctima que debe ofrecerse al Señor, para testimoniar su dominio sobre la creación. Abraham, conociendo la víctima elegida para el sacrificio, sufriría un verdadero martirio interior. La Escritura nos advierte que levantóse al alba, aparejó al asno, llevando consigo a dos mozos, y a su hijo Isaac. Nada nos dice la Escritura sobre si le preguntaron por el animal para la ofrenda. Lo que sabemos es que los peones quedaron al pie del monte, subiendo solamente Abraham e Isaac, con la leña para el holocausto. En el contexto aparece que Isaac no sabe cuál será la víctima para ofrecer en holocausto. "Dios proveerá", habría respondido su padre. Pero podemos pensar que llegaría un momento en que Abraham debía decirlo. Isaac ya no es un niño; es un joven maduro. Abraham debe decirle que la víctima elegida por Dios es él mismo. Isaac debió aceptar voluntariamente ser la víctima del holocausto. Que lo hace voluntariamente es evidente; pudo bajar del monte desobedeciendo la voluntad paterna; su padre hombre viejo, mas que centenario, no hubiera podido impedirlo. Si Isaac permanece a su lado es porque voluntariamente acepta el sacrificio. Por otra parte el sacrificio debió ser meritorio para el mismo Isaac, lo que no hubiera ocurrido de no ser voluntario. Así completa Isaac la profecía del sacrificio de Cristo, que se ofreció voluntariamente por nuestros pecados. Así prosigue la narración bíblica: "Llegados al lugar que le dijo Dios, alzó allí Abraham el altar, y dispuso sobre él la leña, ató a su hijo y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Tendió luego su brazo y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero le gritó desde los cielos el ángel de Yavé diciéndole: Abraham, Abraham. Y este le contestó: heme aquí. No extiendas tu brazo sobre el niño -le dijo- y no le hagas nada, porque ahora he visto que en verdad temes a Dios, pues por mí no has perdonado a tu hijo, a tu unigénito" (22, 11). Después Yavé reitera la bendición de Abraham: "te bendeciré largamente y multiplicaré tu descendencia, como las estrellas del cielo, como las arenas a la orilla del mar" (17). La vida de los patriarcas es, por una parte, significativa del poder de la promesa de redención hecha en el paraíso después del pecado, y por otra parte es profética con relación al Nuevo Testamento. Es como un nexo de unión que establece una continuidad histórica. La fe de Abraham debe servir de pauta para el Nuevo Testamento, para la Nueva Alianza. Llega a su máximo, después de un camino que hemos recorrido; abandonó su pueblo y sus parientes, para ir a una tierra prometida, que aún no era suya; cree en Dios cuando le promete un hijo en la vejez suya y de su mujer; cree que en aquel hijo suyo serán benditas todas las naciones, según dijo el Señor; por fin, cree en la orden del Señor que le manda sacrificar al hijo en holocausto. Así es la fe, que el Señor requiere de los hombres del Nuevo Testamento. Fe plena y obras de la fe; las renuncias deben entrar en la vida del cristiano; el cristianismo significa una vocación de heroísmo. Si la fe de Abraham merece la bendición, y todas las naciones van a entrar en la misma bendición por la fe, esa fe es la de Abraham, la que lleva consigo al sacrificio de la Cruz. Dice el apóstol Santiago: "¿Quieres saber, hombre vano, que es estéril la fe sin obras? Abraham nuestro padre ¿no fue justificado por las obras cuando ofreció sobre el altar a Isaac su hijo?" (Santiago 2, 22). Las obras de la fe son los sacrificios, como las obras de la fe de Abraham culminaron en el sacrificio de su hijo. La fe de Abraham no es una fe en el hombre, en la historia, en las estructuras del mundo; es fe en Dios, y de obediencia a los mandamientos de Dios; no es una fe con las puertas abiertas para una larga audiencia a los elementos de cultura o de civilización. Es fe en Dios, y que lleva todo hasta el sacrificio por el amor de Dios. La fe de Abraham está íntegramente recogida en su hijo Isaac. Como la voluntad del Padre es la voluntad de Jesús, y la voluntad de Jesús, la voluntad de su Padre, así la fe de Abraham y de Isaac son la misma cosa. Isaac, el hijo de las promesas, recuerda a Jesús en el huerto de los Olivos; allí se pone de relieve cómo se entrega a la voluntad de su Padre. Isaac también acoge la voluntad de su padre, que sabe es la voluntad de Dios. La Escritura no nos lo dice, pero quizás sabía que el Salvador, cuyo día había visto su padre Abraham, iba a ofrecerse en sacrificio; no tenemos motivo bíblico para afirmarlo; pero el sacrificio, la oblación de sí mismo, pudo parecerle necesaria, para que la bendición otorgada a su padre Abraham se extendiera a todas las naciones. Isaac vería en las naciones sumidas en la idolatría el misterio de iniquidad; la acción del ángel caído con poder sobre los hombres; el hijo de la bendición palpaba sin duda el poder del príncipe de este mundo, que distribuía el sacramento de la maldición por todas las generaciones humanas. El sacrificio es el acto supremo de religión. Es el amor de Dios testimoniado por la entrega de nosotros mismos, de todo nuestro ser al Creador. En el sacrificio de Isaac tenemos el don de sí mismo en holocausto a la Divinidad. La promesa hecha en el paraíso se afianzaría en el mundo por la Redención y remisión de los pecados. Redención viene de re-emptio, comprar de nuevo; en poder del demonio seríamos rescatados por la sangre del Cordero. El ciclo de la redemptio, si podemos hablar así, comienza con la sangre de Abel; prosigue con el justo Noé; viene al mundo con la fe de Abraham, el sacrificio de Isaac culmina con el sacrificio de la Cruz, y se completa con los padecimientos de los santos en el Nuevo Testamento. Sigue de inmediato, en cada una de estas etapas, la remisión de los pecados. Después de Abel, la generación de Set; después de Noé, Sem y sus hermanos; Abraham descendiente de Sem; Isaac hijo de Abraham; y el llamado universal a la salvación, que sigue a la cruz del Señor, en el día de Pentecostés. El género humano se salva por aquellas luces y fuerzas de lo Alto, que acompañan su paso por la historia. Es la misericordia prometida en el paraíso, que se prolonga hasta el fin de los tiempos. Los mismos elementos son requeridos siempre a todos los cristianos: la fe pura y limpia de Abraham, y el ofrecimiento de todo nuestro ser como Isaac.
Estos cinco textos sobre la figura de Abraham como padre no los he escogido por simple azar sino dejándome guiar por la fe en el Espíritu Santo para demostrar que, en cuanto a lo que es un matrimonio hombre/mujer (aquí Abraham/Sara) los cristianos creyentes pero no religiosos no sólo sabemos escuchar, sino que sabemos leer, sabemos aprender, sabemos comprender y sabemos entender perfectamente; cosa que no ocurre con tanto hombre desdichado y tanta mujer desdichada que caminan de matrimonio en matrimonio, por culpa de las iniquidades éticas, morales y espirituales (que tanto abundan hoy en día) y nunca son felices porque nunca se sacian de tanto pecado sexual. Por cierto, ya hablaremos en profundidad del sexo y de lo que sabemos o no sabemos del sexo los cristianos no religiosos. Pero que quede constancia de que nosotros nos somos ni incultos ni ignorantes como tanto dicen de nosotros los que se creen más importantes y cultos que nosotros y más sabios que aun el mismo Dios a quien no hacen más que insultar continuamente: señal de su verdadera ignorancia.
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