Él colocó una montaña en el papel, luego pensó:-Que orgulloso estoy de ella-, Él derrumbó la montaña, la borró con su dedo que luego pasó por su lengua para probar de qué estaba hecha.Tomó una lámina finísima, las ruinas de su montaña y formó con ellas una línea perfecta, dijo:-que delgado camino para andarlo descalzo-.
Naufragó en su creación, respiró la esencia de su senda,
magnífica orgía de neuronas,
pensamientos nonatos,
mausoleo de melancolías ,
recuerdos mendigos,
mariposas y luciérnagas,
doncellas de mármol, 
santos de medio pelo cayendo de las repisas,
jadeos desiertos,
pesadillas ambulantes que saludan,
dolores almibarados...
Tenía la montaña dentro de su cuerpo, aislando la realidad de su sangre, desautorizando su razón, coloreando su anacrónico silencio.
Él pintó una raya con la montaña que derrumbó y de tantas derribadas se le ahogaron las venas con arenas blancas, mientras nauseabundo escuchaba su nombre en la inútil necrología pronunciada por un burgués ebrio.