No era nada gracioso estar desterrado en el sótano, entre las calles de Caballero de Gracia y Alcalá, pero me daba lo mismo. Yo seguía creciendo a través de mis propias vivencias y mis propias lecturas. Fue entonces cuando el tipo me salió al paso en la misma Puerta del Sol de Madrid, justo al lado de la calle Carretas donde, a veces, en la hamburguesería, merendaba alguna que otra vez. Y me soltó un "¿Quiere usted ser millonario?". Le miré a la cara. Continuó con su mentira: "¡Sí, si usted quiere yo le hago millonario en brevísimo tiempo!".
Quizás pensó que yo era alguno de esos paletos a los que es fácil darles el timo del "tocomocho" o de "la estampita". "¡Escuche usted, llámese como se llame y sea usted quien quiera ser, señor listorro, no quiero ser millonario porque ya lo soy!". Su mentira era la mentira y lo mejor era decirle algo que le dejara con la boca abierta... porque jamás en la vida alguien que tiene la oportunidad de hacerse millonario se la regala a un desconocido.
O quizás creía que yo era uno de esos seres despistados de la gran ciudad, de esos que pierden todos sus caudales ante la impasible e implacable estafa de los "trileros" y gentes de esa jaez, que haberlos los había a montones en aquel Madrid de los 70. "¡Escuche bien, señor listorro, váyase con su cantinga a Valparaíso de Chile o a Tegucigalpa de Honduras, porque yo soy madrileño por los cuatro costados!".
No sé si es que era ciego o no lo sabía ver, pero, en verdad que yo ya era millonario aunque me daba lo mismo serlo que no serlo. Seguí mi camino hacia el autobús con dirección a la calle Juan Duque, número 16, piso 5-2, y poco después llegué a mi casa. Por supuesto que mi casa es la de la calle Juan Duque número 16, piso 5-2, mientan todo lo que quieran mentir los que tanto saben de las mentiras.
Era, en efecto, millonario de libros que, al leerlos, me habían convertido en un personaje culto y la cultura es la mayor riqueza que puede tener un ser humano que de paleto no tiene absolutamente nada. Así que escribí, en el salón de mi casa y es mi casa mientan lo que quieran mentir los avariciosos y la avariciosa, "Galicia a través de sus ríos" con la única compañía de mi perro "Chester", setter irlandés de color canela, mientra encendía quizás algún chester que otro.
Todavía estará aquel tipo estafador pensando qué le salió mal en sus argucias y patrañas. Quizá nunca supo la verdad de mí.