A punto estuve de... (Diario)
Publicado en Mar 30, 2011
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A punto estuve de perder yo la cara. No fue por motivos de ningún lío de faldas pues era yo de muy corta edad. La verdad es que yo, por aquel entonces, ya era un poco ficha... pero no jugaba en el Valencia, porque el famoso Ficha del Valencia Club de Fútbol era el extremo izquierda de una delantera que salió, en aquella época en los cromos. Hago memoria: Presidente: Vicente Iborra Gil. Entrenador: Domingo Balmanya Parera. Porteros: Pesudo y Goyo. Defensas: Piquer, Mestre, Sócrates, Quincoces II y Verdú. Medios: Sendra, Egea, Castelló y Roberto. Delanteros: Paredes, Ficha, Tercero, Manó, Aveiro, Joel, Walter, Escudero, Miralles y Héctor Nuñez. Pero eso fue más tarde. Por cierto, Miralles no lo tuvimos en los cromos del Valencia Club de Fútbol pero sí en el Córdoba y el Español a no ser que fuese otro Miralles distinto.
Volvamos al asunto. El caso es que resulta que yo era más bien reacio a hacer los recados que me encargaba mi madre. Aquel día, antes de ir a comer, mi madre me mandó al bar El Paleto para comprar un sifón de agua carbonatada con el que solía mezclar con el vino de las comidas. Como iba pensando en no sé qué cuestión de cromos o quizás de alguna otra cuestión pero no de lío de faldas precisamente, al llegar al segundo piso tropecé con los escalones (estaba prohibido subir en el ascensor si no teníamos edad suficiente o íbamos acompañados de una persona mayor) con tal mala fortuna que el sifón estalló, como una bomba casera, delante de mi cabeza.
Caí sobre el sifón que estalló en miles de trozitos de vidrio que volaban por los aires como las papelinas que soltaban los seguidores del Atleti, años más tarde, en el Estadio Vicente Calderón. Vuelvo al suceso. Que digo que a punto estuve yo de perder la cara si no llega a ser por un milagro de Jesucristo pues ya es difícil, por no decir que imposible, que ninguno de aquellos miles de trocitos de crital me afectasen la vista o me hicieran múltiples cicatrices en la cara hasta ponérmela como la de Rocky Navajas digamos por ejemplo. Sólo un pequeño cristal hizo que un hilillo de sangre saliese de la comisura de mi boca.
Ante aquel estruendo de la explosión del sifón salió la madre de los santanderinos, o una vecina de la misma, quien se asomó a la escalera, me introdujo en su casa y me limpió la herida. Sólo me queda una levísima cicatriz en la comisura izquierda de mi boca. Hay que ser excesivamente observador para descubrirla porque es tan pequeña que hasta me sirve de adorno a mi sonrisa. Una levísima cicatriz de héroe de la supervivencia. Era yo de muy corta edad y, en efecto, ni jugaba en los infantiles de aquel Valencia Club de Fútbol ni todavía conocía yo la ciudad de Valencia. Fue una señal de que Jesucristo cuidaba de mí poniendo un ángel de la guarda que desvió la trayectoria de toda aquella expansión de pequeños cristales que fueron la expresión más cierta de un milagro. A veces los milagros son así. Pequeñas cuestiones que, de no ser por ellos, hubiesen cambiado completamente mi existencia y ahora podría yo llevar un ojo de cristal o quizás alguna gran cicatriz en la cara a manera de Rocky Navajas.
Tengo necesidad de contarlo... por una razón muy poderosa. Desde mi más tierna infancia, pocos días después de haber nacido en Badajoz, Dios cuidó de mí. Pero eso ya es otra historia. Lo de la explosión del sifón de la gaseosa fue tan cierto y verídico como que todavía persiste esa ligerísima y pequeña, muy pequeña, cicatriz en la comisura izquierda de mi boca. Jamás significó nada en mi físico pero significó mucho para mi vida. Todo ello sucedió en Alcalde Sáinz de Baranda, número 56, escalera izquierda, de mi querida ciudad de Madrid; mientras en las calles era muy conocido ya la Vespa, el Biscuter y el Seat 600 más los puestos callejeros de horchatas donde nosotros pedíamos los restos de las chufas que nos los regalaban para poder aguantar las monótonas mañanas en el Colegio Lope de Rueda... y Ruede la bola era un programa muy escuchado de la radio porque sorprendía ver a su caravana de automóviles dirigirse al domicilio de los agraciados con el premio. ¿En qué consistía el premio de Ruede la bola?. No lo sé exactamente pero su importancia tendría cuando tantas expectativas levantó.
En el mes de abril de 1950 se inauguró Radio Intercontinental de Madrid. Se cumplen, por tanto, 61 años de vida de la emisora. Hasta los primeros años de la década de los 70, Radio Intercontinental ha sido lugar de encuentro para comunicadores que hoy forman parte de la historia de la radio española. Presentadores como Ángel de Echenique o Ángel Soler, y programas de la emisora, como "Ruede la bola" o el "Consultorio de Elena Francis" forman parte de la memoria colectiva de los madrileños.
Es en 1952, cuando se inician propiamente los programas patrocinados por casas comerciales, que tanta popularidad han tenido en la historia de Radio Intercontinental. Por aquel año, ya se habían sumado a la plantilla locutores que luego llegaron a ser figuras relevantes para la radio, como Ángel de Echenique, Julio Marco o Beatriz Cervantes. También se incorporaron algunos guionistas, como Vicente Ferraz. Uno de los programas patrocinados más importantes fue "Ruede la bola" que se inició en la primavera de 1952 y duró quince años en antena, hasta 196. Por la presentación de este espacio Echenique recibió un premio Ondas en 1957, premio de gran prestigio en el ámbito profesional aunque cuestionado, hoy, por algunos. La idea del programa fue del propio Ángel de Echenique que quería promocionar a los artistas y cantantes jóvenes que empezaban su carrera profesional. El programa estuvo patrocinado a lo largo de su existencia por varias casas comerciales: primero fue Intercasa -una marca de tomates en conserva-, luego le seguirían los vinos Quina Santa Catalina y otras marcas. El programa-concurso consistía en la actuación en directo de los artistas, cara al público, en el que tenía cabida cualquier género musical: lírica, canción española... Al término del concurso, como "fin de fiesta", actuaban orquestas y artistas profesionales. El programa se realizaba un domingo en el auditorio de la emisora y otro domingo en un teatro o sala de cine: primero empezó realizándose en el antiguo cine Proyecciones de Madrid, luego en el Teatro Alcalá y, después, en el cine Salamanca. Mientras estuvo en antena, el programa experimentó algunas variaciones: al principio, sólo había una final, pero luego se hizo una doble final (a la mitad de la temporada) para culminar con una "finalísima". El programa estuvo emitiéndose todos los domingos, a las once de la mañana, hasta 1967.
¿Y en qué consistía un sifón de agua carbonatada a manera de gaseosa?. Un sifón está formado por un tubo, en forma de "U" invertida, con uno de sus extremos sumergidos en un líquido, que asciende por el tubo a mayor altura que su superficie, desaguando por el otro extremo. Para que el sifón funcione el orificio de salida debe estar más abajo de la superficie libre pues funciona por gravedad, y debe estar lleno de líquido ya que esa conectividad permite que el peso del líquido en la rama del desagüe sea la fuerza que eleva el fluido en la otra rama. El sifón ya era conocido por los romanos que lo utilizaban en sus acueductos.
Por culpa de uno de estos sifones a punto estuve yo, si no interviene mi ángel de la guarda, se haberme roto la cara.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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