¿Por qué escribo? me preguntó mi conciencia tendida a mi lado y con una sonrisa en los labios le dije para ti, sólo para ti, y ella exclamó –mentiroso, en la última que piensas es en mí, mientras me abrazaba dulcemente. Nos reímos y admití que no sabía mentir…pero que tampoco era así del todo, porque ella era mi inspiración, la música que escuchaba en mis sueños y lo que me motivaba intentar a veces con torpes pinceladas bosquejar los contornos de su imagen que tanto me enloquecía, pues no existían colores para ella, entonces, me abandonaba en lo más profundo de mi tratando de encontrar consuelo y cuando el dolor comenzaba a desgarrar el alma, venía vestida de inspiración y me tomaba por la espalda, acercándome para que sintiera su fogosidad latiendo y llenaba de caricias mi espalda, invitándome a que me entregara sin más, el pliegue inminente de nuestros sentidos era música que traspasaba las fronteras de mis limitaciones y con una copa de vino, los ojos cerrados, renunciaba a mi en la orilla de lo conciente para permitir que su dicha me embriagara y permitir que de sus labios brotarán los brebajes que me perdían en lo inimaginable y aunque la quería contener ella se apartaba para provocarme y en ese juego de seducción, la exaltación me llenaba de letras mágicas que inundaban mi mente y entonces sin más, necesitaba escribir, necesitaba volcar las emociones provocadas, y en cada línea iba dejando un prenda de mi, hasta desnudar mi naturaleza, sólo entonces era capaz de mirarle a los ojos y decirle a mi amada conciencia, que mi existencia dependía de su sola presencia y contenida en mis brazos la cubría entera de besos, hasta que la luz de lo conciente se apagaba y nos quedábamos unidos hasta el amanecer de lo infinito, entonces en una hoja de papel abandonada en las penumbras, se dibujaba la tinta de nuestra pasión, y nuevamente en mi soledad, suelo preguntarme ¿Por qué escribo?