Dnde estbamos el 23-F? (corregida la ortografa)
Publicado en Feb 24, 2011
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Hace exactamente un total de 30 años que se produjo el baldío y necio intento de querer abortar de raíz el ya casi consolidado proceso de la transición hacia la plena Democracia en España. Un vulgar teniente coronel de la guardia civil, con semejanza a Charlot por lo de su ridículo bigote y con tricornio bien encasquetado en su cabeza (y perdonen si me hace gracia eso de tricornio encasquetado en su cabeza) intentó, por el poder de las armas e intentando asustar a los más débiles, hacer pedazos la decisión que la mayoría de españoles y españolas en edad de votar habíamos elegido a través de las urnas (democráticas precisamente y no funerarias por cierto) y que él, con su ridículo bigote a lo Charlot quiso defenestrar. ¿Para eso habíamos luchado tanto en las calles?.
¿Dónde estábamos nosotros aquella tarde-noche del 23 de febrero de 1981?. Supongo que Luis estaría, como siempre, buscando pareja de barra americana en barra americana y que Carlos estaría metido en su casa junto a su esposa. Yo, por mi parte, sé que estaba deambulando por los pasillos (esperando a la nueva clase) de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, muy cerca de la estatua que adorna la plazoleta donde hoy se encuentra la boca de Metro. Alguien de por allí tenía un radiotransmisor encendido cuando se escucharon la ráfaga de metralleta que el insensato Tejero había lanzado al aire mientras voceaba algo así "¡Todos quietos, se sienten coño y no se muevan, esto es un golpe militar!".
¿Qué sucede?. Era la voz de varios estudiantes y estudiantinas que se movían de un lado para otro haciéndose cruces en la frente para que aquello no fuese verdad sino una pesadilla de la Warner Bross; algo así como una revuelta promovida por el gorila Maguila (y es verdad que bien mirado aquel tal Tejero semejaba a un gorila de discoteca intentando hacer bailar a los diputados y diputadas del Congreso Nacional al ritmo de sus metralletas). ¿Alguien quiere ir a ver qué pasa? señaló un desesperado con los pelos de punta y la piel de carne de gallina.
¿Alguien quiere ir a cubrir la noticia?, gimoteaban los más novatos y novatas de la Facultad. Yo no me hice de rogar y, ni corto ni perezoso, partí raudo y feliz hacia el lugar de los hechos para hacer un trabajo de investigación de campo. No. Esta vez no me fui a la Casa de Campo sino directo al Congreso de los Diputados de Madrid, situado muy cerca de la calle Huertas donde tantas increíbles aventuras había vivido yo ya en las noches en que las luciérnagas lucían un montón en las macetas de los balcones de las casas madrileñas del barrio vetusto e histórico. Aquello parecía una histeria pero estábamos haciendo historia. No pude entrar dentro del Congreso porque una enorme cantidad de militares armados hasta los dientes (que aquello parecía una  película de la Revolución del 2 de Mayo contra las huestes napoleónicas, una película de Gary Cooper solo ante el peligro, o quizás una de Al Capone y sus muchachos o también quizás una de sioux contra apaches, porque aquella tarde-noche todos alucinábamos.
Miré a los leones de piedra que están, sujetando dos bolas (una cada uno por favor entenderme bien y que no penséis mal) y era como si, de repente, hubiesen tomado vida y amenazaban con tragarnos de un solo bocado a quienes estábamos observando para después informar a los parientes, a los amigos, a los vecinos, a los amigos de los parientes, a los amigos de los amigos y a los amigos de los vecinos y un largo etcétera más de lo que sucedía allí. Así que ya informado a través de los curiosos y curiosas que habían llegado antes que yo más el portero de la casa de al lado del Congreso que siempre está al loro y se entera de todo, me aburrí un mogollón con aquello y me marché tranquilamente a casa cantando los de ¿dónde vas Alfonso Pérez donde vas pobre de ti?. Sano y salvo llegué al portal y miré de reojo: no... no había nadie por allí... y subí al quinto piso.
Mi padre estaba más nervioso que un flan chino Mandarín (y mira que mandaba recados mi padre con eso del tabaco de picadura selecta) y tenía un cigarrillo que le temblaba entre los labios mientras decía algunas frases más o menos ingeniosas. Chester dormitaba silenciosamente (Chester era un perro setter y no un señor de Irlanda que casualmente nos hubiese hecho una visita imprevista). Yo, simplemente cené, y una vez escuchado por la tele que el asalto había terminado como terminan las películas que terminan bien, le di un beso a mi madre, calmé a mi padre con un hasta luego Lucas y me fui a dormitar hasta que me entrara de nuevo el sueño. Gracias a Dios quedaba libre el camino para cumplir uno de esos sueños: terminar la carrera de periodista y ser todo un flamante licenciado de Ciencias de la Información. Lo demás ya es historia y ha pasado a todos los libros de la Historia de España donde podréis encontrar más detalles. Supongo que Luis encontró alguna pareja y que Carlos estaría cenando con su mujer.
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

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