Son las 5:20 a.m. Ya los pájaros me están gritando. No importa, ¿qué importa? Tengo mil razones para no dormir. Descubri lo que soy. Nada. Una mentira. Viviendo de ilusiones que yo mismo voy creando. No pasa nada, no pasaría nada si esas estupideces mías sólo me perjudicasen a mi. Pero ¡Bien!, también descubrí que le hice muy mal al resto. Y sabiendo que me equivocaba seguí, y seguí, muchas veces. No quize abrir los ojos y seguí, porque la sensacion de poder y placer y control me embriagaba. Y fui perdiendo y lastimando a la gente que en realidad alguna vez quize. Porque las usaba, las dejaba tiradas, y cuando las necesitaba sabía que ahí iban a estar, donde las tire, para volverlas a usar.
Lo más triste es que me creía Dios, sin darme cuenta de lo pobre que era mi alma, era frustrante mi forma de actuar.
Yo me olvidaba, en mí iban pasando cosas nuevas que borraban a las viejas de un momento a otro. Pero esas personas no olvidaban. Su último recuerdo les daba esperanzas. Las esperanzas que les hice creer que habían. Y poco a poco, lentamente, se iban dando cuenta que no era lo mismo. Las charlas, la atención, las miradas y las sonrisas. Pero, ¿qué podían hacer? Si me decían algo se lastimaban más con la verdad. Les quedaba sufrir en soledad, tratando de entender qué hicieron mal. "Si yo siempre lo traté bien", "si nunca nos peleamos", "veníamos hablando siempre, y desapareció". Todas verdades. Ni yo las puedo entender. No me puedo entender.
Y ahora que lo entiendo es tardísimo. El daño es irreparable, a lo sumo pasificable. Lo único que me queda es pedir perdón, dar excusas y razones, e intentar cambiar. Diré la verdad y enfrentaré el castigo que ya estoy viviendo. Pero quiero mi oportunidad y que de verdad me crean. Quiero cambiar.