Setamor (Novela) Captulo 25.
Publicado en Feb 18, 2011
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- Por favor... ¿puedo pedirte otro favor? -le susurró la bella azafata.
- Si lo puedo hacer sí... -respondió el joven licenciado.
La bella azafata sonrió y su rostro, al sonreír, era más bello todavía.
- No es eso, sinvergüenza...
- Jajaja... no lo decía por eso, malpensada...
- Bueno. Sólo quiero pedirte que aceptes a quedarte con nosotros esta noche que celebramos, todos reunidos, una gran fiesta con baile.
- Yo no sé bailar.
- Yo creo que algo sabrás...
- Bien. Porque me lo pides con esa sonrisa tan bonita te contesto que sí.
La bella azafata se puso alegre y contenta. Feliz. Y le dio otro beso, pero ahora en la mejilla izquierda.
Sonó el teléfono de la Emisora de televisión.
- ¡Aquí, Tele Voz!. ¡Dígame!.
- Por favor, señorita... ¿podría comunicarme con "el joven de la seta" si es que se encuentra ahí todavía?.
- ¿Es muy urgente?.
- No... no... sólo deseo localizarle...
- ¿De parte de quién, por favor, caballero?.
- De alguien que le quiere... -y luego pensó para sí mismo.
- ...¡destruir!...
- Si no es muy urgente... va a ser imposible que usted hable con él pues se encuentra entre el público del programa.
- No... yo sólo deseo saber a qué hora terminan ustedes.
- Tampoco va a ser posible entonces... el programa termina a las diez pero luego está invitado a una fiesta, hasta muy avanzada la noche, en el Hotel Olimpo.
- ¿Cómo dijo que se llama el Hotel?.
- Olimpo... señor...
- ¡Muchas gracias, señorita... no sabe el favor que me acaba usted de hacer!.
- Usted se está equivocando conmigo.
- ¿Por qué razón?. Yo nunca me equivoco con una señorita agradable.
- Le repito que se está equivocando conmigo.
- Imposible. Insisto en que yo nunca me equivoco en cuestión de señoritas.
- Se equivoca. No soy señorita soltera, sino señora casada. Y además, para más inri, casada como Dios manda, señor experto en señoritas.
La telefonista del Canal televisivo cortó la comunicación.
- ¡Ya eres mío... y mía será la venganza...!.
El "Salón Eldorado" del Hotel Olimpo era una excelsa maravilla. Su suntuosidad semejaba algo así como debía haber sido el templo del rey Salomón. Con el color oro dominando sobre los demás, era amplio y confortable. Un salón totalmente cuadrado donde cuatro enormes mesas rectangulares, decoradas de forma elegantísima, rodeaban a una preciosa fuente circular que se hallaba en el centro. La fuente estaba bordeada por unos hermosos vegetales de los que brotaban bellas flores multicolores. Todo el Salón estaba profusamente iluminado con luz amarilla que expandían las lámparas.
Alrededor de cada mesa se sentaban ochenta comensales, treinta por cada lateral y diez por cada frontal. Entre los del fondo norte se hallaban todos los artistas que habían participado en el Programa posterior a "Cuéntanos". Entre los del este se sentaba una nutrida representación de la alta sociedad de la capital y que habían pagado una elevada suma por estar en la gala pero cuyos fondos iban a ser destinados para entregárselo a una Asociación de Ayuda a Mujeres sufridoras de violencia de género; entre las del fondo sur se encontraban los afortunados espectadores que habían ganado en el sorteo celebrado, anteriormente, por Tele Voz. Y entre los del oeste se encontraban todos los componentes del equipo periodístico de "Cuéntanos".
Allí, en esta mesa del oeste y en las sillas centrales de cada lateral, se hallaban el presentador medio calvo y con el cabello gris junto a la bella azafata (de espaldas a la fuente) y, frente a ellos, la directora de Tele Voz y el joven licenciado (ella frente al presentador y él frente a la bella azafata).
- Perdón. ¿Puedo hacer una llamada? -preguntó el joven licenciado
- No te preocupes -le respondió la directora del Canal mientras llamaba a un camarero.
- ¿Podrías traernos un teléfono?.
El camarero fue a cumplir la orden.
- Son inalámbricos -le dijo ella a él.
En aquellos momentos, un automóvil completamente negro se estacionaba frente a la puerta del Hotel Olimpo. El conductor, único viajero del coche, se recostó sobre el asiento y, sacando un periódico de su portafolios, comenzó, tranquilamente, a leerlo sin perder de vista la entrada de aquel majestuoso hotel.
- ¿Quién es? -preguntó la muchacha del teatro, descolgando el teléfono.
- Soy yo...
- Hola de nuevo. ¡Impresionante!. ¡Te vuelvo a repetir que has estado impresionante!. ¿Cuándo vienes?. ¡Te estoy esperando!.
- Eso quería decirte. En este Programa tienen el detalle de invitar a una cena y estancia nocturna en el Hotel Olimpo. Estoy aquí, a punto de comenzar la cena, así que no me esperes.
- Otra vez que se me escapa -pensó la muchacha del teatro antes de contestar.
- ¿Vendrás pronto mañana por la mañana?.
- Debes de saber que se terminó el permiso especial que me dió el Banco. Voy directamente al trabajo mañana por la mañana.
- ¿Y después?.
Lamentablemente se cortó la comunicación.
La muchacha del teatro se puso nerviosa.
- ¡Te tengo que cazar y te cazaré!.
En el Hotel Olimpo todos estaban ya esperando a que comenzase la cena. El presentador medio calvo y con cabello gris más su infaltable pajarita en el cuello, narraba impresionantes relatos a la bella azafata y ésta, sin dejar de escucharle, esperaba librarse de él para entablar conversación con el joven licenciado que permanecía callado mientras el resto de los comensales entablaban ruidosas conversaciones con un solo tema: la entrevista que aquellos dos hombres tan dispares habían mantenido.
Repentinamente se apagaron todas las luces y unos reflectores comenzaron a "barrer" la mesa donde se hallaban los artistas. Los dos cómicos se levantaron, salieron hasta la fuente y, al borde de ésta, comenzaron a improvisar mientras los reflectores se situaban sobre ellos.
- ¡Estamos aquí porque nos han traído!.
- Pero ahora sí estamos, de verdad, para deciros unas cuántas verdades.
- ¿Saben ustedes qué es una bellota?.
- ¡Una aceituna con boina!.
- ¿Y saben ustedes de aquel que era tan cortado... tan cortado... tan cortado... que se ponía boina para que no se le escapase la única idea que tenía en su cabeza?.
- ¿Y de aquél que tenía tantas ideas que era un ideota?.
- ¡No seas ilota!.
- ¡Una ilota es una isla grande... grande... grande...!.
- Y más larga que un ilo.
- Y dejamos de decir gansadas para ir al grano. ¿saben que mientras tengamos hambre es señal de que estamos vivos?.
- Pero... no se preocupen ustedes... ¡era la más verde... la más verde... pero la última que se perdió!.
- ¡Nos estamos refiriendo a la esperanza!.
- ¡Y eso estamos teniendo... esperanza de que nos sirvan ya la cena!.
Se volvieron a encender, repentinamente, las luces, desapareciendo los reflectores, y, espontáneamente, mientras todos los comensales aplaudían al par de humoristas que habían improvisado aquella pequeña actuación, comenzó a brotar agua de la fuente.
Mientras el famoso presentador seguía narrando impresionantes relatos a la bella azafata, ésta mantenía los ojos en dos sitios: en el presentador (por lo de la buena educación) y en el joven licenciado (por lo de su interés).
- ¡Has estado genial!. ¡No sólo has sabido mantenerte incólume sino que has roto al "Rompemitos"!. ¡Te admiro por tu valor! -le decia en ese momento la directora de "Cuéntame" al joven licenciado.
- No ha sido cuestión de valor sino que ha sido cuestión de sinceridad.
Y ya durante el resto de la cena el joven licenciado comió en silencio mientras una gran actividad dialéctica se desarrollaba en todas las mesas. La bella azafata no cejaba en su empeño de entablar conversación con él y, a pesar del empalagoso presentador, por un momento consiguió enlazar su mirada con la del joven licenciado, descubriendo un nuevo misterio: era una mirada de nostalgia.
- ¿Por qué? -se interrogó a sí misma.
De todos los participantes en aquella fiesta era la única que acertaba a interpretar las miradas del joven licenciado y a comprender que aquel joven era una verdadera encrucijada de incógnitas...
- ¿Por qué? -volvió a interrogarse mientras la luz reflejaba una curiosa y hermosa coloración a su cabello moreno que era lo que, en realidad, observaba la mirada de él.
Descansaba la muchacha del teatro, semidesnuda, sobre la cama. Descansaba y meditaba. Estaba realizando un somero recorrido por su vida: la infancia tan transmutada de alegres ilusiones; la juventud donde estaba logrando que aquellas transmutaciones ilusionistas se fueran transformando en reconocibles éxitos, y este momento actual donde sus profundos sentimientos sufrían un continuo combate entre lo amado y lo ansiado: el tremendo combate que liberan los demasiado jóvenes para poder hallar el sitio (lo que con tanto afán buscaba el joven licenciado) donde quedar felizmente dormidos. En aquella cómoda cama, a ella le estaba siendo, realmente, muy duro encontrarlo. Sonó el teléfono y un fuerte aceleramiento en el corazón alborotó sus sentidos.
- ¿Será que ha cambiado de opinión y desea regresar ahora?.
Y salió, semidesnuda, corriendo hacia la sala.
- ¿Quién es?
- ¡Soy yo! -le contestó una voz en tono imperativo.
- ¿Qué quieres ahora de mí?.
- ¿Puedo visitarte esta noche?.
- ¡Escucha bien; entre tú y yo todo está finalizado!. ¡Tú has cumplido la parte del pacto y yo también!. ¡Ninguna nueva relacíón deseo tener contigo!.
- ¡No me digas que ahora eres santa!.
- Yo no soy ninguna santa pero... maldigo mil veces el día que acepté tu propuesta.
- ¡De qué te las das si solo eres una cualquiera!.
- Para la gente como tú desde luego que soy una cualquiera pero yo te digo que tú sólo eres un machista que te aprovechaste de mi necesidad. Tú, y todos los que son como tú, solo sois machistas sin dignidad ni valor alguno. Llámame lo que quieras porque tus insultos no me afectan para nada. ¡Si pudiera volver unos meses para atrás en mi vida... aunque me estuviese muriendo de hambre no aceptaría jamás de ti  ni tan  siquiera una simple mirada!.
- Pero... ¿no me quieres ni tan siquiera un poquito? -dijo el hombre maduro, encorbatado y de traje azul marino, con una ironía propia de un imbécil.
- Gracias a Dios que existen todavía hombres de verdad. Tú eres sólo un verdadero imbécil que ni sabes lo que es amar. ¡Pero si hasta tu mujer no te aguanta y por eso la he visto yo con otros hombres!. Llámame una cualquiera si lo deseas pero ya sabes lo que eres tú. ¡Desaparece ya de mi vida!.
Y, totalmente furiosa y descontrolada, colgó el auricular y se volvió a tumbar en la cama.
- No sé si volverás... o no volverás... pero te amo porque me has sabido valorar con dignidad y sin abusar de mis flaquezas.
Y pensó en el joven licenciado una vez ya calmada.  
En el Hotel Olimpo se acababa de servir el café. En todas las mesas había decrecido, en parte, el bullicio, aunque la alegría seguía presidiendo la escena general. Ahora, con mayor serenidad, con más tranquilidad, con mejor sosiego... todos los comensales saboreaban aquel exquisito café que, la verdad, era el más selecto del mercado.
La bella azafata, aprovechando la pausa que le ofrecía el famoso presentador televisivo medio calvo y de cabellos grises, se quedó observando, una vez más y sin disimulo alguno, la forma tan peculiar que tenía el joven licenciado para sujetar la taza. Y fue tal su insistente observación que el presentador terminó por darse cuenta, no de aquella original manera de tomar el café sino de la impresionante personalidad que destilaban las manos de aquel joven. Se miró las suyas, las comparó y, aun siendo muy similares, encontró una gran diferencia que él no acertaba a explicarse. Vio a la bella azafata tan obsesivamente fijada en aquellas manos que surgió, en su ánimo, lo imprevisto: desnudándose de su coraza de hombre experto en miles de batallas vivenciales, sintió unos enormes celos. Y, despertando de nuevo la fiera profesional que llevaba dentro, se decidió a atacar.
- ¿Parece que ya no hablas tanto? -se dirigió al joven licenciado sin ocultar, para nada, una sonrisa sórdida e irónica.
- Hay un tiempo para hablar y otro tiempo para guardar silencio -respondió éste sin darse cuenta de que era tan celosamente observado por el presentador y la bella azafata.
Pero no sólo eran ellos dos; también la directora de "Cuéntame" estaba interesada e intervino por dos razones: la primera, que no estaba dispuesta a aprovechar que el joven licenciado había "despertado" para dialogar con él, y la segunda que no estaba dispuesta a soportar, otra vez, los caprichosos intentos del presentador.
- ¿Qué es, para ti, el silencio? -le preguntó, rápidamente, dejando a aquel con la pregunta en la boca.
El joven licenciado la observó con una noble sonrisa.
- La respuesta más sencilla al ¿qué somos?.
- La más sencilla... pero la más profunda que yo he escuchado hasta ahora.
- Por casualidad... ¿a ti te gusta escribir? -volvió a preguntarle la directora del programa.
- No por casualidad sino por naturaleza.
- ¿Y qué es, según tú, un escritor?.
- Escritor es todo aquel ser humano que es capaz de enfentarse consigo mismo y capaz, al mismo tiempo, de exponer esa autobatalla a los que leen o le escuchan.
- Pues eso... muy pocos lo hacen.
- Muchos no se respetan lo suficiente y por eso atacan a los demás.
El presentador parpadeó, nervioso, y se refugió en la taza de café, tomando un largo sorbo mientras recordaba los últimos minutos de su entrevista personal con aquel joven que, sin saber por qué había echado abajo su famoso apodo de "Rompemitos" como él se autodenominaba. Y se sintió derrotado. Aceptó la derrota en su fuero interno.
- Sí señor... me ha vencido... -pensó.
El ocupante del automóvil negro sabía que la espera iba a ser excesivamente larga, así que determinó tomárselo con mucha filosofía. A pesar de ello, se removía, inquieto, frente al volante. Depositó el periódico en el asiento delantero que se hallaba libre, destapó un frasco repleto de extraño jarabe y, dando un largo y profundo trago, extrajo, de la guantera del coche, una revista de las llamadas del corazón.
Ya se finalizaba la cena en el Hotel Olimpo. El reloj marcaba, exactamente, las doce de la noche. En esos instantes, cuando todos daban sus últimos tragos de café, se apagaron todas las luces y, en medio de la oscuridad, sonó un aviso por el micrófono.
- Queridos comensales: antes de que decidan ir a sus habitaciones a descansar, la dirección del Hotel Olimpo le hace saber que están todos ustedes invitados a pasar al Salón de Baile donde seguirá esta hermosa fiesta hasta las seis de la madrugada. Una excelente orquesta va a dedicarles las más famosas melodías que ustedes hayan escuchado durante sus cortas o largas vidas. La noche es, enteramente, para ustedes. Si no desean ir a dormir... ¡disfrutenla!".
Y se encendieron, repentinamente, las luces en medio de una estruondosa ovación.
- ¡Tienes que bailar, primero, conmigo; es algo que se ha hecho costumbre en  nuestro Programa. Si el invitado especial es varón, baila conmigo la primera pieza; si es mujer, lo hace con el presentador -se dirigió la directora de "Cuéntanos" al joven licenciado.
- La verdad es que estoy muy cansado... y preferiría irme a dormir.
- ¡No nos irás a dejar ahora!. Si no se abre el baile con el invitado especial es una mala señal para la fiesta.
El joven licenciado observó, con un rápido recorrido visual, a toda la concurrencia. Ricos, humildes, artistas, profesionales... todos eran felices sin importarles el cansancio. Y todos estaban dispuestos a continuar hasta donde sus cuerpos aguantasen.
- No puedo decepcionar ahora -pensó para sí mismo.
- De acuerdo... ¡vamos para allá!.
- ¿Dónde estará?. ¿Por qué no ha venido?. ¿Por qué no ha llamado al menos?.
- ¡No te preocupes más por él y duérmete!. ¡Yo sé que mañana estará en la oficina!. ¡Vamos a hacerle una propuesta que ningún hombre, en sus cabales, rechazaría jamás!. Sólo un loco desaprovecharía la oferta que le vamos a hacer. ¡Y nuestro hijo puede ser de todo menos un loco!. ¿Sabes una cosa?. ¡Es tremendamente inteligente!. El sabe muy bien lo que busca y nosotros sabemos, perfectamente, lo que se merece; por eso se lo vamos a ofrecer. Ahora estará en cualquier parte, porque él es así de libre pero tú sabes que nunca nos ha defraudado y al Banco jamás le ha regateado un esfuerzo... ¡él vendrá, desde donde quiera que esté, y aceptará nuestro ofrecimiento!. Todos, absolutametne todos los altos directivos, estamos de acuerdo; sabemos lo que vale y lo que le ofrecemos es lo que, en realidad, vale. No porque sea mi hijo sino porque siempre nos lo ha demostrado.
- Pero... ¿no te preocupa, para nada, saber dónde está ahora ni lo que le puede estar ocurriendo?.
- Es demasiado inteligente para estar en problemas.
- Me preocupa el hecho de que, ahora que le conocen la mayoría de las personas, alguien le pueda hacer daño. Yo sé que, en el fondo, sigue siendo aquel niño travieso que siempre fue.
- Aquel niño travieso que siempre fue, quieras tú o no lo quieras tú, es ya un hombre. Yo también le recuerdo cómo era entonces y, a veces, pienso si no le hemos exigido demasiado o si no le habremos echado demasiada carga sobre sus espaldas; pero cuanto más observo el historial que tenemos realizado sobre él... cuanto más estudio el amplísimo informe de todas sus actividades y analizo sus resultados... más me doy cuenta de que ha sobrepasado nuestras expectativas. Es la hora de ofrecerle lo que se merece. Nosotros le necesitamos incluso más que él a nosotros. ¡Llegaremos a un acuerdo!.
- Pero... ¿es que no te interesa nada más que su carrera profesional?. ¿No te das cuenta de que es un ser humano de carne y hueso, de sangre y corazón, con sensibilidad, con la urgente necesidad de amar y de ser amado?. ¿No te das cuenta de que, en su interior, hay algo grandioso que necesita echar hacia afuera?.
- ¡Yo sólo sé que tiene un porcentaje altísimo de coeficiente intelectual!. Yo no olvido que tiene sentimientos pero lo que quiero es canalizar todo ese potencial.
- ¡Cómo se nota que no eres su madre!. ¡Nosotras sabemos, querráis o no querráis aceptarlo los padres, más y mejor sobre lo que están necesitando nuestros hijos!. ¡Con razón somos nosotras quienes los criamos dentro de nuestro cuerpo!.
- Eso en estos momentos no nos vale de mucho. Lo que nos interesa es que, ahora que está reforzado de energía, la aplique en provecho y beneficio de todos; incluso de él mismo. 
- ¡Como si fuese un ordenador programado por vosotros!.
- Exactamente. Tú lo has dicho.
- ¡Cada vez le entiendo más a él!.
- Bueno... dejemos la discusión, porque tú no estás preparada para entender. ¡Vámonos a dormir!.
- Si al menos llamase... -meditó la madre.
Y el padre del joven licenciado apagó la luz de la alcoba.
El "salón de Baile" del Hotel Olimpo era, aún, más espacioso que el "Salón Eldorado" donde todos los invitados e invitadas habían cenado. Tenía una barra de bar a lo largo de una de sus paredes laterales, atendida por dos guapas camareras y un barman. Del techo surgían luces blancas.
A los sones del "Vals de los Patinadores", la directora del Programa "Cuéntanos" y el joven licenciado abrieron el baile. Inmediatamente después, en breves segundos, multitud de parejas hacían lo mismo. Algunas personas se hallaban sentadas en las sillas que se encontraban en los restantes laterales del Salón. Otros ya comenzaban a beber, sentados junto a la barra del bar. Un nuevo detalle de los gerentes del Hotel Olimpo había sido dar, como gratuita, la primera consumición; para ello habían repartido, anteriormente, y al entrar en el recinto de baile, un número a cada persona. Era el que servía para consumir cualquier bebida, sea cual fuese ésta, sin distinción de especialidad ni de marca. Cualquiera podía pedir que le sirviesen lo que, realmente, gustase probar. No importaba el precio en aquella primera consumición.
- Esto es sólo la apertura del baile... -le susurró la directora de "Cuéntanos"- y es obligatorio que tienes que hacerlo conmigo pero... cuando comience la libertad de elegir parejas...¿podría tener la enorme suerte de que bailases la primera pieza conmigo?.
El joven licenciado comenzó a sonreír. La trampa de aquella mujer era ingeniosa. Se notaba que, aunque todavía relativamente joven, debía tener una gran experiencia en lo social. Lo curioso es que no necesitaba alardear de ello, como ocurría con el famoso presentador. Según iban dando vueltas, y todavía sonriendo por las artimañas de ella, observó que el medio calvo de pelo gris se encontraba bebiendo en la barra con los tres cámaras que habían ejercitado su labor en la entrevista. También observó que la bella azafata le observaba desde una mesa repleta de gente joven perteneciente al equipo de Tele Voz. Observó que en aquella mesa se estaban divirtiendo mucho con alguna ocurrencia que contaba alguien del grupo.
- De acuerdo. No tengo escapatoria... -dijo él mientras miraba a la bella azafata.
- ¿Tanto te preocupa?.
- No es eso... -y sonrió, de nuevo, el joven licenciado.
- A veces no hay quien te entienda -protestó la directora de "Cuéntanos".
Pero él ya no se lo excplicó, al menos de momento, porque, terminado el vals, comenzó a sonar la melodóia "Qué tiempo tan feliz".
- Que nunca olvidaré... -indicó ella mientras cambiaban de ritmo.
- La juventud no es para olvidarla... quien lo hace deja de ser joven sea la edad que tenga.
- Pues para muchos sólo es una nostalgia.
- Porque no han descubierto que toda la vida de un ser humano sólo es el vivirla.
- ¿Qué quiere decir eso?.
- Ser joven no es una etapa cronológica. Eso es el vivirla. La verdadera existencia. Muchos dicen aquello de "¡en mi época sí que era feliz!" y se olvidan de que su época puede ser toda su vida.
- Algún día haremos un programa especial sobre ese tema y contaré de nuevo contigo para que lo desarrolles.
- Lo realmente necesario y que se debería hacer, algún día, es un programa que esté fuera de todo esquema predeterminado. Eso es vivir la vida. Hazlo,
Y empezó a tutearla.
- Lo haré.
- Haz el programa sin mi presencia. No es necesario, porque lo que necesitamos no es a un líder sino a una participación de todos.
- De acuerdo, pero entre esos todos deseo que estés tú. Si no es así, no lo hago... porque yo tengo también mi libertad para decidir qué es lo que deseo y lo que no deseo.
el joven licenciado, otra vez, volvió a sonreír. Aquella mujer, era cierto, tenía demasiada experiencia en lo social.
- ¡Verás cómo no es necesario que esté yo!.
- ¡Verás cómo sí es necesario que estés tú!.
- Por eso me preocupo... porque es un proyecto tan libre que se nos puede escapar demasiado... -y volvió a observar a la bella azafata.
- ¡Ajá!. ¿Eso es lo que te preocupaba?. Pues no es necesaria dicha preocupación. Tengo ya la suficiente experiencia para saber a quien invito y a quien no invito a mis programas. Y sé, perfectamente, quienes pueden intervenir ese dia... desde luego a machistas no.
- ¿Tan buena profesional eres?.
- Ni te lo imaginas...
- No es necesario que me lo imagine. He comprobado cómo ejercitas tu profesión.
- ¿Y qué categoría me darías si tú fueses mi examinador?.
- Totalmente sobresaliente.
Entonces fue ella cuando comenzó a sonreír y entonces fue cuando la interpretación de aquella pieza llegó a su final. Los músicos reclamaron unos minutos de descanso para tomar algún refresco y todos buscaron asientos cómodos.
Eran ya las doce y media de la noche y, dentro del automóvil negro, aquel personaje que se encontraba sentado ante el volante, sin dejar de observar, mientras leía, la puerta principal del Hotel Olimpo, se encontraba algo nervioso. Decidió concentrarse en un artículo escrito sobre la boda de una famosa aristócrata. Al parecer era su quinto matrimonio. Archimillonaria y, sin embargo, no debía haber encontrado, aún, al esposo ideal. El asunto era que aquel artículo le interesaba al sujeto del automóvil y, por ello, decidió leerlo, sin ningún reparo, desde la primera hasta la octava página (que esa era la extensión total del reportaje incluyendo gran cantidad de fotografías). Oculto a las miradas de cualquier transéunte y, refugiado en la oscuridad de la noche sabía, sobradamente, que nadie podría reprocharle nada por aprender todo lo que de aquella archimillonaria contaba el periodista especializado. Un regusto de morbosidad circulaba por su cerebro.
Otra millonaria, muy diferente a la que salía en el reportaje de la revista del corazón, era la que se encontraba bailando, con el joven licenciado, el "dos extraños son"... Ésta era realmente joven y realmente hermosa, mientras las luces que alumbraban la pista eran, ahora, azules.
- ¿Tan extraños somos nosotros el uno para el otro?.
- Yo creo que nadie es extraño cuando se es sincero.
- Entonces... ¿por qué odias tanto al dinero?.
- Te equivocas totalmente. Yo no odio nada y, por supuesto, tampoco odio al dinero. Rechazo, que no es lo mismo que odiar, aquel dinero que está basado en la pobreza de otros. Rechazo, que no es lo mismo que odiar, la ganancia que se obtiene cuando, a cambio, se desarrolla la esclavitud de otro u otros seres humanos. Rechazo, que no es lo mismo que odiar, a quienes teniendo en abundancia no saben tener pensamientos hacia los que no pueden tener nada.
- ¿Qué estás diciendo?.
- Creo que lo puedes comprender si lo deseas.
- De verdad que deseo comprenderlo.
- ¿Tú has sentido, alguna vez, necesidad?.
- No conozco ese sentimiento. Nací millonaria y pertenezco a una familia que, desde hace muchas generaciones, forman parte de la alta sociedad.
- Pero... ¿te has parado alguna vez a pensarlo?.
- Jamás se me ha ocurrido ni tan siquiera meditar sobre ello.
- Cuando alguna vez, paseando por algún hermoso jardín, ves a alguien que no es tan hermoso... ¿qué opinas?.
- Miro para otro lado.
- ¿Por qué?.
- Porque me da miedo. Es un miedo que me han inculcado desde pequeña.
- ¿Y nunca has podido pensar, aunque sólo sea por un momento, que ese vagabundo también tiene miedo?.
- A mí siempre me han dicho que los peligrosos son ellos.
- ¿Cuántos años tienes?.
- Todavía no me han presentado en sociedad.
- Esa es la respuesta que intuía ibas a decir.
La joven y hermosa millonaria se le quedó mirando, fijamente, a los ojos. Contempládole directamente pasó unos segundos sin saber qué decir e intentando descifrar aquel mensaje que se adivinaba en los ojos de él. Esperó más explicación y el joven licenciado, para ayudarla, se la dio.
- La presentación en sociedad que celebráis entre vosotros, los que os denomináis la alta sociedad, es un eufemismo.
- ¿Un eufemismo? -seguía ella mirándole a los ojos.
- No os presentan a la sociedad. Os presentan a una fiesta que no es lo mismo. Os disfrazan la realidad social con un festejo.
Sonó la melodía "con el corazón en bandolera" pero ambos siguieron bailando, cada vez más cerca entre sí.
- ¿Tú quieres decir que vivimos como si nos estuviesen narrando un cuento?.
- Es cierto. Os narran un hermoso cuento.
- ¿Y eso es tan perjudicial?.
- Es perjudicial en el sentido de que en ese hermoso cuento que os hacen vivir no os representan más que lindos personajes. Princesas encantadoras y dulces, que interpretáis como vosotras mismas, y príncipes encantadores y valientes, que identificáis con vuestros consortes. No os representan toda la realidad de la vida sino sólo una parte de ella, sólo una ensoñación. Y conste que yo desearía que tú, por ejemplo, no te desengañes nunca de esa fabulación. Lo malo es cuando crecéis, algunas de vosotras se encuentran con que no todos vuestros consortes son principes encantadores y valientes; y lo peor es que hay muchos personajes que, siendo reales en la vida, no podéis conocer porque nunca os los han representado en vuestros cuentos.
La joven y hermosa millonaria le abrazó por la nuca y le dio un profundo beso en la boca para que no siguiera hablando. Él no lo desaprovechó.
- ¿Hay alguna solución para ello? -le susurró, luego, ella al oído.
- Salid de vuestros castillos de arena -le susurró, también al oído, él.
- No sé lo que harán las demás princesas pero yo, al menos yo... ¡si saldré!... para ver si es verdad lo que me cuentas -respondió ella mientras terminaba la melodía y le demostraba a él que era, en verdad, una princesa.
La lectura de aquel artículo sobre el matrimonio de la aristocrática archimillonaria estaba repleta de verdadera basura informativa. Todo eran suposiciones,
afirmaciones, negaciones, descalificaciones y cualquier otro tipo de datos contradictorios entre sí y atentatorios del verdadero oficio periodístico. Aquello podía calificarse de cualquier cosa menos de reportaje. Sin embargo, las ventas de la revista, aquella quincena, habían superado, en mucho, a las ventas de cualquier otra quincena. El hombre que lo leía, sentado ante el volante del automóvil negro, devoraba todas y cada una de las líneas de aquel mal llamado reportaje y, realmente, lo único quen estaba introduciendo en su cerebro era una magnitud tal de escabrosidades que, al final de su lectura, no sabía definir, exactamente, lo que aquello contenía. Pasó páginas, chupándose el dedo pulgar por cada una de ellas, y posó su mirada en las páginas centrlaes. Era un  poster, de cuerpo completo, de alguna modelo desnuda. Dio media vuelta a la revista, la puso en posición vertical  y estuvo, largo rato, observando aquel entero desnudo de la mujer mientras destapaba el frasco del extraño brebaje y volvía a dar otro largo trago.
- Perdona -exclamó el joven licenciado dirigiéndose a la simpática actriz con la que bailaba ahora- ¡Te he pisado sin querer!.
Sonaba, entonces, la melodía de "tal como éramos" y las luces que alumbraban la pista eran verdes.
- No importa. La culpa es mía porque bailo demasiado perfectamente. Tú no bailas mal tampoco aunque no seas un virtuoso precisamente en este arte de bailar. Lo único que noto es que no has acudido, demasiado, a las discotecas.
- He ido algunas veces; pero, en la vida, me han interesado muchísimas cosas como para dedicarme solamente a bailar.
- ¿Qué es para ti el baile?.
- Solamente me interesa cuando es expresión.
- O sea... ¿como ahora? -dijo ella acercándosele.
- Casi como ahora.
Ella se le acercó un poco más.
- Espero que ahora sí sea una expresión.
- Ahora sí es una expresión.
- ¿Me podrías explicar por qué ahoras sí es una expresión?.
- Porque desarrolla todos los sentidos. Para oirnos no hace falta que los demás nos oigan... para vernos no necesitamos la luz... para olernos estamos en la distancia adecuada... para gustarnos no tenemos que hacer mucho esfuerzo en darnos un beso y para setirnos... ¡hasta en silencio podemos sentirnos!.
Ella se dio cuenta de las artimañas del joven licenciado y se separó a prudente distancia.
- Todavía no -pensó antes de seguir hablando.
- ¿Sabes que, aunque no seas un virtuoso en esto del baile, sí que apetece bailar contigo?. Y además... ¿sabes que te desenvuelves muy bien delante de las cámaras?.
- Yo nunca he ensayado actuaciones delante de las cámaras...
- Pues, ensayando, lo harías a la perfección. ¿No te interesa dedicarte a algo relacionado con el cine?.
- No sirvo para ser actor.
- Yo siempre he creído que tú opinabas algo así como que todos tenemos muchos dones ocultos. ¿Has pensado que, acaso, lo de ser actor sea uno de los tuyos?.
- No lo he pensado; pero sé que si estudiase la manera de comportarme no me comportaría como soy. No soy actor ni valgo para ser actor. Los actores ensayan mucho cuando actúan y así parece que no lo han ensayado. Si yo ensayase se me notaría mucho que no soy actor... por eso sé que puedo dedicarme al cine.
Ella se volvió, entonces, a poner a muy corta distancia de él.
- Ni te imaginas, tú, la de cuestiones ocultas que poseemos los artistas. No somos diferentes.
- Pero sois especiales.
- Por eso... por eso... porque tú también eres especial. Por eso te lo digo.
Los músicos comenzaron con "Ne me quitte pas". Ambos no deseaban separarse porque el diálogo entraba en un momento interesante. Más, por un largo rato de segundos, desapareció el diálogo y siguieron, silenciosamente, bailando muy juntos. En aquellos momentos se imponía más la expresión que las palabras. Era como una escena de cine en el que dos enamorados se olvidan de lo que les rodea.
Casi a punto de terminar la pieza musical, ella rompió el silencio.
- ¿Has visto como sí?.
- Como sí... ¿qué?.
- Como sí que sabes interpretar ante el público.
- ¡Pero si yo no estaba interpretando absolutamente nada!.
- Te voy a decir algo sobre los artistas que o desconoces o no quieres definirlo. Los que nos dedicamos a cualquier arte de interpretación, sea música, cine, teatro, televisión, publicidad, humorismo, o cualquier otro oficio relacionado con las artes, no hacemos otra cosa sino ser nosotros mismos en distintas dimensiones y facetas. Según sea el papel que estamos representando así somos nosotros. Tú, aunque no te decidas a decírmelo, sí lo sabes explicar. Cuando en el Programa "Cuéntanos" dijiste algo parecido a "somos las circunstancias que forman nuestro yo", y no importa si he cambiado la frase porque eras lo que pensabas, estabas definiendo a toda la gente, en general, y a nosotros, los artistas y las artistas, en particular. Por eso... ¡tú eres un artista quieras o no quieras aceptarlo!.
Él se mantuvo en silencio.
- Y, además, te voy a decir  otra cosa: eres un excelente personaje para ser entrevistado; aunque ahora, por humildad, no quieras asumirlo como un hecho concreto.
- No es que quiera o no quiera asumirlo. Es que eso sólo lo deben afirmar o negar los demás.
- ¡Exacto!. ¡Tú lo has dicho!. ¿Has preguntado a todos los artistas y las artistas que estamos aquí?.
- Posiblemente me dijesen lo mismo que tú... pero porque vivís una especie de locura.
- Así es. Los demás, los que no conocen la realidad de un artista o una artista, nos denominan locos. También, por eso, tú eres un artista. ¡Si supiesen que la locura sólo es propia de los que no desarrollan la imaginación!.
El joven licenciado se separó de ella y la observó. Era tremendamente simpática a pesar de los serio que estaba hablando. No estaba diciendo ninguna incoherencia.
- Si el mundo estuviese dirigido por los artistas y las artisas obtendríamos una representación de la vida mucho más encantadora -dijo él.
Y entonces ella sí le besó en la boca.
- Has acertado -le dijo.
Al del coche negro se le empezaban a cerrar los ojos. Lanzó la revista del corazón a los asientos traseros, cuidándose muy mucho de cerrarla, antes de hacerlo, y puso en marcha la radio. Un hombre y una mujer estaban manteniendo un diálogo sobre las relaciones en pareja. Escuchó unos segundos y, de improviso, dando un manotazo impropio de persona centrada mentalmente, corrió la aguja del dial. En la nueva emisora estaban pronosticando la meteorología prevista para el día siguiente.
- Frío... mucho frío en la gran capital.
- Pues sí que estamos arreglados -pensó, nerviosamente, mientras se subía las solapas de su chaqueta. Encendió un cigarrillo y comenzó a fumar.
Mientras los músicos volvían a descansar, el joven licenciado se acercó a una chiquilla pecosa que, ya aburrida, bostezaba sola, sentada en una silla y frente a un refresco de naranja.
- ¿Qué haces tú aquí?.
- Me he divertido mucho pero ahora me estoy aburriendo.
- ¿Cuántos años tienes?.
- Solamentee catorce... pero, por favor, no se lo digas a nadie... no se han dado cuenta.
- ¿Con quién has venido?.
- Con mis padres. Ellos se lo están pasando bomba. Venga bailar y bailar... pero esto ya se está convirtiendo en un mal rollo porque a mí nadie me pide que baile.
- ¿Te gusta bailar a ti?.
- Mucho... ¡pero otras cosas!. Por ejemplo, algo de Los Beatles.
- Espera un momento...
El joven licenciado, una vez que los músicos estaban dispuestos a volver a reiniciar las melodías, se les acercó y al solista del grupo le indicó algo al oído. Luego, volvió junto a la chiquilla pecosa.
- ¿Quieres bailar? -le dijo formalmente.
- ¡Encantada! -contestó ella riendo.
Y, junto a otras parejas jóvenes, comenzaron a bailar mientras sonaba "Yellow submarine" y la luz del Salón de Baile se hacía amarilla.
La chiquilla pecosa se estaba divirtiendo, por fin, de verdad... y a él le gustaba verla reír.
Al terminar, las luces se volvieron rosadas y los músicos comenzaron, entonces, con "Good morning good morning".
- ¿Sabes que mis padres son muy pobres? -dijo ella.
- ¿Por qué lo dices?.
- Porque tienen muy poco dinero.
- ¿Te aman de verdad?.
- ¡Muchísimo!. ¡A mí y a mis otro cuatro hermanitos!.
- No son tan pobres tus padres...
- ¡No tienen dinero!.
- Tienen una riqueza superior. El dinero se puede conseguir en algún momento y además más pronto de lo que uno cree... pero la riqueza del amor es muchísimo más importante y no se basa en ningún golpe de fortuna ni en ninguna otra circunstancia más o menos pasajera.
- ¡Bailas como un chaval de mi barrio pero hablas como un sabio mundial!. ¿Sabes una cosa?. ¡Lo que voy yo a impresionar a mis amigas cuando les cuente que he estado bailando con el joven de la seta!. Pero... ¡no se lo van a crer!. ¿No tendrías una foto tuya para regalármela?.
Aquella chiquilla pecosa era muy, pero que muy lista.
- Espera que busque en mi cartera porque, quizás, tenga alguna fotografía entre mis papeles.
Algo que ni él sabía es que, desde mucho tiempo antes, había permanecido allí. La encontró.
- No te va a interesar porque es una foto de futbolista.
- ¡A ver... a ver...!.
Él se la entregó.
- ¡Pero si estás buenísimo!. ¡Claro qume interesa!. ¿Me la regalas?.
- ¡Pero si no es de ahora!. Es de hace unos años. Yo sólo tenía unos pocos más de los que tienes tú.
- ¡Mejor todavía!. ¿Me la regalas?. El tiempo no existe para los ídolos.
- Te la regalo pero no me trates de ídolo porque no lo soy. Yo tengo otras fotografías en casa y, además, creo que hay alguna copia de esa.
- Me la tienes que dedicar, por detrás, porque mis amigas van a seguir sin creerme. Van a decir que me la he encontrado o que no eres tú.
Él comenzó a escribir por detrás de la fotografía.
- ¿Te gusta hacer deporte? -le preguntó ella mientras el joven licenciado seguía escribiendo.
Habían dejado de bailar hacía ya un rato y se encontraban rodeados de jóvenes que bailaban sin cesar. Ellos se encontraban, parados, en medio de la pista de baile, pero ni se daban cuenta ni les importaba.
- Los practico siempre que puedo.
- Yo soy baloncestista. Soy muy alta y por eso ne se han dado cuenta de que me he colado en la fiesta para adultos,.
- ¿Te gusta mucho el baloncesto?.
- Una cantidad. Pero yo siempre pensaba que las personas cultas no eran practicantes del deporte en general.
- Es un grave error. El deporte forma parte, y además parte importante, de la cultura.
- ¡No me digas!.
- Te darás cuenta, muy pronto, de que la cultura no sólo es parte de la mente sino que el cuerpo necesita, también, su cultura física. Si quieres ser una mujer completa tienes que desarrollar ambas cosas.
- ¿Eso es posible fácilmente?.
- Fácilmente. Debes desarrollarlas al unísono. La cultura física y la cultura mental.
- Pero yo no soy una buena estudiante.
Él sonrió.
- Pues debes ser buena en todo. ¡En todo y en todos los aspectos!-
Ella entendió la indirecta.
- Yo puedo prometer y prometo...
Al joven licenciado le entró la risa ante aquella frase.
- ¿Es chistoso decir que puedo prometer y prometo?.
- Sí. Pero no importa. Sigue.
- Yo puedo prometer y prometo que soy lo suficientemente lista como para no hacer caso a los rollos patateros. Pero eso sí... ¡voy a ser la mejor estudiante de mi clase!.
Él le entregó la fotografía y ella comenzó a leer  en voz alta.
- Que este recuerdo te acompañe en todos tus momentos y en los más duros te sirva de apoyo.
Y la había firmado él.
- ¡Fantástico!. ¿Me das un beso?.
Él se lo dió en la parte izquierda de su cara.
- ¿Te lo puedo devolver?.
Ella, sin esperar la contestación de él, se lo dió también en la parte izquierda de su cara.
- Cumple siempre con lo que puedes porometer y prometes.
Ante la risa de él ella continuó.
- Lo cumpliré...
- No engañes para no ser engañada.
- De acuerdo.
- Y otra cosa. Son las tres de la madrugada y tienes que ir a dormir.
- Me voy.
Y le dío otro beso, ahora en la parte derecha de su cara, llevándose, consigo, la fotografía de su nuevo líder. ¿Hasta cuándo sería su héroe?.
- Hasta siempre -se respondió, mentalmente, ella.
Eran las tres en punto, efectivamente, según pudo comprobar el ocupante del coche negro, observando la esfera del reloj de oro que tenía acoplado junto al volante. Encendió otro cigarrillo y comenzó a pensar.
- ¡Lo tengo que conseguir... lo tengo que conseguir... lo tengo que conseguir... tengo que acabar con esta pesadilla!.
Tomó, entonces, un pequeño libro que llevaba en el bolsillo derecho de su chaqueta. Leýó el título: "Tratado de Ética". La radio emitía música clásica de Rimsky-Korsakov. Abrió el libro por un capítulo que rezaba: "Aplicación de la ética al comportamiento individual de la persona" y comenzó, con cierta desesperación y desasosiego, a leerlo. Ya el tiempo hacía estragos en su resistencia física y mental, pero entre aquella lectura y otro largo trago que tomó del extraño jarabe, volvió a sentirse mejor.
Los músicos pidieron perdón por interrumpir, una vez más, la sesión musical. Habló, como siempre, el solista.
- Queridos invitados. Estamos solos ante el peligro. Llevamos ya mucho tiempo de batalla. ¿Nos pueden ofrecer un cuarto de hora de descanso, por favor?.
Todos dijeron que sí; que les parecía justo y necesario.
- Yo también me voy a descansar -razonó el joven licenciado. Y se fue a la barra con el suficiente acierto de hacerlo en el extremo opuesto donde se hallaba, desde que comenzó la fiesta, el famoso presentador televisivo medio calvo y de cabello gris.
- ¿Qué deseas? -le preguntó una de las dos guapas camareras.
- Una tónica, por favor.
- ¿Tienes el número?.
- ¡Ah... sí... el número! -y le entregó la cartulina con el 44 impreso en ella.
- ¡Bonito número, sí señor! -rió la camarera- ¿te echo un poco de ginebra?.
- Ni una sola gota. No te pido un gin tonic sino una tónica nada más, pero... ¿por qué es bonito el número 44?.
- Yo te lo puedo explicar mejor.
Y alguien le estaba tocando en la espalda.
- ¡Ya me han cazado! -rió el joven licenciado junto con la guapa camarera.
- No te preocupes... que no soy el presentador.
Se volvió y se encontro, frente a frente, con la bella azafata. Él no dijo nada pero ella continuó hablando.
- El 44 es bonito número porque es dos veces el 22. Y 22 son los años que tengo yo.
Aquella frase no se la esperaba el joven licenciado que siguió riendo de buena gana.
- Tengo 22 años y no me quito ni me pongo ninguno más. Pero como sé que tú no discutes nunca por la edad de nadie, ya que he observado que bailas tanto con las cuarentonas como las menores que quinceañeras, te voy a decir que no es eso por lo que vamos a discutir tú y yo -y se rió ahora la bella azafata- sino que tengo un sumo interés en hacerte una pregunta que llevo, desde que estuviste esta tarde en la entrevista, intentando tener la oportunidad de conocer otra respuesta más. ¡Y que conste que yo hoy no voy a dormirme sin saber esa otra respuesta!.
- Pues dímela.
- Primero tienes que mirarme a los ojos y no hacerte el disimulado.
El la miró a los ojos.
- No. Ahora no.
- ¿Por qué ahora no?.
- Porque no estás mirando como miras cuando estás tranquilo; porque los músicos ya están dispuestos a comenzar otra vez y porque yo no me quedo sin bailar contigo.
- ¿Por qué tengo que bailar contigo?.
- Porque soy la más bella de todas.
Él sí la miró ahora con tranquilidad.
- ¿Ves como soy la más bella de todas?.
Y tomándole de las manos le arrrastró, a pesar de la resistencia del joven licenciado, a la pista de biale mientras el solista cantaba "Un hombre y una mujer".
- Para que sepas que también las mujeres guapas podemos tener personalidad.
- Eso lo digo yo siempre...
Ella no le contestó e instintivamente se abrazaron fuertemente y comenzaron a bailar sin decir absolutamente nada. Ella le miraba insistentemente y, aunque él no quería mantener fija la mirada, algo muy poderoso que tenían los ojos de aquella bella y morena azafata, le impedía apartar su vista.
- Ahora sí que estoy perdido -pensó él.
- Porque sabes que soy la única que puedo interpretar totalmente tus miradas; porque sé que sabes que soy la más bella de todas, porque sé que estás deseando darme un beso de los de verdad y porque sé que yo también lo deseo... te voy a ayudar a que me lo des -pensó ella y semicerró los ojos.
Las luces del Salón de Baile se volvieron rojas. Y toda la música se envolvió en el beso. Un beso profundo, largo, silencioso... Al joven licenciado y a la bella azafata la melodía musical se les engarzaba en los labios. Ninguno de los dos deseaba ceder y, por eso, aquel beso era de verdad, como muy bien había interpretado ella. Era como si todos los sentidos se reuniesen en aquel punto de contacto de sus bocas y como si todo el tiempo se hubiera quedado detenido allí para decirles que estaban interpretando algo parecido a la eternidad. Bajo aquella luz rojiza giraban muy lentamente, muy lentamente, como si en vez de bailar lo que estaban haciendo era flotar en un círculo concéntrico rodeados solamente de sensación. Era algo tan profundo aquella forma de besarse, que hubiese sido necesario bucear muy hondamente, en el cerebro de ambos, para poder descifrar algún lenguaje que explicara ese momento. Fue beso largo... duradero... de verdad.
Después separaron sus bocas y ambos quedaron mirándose, sin dejar de bailar, como interrogándose el uno al otro si aquello les había gustado. No hacía falta decirlo. Ella reposó su cabeza sobre el pecho del joven licenciado para recuperarse y, después de un buen rato, se decidió a hacerle aquella pregunta que tanto le intrigaba y de la cual buscaba otra espontánea respuesta. Levantó la cabeza, y le miró abiertamente. Él sostuvo la mirada.
- ¿Por qué agarras las tazas de café por el lado opuesto al asidero y con toda la mano?.
El joven licenciado no se imaginaba que aquello fuese la tan esperada pregunta, pero respondió con celeridad y sin pensarlo.
- Porque, cuando algo me gusta y lo deseo de verdad, lo tomo en toda su intensidad.
Ella notó que las manos de él le calentaban enormemente la piel de su cintura pues entre el suéter y la minifalda existía un espacio libre que era por donde él la sujetaba. Aquel calor era intensísimo pero tremendamente agradable.
- Es cierto. Lo estoy notando.
- ¿Te molesta que lo haga así?.
- No. Me encanta. Y me encanta saber que es por eso.
En esos momentos, sorpresivamente para él, comenzó a sonar una melodía que, rápidamente, adivinó. ¡Era, de nuevo, la canción de "Los hijos de un momento"!.
- ¿Cómo es posible?.
- ¿Que me encanta saber que es por eso?.
- No. Esa canción...
- Pero... ¿en qué mundo vives?. ¡Si es la actual número uno del mercado discográfico!.
- ¿Te importa si dejamos de bailar y nos vamos a sentar?.
- Encantada. Después de este baile, que ha merecido la pena esperarlo tanto, ya no deseo bailar más en el resto de esta noche.
- ¿No habías bailado todavía ninguna vez?.
- Aunque no te lo creas, no. Pero vamos allí, que te voy a presentar a unos magníficos compañeros y, a pesar de ello, excelentes amigos.
Y le señaló la mesa donde ella había estado sentada, toda la noche, pasándolo muy divertida con las ocurrencias chistosas de ellos. Y por lo que pudo deducir él, a través de las palabras de ella, sin perderle de vista las veces que bailaba y con quiénes había estado bailando durante la fiesta.
- ¿Cómo estás? -le tendió la mano uno de gran complexión atlética y con cara de poseer excelente salud.
El joven licenciado se la estrechó. Fue un saludo fuerte y afectivo. Después tendió la mano, siempre la derecha pues era diestro, a los otros dos que, siendo más bien flacos, a primera vista se les notaba que practicaban algún deporte. Por último, junto a la bella azafata, se sentó alrededor de la mesa. La orquesta seguía desgranando los sones de "Los hijos de un momento".
El pelo moreno de la bella azafata volvía a ser referencia para él. Ella le volvió a observar aquella extraña mirada que aún le quedaba por terminar de descifrar.
- ¿Por qué? -volvió a interrogarse a sí misma.
Pero no pudo seguir indagando más sobre aquel enigma pues recordó que la bebida del joven licenciado había quedado, intacta, sobre la barra del bar.
- ¿No te has dado cuenta de que no has bebido tu tónica?.
- ¿Cómo dices? -se sorprendió él.
- ¡Está bien... está bien... ya veo que te has ido a otro sistema planetario!. Espera, voy a traértela yo misma.
Y, levantándose, ella cruzó la pista de baile encaminándose hacia el lugar donde la tónica aún seguía esperando...
Ya se decidía a cruzar de nuevo la pista de baile, con el vaso lleno de tónica en su mano derecha, cuando se le atravesó en el camino el famoso presentador televisivo medio calvo y de pelo totalmente gris, al cual le habían hecho mal efecto la serie ininterrumpida de cubalibres que se había bebido. Este la sujetó por el brazo izquierdo mientras ella se llevaba tal sorpresa que a punto estuvo de derramar el líquido.
- ¡He podido compro... bar... que bailas ex... ce... len... te... men... te...!. ¡Y que sabes muy bien... acom... pañar...¡. ¡Puedes ha... cer... otra de... mos.. tra... ción... conmigo!. ¡Te prometo ser un niño y no de... cep... cio... narte!.
- ¿Quieres hacer el favor de soltarme? -y le fulminó con la mirada.
La soltó pero siguió sus pasos hasta llegar a la mesa y sentarse frente a ella, en  una silla que permanecía libre.
- ¿Quieres que jugue... mos... otra vez a las pre... gun... titas...? -se dirigió al joven licenciado ya con los ojos vidriosos por efectos del alcohol.
- ¡Basta ya! -protestó, levantándose de inmediato, el de gran complexión atlética.
Y, levantando por las solapas de la chaqueta a quien estaba prediendo su dignidad, le espetó.
- ¡Deja ya de molestar al joven y a esta chica!. ¡Guarda tus energías y tus montajes teatreros para, en el próximo programa, poder destrozar al político que tienes preparado!. ¡Siempre has salido victorioso pero, esta vez, has conocido la derrota y eso es bueno para que sepas que las monedas siempre tienen dos caras!. ¡En vez de beber tanto alcohol, lo que deberías hacer es irte a la cama a meditar y a sacar conclusiones positivas!. ¡Demuestra que eres ese hombre dominador de todas las vicisitudes de las que, según narras toda la noche, has sabido salir triunfante!. ¡Ella pasa, olímpicamente, de ti... y él te ha derrotado en toda línea y con toda  nobleza y pulcritud!. ¡Deja ya de molestarle o quizás el que te va a derrotar ahora, pero de otra manera, voy a ser yo!. ¿Quieres irte a dormir a la cama o prefieres dormir aquí mismo y en el suelo?. ¡Demuestra que eres, en verdad, inteligente y elige lo que cualquier hombre inteligente escogería!.
- Me voy... porque yo soy el más... in... te... li... gente!.
Y golpeó el vaso de la tónica derramàndolo sobre el pantalón del joven licenciado.
Ya el de gran complexión atlética iba a lanzar el puño cuando el joven licenciado, poniéndose de pie, le sujeto el brazo derecho.
- ¡No!.
- ¡Pero si es estúpido!.
- !No! -volvió a repetirle el joven licenciado.
El otro se marchó zigzagueando. Y poco después el grupo de aquellos jóvenes y jovencitas volvía a ser un grupo alegre y distendido, mientras el joven de la seta, aun escuchando sus gratas conversaciones, seguía observando, de manera extraña, el cabello moreno de la bella azafata.
Ella se volvió a dar cuenta...
- ¿Por qué? -seguía preguntándose la bella azafata mientras sonaba, en el Salón de Baile, lo de "Tú viniste a mí cuando me voy".
- Tú, anciano poeta extranjero, te fuiste para siempre porque equivocaste el camino... pero... ¿y tú?... ¿te has ido también para siempre o es verdad que te tengo que encontrar? -meditaba él.
- ¿Por qué? -siguió interrogándose la bella azafata hasta que se decidió a romper el hielo...
- ¿Necesitas algo?. ¡Yo estoy dispuesta a ofrecértelo!.
El joven licenciado entendió la propuesta.
- Sólo necesito descansar un poco... no para dormirme... pero sí para meditar...
- Lo de hacerte compañía va en serio... ¿sabes?.
- También es cierto que te lo agradezco... pero, sinceramente, no quiero que mi proyecto de libertad se me escape demasiado pronto. Para mí has sido el mejor hallazgo del día pero necesito descansar solo.
- Hasta cuando nos volvamos a ver -y le dio un rápido beso en los labios.
- ¿Hasta cuándo? -se preguntó el joven licenciado.
Y se respondió él mismo mientras se iba al dormitorio del Hotel Olimpo.
- Todavía te busco.
Eran las cinco de la madrugada.
La madre del joven licenciado soñaba en voz alta.
- "¡Vuelve... vuelve...!".
- "No mamá... a "vuestra" casa ya no he de volver".
- "¿Por qué?. ¿En qué nos hemos equivocado?".
- "No os echo la culpa... pero sabíais cuáles eran mis sueños y no quisistéis ayudarme a lograrlos hacer realidad. He tenido que hacerme demasiado hombre desde cuando era demasiado niño. De todas formas, no os echo la culpa porque yo siempre os he entendido pero vosotros a mí no supistéis ni tan siquiera comprenderme".
- "¡Por favor... acepta el trabajo que te ofrecen y vuelve a casa!".
- No sé, todavía, si aceptaré o no aceptaré ese trabajo. Aún no sé qué responderé ante la suculenta oferta; pero de lo que sí estoy seguro es que, sea cual sea mi decisión final, no volveré más a "vuestra" casa a no ser que me invitéis alguna vez!. ¡He decidido no entrar en ningún hogar donde no sea, previamente, invitado. Y con vostros haré lo mismo!".
- "¿Por qué no nos perdonas todo el daño que te hicimos?".
- "Te equivocas. Os perdoné desde el primer día en que me negásteis vuestra ayuda... y ya sabes que yo era tan niño como puedo volver a serlo ahora. Por eso os perdoné desde el primer momento que me tocó defender como hombre, aún siendo todavía un niño, mis sueños".
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela de Ficcin y realidades.

Palabras Clave: Literatura Novela Ficcin Realidades Conocimiento Cristianismo.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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