Tengo las manos negras
de tanto hurgar buscando esperanzas.
La esperanza, con cara de petróleo
se ha perdido de la caja pandórica.
Yo la busco entre las acequías
y las potrancas de patas más brillantes.
Recorro la alacena y el estiércol
y a todo lo que llega a su acimud.
La busco en el vómito de los niños
hartados de atragantarse de chupetines.
Pasa ante mí con malos ojos
con la textura de un raro parenquima.
Y aunque se muestre altiva y despoblada
busco destellos de lo que fue su cauda.
Pues necesito encerrarla en una celda
para poder darle respiro al mundo 
que hoy anda de vorágine en vorágine
y chupa a los andantes por sus vórtices.