...oh dime, pantalla de mis ojos, cuantas veces despierto este sueño vacilante, en donde mi paraíso y mi desierto son tus ojos; cuantas veces he de pasar por el fuego de nuestro pasado para despertarme jadeante, sin fuerzas y con la opresión de los fuertes en mi pecho; dime, ahora que has visto las fantasías infantiles de tantos hombres y vuelves sobre tu mismo círculo a preguntarte cual capricho ha de ser el destino; dime, si has alejado el vientre de lo que alguna vez forjamos como nuestro, y has olvidado recojer los restos de mi corazón quebrado, marchito desde ese día en que definitivamente supe que te dabas vuelta; paso los días inventando un sueño, que me ha llevado a extrañas ciencias, antiguas, donde deposito la fé de mi ceguera; y paso mis sueños inventándote para poder mirarte y volver a vivir de nuevo; será que el metal que forjamos no puede ser disuelto, y no habrá forma de escapar de él, y por ello soñamos, soñamos nuestros deseos; dime si alguna vez descubriste que era lo mismo un peón que un caballo a los ojos del todo y no has querido abandonar el juego por el que te marchaste, dime si la desconfianza en la que me sumiste puede ser rota con amaneceres paganos; oh, dime, cuantas visiones habré de soportar antes de siquiera morir, sin poder vivir a tu lado; cristal con que miras al mundo, diferente del mío que ya es incoloro; dime, si no has visto, como yo, que solo habrá un amor, rondando tu morada, disfrazado de ágiles jinetes, que intentaran saciar ese sueño; dime, si aún no has caído tan al fondo del abismo, para poder prestarte mi antorcha e iluminar tu subida, dime si nos has roto la visión de nuestro pasado para forjar un futuro, porque yo solo veo tinieblas desde que estoy sin los abrazos tuyos...