En verdad, su nombre, hoy, ya no lo recuerdo.
En mi memoria yace, como cosa perdida.
Como las hojas, que, el otoño va segando
y en el suelo descansan o el viento arremolina...
Pero, aquel nombre que, aún, no reconozco,
con sus ojos y con sus pasos y sus sonrisas,
tiene una imagen, que exáctamente corresponde
a su seguro corazón, y su alma infinita...
Juro que  ya he intentado, mil veces recordarlo,
mas, su nombre parece  idioma desconocido,
un laberinto en que toda mi mente se pierde
o un ignorado, alfabeto jeroglífico.
Aunque quizá, no importe si recuerdo sus ojos,
su voz como un susurro, su piel pura y convicta.
Su cabello azabache, fragmento de una noche,
su sonrisa que alude, las tiernas golondrinas.
Si  yo la amé, o la quise, ahora, ya no importa,
si ella, me amó, o me quiso, solo Dios sabría.
Que me dio alegría, eso, es inobjetable
y se llevó consigo, un trozo de mi vida.
¿A quién le dedico, ahora, estos recuerdos?
¿Ahora que se encuentra, justo, donde debía?
Ahora, que se acerca y me toma por las manos
y pregunta: ¿Recuerdas mi nombre todavía?
Ahora que contesto, si la pregunta es otra,
la pregunta real es:¿Me quieres todavía?
Qué puedo hacer, ¡por Dios! Su nombre aún no me brota,
mientras ella se marcha...se marcha... con mi vida.