La cacera de Florencio Espiro (captulo 20 - FINAL)
Publicado en Jun 12, 2009
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El final

En el hospital de Avellaneda el doctor Wolff explicaba a Florencio el estado de salud de Pulserita. Explicaba que la paciente iba recuperándose lentamente, que el sufrimiento había sido mucho, que las heridas sanaban pero la sangre perdida era demasiada, que el organismo respondía a los tratamientos, que la muchacha era fuerte y gauchita. "Ya va a salir adelante, sépa. Ahora hay que esperar". El doctor Wolff explicaba. Y Florencio agradecido.
            En su habitación Pulserita dormía entre sábanas blancas y almidonadas.
              
El hermano de Florencio Edgardo Espiro había sido liberado. Toda la familia celebraba el regreso en la casa de la tía Susana. Estaba más flaco, demacrado, y ahora comía y comía el cordero asado preparado por el tío Rosendo y las polpettinas de la tía Anna, "mío grussusi, mío grussusi", alababa la italiana, "¡vedi come manga il mío grussusi!". Y el grussusi comía y comía. Y todos hablaban al mismo tiempo. Gritaban. En la radio sudaba música festiva. La prima Danielle y la prima Natalia chillaban histéricas. El primo Robertino se golpeaba en la boca. El griterío era ensordecedor. Tremendo. Anabella los miraba y los disfrutaba, a todos, palpitaba también ella la algarabía de tener a Edgardito otra vez en casa.
            Afuera, en el patio, bajo la enramada de paraísos Florencio y la abuela Aurelia conversaban ensimismados. La vieja le tomaba las manos y le hablaba en un murmureo casi inaudible. Le pedía que se vaya, que se vaya lejos, que arriara sus cacharros y se vaya, a cualquier parte, lejos, a otro lugar donde empezar de nuevo. Le decía que no se quedara en Avellaneda, que partiera, que había que irse, que no era bueno permanecer allí, encerrado en una leyenda. Le decía que la suerte no es duradera cuando uno la inquieta.
            El alazán Tormenta resoplaba entusiasmado.
                                  
Dos semanas después Pulserita era dada de alta. La llevaron a la casa de la tía Susana para los cuidados en su convalecencia. Anabella se encargó de todo, la cuidó día y noche, la alimento, la limpió, le contó con lujo de detalles la épica de Florencio, la cooperación de la familia y los amigos, el rescate en el burdel, la ayuda de las chicas. Anabella contaba cada capítulo de la historia enfática y briosa. Y Pulserita escuchaba emocionada.

Barceló finalmente murió, en el mes de octubre, solo y abandonado en su palacio. Ese mismo mes el coronel se metió en líos y fue confinado a la prisión de la Isla Martín García. Estuvo detenido algunos días, hasta que miles de trabajadores salieron a las calles exigiendo su liberación, y entonces lo largaron. Después fue candidato a la presidencia de la Nación y ganó las elecciones. El coronel prometía Justicia Social y leyes para los trabajadores.

Florencio no supo nada de éstas suertes: Florencio ya no estaba en Avellaneda. Se decía que andaba por el sur del Brasil, que hasta allí había llegado montado en su alazán. Se decían esas y muchas otras cosas; se reputaban otras aventuras, nuevas inclemencias, más y más entuertos, mujeres, naipes, cuchillos, caballos, poemas...
            Pero a ésta altura eso no es historia que interese.  
            Eso ya forma parte de la leyenda. 
  
 
                                                                       FIN

a la primera entrega de los Folletines Criollos

PROXIMA ENTREGA: "Los Ruralistas"
 
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Foto del autor Martin Fedele
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Descripción

Palabras Clave: Folletn Cacera Espiro

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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