De los canales a Canalejas- 9- Madrid (Diario) Sólo para futboleros y futboleras.
Publicado en Sep 02, 2010
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A la segunda ocasión, el BHA Club de Fútbol (Banco Hispano Americano) consiguió mi pase a coste de cero euros con cero céntimos. Yo, además, hice todo lo posible por salir del CAP una vez cumplida mi misión futbolística y justiciera de tan sólo 3 meses. Además el BHA jugaba en la Liga Interbancaria que era de más prestigio que la que jugaba el CAP (Central de Ahorro Popular). Antes de poder cumplimentar mi ficha con el BHA tenía que pasar una prueba consistente en un partido de entrenamiento. Me bastaron unas pocas jugadas y, sobre todo, un increíble túnel que le hice al Churri para que éste le dijera al entrenador Ordóñez (un ex-jugador del Málaga de cuyo nombre no deseo acordarme) que me fichara inmediatamente. En los vestuarios, después del partido que, por cierto, ganamos con facilidad, me hicieron la ficha. Sólo faltaba la fotografía que nunca la entregué. Sabían los altos directivos del BHA que no se habían equivocado conmigo en el fichaje pero ocurrieron unos sucesos que, desde el principio, no me gustaron. Observé que el entrenador estaba encaprichado con algunos jugadores que, en realidad, no eran mejores que los considerados suplentes. De todas formas guardé silencio y acudía a todos los entrenamientos, por las tardes y a partir de las cuatro, en el ya desaparecido Campo del Gas de Madrid. En aquelllos entrenamientos siempre formaba parte de los suplentes y siempre les cascábamos a los llamados titulares. ¿Qué ocurría en el equipo del BHA?. Que había favoritismo de Ordóñez por algunos jugadores. De todas formas me fortalecí mucho mi físico realizando todos los entrenamientos a los que nos obligaban antes de jugar el partidillo de entrenamiento. Recuerdo que algunas de las cosas que demostré era que, en caso de apuro, sabía driblar con las caderas y que tenía velocidad, o lo que en fútbol se llama "punta de velocidad o velocidad punta" porque en las pruebas de los 80 metros lisos siempre acababa primero, segundo o tercero. Mi técnica era la siguiente: hasta lllegar a los 40 metros iba dentro del pelotón, pero a partir de los 40 metros aceleraba pillando por sorpresa a los demás y es que cambiaba el ritmo de velocidad como los grandes atletas de las cortas distancias. Tampoco olvidaré, de aquellos entrenamientos, algunas jugadas espectaculares, colocado en la zona teórica del 10 con las cuales convertí a un jugador ya veterano y mediocre en un excelente extremo izquierda. Mi técnica en los pases largos y en profundidad, ganando las espaldas al defensa derecho hacían que aquel veterano jugador aprendiese a sprintar, recoger el balón que le había cruzado yo con habilidad y marcar gol. Por eso le ficharon de titular. Lo había aprendido de cuando Rial convirtió a Gento en el mejor extremo izquierda del mundo. Y es que en aquellos entrenamientos en el Campo del Gas demostraba yo que era un pequeño Di Stéfano, sólo que en categoría amateur o aficionado.
De los varios goles que marqué en el Campo del Gas recuerdo dos inolvidables: el primero de ellos consisitió en arrancar desde el centro del campo y, con la punta de velocidad adquirida en los entrenamientos, arrebatarle de las manos el balón al portero rival limpiamente y sin cometer falta alguna y con la pierna izquierda, con un ánguilo casi imposible, introduje el balón en la portería. Por eso Escalonilla, el mejor portero del equipo (muy superior a Saturnino y a Cortés) me elgía a mí como el primero cuando le tocaba escoger jugadores para formar su equipo. El otro gol, inolvidable, fue un empalme que efectué desde la posición de la línea medular del equipo contrario que hizo una parábola en el aire y se metió limpiamente en la portería. La dificultad era todavía mayor porque tuve que hacer medio giro del cuerpo para conseguirlo. No había dejado que el balón tocase el suelo y a esas jugasdas son a las que se conocen como empalmar, en la jerga futbolística.
Oficialmente, en partidos de Competición, sólo jugué 3 ó 4 partidos; porque era imposible jugar al lado del envidioso de Machón y algunos más. Machón, por cierto, era blandengue y sin fondo suficiente, por eso jugaba siempre parado y se limitaba a tocar balones y nada más. Como yo no quería jugar al lado de un gugador que se las daba de chulo cuando el equipo sólo quedaba siempre en los puestos de séptimo, octavo o noveno en la Liga, es por lo que sólo acudí a esos 3 ó 4 partidos oficiales.
En uno de ellos marqué un gol extraordinario por la sangre fría con que lo efectué. Me vino un balón desde la esquina del córner izquierdo y los paré en seco. Entonces estuve un par de segundos mirando la posición del portero rival que esperaba un fusilamiento para atajarlo por actos reflejos, como hace casi siempre Casillas; pero fuí más hábil que él y, midiendo mentalmente la distancia y la angulación precisa como si fuera un delineante en vez de un jugador de fútbol, se lo crucé templado y suavemente hacia el ángulo derecho con la pierna diestra. El portero sólo pudo hacer la estatua. Fue tan importante el gol, que sirvió para asegurarnos los dos puntos (entonces las victorias suponían sólo 2 puntos) y vinieron todos a abrazarme excepto los que me tenían envidia que era la mayoría de ellos, de manera especial lo celebró el portero Saturnino, del cual recibí un abrazo para que le perdonase por ciertas cosas de la infancia. No me importó. Sólo sonreí y seguí jugando. Ni le perdoné ni no le perdoné porque lo tenía completamente olvidado y simplemente pasé de él.
En otro partido también obtuvimos una clara victoria en el pueblo de Mingorrubio. Y el tercer partido que recuerdo lo perdimos por 3-1 frente a un equipo de potentes alemanes que nos sacaban por lo menos cabeza y media de estatura y con mucha más envergadura física que nosotros. Además corrían como diablos. De todas formas no me asusté para nada y les hice frente jugando con mi estilo peculiar de "pequeño Di Stéfano". En cierta ocasión el balón estaba en el aire y salté para golpearlo con la cabeza (juego que ya dominaba perfectamente) pero choqué con la cabeza del alemán, bastante dura por cierto, y me abríó una brecha en el coco que me tuvieron que llevar al vestuario aunque yo quería seguir jugando a pesar del reguero de sangre que salía de mi cabeza. En el vestuario me dieron unos puntos y me pusieron un vendaje y volví, en medio de los aplausos de los alemanes, al terreno de juego. Pero la envidia corrompe el alma y todos mis compañeros me dejaron, al final de los noventa minutos (entonces no existía eso de añadir tiempo a los 90 minuots) completamente abandonado a bastantes kilómetros de distancia de Madrid. Parecía como si yo fuese el culpable de aquella derrota. Así que cogí mi bolsa de deporte y me dispuse a caminar hasta casa aunque llegara a las tres de la madrugada. No hizo falta. De repente un coche marca Mercedes (y volví a pensar en Mercedes Primera de Compensación) paró ante mí. Era un jugador del equipo alemán. Me hizo subir en el Mercedes (volví a pensar en la guapa chavala Mercedes Primera de Compensación) y me llevó hasta Madrid entreteniéndonos en charlar de cosas varias. El alemán no comprendía que los que les pasaba a mis compañeros sólo era producto de la envidia. No hice caso de ello ni me importó. Por eso el alemán, llegados a Madrid capital, me invitó a tomar unas cervezas para seguir charlando de mujeres y otros temas. Ya no he vuelto a ver más a aquel extraordinario amigo extranjero que demostró ser más amigo (aunque rival en el campo de juego) que mis propios compatriotas.
El último partido al que acudí para jugar oficialmetne en el BHA (aunque seguía brillando como un pequeño Di Stéfano en los entrenamientos) fue en el campo de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de la Plaza de Castilla. Era domingo por la mañana. El entrenador Ordóñez no acudió quizás porque la conciencia le remordía y le había producido dolor de estómago y en su lugar estaba un tal Nacho Ávila, un perfecto envidioso que además no tenía ni idea del fútbol pues jugaba baloncesto donde parece ser que le gustaba que le tocase el trasero el jugador-entrenador conocido como "La Felisona".
Pasé todo el partido sentado en el banquillo de los suplentes y el equipo, desde los primeros minutos, ya iba perdiendo. Cuando apenas faltaban unos minutos para terminar, con la derrota ya inevitable, el capitán llamado Pedro (defensa central) no aguantó más la situación y exoplotó en voz alta. "!Nacho, eres un envidioso o qué te pasa, por qué no has sacado desde el principio a Orero porque seguro que conn él habríamos ganado y por qué no le sacas y le tienes sentado durante todo el encuentro!. Nacho Ávila, descubierta públicamente su envidia, me hizo salir al terreno de juego cuando apenas faltaban 5 minutos para el final de los 90. En 5 minutos era imposible ya levantar el partido y sólo me dio tiempo a dar mis últimos toques de calidad en el BHA porque al final del encuento me juré a mí mismo no volver a jugar en un BHA que hacía faenas tales como la cometida con Felipe.
Felipe, el del BHA, era un buen jugador, algo flaco y falto de fuerza física pero buen jugador. Un día, según me contó él, le prometieron jugar de titular y él, contento, llamó a su novia para que fuese a verle jugar. le tuvieron todo el partido sentado en el banquillo de los suplentes. Esas injusticias y otras más como las cometidas contra El Churri y otros suplentes que eran mejores que los titulares en los partidos de entrenamiento hizo que al final del encuentro en el Campo de la EMT entregara mis botas y todo el equipo (camiseta, pantaloneta y medias) y me juré que prefería irme de allí, aunque siguiera acudiendo a los entrenaimentos, por dos razones: la primera era que 90 minutos eran muy pocos para mí y la segunda que no soportaba al chulo de Machón y todos los "enchufados" que tenía Ordóñez; el cual, sin embargo, se empeñó en rogarme que acudiese a la comida de Fin de Temporada que se celebraba en la Residencia del BHA en Cercedilla.
Acudí sólo por saber si era verdad lo que se contaba de las guapas chavalas azafatas que servían la comida y la bebida. !Era verdad!. O por lo menos aquel día fue verdad y no sé si estaban contratadaas sólo para aquel día`pero pienso que sí; porque eran como modelos de publicidad verdadermaente guapas y de estupenda presencia fisica. Luego es lógico pensar que sólo estaban allí aquel día. Así que por eso me encantó comer y beber todo lo que ellas me servían sonriendo siempre y a veces hasta partiéndose de risa. Después pasé olímpicamente de todos aquellos traidores y envidiosos y no quise jugar a los naipes con ellos y mucho menos a la pelota (bastante pelotas eran ellos ya) vasca. Aquel fue mi último recuerdo del BHA. Dejé de formar parte de ellos y elegí, de nuevo, la libertad para relaizar mejores proezas en la Casa de Campo de Madrid jugando, sin oparar, desde las 7 de la mañana hasta las 2 de la tarde todos los domingos. Pero eso es otra historia. !Una vez más era rebelde con Causa y elegí la Libertad!.
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