Me tomo un café. A la distancia veo llegar un perro. Me muestro simpatico, lo desato, le quito la niebla que hay en sus ojos. Soy yo y soy otro detrás de un espejo. Un espejo como una vasta ciudad de perros que ladran por hambre. Desato la ciudad, desato mi perro, desato mi corazón. Todo esta pariendo..El niño esta pariendo ciudades; átomos que se pierden en el espacio; notas musicales que se pierden en el tiempo. Me abro de piernas. Dejo salir las pulgas y la sangre. Dejo salir un grito. Dejo salir el hambre.
Invento un refugio para mi grito, un grito de tijeras y marionetas. Un cielo para distinguir el grito de todo amanecer, para casarse con el sufrimiento, con el frío de las nobles tempestades, los fríos grises y eternos, el hambre gris que esta pariendo nuevas soledades.Estoy en el puente buscando caminos, sin prisa, firmando papeles de fraude, reciclando con tibieza las verdades. Me dejo llevar  por el torrente y me pierdo detrás de las arboledas. Limpio sartenes llenas de grasa. Siempre imagino un mundo inundado, un mundo terremoto que me saca de las buenas costumbres; del hábito de leer con las valijas abiertas, en los aeropuertos. Rescato la mordedura central que se apodera del pan, que se apodera del mundo en un chorizo. Rescato el placer de sentirse satisfecho despues de comer hasta la próxima propina, hasta el proximo encuentro con el infierno, soy de los que obturan la mirada para percatarse de una negación; estoy de más y sin embargo me afirmo
 en esta circunstancia para derivar dentro de los zapatos rojos la mordedura glaciar de  mis noches. Siento caer en mi un universo de estrellas y me precipito detrás de la nada con la debilidad suprema de mi cuerpo. El  café se termina confundiendo realidades, escribiendo vértices de apretadas miradas. Y hay una manera de terminar con las cosas. Un lujo, por  cierto. Hasta que me descubran y sea asaltado por la espalda.