La cacera de Florencio Espiro (captulo 13)
Publicado en Jun 05, 2009
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- XIII
El Indio McKensy
 
Verlo a primera vista despertaba ya toda una impresión: era un indio puro, concreto, un nativo en toda forma y sustancia; un morocho macizo y morrudo, espaldas anchas, bien armado; cuero tenso, liso; cabeza ancha; sostenido en el andar. Pero tan tremenda presentación a los ojos llamaba al desconcierto cuando en los oídos explotaba su apellido: McKensy. Tal era su apellido: McKensy... Valentín McKensy, el Indio McKensy (o simplemente Make para los amigos) amontonaba en sus venas tanta sangre vikinga como kilme era su estampa. Descendiente secular de Will McKensy, el marino irlandés, "el naúfrago", el viejo lobo de mar que a principios del ‘800 llegó a la cuenca Del Plata, herido, enfermo, contrabandista en apuros. El mismo Will McKensy que junto a la tripulación sobreviviente del Keenan Sun enfrentó a los Señores de Buenos Aires cuando recién llegado empuñando un pistolón de boca ancha decidió llevarse del lupanar más distinguido a la india más codiciada en todo el Pago de la Magdalena. El mismo irlandés corajudo que hiciera Historia en una zona del mundo sin historia. El Vikingo. El Colorado de la Barranca...
            Valentín (El Indio) McKensy estaba de paso por Colonia Houdson, visitaba a sus primos los Kells. Y fue él quien sin saberlo aceitó los planes de Florencio: el Indio McKensy frecuentaba a los comisionados del coronel ese de la Secretaría de Trabajo: el mismo que destilaba odio a Barceló... Roy Toon Junior presentó el Indio McKensy a Florencio. En el fachinal. Solos los tres. Afuera montaba guardia el primo Robertino... Y Florencio supo bien qué pedir y cómo pedirlo: zona liberada: eso precisaba: zona liberada en el corazón de Avellaneda. Que la policía no jodiera. Nada. Ni la milicada. Nadie. Precisaba eso: inmunidad autonomía protección.
            El Indio McKensy escuchaba atento, solemne:
            ─Usted ha de informarse que el coronel gusta abrir las puertas a los enemigos de su enemigo ─decía el Indio─. El coronel sabrá recompensar una acción como la que usted planea.
            ─Si el coronel me apoya, yo garantizo resultados ─sentenció el joven.
            ─Y una buena recompensa ─insistía el otro─, no se olvide. Alguno de los negocios del senador, por ejemplo.
            ─A mí no me interesan los negocios de Barceló ─advirtió Florencio─, yo sólo quiero cagarle la vida y rescatar a una mujer.
            ─Ta muy bien, ta muy bien.
            ─Los negocios de Barceló pueden pasar a manos de quien sea...
            ─A manos de quien disponga el coronel, diría entonces...
            ─Y así se hará ─apuró Florencio─: el coronel dispondrá a su antojo.
            ─Ta muy bien, ta muy bien. Veo que nos vamos entendiendo.
            ─Fácil entender cuando la palabra es clara...
            ─Y la empresa tan buena...
            ─Usted lo ha dicho...
            ─Y lo repito ─repetía el Indio McKensy.
            Florencio sonrió con ganas. Roy Toon Junior paladeaba la charla.
            ─Usted afirma que está en condiciones de desbancar a Barceló del todo y para siempre ─preguntó el Indio.
            ─Sí. Así lo digo. Pero para eso preciso que la policía y la ley se estén quietas por un rato ─Florencio hablaba grave.
            ─Y usted afirma que los negocios del senador quedarán huérfanos.
            ─Sí.
            ─A la deriva...
            ─Sí.
            ─Sin capo ni capito.
            ─Sí. Todo servido en bandeja. Para que su coronel disponga.
            El Indio McKensy sacó lujoso una cigarrera de su atadito. Y convidó a los presentes. Florencio y Roy Toon Junior aceptaron, gustosos el convite. Fumaban los tres.
            ─Usted Espiro ─decía McKensy─ ha de informarse que el coronel está construyendo un nuevo espacio político, un movimiento de masas, la revolución social que termine con la hambruna de radicales y conservadores. ─Pausa justa, medida. Y adelante─. Pero para eso primero hay que barrer con toda la inmundicia de conservadores y radichetas. Y para eso hace falta tropa, pueblo, soldados dispuestos a cambiar la historia en esta Nación. ¿Me comprende?
            Florencio fumaba y escuchaba distante, adusto. Y repetía:
            ─Yo le repito McKensy que sólo quiero cagarle la vida a ese canalla y rescatar a una mujer esclavizada. ¿Me comprende?
            ─Pero no le cierre la puerta a la historia, Espiro: soplan nuevos vientos.
            ─Deje nomás que el viento sople, McKensy.
            ─... pero aproveche...
            ─Ya le dije que lo mío es el maldito y la muchacha.
            ─Ta muy bien, ta muy bien...
            ─Arruinar a ese canalla y salvar a la mujer.
            ─Ta muy bien, ta muy bien...
            ─Todo lo demás es asunto de su coronel.
            ─Ya veo, ya veo.
            ─Mi única causa es el odio y la venganza...
            ─Intereses comunes, a fin de cuentas ─arrimó el Indio.
            ─Caminos que se cruzan... ─devolvió Florencio.   
            Roy Toon Junior entendía que algo importante estaba ocurriendo. En el fachinal. En las alturas. Flotando en la cima del bosque de eucaliptos. Fumaban. Calor inmenso. Ese coronel era una carta brava.
          Algo importante estaba ocurriendo.  
          El Indio McKensy comprometió su palabra a traer pronta respuesta.
 
 
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Foto del autor Martin Fedele
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Descripción

Palabras Clave: Folletn Cacera Espiro

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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