Encuentro con la Luna
Publicado en Jul 04, 2010
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Los estigmas eran imborrables, aparecían aquella noche en que la oscuridad se amortiguaba sobre la penumbra y cedía el paso al manto de estrellas sobre la cordillera. Así, la sangre corría por el pecho mientras la luna aullaba en el horizonte lejano, cruel, que ostentaba su autoridad entre peñascos roídos. Algunas leyendas imponían su magia, y crecían a medida que el tiempo volvía antiguos a los hombres. Había visto antes el fulgor de un corazón que se deshacía en la sed de un dolor inquietante, testigo de las marcas que elevaban el cauce de la sangre hasta los confines del sufrimiento. Cuando estalló la pólvora, ni los vestigios del alma corrían por el hálito fresco de la boca enmudecida entre lamentos. El sudario evidenciaba el ardor de un fuego que consumía la abulia de aquel cuerpo.
Era el cruel testigo de un semblante que se debatía en los endemoniados riscos.
El andar era entonces abrasivo, guiado ciegamente por una intuición que disolvía la esperanza, se dio al camino del desierto furtivo. En la soledad de la noche, los sonidos se convertían en la única prueba del tiempo, aquel que acompañaba la caminata de un extraño sufriente, uno más de la historia sensible del dolor de la humanidad. Todas las noches se miraban en un espejo y se multiplicaban como minúsculos granos de sal, quemaban la frescura del anhelo involuntario. El deseo fatal nunca abandonaba aquellas caminatas de lo sombrío, y la tierra, dura como un acero cristalino rompía las huellas sin tregua de los tantos otros caminos que se habían marcado lueñes en la historia. Batallas y armas gemían aún víctimas del sacrificio que algunos hombres conocían como orgullo. Al paso de la sombra, la luz de la luna detenía por momentos el diálogo inquieto de la mente suicida.
-¡Acompaña la noche caminante, entre esta luz que hoy te ofrezco, y olvida la penumbra de los tristes!
-¡Si supieras, Luna, cuánto he mirado el horizonte buscando la señal de mi destino, comprenderías siempre, que mi magia está en ser dueño de la sombra que me acompaña!
-Aún no has visto la esmeralda de tus días, viajero, adueña tu mano el tiempo y trasmuta el sordo y callado dolor en tu escudo más fuerte.
-Enséñame una gota de rocío y creeré firmemente que no soy una hoja perdida en el viento. ¡Rompe mi corazón en mil pedazos, pero dame la mano de hierro que necesito para forjar mi destino!
-Que difícil se vuelve, ¿Verdad viajero? Roer la especie sin sucumbir a las necesidades de un corazón vacío. Alguna noche habrás pisado tu propia tumba, y sabrás que entonces ese vacío era tu única fuerza.
-¡Mas te vuelves dueña de la noche cuando tus ojos encuentran una nueva sombra!
-La sombra es todo aquí, solo seduzco las migajas que los hombres han dejado en el camino, y esta noche te he visto, pero sé que traes la carga de un camino duro que debes dejar atrás.
-¿Cómo abandonar un camino, si este era lo único que te mantenía con vida entre los hombres? ¿Cómo llenar un cuenco roto, que lleno de polvo, engaña la sutileza de los ojos necios? Habrías de ser el mismo aire para llenar sin llenar y tocar sin tocar.
-¡Oh! Viajero, llena la luz los templos más sombríos, clama el fulgor del polvo y de la esencia. Mira el horizonte, ¿Ves algún sendero marcado? ¿Ves, acaso, un solo camino? Tu terquedad ha obrado vilmente en ti, has creído en un sendero fantasmagórico que conduce al final de tu vida.
-Mi meta es el mismo camino, así he llegado siempre que de un paso hacia él.
-¿Pero cuándo sonríes? Estas atrapado en una caverna, pues la periferia de tus ojos solo ven muros a tu alrededor, has creado tu propia cárcel.
-He creado mi propio camino.
-Solo caminas en aquella vieja circunferencia de roca. Estas en tu centro y buscas seguir caminando. Has llegado a tu meta y ahora caminas sin otra nueva.
-Entonces dime, cómo crear un nuevo sendero, luz de la luna, flor de un vejo pantano de desolación y temor, de muerte y desesperanza.
-Debes dejar la carga del camino anterior y aligerarte, tu propia naturaleza obrará en tu beneficio. ¡Oh! Viajero perdido, caminas sin rumbo a las mesetas fértiles, has estado gastando tus pies en un polvo que se extendía ante ti encerrándote.
Fue repentino el cambio en la oscuridad de la noche. Surgían los sonidos sordos y los silencios tenues de un pacífico despertar. La noche entonces se cerraba a una luna que desaparecía tras lejanas montañas y las estrellas volvían a conquistar el domo azulado. Las nubes acechaban furtivamente, acercándose lenta pero decididamente a encontrarse con aquel cuerpo débil, roto por la embestida de un final inalterable. Había llegado el portal ante aquellos gastados pies que dolían ante la falta de agua. Y un segundo antes que un nuevo día gobierne las inconquistables praderas de aquel desierto, una gota de rocío mojó la boca del caminante que por primera vez tomaba la mano de su propio destino.      
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Foto del autor G. F. Degraaff
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G. F. Degraaff

Gracias por pasarte Leticia. Un abrazo.
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July 05, 2010
 

leticia salazar alba

Un relato interesante y atrapante, ami la luna me algo especial, que tiene algún hechizo que ejerce sobre los enamorados y sobre las persosnas solitarias, ESTRELLITAS
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July 04, 2010
 

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