La cacera de Florencio Espiro (captulo 11)
Publicado en Jun 02, 2009
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- XI
En Colonia Houdson
 
Florencio (ahora) estaba ya de regreso en territorio bonaerense. En Colonia Houdson; en las afueras de Brandsen... Una antigua colonia de contrabandistas galeses, remota, olvidada, perdida en el mito y la llanura. Estaba (ahora) refugiado en los campos guachos de Roy Toon Junior. En un fachinal embutido en la copa de un eucalipto. Allí estaba. En las alturas. Nocturno. Protegido por Jaime Moore y Nelson Hur y Timmy Pugh: renovada prosapia entre los últimos Mataindios. Allí estaba. Florencio. Inminente. En el fachinal. Junto a (su lado) la gringa Anabella. Anabella Sliuk... Allí estaban... Los sucesos de Diamante agitaron a toda la familia Espiro. El clan estremecido. La cosa hervía fulera. Barceló merecía sangrar por el culo. El hermano de Florencio Edgardo Espiro todavía estaba preso: afiliado comunista. Y el compinche quinielero muerto: misteriosamente ahogado en el Riachuelo. Y la mutilación de la negrita. Y el tiroteo en la tapera. Mierda. Riña... Barceló iba a tener guerra.
            Florencio en el fachinal amasaba la embestida. Pensaba y pensaba las distintas formas de joderle la vida a Barceló; cómo cagarle la existencia, cómo lastimarlo: en los negocios, en la política, en la calle, en todo. Acá no alcanza con un par de tiros, pensaba Florencio. Y calculaba embutes en la médula del senador. Acá hace falta moverse en otro terreno, pensaba y pensaba. Mucho. Y sabía que en el rubro de los alcaloides Barceló venía tropezando feo. Está hecho caca, pensaba Florencio. Ese ElSapito se lo va a comer crudo, pensaba. Ese maneja de la buena. En la cabeza de Florencio rebotaban ideas y acciones. Y pensaba en la banca política de los sindicatos del docke, en el odio común a Barceló. En los gremios ferroviarios. Esos tienen buena llegada, pensaba. A esos los melonea el Coronel ese de la Secretaría de Trabajo. Pensaba. Pensaba. Y exprimía el cráneo buscando cómo chusearle a un senador los negocios del juego clandestino y la prostitución. Cómo. Dónde. Cuándo. Quién.
Había que seguir pensando.
Mucho...        
Y había que rescatar a Pulserita, pobrecita, apropiada por Barceló, encerrada en un antro de la ribera, ofrecida como la última atracción del lupanar: la negrita del dedo mocho; la putita sometida a torturas y herejías, sodomizada por la runfla politiquera de Avellaneda: un espectáculo único en su especie: sadismo desenfrenado a gusto del senador. Viciosos hijos de puta, pensaba Florencio. Degenerados. Y concebía el plan de liberación de la muchacha con la ayuda de la maha fat de los Ribezzo. Esos tanos tienen llegada a la mafia calabresa, pensaba. Esa gente es gente de honor. Y sabía que la maha fat estaba enculada con Barceló. Más enemigos comunes. Más y más soldados para la batalla.
Y Florencio pensaba. Y pensaba. En la madrugada. Trazaba en su cabeza (afiebrado) lineamientos generales y opciones de ataque. Azuzaba el ingenio y unía cabos sueltos, intereses, relaciones, oportunidades en las sombras. Entendía que Barceló mostraba ya varios puntos débiles, que el reinado tambaleaba, que las calles sudaban resentidas, que otros pugnaban por ocupar el espacio del caudillo, que la guerra se hace con balas y hombres y tácticas y estrategias. Valeroso. Despreocupado. Irónico. Violento. Así latía el cerebro (en vela) calaba pensando y pensando. 
Y había que seguir pensando.
Mucho...
Los matreros de Roy Toon Junior habían informado a Florencio que Barceló estaba acabado, que ya no tenía el peso político de antes, que su influencia caía y caía, que los sindicatos eran el negocio del futuro. Y Florencio (en la opacidad del fachinal) computaba el cuadro de situación. También hay que meter cizaña entre los capitalistas del juego, pensaba. Ahí hay otro frente. Los galeses insistían con el coronel ese de la Secretaría de Trabajo, con la bronca que profesaba a radicales y conservadores. Oportunismo. Fuerza. Tropa. Tiempo. La buena sazón tentaba en el horizonte.    
Noche. Trasnoche. Apilaban las horas lerdas y Florencio pensaba y pensaba envuelto en el insomnio del fachinal. Anabella dormía. La colonia galesa (ahora) estaba inmóvil, lela, como apretada en el torrente de grillos. El primo Robertino montaba guardia en las alturas del eucalipto abrazado a su rifle americano. Un rifle a repetición como los de las películas. Hombre de pocas palabras (casi ninguna) el primo Robertino. Incorregiblemente hosco, rústico. Cuatrero de toda la vida. Y dueño de una puntería asombrosa.
Y había que seguir pensando.
Mucho...
        Abajo, en el establo, el alazán Tormenta tampoco dormía.
 
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Foto del autor Martin Fedele
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Descripción

Palabras Clave: Folletn Cacera Espiro

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (2)add comment
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Anna Feuerberg

Hola Martín, buena prosa. Tengo curiosidad por saber que más pasa : )
Saludos,
Anna
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June 07, 2009
 

Verano Brisas

Martín. Artillería pesada es tu literatura, disparada por medio de certeros cañonazos. Felicitaciones. Cordialmente, Verano.
Responder
June 03, 2009
 

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