Genoma y feromonas: La herida del ahora
Publicado en Feb 01, 2010
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Despierto en un jadeo.
Isabel duerme.
Es obvio que ya lo sabría.
Las mujeres siempre lo saben todo.
Amo a mi chica con un ardor de tormentas pectorales, de millares de besos en la frente; soy feliz al mirarla así, con su tibio cuerpito enroscado en las sábanas, en esa pose con que, inconsciente e inocentemente, me muestra la grupa, iluminada con capricho por las radiaciones de la pantalla del  televisor. Quiero despertarla de su sueño para contarle el mío, decirle lo que yo sé; y también quiero, luego de la sorpresa y de su berrinche somnoliento, levantarla en brazos, quiero besar su misma boca que babea pestes en la almohada. En cuanto acerco mi mano a Ella, absolutamente todo: las jirafas que arden en el Dalí de dos pesos, el espejo en el que se reproduce su cuerpo envuelto en sábanas desde el mismo ángulo en que nos miramos mientras vamos haciendo el amor, su bombachita color perla y la camisetita de dormir, esa del águila americana de los Ramones, las almohadas vueltas bollos de mustios pliegues, el colchón y misma la cama que transporta sus nalguitas arrogantes, rozagantes, todo desaparece para volverse el humo del mismo cigarrillo que no puedo fumar ni apagar, humo eterno del mismo Lucky Strike que ahí se quema, ese cigarrillo al que sólo miro. ¿Podría iniciar un incendio, podría ocasionar un estrago digno de tapa de diarios? "Me hubiese forrado en explosivos", piensa todavía la mente inerte de mi parte diestra, la cara artera y fascista, el lado vil, egoísta; así es cómo hablaba a las espaldas en las que clavó sus puñales, así estrujaba los billetes, empuñándolos con la adrenalina de las peleas a trompadas, ella, mi mano firme en la firma de los cheques sin fondo, ella, la de las sentencias a muerte, y también él, el maldito artífice de todos mis odios, de mis envidias insanas, de las declaraciones de todas las guerras (de sus pocas victorias e incontables derrotas); ella, mi parte tan diestra que seguía ofendida por orgullosa y que sigue pretendiendo estar viva, alegando que un infierno no puede ser tan anodino; si, está muy desconforme con semejante destino eterno; pero bien sabe que si primero, y siniestro, perdí el estandarte, luego mi armadura y que el ahora que en el que ya no hay ojos (gracias al arrebato soporífero, decisivo y fatal), es consecuencia de su inquebrantable necedad; así, mientras la hipnosis de las pastillas me vuelve esta ameba inerte que ya divaga en leves sinapsis, él, tan derecho y tan humano, pretende negociar con el mismo viejo Dios (que vuelve a no hablar mientras mis ojos secos ya se clavan en el cielorraso); si, el muy necio ofrece sus coimas trascendentales, erigido, entre veladas súplicas, en el íntimo y último abogado ante la inmutable imparcialidad de un juez invisible, ensordecido por la eterna reverberancia del Big Bang original e indiferente a los abracadabras aprendidos en una infancia de catecismos que ahora recitados desesperadamente, apenas con hálitos últimos, suenan aún más absurdos en tanto la vida se me fuga como en pedos a mansalva y se viene lo negro avanzando como un calambre invencible con el peso de los tiempos. ¿Cómo es que el maldito promete virtudes imposibles sin el compromiso del loco, del rojo, del tonto y roto corazón? Creí oír una carcajada con sorna, un chispazo de sinapsis, la risotada conmovida del hermano cardíaco, el siniestro ya resignado al final y que, sorprendido de que su gemelo, otrora el más osado, el maldito descarado que enchapado en galán y alisándose el bigote descartara toda fe en todo amor, ahora tratara de aferrarse a ésta épica cabalgata para atrás de los cangrejos a la que llama vida; sí, no termina de sorprender que sea él el pusilánime, justo ahora, cuando el silencio va sustituyendo al tiempo y va hundiendo la nave que creí ser yo, ahora que soy y ya era ambos: un bolero con lírica de Charles Manson vomitado en reversa por una vieja radio a transistor que se va quedando sin baterías; ahora que soy y era el siniestro que amó mal, soy y era el mismo diestro que odió peor; ahora que soy un fantasma hambriento que descubrió que vivir era sangrar futuro de los sueños por la herida del Ahora.
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Foto del autor inocencio rex
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Miembro desde: Jul 22, 2009
4 Comentarios 335 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Palabras Clave: Ahora

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: inocencio rex

Derechos de Autor: inocencio rex


Comentarios (4)add comment
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Roberto Langella de Reyes Pea

Ah, el detalle que aporta Facundo no lo tenía, mirá qué puto el viejo Borges. Alguien por ahí dijo que no es bueno leer traducciones de escritores, porque pasa eso, meten la cuchara los forros. En el caso de Faulkner-Borges es notable en varios párrafos; decís, pará loco, estás seguro que el tipo escribió esto, o de esta manera al menos?.
Lo de Ella y la foto de los monos me lo imaginaba, pero quería que lo dijeras para ilustrar un poco a la gilada, a la poblada, quiero decir.
A mí nunca me leen en cantidades generosas, pero recuerdo que cuando empecé con Genoma éramos varios comentando, y la novela no perdió calidad para nada, incluso fue ganando in crescendo en intensidad. Entonces no se explica porqué dejan de leerte.
Facundo inventó la idea brillante que los textaleros hacen zapping entre ventanitas; yo le decía, creo que hay algo de eyaculación precoz, en un sentido metafórico, desde ya, en la dinámica de lectura de la poblada. En fin, nunca seremos populares, me parece.
Abrazos, mis amigos.
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February 02, 2010
 

Roberto Langella de Reyes Pea

Ahora que lo pienso, no sé porque nunca más volvía a leer a Faulkner, porque esa novela me encantó (y soy tan vanidoso que comento mi propio comentario, ja!)
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February 02, 2010

facundo aguirre

gran texto el de inocencio y es cierto tiene aire a palmeras salvajes. para corroborar tu idea roberto. es famoso que en el ingles la novela termina con el comentario -woman, shit. a lo que el buen borges decidio reescribir como -mujeres
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February 02, 2010
 

inocencio rex

jamás leí a faulkner, pero ya lo haré.. leí a alguien que decía lo mismo que decís con respecto a la traducción, creo que era onetti..
ella con mayúsculas es ella con mayusculas, cuando todas son con minuscula..
y la foto.. la mirada humana del mono que mira a la cámara, me parece que tiene una complicidad propia de quien narra la historia,el fantasmhambriento.
y sí, feromonas siempre estuvo destinada al fracaso.. alguna vez quise ser un chico cosmopolitan,
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February 02, 2010
 

Roberto Langella de Reyes Pea

Este capítulo, y quizás el anterior que subiste, me recuerda a "Las Palmeras Salvajes", de William Faulkner, que leí en una tradicción de Borges, y que siempre me pareció el viejo pudo haber intercalado algo de su propio puño, aunque quizás yo esté psicopateando al respecto.
¿Por qué escribís siempre Ella, con mayúscula?.
Nunca digo nada acerca de la foto con la que ilustrás a esta novela... Creo que me niego a considerarla, por Dios.
Che, ¿antes no éramos más leyendo "Genoma..."?; ¿habrás dejado de ser un escritor de moda?; o quizás empezaron a notar que esta historia no tiene un perfil muy Sony que digamos. Y buá, allá ellos. Un abrazo.
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February 01, 2010
 

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