Mi tímpano recoje lo que es negado a mis orejas: No procesa lo que le trae el aire que hace de los oídos caracolas inútiles, conchas envueltas en mudez, ejemplo palpable de lo que está de sobra, de lo innecesario: La cosa muerta incrustada en su penuria.
  Pero cuando apareces, amada y los tocas, con esos dedos cándidos que destilan vida, se ocasionan resurrecciónes absolutas, se abren los sepulcros ateridos , alejándose la sordera y su implacable y sepulcral espada.
   Todo son caudales sinfónicos, sonoridades liquidas , argamasa  moviéndose, y en el torvo ajetreo escucho las pisadas del destello, el chasquido de los colores del segundo que me respira y ante la impavidez de este milagro creo que eres una magna diosa indígena y me asombro de que no todo son leyendas yertas.
Tu compasión despierta mi delicia, hembra buena que reparte sin contemplacion sus dádivas , pájaro que no retiene sus magias ni sus zafiros y florece en lo mistico, sin ansias, bandera enarbolada por los mundos.
     Deidad hecha de formas que me turban.